La pandemia fue un punto de inflexión para muchas historias de amor. Muchas parejas se separaron, otras se afianzaron y también hubo flechazos virtuales que durante la cuarentena fueron un manto de contención ante la incertidumbre de lo que estaba pasando. Esto último describe lo que vivieron Agostina y Ezequiel, que se conocieron a través de un vivo de YouTube religioso y apostaron a un futuro juntos, aunque no fue todo tan sencillo.
Ella, con 20 años, estaba en un proceso en el que debía definir si quería internarse en un monasterio de España o desempeñarse como monja en la Argentina. Sin embargo, la aparición del joven de 24 años -que es catequista y filósofo- hizo que se replanteara su vocación religiosa y acelerara la elección de ella ante tanta conexión
“Nosotros queremos transmitir la importancia de la fe en el matrimonio. No somos puros, pero tenemos una vocación misionera que nos caracterizó desde el principio”, expresaron en diálogo con TN.
Un viaje que cambió su perspectiva y la etapa de discernimiento
A principios de 2020, Agostina viajó a España y, con la necesidad de desconectarse de todo, decidió quedarse en un monasterio durante un mes: “Quería que fuera una especie de retiro más grande, totalmente espiritual”.
Cuando terminó febrero, ella sentía el llamado de la vocación para entregar su vida a Dios siendo monja y pidió quedarse allí. Sin embargo, las autoridades del lugar le dijeron que era una decisión que iba a marcar un antes y un después en su vida y que debía contemplarlo en soledad durante un tiempo. “Tenés que ser prudente. Vos te querés quedar porque parece todo muy bonito, pero volvé a tu casa y rezá para entender qué es lo que te está pidiendo Dios”, le recomendaron.
La joven volvió a la Argentina en marzo, días antes de que se decretara la pandemia de coronavirus. El encierro, para ella, iba a ser una clave fundamental para poder discernir sobre su futuro.
En ese sentido, su paso por el convento -según aseguró- la hizo reflexionar sobre muchos asuntos: “Yo criticaba sin saber, repetía mucho lo que dice la gente y volví con mucha inspiración, con mucho conocimiento. Como a mí siempre me gustaron las redes y hablar frente a cámara, empecé a hacer videos en Instagram hablando de la vocación religiosa y derribando mitos porque tenía mucho que decir respecto a la Iglesia”.
Así, se volvió una especie de influencer católica, lo que la llevó a ser la cara visible de un evento religioso que antes se hacía presencial y por la cuarentena pasó a hacerse en un vivo de YouTube. Para promocionarlo, grabó un video que se difundió mucho en redes y en WhatsApp semanas antes de que se hiciera.
De hecho, fue a través de la mensajería que le llegó a Ezequiel: “Mi tía me mandó el video y yo se lo reenvié a un amigo. ‘Me caso’, le dije. No con el peso que tiene, sino remarcando los valores que tiene y lo linda que es. No me acordaba la fecha ni de qué era, la chica me quedó grabada en la cabeza”, recordó él.
El rosario online, un micrófono abierto y el mensaje por Instagram
Llegó el día y Agostina inició la transmisión para hacer el rosario con problemas de internet. La conexión falló durante casi toda la jornada, pero con simpatía y humor, logró hacerlo. Cuando terminó, cerró la computadora y se puso a hablar con su familia sobre lo que iban a comer.
Más tarde, le llegó un mensaje por Instagram en el que un chico le preguntaba “¿Cómo salieron las pizzas?” y en ese momento se puso roja porque se dio cuenta que el micrófono había quedado prendido.
“Durante el encierro, en mi familia nos volcamos mucho hacia lo espiritual y juntarme a rezar el rosario virtual me parecía atrapante. Entré al vivo porque mi hermana me comentó y me encontré con esta chica que dirigía toda la situación increíble. La empecé a buscar en redes sociales y cuando la encontré sentí que me había enamorado. Me puse a ver todos sus videos, me atrajo inmediatamente al verla transmitir su fe tan naturalmente”, contó Ezequiel.
El primer paso era difícil para él, ya que no sabía cómo encararla sin propasarse y le escribió desde un lado gracioso: “No me dio mucha bola, pero la seguí y siempre veía sus cosas”. La estrategia le resultó, ya que días después ella subió una historia en la que se mostraba estudiando filosofía y él aprovechó para sacarle charla: “Yo conocía al profesor con el que cursaba, le escribí y ahí empezamos a hablar por WhatsApp de manera filosófica, profunda”.
Los mensajes les quedaban cortos y ella propuso hacer una llamada por Zoom para ponerle cara a ese chico con el que entablaba largas conversaciones. De a poco, esa “amistad” comenzó a afianzarse.
Monasterio en España o quedar en Argentina y apostar al amor
“Volví de España con una espiritualidad muy grande y pensé que nunca más iba a poder vivir esa paz. Pero de repente conozco a este chico que lo veía bastante parecido a mi, pude conectar con él y lo que había encontrado en el monasterio lo encontré en él. Fue como descubrir un diamante en bruto”, expresó ella.
Y agregó: “Al ser filósofo y haber vivido la fe desde chico, se daba todo muy natural. Podíamos pasar horas hablando pero, a la vez, le estaba dando una mala impresión porque yo me estaba preparando para abocarme a Dios y empecé a marcar distancia”.
Pasaron varias videollamadas hasta que decidieron verse personalmente. Ambos viven en San Isidro y cuando se habilitó la posibilidad de salir a caminar por el barrio, se dio el primer encuentro. Todo fluyó y después empezaron a ir juntos todos los días a una misa “clandestina” que era a puertas cerradas, solo para conocidos.
Esa rutina los acercó tanto que Agostina se anotó en un curso que enseñaba a vivir el cristianismo en el noviazgo: “Ella tenía una mirada de la fe en la que identificaba la vida con Dios estrictamente a la vida religiosa y en mi experiencia la familia y una relacion sana con amigos era totalmente compatible con la fe. Por eso, yo acompañaba en el proceso y, en la medida en la que me diera cabida, iba a seguir acercándome. Aunque todavía estaba en el discernimiento, implícitamente era una señal”.
“No sabía ni qué hacer. A mi me frenaban varias cosas para irme, por ejemplo, que los aeropuertos estaban cerrados. Además, era perder este vínculo siendo que fue la única persona con la que pude abrir sobre el tema sin filtros. Yo no le había contado a nadie de mi familia lo que quería hacer, quería debatirlo con Dios pero salió contárselo. Fueron pasando las semanas y todo se me estaba yendo de las manos”, admitió ella.
Ezequiel tenía miedo de que ella se terminara yendo a España pero sabía que la estaba ayudando en su proceso: “Yo le rezaba a Dios y pensaba que si me dio la posibilidad de conocerla para terminar juntos, me bancaba lo díficil que se estaba haciendo todo. Pero si era para ayudarla en su discernimiento y a pensar en su vocación, estaba dispuesto a hacerlo también, a pesar de salir lastimado”.
Con el pasar de las semanas, ese sentimiento se profundizó y en una misa el catequista lanzó una indirecta muy directa: “Me señaló el altar y me dijo ‘imaginate cuando estemos ahí'. Yo estaba enojada, intimidada, pensaba que había arruinado la amistad y, en realidad, me estaba autoengañando”. Esa noche, él la invitó a salir formalmente y con un beso quedó atrás la posibilidad de vestir los hábitos.
En agosto de ese 2020 se pusieron de novios y, finalmente, el 25 de febrero de 2023 esa imagen de la Iglesia con la que habían soñado se concretó. Fruto de su amor nació en diciembre Fátima.
Ambos reconocen que su amor nació como una novela, con total intensidad, pero no se arrepienten. “Muchos creen que casarse y tener hijos jóvenes es perder la libertad, perder las piernas. Por eso, sentimos que nuestro proyecto de familia -ella con 24 y yo con 27- en la juventud es contracultural, pero lo hacemos con mucha libertad y consciencia”, opinó Ezequiel.
Por eso, Agostina decidió contar su historia en redes sociales para “transmitir la importancia de la fe, los procesos y las experiencias”. “Yo pensé que Dios me pedía entregarme completamente a la vocación y mirame ahora. Es muy prudente sentarse y pensar en el futuro”, cerró.