'Turistas extranjeros en Buenos Aires: qué aman, qué no les gusta, qué los sorprende
Los visitantes internacionales hacen una radiografía de la ciudad. Fueron más de 2.5 millones entre enero y noviembre de 2023.
"Cambié 200 dólares y la pila era tan grande que tuve que sacarle fotos”, cuenta Ariel Ross frente a las famosas casas de colores de Caminito. Ella es de Nueva Jersey, Estados Unidos, trabaja en una aseguradora y afirma que en sus 26 años de vida nunca sostuvo tantos billetes en sus manos como el día en que llegó a Buenos Aires.
Mientras pasea entre puestos de comida y bailarines de tango, cuenta que, a dos noches de haber aterrizado en Ezeiza, está de acuerdo con la gente que llama a la ciudad “la París de Sudamérica”.
Elogia la cantidad de arte que pudo ver en las últimas 48 horas y no puede dejar de mencionar su gusto por el choripán, pero después de enumerar sus descubrimientos favoritos de Buenos Aires mira alrededor y hace un gesto con la mano hacia el estrecho pasaje peatonal como si sus palabras no necesitasen ninguna explicación. “Este es un lugar con carácter”, declara satisfecha.
Ariel es tan solo una de las miles de personas que todos los meses visitan los lugares más emblemáticos de la Capital. Según el Ente de Turismo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Entur), durante los primeros 11 meses de 2023 la ciudad recibió más de 2.5 millones de turistas internacionales.
Hace cuatro años no se veían niveles tan altos: el año récord fue 2019 con 2.93 millones, número que estiman volver a alcanzar en el balance final del 2023, una vez finalizados los registros de diciembre.
No debe ser sorpresa conocer que el 25% de los turistas de la ciudad vengan de Brasil. Ya es casi habitual en la vida porteña escuchar a alguien hablando portugués en la parada del Metrobús de la 9 de Julio o en las calles que rodean la Manzana de las Luces. “Me gusta mucho la cultura argentina, es muy diferente a la nuestra. Siempre la vi en la televisión y ahora que pude venir, es como me la imaginaba”, cuenta Kamila Xavier de Abreu (40), oriunda de San Pablo.
Es su primera vez en Buenos Aires y ya sabe que quiere volver: lo repite varias veces para que quede claro. En su lista de lugares visitados se encuentran San Telmo, La Boca, Palermo y todos los clásicos; sin embargo, hablar de la gastronomía le emociona más que cualquier destino.
“La comida es muy sabrosa. La carne argentina es lo mejor”, sonríe, y relata su paso por la famosa parrilla de la esquina de Guatemala y Gurruchaga, Don Julio, donde un bife de chorizo ancho sale $59.300. Y aunque reconozca la diferencia de precio con cualquier restaurante de barrio, para Kamila definitivamente lo vale.
La que objeta, un poco tímida pero firme, es Ivani Andrade de 69 años, la madre de Kamila. “La única diferencia que noto es el agua mineral. Es muy salada”, declara levantando una botella de la marca Smartwater medio vacía. “Probé tres marcas diferentes y esta no me la puedo terminar.” Su hija se ríe y afirma estar de acuerdo.
Las bebidas parecen ser un punto de contienda para los turistas brasileros. “Una Coca-Cola acá sale lo mismo que en mi ciudad. Cuando llegué pensé que iba a ser un poco más barato”, explica Arisa Ribeiro (28), también de San Pablo, mientras espera su turno para sacarse una foto con las iniciales “BA” en frente del Obelisco. “Es como viajar adentro de Brasil.”
Arisa es profesora de primaria, da clases a niños de primero a quinto grado, y después de cuatro días de visitar la ciudad con su hermana, Arine (35), están por partir hacia Mendoza.
“Me encantó Buenos Aires. Lo que más me gusta es la gente, las personas son muy receptivas”, cuenta. “Nos sorprendió que no haya muchas personas negras en la calle porque en Brasil es muy común. Hubo gente que nos pidió que nos sacáramos una foto con ellos. Fue un choque para nosotras también.”
Se carece de datos actualizados pero, según el último registro oficial del INDEC, en el año 2010 casi 150 mil personas en el país se reconocían afrodescendientes, es decir el 0.4% de la población. Más de 15.000, viviendo en la ciudad.
“Parecía una celebridad”, se ríe Arine, pero su hermana Arisa aclara: “Fue un poco incómodo, pero no me faltaron el respeto. No lo viví como racismo, pero sí me sentí diferente”.
Una Coca-Cola acá sale lo mismo que en mi ciudad. Cuando llegué pensé que iba a ser un poco más barato.
De mitos y realidades
“Decidí venir a Buenos Aires porque vi muchos rumores de los argentinos en redes sociales. Que no eran gente tan amigable como en otros países de Latinoamérica, que eran esnobs. Así que quería ver cómo recibían a los africanos, a la gente negra. Y cómo me sentiría yo al respecto ¿Diferente? ¿Como un marginado?”, explica Ugonna Egbuchulam, de 30 años, mientras toma un café en uno de los puestos de comida que integran el Mercado de San Telmo.
Nació en Nigeria y cuando terminó el secundario decidió mudarse a Texas, Estados Unidos, para estudiar farmacéutica, donde vive hasta el día de hoy. Después de ocho días en la ciudad, afirma estar feliz con su veredicto: “Lo que dicen en internet no es real, la gente es muy buena. Los argentinos son muy amigables. Son gente cálida, el estereotipo no es real”.
Como Ugonna, cientos de turistas de todas las nacionalidades atraviesan los pasillos del histórico mercado en busca de souvenirs de la ciudad y tradicionales propuestas gastronómicas.
“Buenos Aires es para Sudamérica como es Nueva York para los Estados Unidos. Algo especial”, dice Božidar Šef (77) mientras guarda en una bolsa que dice Argentina Gifts un cartel decorativo que imita una señal de la ruta, con el que minutos atrás se sacaba una foto en las escaleras.
Božidar es de Eslovenia y ya vino siete veces a Argentina, la última hace cuatro años. Está casado con una porteña, Alejandra (68), pero a lo largo de la entrevista su vocabulario en español se limita a algunas frases básicas y los nombres de sus cortes de carne preferidos: bife de lomo y bife de chorizo.
“La comida es muy distinta. En Eslovenia se come más pollo y cerdo, pero no tanta carne roja”, traduce Alejandra y se ríe del comentario de su esposo. “Todo el tiempo come eso. Carne, carne, carne”, agrega ella.
Cuando le preguntan qué es lo que más le impactó de la ciudad, su tono cambia. “La falta de higiene por las calles y los pobres que duermen en la vereda y piden muchísimo. Me chocó. Veo muchos más que la última vez que vine. Es muy triste. En Eslovenia prácticamente no existe, eso no se ve”, explica.
Según el INDEC y de acuerdo a los datos recolectados en el censo de 2022, el 42,1% de todas las personas en situación de calle del país viven en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hacia junio de 2023 este porcentaje representaba a más de 3.500 personas, según el último informe del Relevamiento de Personas en Situación de Calle del Gobierno de la Ciudad (REPSIC). De este total, el 15,5% son menores de edad.
“Lo que me pone mal es que, en Europa y en todas las ciudades del Reino Unido, ves hombres y mujeres en la calle, pero nunca niños. Ver niños en esa situación me rompe el corazón”, explica Chloe Tapping (25), de Oxford, Inglaterra, mientras comparte una cerveza con los neerlandeses Dimitri Kales (24) y Balder Prujit (22) en un restaurante de shawarma a una cuadra de Plaza Serrano.
Más allá de la realidad que los angustia, no pueden evitar sonreír mientras hablan de su tiempo en Buenos Aires. “Me gustan mucho las ciudades. Había venido a América del Sur, pero quería descubrir una ciudad más grande”, cuenta Dimitri.
Estudiante de Psicología y residente de Ámsterdam, llegó hace dos semanas y planea quedarse dos más: “En nuestros círculos muchos chicos de nuestra edad hacen un viaje así en algún momento, pero yo quería ir a algún lugar no tan común. La mayoría va a Tailandia o Centroamérica. Yo quería ver algo diferente”.
“La arquitectura es una locura. Los edificios son hermosos”, comenta Balder, estudiante de Filosofía y roomie de Dimitri. “Los balcones me hacen acordar a París”, agrega Chloe. “La vida nocturna también, la gente es interesante. Hay una buena vibra en la ciudad. Siempre hay cosas para hacer”, explica Dimitri y el resto asiente.
Los tres concuerdan en que es importante venir con tiempo. Después de un pequeño debate concluyen que un mes debería ser la extensión de cualquier viaje por la ciudad. “Hay que tomarse el tiempo para conocer todo”, dice Balder y Dimitri, que todavía tiene tres meses más de estadía porteña, no puede evitar comentar: “Tenés que invertir tiempo en la cultura, en conocerla, explorarla. Es la mejor manera de venir”.
“¡Lo que sí está lleno de estadounidenses!” se ríe Chloe. Y tiene un punto. Luego de Brasil (25%), Uruguay (17%) y Chile (12%), Estados Unidos es el cuarto país que emite más turistas con un 11% de todos los internacionales que visitan Buenos Aires.
Nuevas experiencias
De hecho, Ariel Ross no es la única estadounidense en Caminito. Cody Smith tiene 29 años, trabaja en ventas de software y es de Washington D.C.
Él y Ariel se conocieron apenas llegaron y tomaron la decisión de viajar por la ciudad juntos.
Mientras caminan por el empedrado hacia un puesto de pinturas en 3D, hablan sobre las cosas que más les chocaron de la Capital. Lo primero son los kioscos. “Tienen un montón, parece que hay uno en cada esquina”, comenta Ariel y se ríe. “En Estados Unidos vamos al supermercado o a la estación de servicio.”
“Y las llaves”, agrega Cody. Ariel inmediatamente abre su cartera para buscar la llave de doble paleta de su departamento y hacer clara la comparación. “Parece de la época victoriana, no sé ni si se puede hacer una copia de esto.”
Sin embargo, la plata sigue siendo el punto de mayor impacto. “Es raro para mí no poder usar la tarjeta en todos lados”, explica Cody. “No es común tener efectivo en Estados Unidos. Y entender el cambio, el dólar blue. Todos los precios son muy diferentes.”
“El hospedaje es muy barato. Estoy quedándome en un departamento divino que en Nueva Jersey me saldría cuatro veces más”, cuenta Ariel sobre el alojamiento que encontró a través de Airbnb. “De hecho no reservé hasta cuatro días antes de venir porque había muchas opciones.”
Según el último estudio del Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) publicado en abril de 2023, que abarca los alquileres temporarios en la ciudad de Buenos Aires, en el último año la oferta creció exponencialmente. Los alquileres a través de Airbnb entre abril de 2022 y abril de 2023 se incrementaron en un 61%. A la fecha de publicación del estudio, en la capital porteña había 14.080 ofertas activas.
“Los hoteles son muy caros. Estaban mucho más que un Airbnb. Nos quedamos en ambos, pero un departamento conviene más que un hotel”, cuenta Dee Slattery (48), oriunda de Melbourne, desde Puerto Madero mientras pasea tan solo a metros del Puente de la Mujer. “Terminamos eligiéndolo porque los hoteles estaban tan caros.”
La australiana vive en Chile con su esposo estadounidense Joe Seavey (41), y eligieron Buenos Aires como punto de encuentro para reunirse con unos amigos ingleses que conocieron mientras trabajaban en Sudáfrica.
“Fuimos al cementerio de Recoleta, recorrimos mucho Palermo, San Telmo y ahora vinimos a Puerto Madero. Nos encanta, estamos disfrutando de Buenos Aires. No encuentro cosas malas”, cuenta Dee. Y Joe concuerda, pero de repente una risa lo lleva a objetar: “Bueno, a los taxistas les importa poco la seguridad del peatón. Especialmente comparado con Chile, donde frenan al toque”, dice riéndose un poco nervioso.
A pesar del recelo de Joe con los taxistas porteños, ambos coinciden en su amor por la ciudad y especialmente disfrutan de salir a comer. “Para nosotros es muy barato. Ayer a la noche pedimos asado para dos, una botella de vino y entradas y nos salió 45 dólares estadounidenses. En Australia pagarías eso un solo bife. Es una locura la diferencia”, cuenta Dee, y Joe aclara: “Entendemos que es por la desafortunada situación que atraviesa el país”.
“Creo que Buenos Aires me sorprendió. Yo no tenía tantas expectativas, pero la ciudad me parece tan hermosa. Nos encanta”, cuenta Dee. “Vivimos en Chile, pero se nos cruzó por la cabeza un ‘¿Y si nos mudamos a Argentina?’”, concluye.
De lejos y también de cerca
A unos metros, frente a la Fragata Sarmiento, otros visitantes comparten el mismo sentimiento. Karina Tejerina (50) es de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Radióloga, hija de una madre argentina, decidió traer a sus propios hijos Romina (25), Micaela (20) y Julio (17) a conocer la Capital. “Recién llegamos y ya todos quieren hacerse argentinos. No sé cómo lo tomará el padre en Bolivia”, se ríe.
“Hicimos el paseo del colectivo abierto y nos encantó. Te van hablando de la historia y yo quería que mis hijos supieran más de sus raíces”, agrega. Planean recorrer la ciudad y partir hacia la costa atlántica: “San Bernardo, Pinamar. Mate con bizcochitos en la playa. A la tardecita cuando hace frío, buzo, churro y mate. Tienen que saber lo que es ser argentino”.
Con un testimonio similar a las turistas brasileras, económicamente Buenos Aires no es tan accesible para los bolivianos como lo es para los europeos o estadounidenses. “Por la situación económica que atraviesa Bolivia, está un poco caro, pero haciendo las cosas con inteligencia te da para venir con tu núcleo familiar. Está relativamente igual”, dice Karina.
Sin embargo, no hay aspecto de su viaje que le haya dejado una mala impresión de la ciudad. “Sería mentirosa si te dijera que hay algo negativo porque desde que bajamos del avión me encantó hasta el taxista”, se ríe. “Hay muy buen trato a los turistas y la gastronomía es estupenda. Vinimos haciendo dieta para volver con unos kilos de más. Me encantó Buenos Aires.”
Cada turista es diferente, cada viaje y experiencia es personal. La ciudad no es la misma vista a través de los ojos de quienes vienen de países vecinos o de los que tuvieron que tomar vuelos de más de 10 horas para pisar suelo argentino. Pero hay algo que todos y cada uno de los entrevistados tienen en común, una frase siempre mencionada segundos antes de cortar la grabación: “Quiero volver”.