Tras ser oficializada el viernes pasado como ministra de Seguridad, Patricia Bullrich se reunió hoy con Aníbal Fernández, ministro saliente del área. Fue el encuentro de dos personas antinómicas, que tienen enormes diferencias políticas y en la concepción del orden público, pero que, no obstante, mantuvieron una conversación cordial, que duró más de lo previsto y en la que pudieron dialogar sobre una gran variedad de temas de agenda.
El cónclave, con motivo de avanzar en la transición de Gobierno, se desarrolló en la oficina de Fernández en el Ministerio, en la zona de CABA conocida como La Isla, en la calle Gelly y Obes, de Recoleta, y comenzó con ambos a solas, tal como estaba previsto originalmente.
Por pedido de Bullrich, el saliente funcionario la recibió en su despacho y, si bien la reunión iba a extenderse por unos 30 minutos, finalmente, los dos terminaron hablaron durante una hora y cuarto, según precisaron a Infobae fuentes cercanas a ellos.
Además de los asuntos de Gobierno, durante la reunión recordaron la primera vez que se encontraron personalmente, hace 39 años, cuando también tuvieron que conversar sobre temas de gestión, aunque estando en otros cargos.
De hecho, Fernández no veía a Bullrich desde el 2001, cuando la entonces funcionaria del gobierno de la Alianza era ministra de Trabajo de la Nación y él se desempeñaba en ese mismo cargo, pero en la provincia de Buenos Aires.
Una vez que terminaron su reunión, fueron invitados a pasar a la oficina los equipos técnicos del funcionario saliente y del entrante, quienes fueron formalmente presentados y acordaron entre ellos continuar trabajando en la transición durante los próximos días.
Bullrich llegó acompañada por Sebastián García De Luca, diputado nacional y armador político, Carlos Cortés, su jefe de prensa, y Martín Siracusa, economista y asesor de confianza.
Por su parte, dentro del equipo del ministro saliente sobresalió la presencia de Mercedes La Gioiosa , secretaria de Seguridad Pública y Política Criminal, y de José Lucas Gaincerain, titular de la Unidad de Gabinete del Ministerio Seguridad.
Asimismo, Fernández repasó los principales ejes que ya había avanzado en la primera reunión de transición que había tenido días atrás con Guillermo Francos, futuro ministro de Interior, con quien se encontró dos veces, primero con Nicolás Posse, el futuro jefe de Gabinete de Milei, y luego mano a mano.
Durante la campaña, Bullrich y Fernández se han hecho acusaciones cruzadas respecto a sus gestiones en el área. Cabe recordar que la jefa del PRO fue ministra de Seguridad entre 2015 y 2019. En medio de ese clima, en el bullrichismo sospechaban que, hasta que Milei oficializó la designación, Fernández articulaba internamente en las fuerzas de seguridad para intentar bloquear que su predecesora volviera al Ministerio.
En este marco, Bullrich pretende hacer una profunda renovación de las cuatro fuerzas federales para designar autoridades de su entorno o, bien, de la confianza del presidente electo. Ya piensa en una nómina de candidatos para conducir la Policía Federal, la de Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería y la Prefectura Naval Argentina.
Desde que Milei le ofreció el cargo, Bullrich comenzó a trabajar con su equipo en un programa con prioridades políticas y medidas a ejecutar cuando asuma. Para la dirigente es fundamental garantizar el orden público, por un lado, y atacar los delitos simples y homicidios en situación de robo (sobre todo en los grandes centros urbanos). También piensa en un plan especial para luchar contra el crimen organizado y el narcotráfico, con foco en Rosario.
En ese sentido, Bullrich evalúa que su Ministerio articule con el de Defensa, en manos del radical Luis Petri, su ex compañero de fórmula presidencial, con el propósito de que las Fuerzas Armadas se involucren en cierto modo en tareas de apoyo o eventualmente logística para el combate contra el narcotráfico transnacional. Es un aspecto que requerirá la modificación de la Ley de Defensa, así como también retoques a la Ley de Seguridad Interior. Son cuestiones que no están previstas de entrada, aunque en el bullrichismo lo contemplan necesario.