Las piedras ofician de instrumentos de percusión y van marcando el ritmo. Esos sonidos coordinados acompañan a los bailarines que introducen a los visitantes a una ceremonia que los rapanui celebraban hace miles de años.
Cada canción cuenta una historia, cada relato revive y honra sus tradiciones. El idioma no necesita interpretación, los cuerpos traducen con cada movimiento.
La misión de los danzantes es darle vida a una cultura ancestral, y así combatir el miedo a la extinción de ese universo cultural que se explica a través de los gigantes de piedra, esa historia que expone la vida en comunidad y la relación con aquello que los rodea de extremo a extremo: el océano Pacífico.
Iorana es la palabra inaugural. Posiblemente sea la palabra que más resuena en la isla de forma cotidiana, y con la que es muy ameno familiarizarse. Significa “hola” en idioma rapanui. Sin embargo, hay algo en su cadencia que también permite que se comprenda como un agradecimiento.
Rapa Nui-Isla de Pascua es el territorio insular más remoto que hay sobre el océano Pacífico. Es inhóspita geográficamente. Es exótica tanto en su orografía como en sus historias.
Pertenece a Chile, tiene una superficie de 163,7 km2 y, junto a sus más de 7.000 habitantes, conserva unos 900 moai: esos gigantes de piedra que atraen la atención de miles de turistas al año -más de 200 mil, estiman en agencias oficiales-, sobre todo en verano, cuando el período de lluvias abundantes no interrumpe los recorridos.
La única cuidad de la isla es Hanga Roa, a orillas del océano, donde se forman caletas que permiten contemplar inmensas tortugas que conviven con botes amarrados y niños que se resisten a salir del agua aún entrada la noche.
En las calles, en los negocios, en los hoteles, se escucha a los lugareños hablando en rapanui: esa lengua que se transmite de forma oral, como desde tiempos ancestrales, no suena a nada familiar, pero su cadencia, sus palabras, invitan a escuchar. Es agradable ese canal de comunicación que les pertenece desde tiempos remotos y buscan conservar.
La mirada de los moai
La historia alrededor de los moai rige el ritmo del poblado y de sus habitantes. Posiblemente porque determina las características de su cultura, los rasgos distintivos de sus costumbres y la identidad de la isla. No son pascuenses, no les gusta la palabra isleños y se corren también de la identificación con la nacionalidad chilena; son rapanui, como remarcan en cada conversación. También son celosos de su historia, y la cuentan con pasión en cada recorrido.
Con el correr de los días se va haciendo más sencillo adentrarse en la idiosincrasia de la isla. Esa vida cotidiana determinada por la inmensidad del océano, la música que acompaña siempre, el territorio agreste en partes, y en otras colmado de vegetación exuberante, llena de colores y flores de tamaños llamativos como sus aromas.
En el restaurante Te Moana, con enormes ventanales que dan al mar, se escribe una de las historias del lugar. Susana, una de las dueñas, recibe con una gran sonrisa y se prepara para ser parte de un espectáculo que tiene como finalidad dar a conocer la cultura rapanui, esa que conoce desde pequeña y que la vincula con sus ancestros.
Es una de las cantantes, y sorprende con una danza de gratitud que canta a voz de cuello, también con todo su cuerpo. Hay fuerza, vigor y sutileza en cada movimiento. Hay historia en ese baile que genera un silencio inmediato en los espectadores, porque termina siendo hipnótico y no necesita traducción, el lenguaje del cuerpo alcanza.
El show (cuesta llamarlo así porque persigue un fin más profundo que el simple entretenimiento) tiene como líder a Hotu Iti. No supera los 30 años. Es alto, con prestancia, y en cada explicación que brinda pone la pasión de quien palpita por cada historia, por cada melodía, por cada palabra pronunciada en la lengua con la que se crió.
Hotu cuenta que su nombre proviene de uno de los clanes de la isla. En tiempos remotos, eran diez los clanes que se disputaban, año tras año, el gobierno. Habían superado un período violento de confrontación con armas y conquistas sangrientas. En esas batallas, con un profundo conocimiento de lo que los moai representaban para cada aldea, los atacaron, los derribaron.
Los gigantes de piedra eran levantados cuando un líder de la aldea fallecía, bajo la convicción de que, habiendo trascendido la terrenalidad, podía seguir guiándolos desde el más allá. Tallaban el moai y, una vez que lo trasladaban al poblado, se sentían protegidos, le daban la entidad de un dios que también garantizaría fertilidad, en la acepción más amplia de la palabra.
Los moai, por ese sentido de guía y protección, parecen dar la espalda al océano: es porque miran a su gente, con unos ojos de coral que se les colocaban al final del tallado. Los pobladores desarrollaban la vida cotidiana bajo esa mirada.
De los casi 900 moai de la isla, algunos están derribados, otros fueron reconstruidos y colocados en su lugar original. El punto arqueológico más emblemático es Ahu Tongariki, porque alberga la mayor cantidad de moai reunidos en una misma plataforma: 15. Se construyó durante la época de mayor esplendor del clan que allí se asentaba, hasta que las batallas internas atacaron el monumento, como el poderío y autoridad de su gente. Un tsunami en 1960 terminó de derribar lo que quedaba en pie.
Pero luego Japón invirtió una importante suma para reconstruir la plataforma, y la Unesco la declaró Patrimonio de la Humanidad. El moai de mayor altura de Tongariki alcanza los 8,7 metros, y pesa unas 80 toneladas. Los demás rondan de 5 a 6 metros y unas 35 toneladas.
Verlos es imponente. Detrás de ellos, las olas golpean contra las piedras y se convierten en la banda sonora del parque arqueológico, al que sólo se puede ingresar con guía autorizado. Es más, ningún monumento puede visitarse sin ese requisito, y la compra de un pase que tiene vigencia por 10 días y cuesta 80 dólares. Una forma de proteger los monumentos ancestrales y controlar la cantidad de visitantes que recibe cada punto turístico.
Hotu Iti cuenta esa historia: cómo se construía un moai y las distintas danzas que acompañaban ese suceso tan relevante para cada aldea. Tallar uno de los gigantes de piedra podía demandar no menos de un año, aunque la tarea más ardua era el traslado.
Un sitio muy peculiar es el que fue la “fábrica” de moai: La Cantera, en el volcán Rano Raraku, donde se tallaban estos gigantes y donde hoy se ven unos 400, en distintos estados de avance del tallado.
El sendero es estrecho y se abre paso entre la vegetación del volcán que proveyó a los rapanui del material indispensable para dar origen a los moai: roca maciza. Las esculturas son monolitos, una única pieza que se tallaba sobre la roca y recién cuando estaba terminada se la extraía, para iniciar su traslado hacia la aldea correspondiente. Ese viaje no siempre era exitoso: en toda la isla se ven esculturas abandonadas al costado del camino.
En Rano Raraku está el moai más alto: aún inconcluso, mide 21 metros. Algunos especialistas dicen que posiblemente el trabajo no se terminó cuando se comprendió la complejidad que iba a requerir mover semejante pieza de piedra.
El traslado respondía a un momento sagrado para la aldea, ya que estaban moviendo a su protector y guía, quien iba a oficiar de celador de la vida cotidiana y a quien acudirían en momentos de necesidad. Que llegara a destino sano y salvo era una muestra de poderío del clan, y a esa hazaña le otorgaban un sentido superlativo: un moai que sorteaba las inclemencias del tiempo y las dificultades del terreno y llegaba a su plataforma tenía un poder que nadie podía discutir.
Todo tipo de teorías rodean la compleja tarea de mover esos monumentos de piedra. En el período más avanzado, desde otra cantera se trasladaban los pukao o tocados de los moai, una suerte de sombreros de una piedra mineral que les otorgaba un color rojizo. Son pocos los que cuentan con esta peculiar pieza, que también era una forma de ganar altura en las esculturas.
Mientras se asciende por las laderas del volcán se ven diversas esculturas; algunas de pie, listas para ser trasladadas, otras a las que sólo se les ve la parte superior, con sus cuerpos bajo tierra; y otras más que sólo muestran los tallados iniciales del rostro.
La música de la isla
Esas historias son las que recorre Hotu Iti en cada canción, en cada relato. Lo acompaña un grupo de unas 20 personas, entre músicos, cantantes y bailarines. Todos son jóvenes, y tres noches a la semana ofrecen un espectáculo que es en verdad un compromiso con lo que denominan su misión: dar a conocer la cultura rapanui, ponerla en valor y hacer frente al riesgo de extinción de la lengua ancestral.
“Las canciones contienen relatos que buscan conservar la información de nuestro pueblo. La manera de bailar representa el estilo que se bailaba antiguamente, como medio para expresar la euforia, la energía y otros momentos que eran parte de la vida cotidiana”, dice Hotu.
Hotu estima que en su cultura cuentan con no menos de cinco estilos musicales; entre ellos, uno que es un baile específico de las manos, tanto de los hombres como de las mujeres. “Las manos son las que cuentan la historia. Es como el origen de los bailes, las manos van llevando todo y después comienzan los pasos; es una representación de lo que se canta”, cuenta.
La charla transcurre después de más de una hora y media de música, cuando ya atardeció sobre el océano, que emite su ritmo propio, sin pausa. El oleaje, su movimiento y el sonido que produce se asemejan a una de las danzas, el sau sau, la más típica y sinónimo de fiesta.
En Rapa Nui, el océano rige las vidas tanto como la historia. “Todo tiene que ver con el mar, el movimiento de las caderas y de las manos simulan su movimiento. De ahí evoluciona hasta llegar al baile completo, es parte de nuestra cultura, somos una isla”.
El océano determina la economía de la isla, sus actividades de distensión, su alimentación, su música, sus historias. En el período en el que diez clanes se disputaban el gobierno, impusieron una competencia anual que se desarrollaba en Orongo, en el suroeste de la isla, en la cima del volcán Rano Kau, que fue siempre una aldea ceremonial, con casas circulares de piedra.
En ese lugar, uno de los más altos de Rapa Nui, se reunían una vez al año todos los clanes y cada uno elegía un candidato para afrontar el desafío, que incluía descender por el acantilado de 300 metros, saltar al mar y nadar 1.400 metros hacia una pequeña isla a la que cada 12 meses migraba la manutara, o “golondirna de mar”. Allí debían buscar el primer huevo del gaviotín y, sin dañarlo, llevarlo a tierra firme.
Esa ceremonia instauró en la isla el período del culto a Make Make, u “hombre pájaro”. Quien lograba sortear los obstáculos y presentar el huevo ante el jefe de su clan, garantizaba un año de gobierno sobre toda la isla. Con esta competencia dejaron atrás la etapa de enfrentamientos violentos que incluía derribar cientos de moai.
La música es cada vez más tenue. El lugar quedó casi vacío. Minutos antes, Hotu y su grupo habían compartido la danza más tradicional con los espectadores, en una suerte de ceremonia colectiva de agradecimiento. Terminaron (terminamos) todos bailando y sintiéndonos un poco parte de esta tierra.
MINIGUIA
Cómo llegar
Latam cuenta con un vuelo diario desde Santiago de Chile, desde US$ 830,80 ida y vuelta (www.latam.com).
Dónde alojarse
Hay varios hoteles, posadas, cabañas, hostales y bed & breakfast, desde aproximadamente 40 dólares la habitación doble por noche, aunque el precio promedio ronda entre 50 y 70 dólares, excepto en alternativas de alta gama como el hotel Explora, donde la habitación doble con experiencia completa (todas las comidas y excursiones) cuesta desde US$ 1.226 por persona por noche.
Cuánto cuesta
? La comida promedia entre 35 y 40 dólares, con una gran variedad de productos de mar como opción y bebida incluida.
? Los taxis, que se manejan esencialmente con una central, tienen un costo promedio de US$ de 5,5. Las distancias no son grandes.
Atención
? Aunque la isla es territorio chileno, para viajar hay que pasar un control migratorio. Es imprescindible contar con fecha de regreso y estadía confirmada, e ingresar los datos 21 días antes del viaje en el sitio del Formulario de ingreso de Rapa Nui: https:// ingre sorapanui.interior.gob.cl/.
? Para poder acceder a los puntos arqueológicos turísticos más importantes se requiere el ticket del Parque Nacional, que se compra de forma online y cuesta US$ 80. Los recorridos para ingresar a cada lugar deben contratarse en agencias autorizadas.