Caso Chocolate: una funcionaria de la Legislatura declaró que los ñoquis controlaban su propia asistencia
La Directora de Servicios Auxiliares de la Cámara Baja provincial declaró como testigo en la causa de las tarjetas de la corrupción. Los detalles más curiosos y las contradicciones con lo que dijeron los dueños de las tarjetas.
El nombre Tomasina Papaleo llamó la atención de los investigadores del “Caso Chocolate” desde un comienzo, porque varios dueños de las tarjetas de débito que usaba Julio Rigau declararon bajo juramento que trabajaban en la Cámara de Diputados bonaerense y que lo hacían a las órdenes de esta funcionaria.
”Trabajo para Tomasina Papaleo. Ella es la que me manda a hacer trámites a distintas oficinas de la ciudad”, declaró en la causa el año pasado la dueña de una de las 48 tarjetas secuestradas a “Chocolate” Rigau. Otro titular de una tarjeta aseguró: “Mi superior es Papaleo, es la jefa, es la que me dice lo que tengo que hacer”.
Ahora Betina Lacki, la fiscal que impulsa la investigación de este fraude con tarjetas de débito de empleados truchos de la Legislatura, le tomó declaración testimonial a Tomasina Papaleo. La mujer es la titular de la Dirección de Servicios Auxiliares de la Cámara de Diputados, un área que depende del Secretario Administrativo, Miguel Antonio De Lisi, igual que aquellas direcciones donde fueron funcionarios Claudio Albini y su hijo Facundo (Personal y “Control y Gestión”, respectivamente).
Servicios Auxiliares maneja departamentos como Seguridad e higiene, Arquitectura, Intendencia y Automotores, entre otros. Por allí circulan plomeros, cerrajeros, serenos, mozos, gente que traslada bidones, choferes. “Estamos al servicio de la Cámara entera y sus anexos”, resumió la funcionaria. El interrogatorio se centró en las funciones del personal, cadenas de mando y modos de control de la asistencia. Dejó varias perlitas.
Papaleo dijo que no conoce a los dueños de las tarjetas de débito involucrados en esta causa. Esto llamó la atención de los investigadores, porque algunos dueños de tarjetas declararon que trabajan directamente a sus órdenes. Cecilia D’Ovidio, por caso, declaró que Papaleo la manda a hacer distintos trámites por La Plata en horario matutino, pero Papaleo declaró que no la conoce; y Guillermo Koster, el hombre que contó a Telenoche que entregaba su tarjeta “porque en el centro de La Plata es difícil estacionar”, declaró: “Mi superior es Papaleo Santina (sic), es la jefa, es la que me dice lo que tengo que hacer”, pero, al igual que con los demás, la mujer dijo que no lo conoce.
Los investigadores también le preguntaron a la funcionaria si conoce a los detenidos. ¿Claudio Gustavo Albini? “Sí, tengo vínculo laboral, de pasillo o de la Cámara, en algún momento pude haber estado en alguna reunión laboral”, respondió. ¿Facundo Mario Albini? “Sí, también de los pasillos”. Además le preguntaron por Julio “Chocolate” Rigau, electricista en Diputados. “No, ni la cara en mi vida le vi”, aseguró.
Pero el salvaje fraude al Estado que se investiga en este expediente solo pudo ser posible gracias a la comunión entre los que simulaban trabajar y los que simulaban que otros trabajaban, así que el interrogatorio a Papaleo se centró en los mecanismos de control.
La testigo dijo que hay distintas modalidades para controlar la asistencia en Diputados: tarjeta magnética, “marcar”, y “listados” manuscritos. Todo depende “de qué función o de la actividad que se esté haciendo”, discriminó. Agregó que todo es “muy dinámico”.
La funcionaria declaró ante abogados que defienden a Rigau y a los Albini. Describió un escenario de precariedad e hibridez, incluso habló de gente “exceptuada de fichar” y describió las reglas de este ámbito laboral como “de otro planeta”. Sin embargo, su testimonio permite inferir que el control de asistencia en Diputados es estructurado y que la norma es el reloj de fichado.
Ñoquis con autodisciplina
Uno de los tramos más singulares del testimonio es el referido a lo que ocurriría en un inmueble usado como taller, carpintería o depósito de Diputados, ubicado en la calle 70, en una zona residencial de La Plata. Se trata del lugar aludido por varios dueños de tarjetas como su puesto de trabajo. Es una vivienda con entrada de garaje, un portón metálico negro sin identificación oficial. Adentro hay algunas sillas y una máquina de coser. Y tiene un encanto particular: ahí no hay reloj de fichado.
Según Papaleo, en el galpón no se ficha, “porque no hay conectividad para poner un reloj”. Eso fue lo que les dijo a los investigadores. Por ese motivo, allí se usa “el listado”. Y ese sistema, según contó, tiene un segundo encanto: el listado lo completan los propios empleados.
”En calle 70 no hay jefe”, respondió Papaleo. “Cada uno de ellos se anota y firman, no sé si se controla si el que está firmando es esa persona u otra. Creo que sus propios compañeros es el mejor contralor. No creo que sean tan generosos de firmar a nadie que no esté”, conjeturó la testigo.
El año pasado, algunos dueños de las tarjetas aseguraron que trabajaban a diario en calle 70. Cristina Degollada, una de ellas, declaró bajo juramento que trabaja por las mañanas en el galpón: “Yo hago tareas de limpieza, ahí hay muebles en desuso, autos, yo me encargo de la parte limpieza, y a veces ayudo a correr cosas y al tema de las viandas”. Su hermana, Lourdes Degollada, llevó la misma versión a la fiscalía: “Trabajo en el depósito de la calle 70 entre 4 y 5, ahí funciona la carpintería, donde lavan los autos, donde iba este Rigau, yo lo conozco de ahí”.
Más ejemplos. Raúl Folone, otro dueño de una tarjeta que usaba “Chocolate”, declaró que trabajaba como chofer y que revistaba en “calle 70 entre 4 y 5″. También declaró Rosana Delgado (es la exesposa de Claudio Albini, dueña de otra tarjeta secuestrada a Rigau) y aseguró que trabaja en maestranza por las mañanas en el galpón, aunque lo ubicó en otra cuadra de la calle 70.
Todas estas declaraciones fueron guionadas por los defensores de esta banda procesada por asociación ilícita y fraude al Estado, que llevaron a unos 15 empleados fantasma a la fiscalía. Los hicieron declarar con un relato guionado que tenía dos objetivos: instalar la idea de que sí trabajaban en la Legislatura y que sí disponían de su sueldo ellos mismos, y no otros. Pero sus relatos no resultaron creíbles: terminaron procesados y algunos estuvieron presos.
Además del galpón, quienes trabajan en Servicios Auxiliares “están esparcidos en distintos lugares” de La Plata, contó Papaleo. Los jefes van al palacio legislativo, en la avenida 53 de La Plata y el resto –unas 230 personas– se distribuyen entre el anexo de Diputados, “la auditoría”; el edificio Pentágono (en la calle 8 entre 49 y 50); la Cámara Argentina de la Construcción, en la avenida 7; y una casa que está en refacción en la calle 54 entre 9 y 10, entre otras sedes.
Papaleo entró a la Legislatura en 2016, contratada para la Vicepresidencia. Al año siguiente fue designa directora (de Servicios Auxiliares) en la Secretaría Administrativa y pasó a planta permanente. Tiene muchos años de antigüedad en el estado provincial y también fue funcionaria del Ministerio del Interior en la gestión de Florencio Randazzo.
Igual que Eduardo Vito Risiglione, el Director de Legal y Técnica de Diputados, que declaró antes, Papaleo también tuvo que hacer un croquis a mano alzada para explicar a los investigadores el organigrama de la Cámara de Diputados.
El cruce de datos y las testimoniales a personal administrativo de esta cámara también dejó en claro otra cosa: los sueldos creados a nombre de empleados fantasma y recaudados por Chocolate Rigau para los Albini, son de los más altos de la Cámara de Diputados. Los sueldos liquidados a nombre de los ñoquis son categoría 25, que es la tercera más alta de esta cámara.