Las anécdotas del violinista del subte que ama a Vivaldi: emociones a flor de piel y el día que se le estrujó el corazón

Demetrio Grigoriev sorprende a los pasajeros con interpretaciones de “Las cuatro estaciones”, del sacerdote compositor y violinista veneciano nacido en 1678. La adrenalina que corre mientras toca entre curvas y frenadas, la exigencia de las piezas y las devoluciones elogiosas que lo animan a continuar “ganarse el mango” en ese medio de transporte. Los nervios que le produjeron un viral
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Demetrio Grigoriev sorprende a los usuarios del subte D cuando comienza a ejecutar su violín. “A puro drama”, como escribieron quienes viralizaron un video en las redes, en la que interpreta una parte de El Verano, de Antonio Vivaldi (1678-1741). Tal vez sea la primera vez de los que están ahí sentados escuchen en vivo esta pieza de 1723, porque forma parte de Las Cuatro Estaciones, compuestas por este sacerdote veneciano. Como si fuesen pinturas, cada estación representa los ciclos del clima. En este caso, Grigoriev toca frente a los pasajeros las cálidas y alegres notas de un verano donde se desencadena una lluvia torrencial. Ejecutar las piezas de Vivaldi, que forman parte de su repertorio, es para este violinista porteño, descendiente de rusos, un desafío. “Las Cuatro Estaciones las estudio, me gustan siempre y son muy difíciles”, manifiesta.

Demetrio descubrió la música de este compositor del período del Barroco a los 12 años. Solo, se las ingenió para estudiar música. En diálogo con Infobae cuenta que fue formado por “importantes maestros” y no así un alumno de conservatorio. “Yo no sé si la música es mi pasión. Es más bien mi vida”, expresa. Sobre el momento en que este instrumento lo conquistó, no lo recuerda. “No recuerdo por qué elegí el violín ya que era muy chico cuando llegó a mí”.

El violinista del subte cuenta acerca de las dificultades que se le presentan mientras el tren se llena de gente, dobla, frena. “Poco a poco te vas acostumbrando y también empezás a divertirte [se ríe]. Dan una cierta adrenalina las frenadas, las arrancadas, las curvas y el desequilibrio”, precisa. Lidia con los errores que puede provocar el cansancio en ambas manos, la falta de espacio y se suman las diferencias de temperatura entre un vagón y otro, por el aire acondicionado, sumado a la humedad, que atentan contra la afinación del violín y la tensión del arco. “Además, el instrumento está en muy malas condiciones, pero no lo puedo arreglar por el momento. El cansancio es un factor importante”, explica.

Cuando sube a un vagón, está atento al humor de la gente. No le gusta imponerse para que lo escuchen. Y tiene muy claro que ese público en el subte no es el suyo y se enfrenta a diario en esa situación. “Mi repertorio está armado para tratar de seducir a las personas que no están ahí para escucharme”. Considera que la música clásica, que le encanta, es lo que “más o menos” lo que mejor le sale. Lo que lo motivó a tocarla es que es una manera de ganarse la vida con las herramientas que dispone. “La elección de la música clásica se debe primero porque me gusta y segundo porque me imaginaba que podía tener una buena devolución”.

 
También dice que le gusta tocar tango. “Dentro de eso busqué algo que dentro de todo sea conocido y tenga un discurso de principio a fin, invitando a un pequeño viaje con algunas emociones que puedo transmitir y mostrando que lo hago con compromiso y seriedad. Música clásica o popular es lo mismo. Lo importante para mí es a dónde te lleva la música”.

Antes de salir a escena, el músico hace un precalentamiento “en un huequito” antes de subirse al subte. El repertorio, que lo tiene estudiado y repasa, es todos los días diferente. Y asegura que además de concentrarse en la calidad técnica, afinación le pone buena energía, mucha onda, simpatía y respeto, cada vez que empieza a ejecutar su violín frente a los pasajeros.

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Anécdotas, atesora muchas. Pero hubo una que lo emocionó profundamente, y esta vez no fueron las cuerdas. No del todo. Hace pocos días, mientras estaba tocando su música, pasó una nena de unos ocho años, calcula, repartiendo fotocopias con una leyenda con las que pedía plata. “Yo estaba tocando y trato de no parar, porque corta el mambo. Y esta chiquita pasó y me dejó plata en mi gorra y me dio una sonrisa. Se me estrujó el corazón, casi me largo a llorar. Por supuesto, seguí tocando. Fue algo muy fuerte”, compartió el músico, que tiene la esperanza de que la nena vaya a la escuela porque esto sucedió un domingo. “Apenas terminé de tocar me acerqué a ella y traté de devolverle la plata y ella se opuso con un ‘no, no, ¿por qué?’, como dándome a entender que disfrutaba de la música y quería darme algo a cambio”, relata todavía conmovido. Sintió que ella quiso demostrar que estaba en su derecho de retribuir porque había valorado su música. Tampoco pudo insistirle demasiado. No hubo forma de devolverle ese dinero. “Esta chiquita me rompió el corazón, casi me largo a llorar. Me enseñó mucho”, asegura Demetrio, que es padre de un varón y una mujer. El varón se llama Antonio, como Vivaldi.

La música en el subte solo le devuelve comentarios positivos, elogiosos. “Por lo general me dicen cosas muy lindas, como “me hiciste llorar de emoción”-. Cuando le dejan plata en la gorra, Demetrio agradece y cuando le responden algo tan simple como un “no, gracias a vos”, para él es un gesto lindo.

Sobre el video que se viralizó en TikTok y Twitter comenta que cuando lo filmaron a esta altura estaba muy cansado. Cree que no hubiese subido ese video aunque la versión le parece que “transmite”. Lo del viral se lo contó un camarero de una pizzería de Coronel Díaz y Charcas donde suele tocar. “Me dijo que me vio en TikTok y de ahí empezó a subir, subir y subir, y yo me empecé a poner muy nervioso”, reconoce quien se considera poco hábil con las redes sociales (su cuenta en Instagram es (@demetriogrigoriev). “¿Qué es ser viral? No sé, sentir mucho afecto, mucha aceptación, es algo muy lindo que genera un compromiso y da una inyección de energía y fuerza para luchar todos los días otra vez y con honestidad. Y no tirarme a chanta, cosa que no hago porque uno tiene su amor propio. Me gusta tocar lo mejor que puedo”.

Demetrio por el momento toca solo. Y si se diera no tendría problemas en tocar con otros músicos, pero que en este momento dividir la ganancia por la mitad no sería beneficioso. “En este momento no hay mucha guita en la calle”, comenta. Sí pudo compartir momentos con otros músicos del subte durante el “descanso”, mostrando cada uno lo suyo y colaborando con el otro. Además de la música callejera y en restaurantes, Demetrio Grigoriev también da clases de violín.

Ahora que es reconocido como el Violinista del subte, en busca del “mango para vivir” confía en que van a llegar más propuestas, que ya las tuvo. “Estoy muy agradecido”, expresa.

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