Sociedad 18/03/2024 13:19hs

Un homenaje todoterreno a los sobrevivientes de la tragedia de los Andes

Un periodista de Olavarría, entusiasta del motociclismo, trepó hasta el lugar del accidente que inspiró la película “La sociedad de la nieve”. El relato de la aventura.

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“La Sociedad de la Nieve” volvió a poner en foco un episodio ocurrido hace varias décadas, que generó un gran impacto a nivel mundial y que, a pesar del paso del tiempo, lo sigue haciendo.

Se trata de una historia de supervivencia sin precedentes. Fue en 1972, cuando un vuelo procedente de Uruguay se estrelló en un glaciar en la Cordillera de los Andes. Solo 29 de sus 45 pasajeros lograron sobrevivir, permaneciendo atrapados en uno de los entornos más hostiles del planeta, obligados a luchar por sus vidas.

La experiencia de un equipo de rugby que, como si de un partido se tratara, se organizó para poder volver al mundo, cueste lo que cueste. Un ejemplo de superación tremendo.

De hecho, en La Brújula 24 hace ya algún tiempo nos dimos el gusto de hablar con uno de los artífices de esa hazaña. Carlos Páez Vilaró pasó por la emisora –lo hizo en más de una oportunidad– y resaltó que lo ocurrido en esa montaña “no fue solo un triunfo del rugby o de uruguayos, fue del ser humano. Todos tenemos recursos propios que a veces no conocemos”.

Y vaya que tiene razón.

Más allá del film, que hasta puede llegar a ganar un Óscar, el enfoque de esta nota pasa por reconocer un impresionante homenaje realizado por un periodista de la ciudad de Olavarría. Se trata de Juan José “Gato” Barbery, quien además es un conocido entusiasta del motociclismo.

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Su pasión por las dos ruedas lo llevó a participar en varias competencias. Incluso, se aventuró tres veces a enfrentar el Rally Dakar entre 2011 y 2013, año en el que logró completar la “Odisea”, como se conoce a esta carrera considerada la más exigente del mundo.

 

¿Y cuál fue el homenaje?

Trepó –junto a otro amante del Enduro– al sitio donde ocurrió la tragedia de los Andes.

Primero, respecto de su amor por las motos y su profesión, el “Gato” recordó que “el inicio se da por las carreras y por ser motociclista. Yo nací condenado a la nafta y al aceite porque de mi familia, tanto el lado materno como paterno, fueron muy fierreros”.

“Un tío me regaló una moto a los 8 años, cuando se enteró de que mi papá me iba a regalar un karting. En esa época era más revolucionario que ahora, me compró una Yamaha GT80, que era un fierro atómico y no entendía mucho qué pasaba. DEspués, íbamos a un campito con mi primo, que hoy no existe más, y aparecían chicos de todos lados y me hablaban de la moto, que era una locura”, explicó.

Y dijo que “empezamos a andar en moto para divertirnos, hasta que llegó un día en que mi primo se compró la primera moto de cross y empezamos a correr en 1988. Desde ahí fueron años hermosos, de mucha dedicación. Fueron momentos en que no existía otra cosa para nosotros. Primero fui su sparring, él es un talentoso natural y terminó siendo el campeón argentino junior de motocross en el 90”.

“El periodismo terminó siendo un derivado de esa pasión. Cuando me fui a estudiar a Buenos Aires, en el 91, un día apareció un personaje que se llama Francisco Villa, que por supuesto le dicen ‘Pancho’. Estábamos en una casa de motos, mirando un video en ese momento, y él dijo un dato de un piloto estadounidense, yo lo corregí y me preguntó si me animaba a comentar en un programa de televisión”.

“Después, ese productor con el que por supuesto seguimos en contacto, me cambió la vida. Ya había ido a estudiar Ingeniería en Producción Agropecuaria y empezó una rebelión contra mi padre, que quería que las motos fueran un hobby. Pero en tres años de esa rebelión, pasé también por Administración de empresas y recalé en Periodismo deportivo”, añadió.

 

Un homenaje extremo

“La idea nació con un compañero del Dakar, quien fue el primero que logró llegar a esos restos. Pero nunca se había hecho la ruta desde abajo, lo cual nació por el pedido de una familia uruguaya. Un año después de la caída del avión, le pidieron a dos guías ir a buscar el cuerpo de su hijo. Así nació ese sendero, en el Puesto Araya, que fue el abuelo de nuestro guía”.

“Hicimos ese pequeño sendero, que apenas está hecho por una huella de humanos y caballos. Pasaron 50 años y nosotros, que estuvimos 11 años maquinando esta idea y con Julio Quiroga, mi compañero de viaje, nos juntamos y empezamos a pensarlo hacía 7 meses en una sobremesa de un asado”.

“Desde el primer comienzo sabíamos que mucha gente lo intentó y no todos lo lograron, fue un desafío muy grande. Usamos dos motos de Enduro, ambas modernas con sistema de inyección, lo cual fue clave para subir y que funcione correctamente en altura”, dijo.

Sobre la travesía, que les llevó tres días, indicó que “los muchachos que sobrevivieron veían el cerro Sosneado todo nevado y en realidad ese era el camino correcto para salvarse. Primero estaban confundidos porque pensaban que estaban en Chile, creían que por ahí no podían pasar, pero al costado tenían la salida correcta. Terminaron saliendo para el norte y gracias a Dios se cruzan con el arriero que origina todo el rescate”.

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