Sociedad 19/05/2024 17:45hs

Se enamoraron, pero la familia de ella tenía “otro novio” en mente: cómo lograron que la segunda parte sea buena

Gigí no pudo superar la voluntad de su madre, que la quería ver casada con otro hombre y no con su amor verdadero, Humberto. Lo dejó, y durante años perduró el encono entre ambos. El tiempo y los fracasos los pusieron otra vez frente a frente para recomenzar

Se enamoraron, pero la familia de ella tenía “otro novio” en mente: cómo lograron que la segunda parte sea buena

Una fiel lectora de Amores Reales, Gigí Ocampo (39), nos escribió un mail desde la provincia de Corrientes. Estaba muy conmovida con la historia que publicamos sobre Yaakov y María donde habíamos relatado, citando un refrán popular que sostiene que “segundas partes nunca son buenas”, que el reencuentro había fracasado. Ese amor quedó trunco, por diferentes motivos en las dos oportunidades en que sus vidas se cruzaron. Gigí nos dijo que el final de esa historia la había desilusionado mucho y que deseaba contarnos la suya. El amor de Gigí y Humberto también sucedió en dos tramos distanciados por varios años y debió superar la oposición de la familia de ella pero, contradiciendo aquel proverbio que citamos, terminó de la mejor manera.

Humberto, el del Impenetrable


El 30 de octubre de 1980, en medio del impenetrable chaqueño, nació Humberto Vicini. Era el menor de tres hermanos y se crió envuelto de felicidad en un pueblo pequeño. Su mamá era maestra en la primaria a la que asistía y su papá ingeniero agrónomo. La escuela quedaba a una cuadra de su casa y compartía con sus hermanos una bicicleta en la que andaban los tres juntos. Recuerda la alegría con la que esperaba al carro a caballo del lechero: el hombre lo dejaba treparse para dar una vuelta a la manzana, repartir leche en botellas y manejar las riendas.

 
Una mala cosecha terminó con la cooperativa que manejaba su padre y con esa sencilla felicidad infantil. La familia tuvo que dejar esos parajes en busca de mejores oportunidades laborales y se trasladaron a la ciudad de Corrientes. La vida de Humberto dio un vuelco doloroso cuando sus padres se separaron. Él tenía 14 años. Terminó el secundario arrasado por las penurias económicas.

“Hasta ese momento había tenido un buen pasar. El divorcio nos dejó desestabilizados económicamente.Tuve que aprender a hacer de todo. Pasé de una infancia con niñera a tener que limpiar pisos e inodoros. Mi madre estaba sin un peso y muy deprimida. Pero te voy a reconocer que hoy agradezco todo eso que viví porque me hizo aprender que siempre se puede salir adelante”.

 Gigí tenía 26 años cuando conoció a Humberto. Ella, criada entre algodones, sucumbió al deseo de su madre de continuar relacionada con un hombre que la engañaba

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Gigí, la custodiada
 
Ahora es Gigi la que relata su propia historia antes de conocer a Humberto.

La boda de Gigí y Humberto, que tuvieron que esperar a la segunda vuelta en el amor

 

“Nací en Corrientes capital el 6 de octubre de 1985 y soy hija única por parte de mi mamá, aunque por el lado de papá tengo dos medio hermanos. Cuando estaba terminando el secundario me puse de novia. Era el año 2003. En mi casa adoptaron como a un hijo a mi novio. Empezó a ser parte de la familia así como mi ex suegra. Pero él salía solo, tenía otras historias y estaba muy lejos de lo que yo deseaba como una pareja estable. Mi familia siempre fue muy matriarcal y mi mamá y mi abuela me decían que esa conducta de los varones era algo totalmente normal, que siempre pasaba. Que me iba a poner de novia con otro e iba a ocurrir lo mismo. Eso les había pasado a ellas y me aconsejaban que, por su experiencia, solo tenía que aguantar. En 2004 comencé a estudiar abogacía, mi novio seguía la misma carrera. Me recibí antes que él, en el 2011. Desde el 2003 hasta el 2013 estuve de novia con este chico con algunas interrupciones. Cada tanto me enojaba porque me enteraba de algo que había hecho y cortábamos. Después, él iba a llorarle a mi familia y terminábamos reconciliados. Estaba enamorada, pero más que eso creo que estaba ilusionada con la relación. Era mi primer novio. Soñaba con crecer con él y desarrollarnos juntos en nuestra profesión. Proyectaba más de lo que era. En una de esas tantas peleas que tuvimos, un día estaba en mi trabajo y crucé mi mirada con la de Humberto”. Fue el día del milagro.

De pupila a pupila: la mirada del amor


“Yo tenía 26 años y trabajaba en una papelera cuando concurrí a realizar un trámite a una oficina pública en Corrientes. Cuando ví por primera vez a Gigí estaba haciendo la cola para la caja y ella, sentada en un box de atención al cliente”, recuerda Humberto. Sigue la voz de Gigí: “Ese día de septiembre de 2006, me acuerdo que fue miércoles. Eran cerca de las 11 de la mañana. Yo tenía 20 años y estaba sentada en mi box de atención al público justo enfrente de donde se armaba la cola. Humberto estaba a dos metros. Un amigo del trabajo me dijo: ¡Ese chico te está re mirando!. Le respondí: ¿¿en serio creés?? Yo pensé que podía estar mirando hacia un punto fijo y no a mí específicamente”. La voz de Humberto continúa describiendo el día crucial: “La vi de lejos, sentada. No podría explicarlo bien, pero se generó una conexión profunda e inmediata. Yo estaba, en ese tiempo, en una relación que no funcionaba y tenía la idea de cortar. Teníamos profundas diferencias filosóficas sobre la vida. Queríamos encarar la existencia de una manera muy distinta: ella quería tener hijos ya y yo pretendía estar más estable, económicamente establecido. ¡Traer hijos al mundo en esa situación me parecía una irresponsabilidad! Lo cierto es que esa tarde, cuando vi a Gigí, sentí algo único que no había sentido nunca en mi vida. Cruzamos miradas y sonrió. Su mirada y su sonrisa transmitían algo especial. Era como estar viendo mi propio reflejo, ¡jamás me había pasado!”.

Gigí agrega: “A través de su mirada sentí que era buena gente. Me transmitió confianza, dulzura plena. Cuando me paré, nos reímos y me puse colorada de vergüenza”.

La clave del encuentro entre ambos fue el compañero de trabajo de Gigí que hizo de Celestina: directamente optó por pasarle su número de su amiga a ese joven de la cola que se llamaba Humberto.

La cosa no sería fácil porque ella estaba de novia, describe Humberto: “Claro, me sonreía, pero habría asperezas en el medio porque ella tenía un novio serio. Y yo todavía no había roto con mi pareja. Yo venía más sufrido que ella que se había criado como hija única entre algodones”.

Humberto tenía la decisión tomada de terminar su relación y lo hizo. Recién después tomó ese papel y llamó a Gigí para invitarla a salir. Ella justo transitaba uno de los tantos distanciamientos con su novio por sus frecuentes infidelidades. Le dijo que sí.

“Salimos a bailar con amigos y a tomar algo. Salíamos seguido, pero no pasó nada físico más que unos besos”, reconoce Humberto, “Su familia le estaba demasiado encima y era hija única. Estaba todo formateado para que se casara con ese novio que tenía en stand by. Salimos durante tres meses. Pero su familia pesó más, era muy invasiva, no la dejaba decidir y ella se sentía sofocada. Un día me llamó y me dijo de vernos. Me confesó que se le hacía muy difícil nuestra relación, muy complicado todo y que iba a seguir intentando con el ex. Me cortó”.

“En mi casa me atormentaban con que iba a poner en juego tres años de noviazgo”, explica Gigí, “Tanto me carcomieron la cabeza que dejé de salir con Humberto que me encantaba y retomé la relación con mi novio. Tenía 21 años y la verdad es que no pude hacer frente a mi familia, sobre todo a mi madre que era muy exigente”.

Humberto quedó con el corazón pelado. Y enojado. Gigí combatió la desolación enfocándose en lo que le exigían, pero no deseaba. No era desamor lo que la llevó a alejarse de Humberto, era el control férreo que tenían sobre su voluntad. Los sentimientos habían quedado en segundo plano.

 La abuela de Gigí, Hilda, con su nieta Francesca. La mujer de 92 años fue clave para que la familia aceptara a Humberto


Terminar con las mentiras


La vida siguió para Gigí de esa manera que tan poco la convencía. Los dos estudiaban derecho. En el 2011, se recibió ella. Él, más vagoneta, iba atrasado en sus materias. Si bien con Humberto no se vieron más, cada tanto, Gigí le mandaba unos mails amables y clandestinos para saber cómo estaba. Humberto contestaba seco. No entendía qué quería ella. Para él, Gigí era la última persona con la que hubiera querido volver a salir. Pero ella, de alguna manera no podía ni quería soltarlo, aunque estuviera de novia.

Humberto reconoce que cuando Gigí lo dejó: “Quedé hecho polvo. Me había separado de la chica anterior y terminé volviendo a lo de mi vieja con 27 años. A los seis meses comencé una relación con otra mujer. Estuve unos seis años con ella. Mientras, seguí trabajando en una droguería. No entendía por qué Gigí me seguía mandando cada tanto algún mail, si se había quedado con culpa o qué. Pero yo estaba enojado y ella seguía con su novio”.

El relato lo retoma Gigí: “Mi noviazgo iba a caer por su propio peso. No iba a prosperar porque yo no me acostumbraba a su conducta. Finalmente, en el 2013, caducó. Lo dejé después de que una amiga me contara que él tenía una relación paralela. Me dijo que lo había visto con tal chica, en tal lado y que también estaba mi exsuegro presente. Me dolió mucho, pero ya me lo había hecho tantas veces… En esta oportunidad casi que te diría que sentí un poco de alivio porque fue lo que me decidió a cortar definitivamente. Le dije: Hasta acá llegamos. Los días siguientes anduve angustiada y tuve que enfrentar a mi familia. Aunque, por otro lado, era bastante sanador terminar con ese manojo de mentiras. Mi mamá trató, una vez más, de convencerme para que siguiera de novia. Creía que me podía arrepentir porque ella se había lamentado toda su vida por haber cortado con su primer novio del que había estado muy enamorada. Pensaba que me podía pasar lo mismo. Le expliqué, como pude, que no tenía por qué tener la misma experiencia que ella, que yo era otra persona con otros deseos”.

Reencuentro y aprobación


Gigí cortó con su novio a finales del 2013. Y un día de marzo de 2014, a la hora de la siesta, la mirada de ella y la de Humberto se cruzaron una vez más en el centro de la ciudad. Justo frente a la iglesia. Ella iba en auto, él caminando. Se miraron como aquella primera vez, pero no se saludaron. Ni se sonrieron.

Varios meses después, a finales de agosto del mismo año, Gigí estaba en su oficina balanceándose un poco aburrida en su silla cuando casi se cae al suelo por la sorpresa. En la pantalla de la computadora vió que le había entrado una solicitud de amistad por Facebook de Humberto. La aceptó inmediatamente.

Humberto la había buscado en esos meses y había visto que ya no tenía fotos con su ex en la red social. Dedujo que esa historia había terminado y que ella estaba sola. Por eso se atrevió a enviar la solicitud.

“Empezamos a hablar como si no hubiera pasado el tiempo. Él había visto que yo había borrado todas las fotos con mi ex y se animó”, revela Gigí. Humberto interviene y dice que él “solo quería invitarla a tomar unos mates y charlar”. Gigí se ríe. Conversaron mucho sin verse, como viejos amigos.

“El 10 de septiembre era la caminata a la Virgen de Itatí que son como 70 km. Yo iba a salir con un grupo y la concentración se hacía en la rotonda. Se lo comenté a Humberto y él estratégicamente se acercó con una miniatura de la Virgen para regalarme, pero no me la pudo dar porque había vallas y era un lío de gente. Quedamos entonces que me la daría después y fue así que decidimos vernos. Una noche vino a cocinar a mi casa, donde yo vivía con mi abuela materna Hilda, en el centro. Mis papás vivían más lejos, en las afueras. Hizo pizzas caseras y mi abuela pegó mucha onda con él. Pasaron las semanas y estábamos cada vez más felices. Nos pusimos de novios el 23 de octubre de 2014. Yo sentía que era una relación sana, cero tóxica. No había ese control de “con quién estás” o “a dónde vas”. Éramos compañeros, algo que no había tenido en mi relación anterior. Había amor, respeto y, también, aceptación de mis amistades. Compartíamos y disfrutábamos de todo juntos. ¡Era una relación tan distinta! Mi anterior pareja se llevaba mal con mis amigas porque ellas sabían todo lo que él hacía por detrás. Humberto, en cambio, se lleva bien con todos mis amigos y eso es muy lindo”.

Un final rosa con anillo, ramo e hija


“Un día de enero en 2015 mi abuela Hilda nos dijo: Si se llevan tan bien, ¿por qué no se casan de una vez? ¡Yo quiero un bisnieto!”, cuenta Gigí, quien ya tenía 29 años, “Fue lo que necesitábamos para avanzar. La aprobación. La verdad es que a raíz de eso nos animamos. Nos casamos el 24 de octubre de 2015 en la Iglesia Cruz de los Milagros. Yo no lo sabía cuando la elegimos, pero ¡era la misma iglesia donde se casaron mis abuelos! Así que tenía un lindo significado. Era un símbolo. Después fue la fiesta y el civil. Teníamos 30 y 35 años”.


“Su abuela fue la artífice del casamiento y del nacimiento de nuestra hija Francesca”, repite Humberto agradecido. Gigí cuenta que el momento en que se lo dijo a su madre “fue liberador. Porque al final logré que me entendiera. Que se diera cuenta de que no todas las historias son iguales. Mis padres seguían casados pese a todo lo que ella había tenido que aguantar. Ella eligió quedarse con él. Esa era su historia, no la mía. Mi papá falleció en 2020, antes de la pandemia, por Esclerosis lateral amiotrófica. Mi mamá murió hace dos años, por un ACV hemorrágico. Todavía tenemos a mi abuela Hilda, de 92 años”.

Los meses de octubre fueron siempre clave en sus vidas. Ambos nacieron en octubre, se pusieron de novios en octubre, se casaron en octubre y ¡su hija Francesca nació el 4 de octubre de 2016!

“Hoy llevamos casi diez años de casados y puedo asegurarte que, en nuestro caso al menos, la segunda parte fue la realmente buena, la que vale la pena”, asegura Gigí. “Fue muy loco porque entre una y otra vez transcurrieron siete años y no se me había pasado por la cabeza volverlo a intentar con ella ¡y menos casarnos y tener hijos!”, asevera Humberto.

“La vida me puso delante a un hombre formidable. Lo agradezco infinitamente. Además de todo, cocina muy bien y yo soy un cero”, Gigí dixit. Cuando le pedimos fotos de la primera etapa del 2006, Gigí aclara que no tienen porque evitaron sacarlas: ella se sentía todavía comprometida con su ex novio y él acababa de dejar a la suya.

“Ella tuvo una crianza muy acolchada y yo muy rústica. Creció envuelta entre algodones y nunca le permitieron hacer nada. Las primeras vacaciones conmigo tuvo que aprender un montón de cosas. Se la pasó pintando la casa de mi mamá, aprendió a limpiar y a hacer de todo”, se ríe Humberto. Gigí también ríe y se defiende: “Es que a mí me decían siempre que yo solamente tenía que estudiar nada más, que iba a pagar para que me hicieran todo”.

Gigí está agradecida con el apoyo que fue Humberto para su familia durante la terrible enfermedad de su padre. Su madre terminó pidiendo perdón al yerno por su rechazo inicial: “Mi papá era macanudo, pero mi mamá era muy exigente. Quería lo óptimo de lo óptimo, que no sabía ni qué era. No pegó con Humberto al comienzo, pero luego reconoció que no había sido amable y le pidió perdón”, recuerda, “Francesca es la extensión de nuestro amor. Soy re cargosa con ella. Humberto hace de contrapeso porque no quiero repetir historias. Recuerdo a mi mamá como esos padres helicópteros que están sobrevolando por encima y no te dejan respirar. Sé que lo hacía porque me quería y deseaba lo mejor para mí, pero las cosas no resultan con tanto control. Para mí Humberto es mi todo, mi fortaleza. Si tuviera que aconsejarle a alguien que esté en una situación similar le diría que uno tiene siempre dentro la respuesta de lo que desea, uno conoce su pulsión interna. Pero yo con 22 años no me animé a seguirla. Tenía miedo de que eso implicara tener que irme de mi casa. La pareja que armamos con Humberto tiene compañerismo y, si bien nunca todo es color de rosa, los problemas que tuvimos los afrontamos con mucho amor”. Le pregunto qué pasaría si Francesca viene un día con un novio que no le gusta: “Aunque tiene 7 años, tengo claro que ella es otra personita. Sé que no voy a poder elegir por ella”, asegura Gigí riendo.

La última palabra para cerrar la nota se la damos a Humberto quien está en este momento manejando por la Mesopotamia Argentina: “Quisiera que quede bien claro que existen las segundas oportunidades, que hay que seguir el mandato del corazón, lo que uno siente. Al final de todo, es lo único que cuenta”.

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