Todo empieza con un simple mensaje de WhatsApp. Sigue con una tentadora oferta laboral. Y termina de la peor manera: con una sofisticada trampa en la que el que cae pierde hasta el dinero que no tiene.
Así es la “carnicería de cerdos”, como se conoce a esta estafa virtual que nació en el sudeste asiático tras la pandemia, se expandió por buena parte del mundo y acaba de llegar a nuestro país.
Néstor fue una de las primeras víctimas. Recibió un mensaje de WhatsApp con una propuesta para ganar dinero dándoles likes a videos de Youtube o Instagram que le iban a enviar.
Lo llamativo era el prefijo del número: +60, que después comprobó que corresponde a Indonesia. Sin embargo, decidió sacarse la duda y aceptó la oferta.
Entonces, la persona que lo contactó le dijo que, de ahora en adelante, debería seguir las indicaciones que le daría una persona llamada “recepcionista” a través de la aplicación de mensajería Telegram.
Esta persona lo contactó -siempre a través de mensajes de texto- y le empezó a dar lo que llamaba “tareas”.
Le enviaba enlaces de videos de figuras públicas para que él les diera like, tomara una foto de la pantalla demostrando que lo había hecho y la enviara a la recepcionista.
Por cada like le pagaban 500 pesos. Ganaba unos 20 mil pesos por día, que se los acreditaban en una cuenta que él les había pasado.
Así fueron los primeros 4 o 5 días hasta que la recepcionista le escribió diciéndole que ahora, además de lo de los likes, iba a tener que hacer unas “tareas especiales”.
Las “tareas especiales” consistían en transferir una suma de dinero para comprar criptomonedas y, apenas un minuto después, recibir un 30 por ciento de ganancia.
Le dieron tres opciones de montos de “inversión”. Néstor optó por la más conservadora: 7.500 pesos. "De última era parte del dinero que había ganado con los likes”, se dijo.
Transfirió los 7.500 pesos, lo hicieron entrar a una plataforma para comprar criptomonedas y, un minuto después, tenía 9.600 pesos.
El detalle es que el dinero no estaba en su cuenta. Estaba en la plataforma de criptomonedas a la que solo tenían acceso sus contratistas. Pero Néstor no lo consideró un problema. Seguía ganando dinero con los likes y además esto de las “tareas especiales” también parecía ser cierto.
La siguiente “tarea especial” fue invertir una suma mayor: 17.500 pesos. Otra vez la misma mecánica: transfirió el dinero, ingresó a una plataforma para comprar criptomonedas y a los 60 segundos los 17.500 pesos se habían convertido en 21 mil.
Al día siguiente le indicaron que para poder retirar todo el dinero que tenía acumulado debía realizar una tercera “tarea especial”: invertir 70 mil pesos.
Lo hizo y se convirtieron en 91 mil. Pero para poder retirar eso y el resto del dinero que ya tenía acumulado, tenía que cumplir otra “tarea especial”: invertir 225 mil pesos.
Vendió 300 dólares que tenía ahorrados y también lo hizo. Pero no fue la última. Ahora le subieron la apuesta: para poder retirar todo el dinero que ya llevaba invertido le dijeron que debía transferir 550 mil pesos. Si no cumplía, perdía todo.
Como no tenía esa suma de dinero pidió un préstamo personal en un banco. Transfirió el dinero, compró las criptomonedas y llegó a tener 962 mil pesos acumulados.
Pero faltaba el tiro de gracia: le escribieron diciéndole que había surgido una “tarea especial” más. La “última”. Tenía que depositar otros 550 mil pesos.
Néstor no solo no los tenía, sino que ya estaba endeudado y se había dado cuenta de que cada vez le iban a seguir pidiendo más y nunca iba a recuperar el dinero.
Intentó llamarlos, pero nunca lo atendieron. En síntesis, perdió los 962 mil pesos y está pagando seis cuotas de 96 mil pesos por el préstamo pedido al banco.
En pocos días quedó arruinado económica y emocionalmente. Tanto que está con asistencia psicológica.