Sueño de un Congreso de verano
Lo bueno del DNU y la Ley ómnibus es que obligó a los dirigentes a suspender las vacaciones en la playa y hacer temporada en el Congreso. Por Alejandro Borensztein
Antes que nada, un comentario frívolo pero inevitable: qué lindas patitas tiene el presidente Milei. No podemos compararlas con las de Menem, Néstor o Pinedo, por citar tres presidentes al azar, porque ninguno de ellos tuvo la audacia de fotografiarse las patas y publicarlas como acaba de hacerlo Javi. No sabemos si la Libertad terminará avanzando y si el cambio se hará realidad, pero podológicamente hablando la democracia argentina ha dado un paso trascendente.
Dicho esto vayamos a lo importante.
Cumplimos en informarle a Pablo Moyano algo que ya es de público conocimiento pero que, dadas sus múltiples ocupaciones, tal vez él desconoce. Dijo el sindicalista este viernes en una entrevista radial: “¿Dónde están Alberto, Cristina, Máximo y Massa?”. Caramba, qué buena pregunta.
Respuesta simple que no es opinión maliciosa sino que es información: se están rascando el higo en Madrid, en El Calafate y en algún solarium de Tigre, respectivamente. Lamento decepcionar al compañero Moyano que seguramente esperaba novedades más revolucionarias, pero las cosas son así. Hay fotos que lo prueban.
Quizás esta data le sirva al dirigente sindical, y también a todos nosotros, para apoyar una nueva idea, ahora que el gobierno anunció la emisión de billetes de 10.000 y 20.000 pesos. Veamos.
Teniendo en cuenta que finalmente el año 2023 cerró con 211,4% de inflación anual y que el tandem Alberto/Cristina redondeó en cuatro años de gobierno una inflación total de 1.020%, deberíamos aprovechar para imprimir los nuevos billetes con las caras de estos mismos líderes cuyo paradero reclama Moyano. No son próceres ni mucho menos, pero poner en los billetes a Alberto, Cristina, Máximo y Massa nos permitirá recordarlos para siempre, llevarlos en nuestros corazones, acomodarlos en nuestras billeteras y no olvidar jamás lo que estos cuatro jinetes hicieron con el país y con todos nosotros.
Por otra parte, una buena foto de Massa y Alberto en el billete de 10.000 pesos (el de 20.000 habría que reservárselo a Cristina) serviría, por simple comparación, para mitigar el fastidio que generan alguna cositas que hace el nuevo gobierno. Siempre es bueno recordar de dónde venimos y por qué las mayorías nacionales y populares prefirieron a Javi en lugar de reelegir al cuarteto cuya aparición ahora reclama Moyano.
Además, un buen billete de 10.000 mangos con la cara de cualquiera de los cracks que se fueron en diciembre, también funcionaría como antídoto tranquilizador y calmaría a toda esa gente que anda enojadísima, como el cineasta Aristarain.
Por si no lo sabe, amigo lector, el reconocido director de cine publicó este jueves una carta con el título “Ganar la calle hasta que caiga el gobierno”. En el texto define al 56% de los argentinos que votaron a Milei, como “un grupo de imbéciles, ignorantes y zombies” y propone que la CGT haga paro por tiempo indeterminado hasta que caiga el gobierno. En lugar de repudiarlo, como hizo tanta gente, hay que entenderlo y valorarlo. El pobre tipo está sufriendo en la devastadora crudeza del invierno madrileño y, aún así, se acuerda del pueblo argentino enviándonos sus mejores deseos de paz y amor. No se discute que sea un buen director de cine pero evidentemente es un muchacho particular, cuya salud mental y ubicación en tiempo y espacio refieren a alguna remota galaxia del Cosmos.
Mientras tanto, acá en el Planeta Tierra, asistimos al show del DNU y la Ley Ómnibus en el Congreso Nacional. Nadie sabe bien lo que hay adentro de esas leyes pero desde ya logró algo muy importante: diputados, senadores y dirigentes en general se tuvieron que quedar en Buenos Aires y ponerse a laburar. Como si fueran ciudadanos comunes. Por eso solo ya valió la pena.
Puede resultar antipático, pero ver al diputado Espert poniendo orden, haciendo respetar los tiempos de los discursos y cerrando el micrófono de los que se pasaban, es todo una satisfacción porque somete a los legisladores a vivir en un mundo con limitaciones como el que habitamos todos los ciudadanos.
De todos modos, cabe reconocer que una exposición de solo cinco minutos a veces es poco tiempo. Decimos “a veces” porque en ciertos casos, como el del diputado Cafiero, es una eternidad. A favor del excanciller digamos que, si bien usó sus cinco minutos para decir pavadas, por lo menos esta vez lo hizo en castellano.
Indignado por la situación, Cafiero se levantó y lo fue a increpar a Espert quien se mantuvo tranquilo y no le dio pelota. El diputado kirchnerista se salvó. Si Espert se enojaba, se paraba y le ponía una mano, a Cafiero había que taparlo con diarios. Por suerte nada de eso sucedió.
¿Vamos por el buen camino? Solo las Fuerzas del Cielo lo saben. Ojalá que sí, pero todo está por verse. Analizando a los principales protagonistas las sensaciones son variadas. Si miramos a Caputo y Sturzenegger, ideólogos del DNU y la Ley Ómnibus, todo indicaría que deberían tener éxito. Caputo fracasó con bombos y platillos entre 2015 y 2019 por lo tanto el tipo va por la revancha y solo le cabe mejorar.
Algo parecido pasa con Sturzenegger. De ser cierto aquello de que la tercera es la vencida, es obvio que ahora tiene asegurado el éxito porque la primera (2001) y la segunda (2015) le salieron como el orto.
Con la tranquilidad que nos dan estos antecedentes, pensemos ahora en los Benegas Lynch que al momento siguen siendo protagonistas de esta nueva etapa. Decimos “los Benegas Lynch” porque son varios: Alberto, Berti y Joaquín. Sin embargo todos tienen algo en común: un casting para presidente de club de rugby te lo ganan de taquito. No tendrían la misma suerte a la hora de entender lo que pasa con el pueblo en las calles de la República. En esa línea parece un poco más canchero Guillermo Francos.
Reflexión al margen: que Guillermo Francos ya nos parezca canchero es un datazo que explica mucho de la realidad argentina que dejó el kirchnerismo, de la oferta política de Juntos por el Cambio y de donde estamos parados en el primer cuarto del Siglo XXI.
En todo este contexto, Milei festeja como un éxito el 25% de inflación de diciembre (recordemos que asumió el 10) diciendo que si no fuera por su gobierno la cifra hubiera sido mucho mayor. Por su parte, el kirchnerismo pretende hacerlo responsable a Javi como si ellos no tuvieran nada que ver, como si en los últimos cuatro años (o veinte para ser más precisos) hubiesen habitado en aquel remoto lugar del Cosmos en el que también alquila Aristarain.
La realidad es que el 25% de inflación de diciembre (y la que venga en enero y febrero) es lo que nos costó a todos los argentinos la campaña electoral de Massa, a través de emisión, dádivas, eliminación de impuestos y medidas de todo tipo tendientes a comprar la voluntad popular.
O sea todos pusimos un cuarto de nuestro sueldo en la campaña del oficialismo, lo cual no sería una novedad demasiado grave si no fuera que lo pusimos al divino botón porque, así y todo, Javi le dio una paliza memorable. Y de eso todavía no se pueden reponer. Por eso Moyano se pregunta dónde corno andan.
¿Qué nos cabe a nosotros, amigo lector?
Lo de siempre, laburar, pagar impuestos y esperar que las Fuerzas del Cielo nos tengan reservado un futuro mejor.
Obviamente acá en la Tierra, después allá arriba vemos.