El año pasado fue el más cálido del que se tenga registro. Particularmente en la Antártida Argentina, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) registró, durante 2023, una anomalía positiva de temperatura de 2º, cifra que se acercó a los 7º en algunos meses. Es decir, hizo más calor de lo normal. En ese contexto, la masa de hielo de los glaciares tuvo la pérdida más pronunciada desde que el Instituto Antártico Argentino (IAA) realiza trabajos de campo en ese sector.
En la Antártida, todas las estaciones del SMN registraron este fenómeno. Los datos más salientes se notificaron en la Base Belgrano, que tuvo el año más cálido desde que hay registros (1962), con una temperatura media anual de -11,5º, que quebró el anterior récord de hace solo seis años (en 2018 fue de -11,9º) y superó en casi dos grados al registro de referencia, situado en -13,2º.
En cantidad, casi 2° puede parecer poco si se toma como perspectiva un día. Pero José Luis Stella, especialista en climatología del SMN explicó que si se mantiene ese aumento de manera sostenida comienza a ser un problema: “Si se mantienen esos 2° durante un período y se promedian, es otra cosa. En tantos meses tener un desvío así es muchísimo”.
“En una tendencia a tener más temperatura, es más probable que estos picos se puedan romper más seguido”, detalló Stella. En abril, por ejemplo, la anomalía positiva en la misma base fue de 6,6º.
Pérdidas históricas
Estas alteraciones de temperatura representan un problema directo para los glaciares antárticos.
“Notamos que la acumulación de temperaturas positivas puede estar influyendo en la fragmentación temprana del hielo marino, así como aumentando el deshielo glaciar”, detalló en diálogo con TN Liliana Margonari, del Departamento de Glaciología del IAA.
El hielo marino, que es el agua marina que se congela durante la temporada invernal, se recupera después de los veranos “con mayor o menor extensión”, según indicó. Pero lo que no se recupera tan fácil son las masas de los glaciares: “Si las tendencias climáticas siguen este curso, es difícil pensar que los glaciares vuelvan a longitudes como las registradas previamente. Si bien pueden registrarse pequeños avances, estos no compensan aún la pérdida registrada hasta el momento”.
Como ejemplo citó a la Bahía del Diablo, en el noreste de la península, que tuvo la pérdida de masa más grande en 20 años. Para determinar esto, se guían por el “balance de masa”, que es la cantidad de hielo que un glaciar gana o pierde durante un año: “El valor estimado de balance de masa obtenido al final del verano del 2023 fue el más negativo desde que se hacen trabajos de campo, desde principios de los 2000. Si este valor es negativo, significa que el glaciar pierde más masa de la que gana, lo que significa que el mismo, actualmente, tiende a contraerse”.
Menos hielo marino
La concentración de hielo marino muestra sus mínimos tras el verano y sus máximos pasado el invierno, según detalló el climatólogo del SMN. Pero durante el invierno del año pasado, los mínimos también fueron récord.
Sobre ello, Stella aportó que los hielos marinos de la Antártida tuvieron sus mínimos más importantes desde 1979, según los registros del SMN: “En los últimos años, a partir de 2018, se intensificó el decrecimiento de la extensión del hielo después del verano. Estos mínimos influyen en el incremento del nivel del mar”.
Otro desajuste ecosistémico radica en cuándo se da la fragmentación del hielo marino.
Lo esperable, según indicó la especialista, es que los mares que se congelan durante la temporada invernal en la zona austral se fragmenten entre diciembre y enero. Pero en 2021 y 2022 este fenómeno se adelantó hacia meses de primavera por las temperaturas más elevadas respecto a las medias de la década anterior, en conjunto con otros fenómenos.
En los veranos del 2022 y 2023, los frentes glaciarios del noreste de la península antártica sufrieron pérdidas longitudinales de entre 1 a 7 kilómetros.
“Si no revertimos las tendencias actuales, sería imposible recuperar lo que hasta ahora perdimos. Pero creo que con políticas ambientales correctas, podríamos, aunque sea, detener el deterioro de los ambientes”, concluyó Margonari.