Industria menonita: cómo se sustenta la comunidad y por qué es importante para la economía
La colonia El Tupá genera puestos de trabajo y mantiene negocios con otras provincias. Qué piensan y cómo transitan la crisis argentina.
Desde hace años, en la República Argentina habitan comunidades menonitas en La Pampa, Santiago del Estero y, obviamente, la que MDZ visitó en en San Luis. Sin embargo, habitualmente se comete el error de creer que todos los seguidores del predicador neerlandés Menno Simons tienen las mismas características, algo que no es del todo cierto. Tanto en Latinoamérica como en nuestro país, existen comunidades más conservadoras y otras a las que podríamos definir como liberales. La surgida en territorio puntano, por ejemplo, responde a la segunda corriente. Puntualmente, la diferencia puede encontrarse en la relación que este tipo de sociedades mantiene con la tecnología. Mientras que algunos grupos más cerrados no creen en su uso, otros sí la utilizan, pero específicamente para trabajar. En ese contexto, la colonia El Tupá se convirtió con el paso del tiempo en una referencia para quienes buscan productos metalúrgicos, lácteos y granos de calidad.
Los tambos son una de las fuentes de ingresos para los habitantes de la colonia.
Maizales, hierros, tractores, vacas y tambos. Esa podría ser la respuesta de cualquier visitante que alguna vez visitó el paraje menonita de San Luis cuando se lo consulta respecto a lo que pudo observar en el lugar. Es que la economía en El Tupá está basada específicamente en la agricultura, la metalurgia y la producción de quesos sardo y pategrás. Esos bienes son consumidos obviamente en la colonia, pero también son exportados a otras provincias argentinas.
Los propios menonitas afirman que la “calidad” de sus productos se fue corriendo de boca en boca y por eso hoy son buscados para cumplir las expectativas de clientes en distintas latitudes. Ojo, también sufren los avatares de la economía argenta, con todo lo que eso significa. “Lo de la inflación es algo que no puedo creer porque en México no existía”, explica Peter Knelseen, uno de los líderes que tiene la sociedad. “Durante los últimos meses del año pasado y los primeros de este los trabajos se pararon. Ahora están volviendo las consultas de a poco”, agrega Frank, un metalúrgico que también cultiva chiles y pimientos, símbolos culinarios que la familia extrañaba de su paso por tierra azteca.
Encontrar productos made in El Tupá es cada vez más normal en Cuyo. Comederos, acoplados, moledoras, mangas, casillas y silos, forman parte de la lista de elementos metalúrgicos que la colonia ofrece. Incluso, en el centro del paraje se distingue una enorme ferretería; la sociedad también trabaja con otras de Nueva Galia, el pueblo más cercano que tienen los menonitas. Según dicen, su calidad está comprobada y tienen trabajo “porque hay menos competencia que en México”. La relación con el país del Chavo, los tacos y López Obrador, es una constante durante la charla con MDZ y tiene una obvia razón: los entonces forasteros que llegaron a nuestro país hace 9 años, forman parte de una corriente que a la vez arribó a suelo mexicano desde Canadá a partir de 1920. Hoy, la población menonita ubicada en el estado de Chihuahua supera holgadamente los 50 mil habitantes, situación que disminuye la cantidad de oportunidades para una población que no tiene una economía diversificada. Por este motivo, muchos grupos optaron en las últimas décadas por instalarse en otros países sudamericanos. Argentina es uno de ellos.
Producen diariamente productos destinados a la agricultura.
Los quesos menonitas desarrollados a través de recetas que fueron heredándose de generación en generación cosecha admiradores en las distintas regiones del país. Con el sardo y el pategrás como sus productos estrella, la comunidad procesa diariamente 4.500 litros de leche por día en su propia empresa de quesos. Además, en las 9.546 hectáreas que tiene el paraje, funcionan 50 tambos que son administrados por las familias y la planta central tiene un punto de venta que abre al público. Contrario a lo que podría creerse, los pobladores mantienen una estrella relación con los habitantes de Nueva Galia, pueblo con el que comercializan, visitan y donde es común verlos almorzando o cenando en los locales gastronómicos más tradicionales.
Los secretos de la comunidad menonita de San Luis
El Tupá está rodeada de maizales que cubren cientos de hectáreas. Se trata de una zona con un régimen que oscila entre los 450 y 500 milímetros anuales y que presenta suelos con condiciones más que favorables para el cultivo. Cada día, los menonitas se levantan a las 6 de la mañana para trabajar en el campo. Solo paran para almorzar y continúan con su labor hasta que cae el sol. Las técnicas aprendidas durante siglos, más el trabajo constante, generan una alta productividad en los campos menonitas. “Aquí hace más calor y llueve más, pero nos gusta y estamos cómodos”, explica Peter, que particularmente se dedica junto a su familia a la agricultura.
La quesería procesa 4.500 litros de leche por día.
Para la economía de San Luis, la comunidad es importante. De hecho, el gobernador Claudio Poggi visitó el paraje y las autoridades están atentas a la evolución y necesidades que tiene el lugar, sobre todo en lo que respecta a la electricidad, un servicio que existe en El Tupá pero solo alcanza a unas pocas hectáreas. “Nos dijeron que iban a expandir la red pero todavía no pasa”, señala Bernardo, un joven que se dedica a la metalurgia. Para los líderes del lugar, la expansión o no de los menonitas en la provincia puntana, depende en gran parte de esa situación.