Javier Milei camina hacia un ajuste económico veloz, nítido y profundo. Así lo definen las personas que más hablan con él desde que ganó las elecciones, el 19 de noviembre. Veloz, porque Milei considera que se está a un paso de la hiperinflación y que no hay un minuto que perder si se pretende evitarla; nítido, porque apunta a que la sociedad empiece a comprender que el 10 de diciembre “se termina la fiesta”; y, profundo, porque se propone un ambicioso y arriesgado cambio cultural que se extienda en el tiempo, basado en una premisa dramática: no gastar un peso más de lo que entra. Mensaje de guerra. De eso se trata.
Uno de los integrantes de la comitiva que acompañó al presidente electo en su gira de esta semana por Nueva York y Washington lo describe así: “En Estados Unidos nos decían que están acostumbrados a persuadir a los ministros y presidentes argentinos sobre la necesidad de equilibrar las cuentas; acá era al revés: Javier los quería convencer a ellos de la necesidad de ir a fondo de una vez por todas”.
Milei parece dispuesto a transitar por la cornisa. En un país con más del 40% de pobres y con una inflación interanual del 140% que destruyen los salarios y que -cuando se conozcan los números finales de 2023- podría cuadruplicar la que dejó Mauricio Macri en 2019, él acelera. Ese ritmo provocó los primeros cimbronazos en su equipo. “Algunos tuvieron miedo y se fueron. Quizá les resultaba gratis hablar desde la tribuna y nunca pensaron que íbamos a ganar”, dicen los referentes de La Libertad Avanza.
En el staff mileísta preparan un amplio paquete de iniciativas para presentar en el discurso de asunción.
Muchas de ellas serán discutidas en sesiones extraordinarias en el Congreso, este mismo mes. La nueva gestión propondrá eliminar al menos 10 ministerios y decenas de cargos políticos, reformar el área energética y el régimen cambiario, suspender el envío discrecional de recursos a las provincias, una actualización del régimen laboral y modificar el sistema impositivo. Quizá, también se plantee que no es posible votar cada dos años. Varios de los proyectos formarán parte de la llamada Ley Ómnibus, un mecanismo para que el Parlamento pueda votar muchas leyes juntas y en tiempo récord.
Quienes desfilan por la oficina del líder libertario en el piso 18 del hotel Libertador (estaba en el 21, pero se acaba de mudar a una más grande) coinciden en que el discurso de reducción de gastos se extrema a medida que pasan los días y se descorre el velo de la herencia kirchnerista. Lo que asoma es peor de lo que se imaginaba. Un clásico.
Extinguida la euforia por la victoria electoral, el primer mensaje de Milei ante empresarios, gobernadores y futuros integrantes del Gabinete fue: “No hay plata”. Ahora viró a un aviso mucho más desafiante: “Arréglense como puedan”.
Los gobernadores están en guardia. Ya hay dos ligas: la que nuclea a los peronistas y la más nueva, que alberga a los diez mandatarios de Juntos por el Cambio. En este grupo se sacan chispas sobre cómo abordar el cambio de rumbo que se iniciará en una semana. El martes se reunieron en el Club Alemán de Equitación, junto a los legisladores que dejarán su cargo y a los que están por llegar. Ignacio Torres (Chubut), Rogelio Frigerio (Entre Ríos), Marcelo Orrego (San Juan) y Maximiliano Pullaro (Santa Fe) plantearon como prioridad que no se frenen los envíos de fondos de la Nación a las provincias y dijeron que “nos eligieron para ser oposición”, como marcando un límite con el mileísmo. Cristian Ritondo les puso un freno: “Cuando le quitaron los fondos a la Ciudad no dijeron nada y eso también es federalismo”.
La diputada electa Silvana Giudici se sumó a las críticas y varios no lo toleraron. Al menos cinco de los gobernadores abandonaron el lugar.
Milei obtuvo 14.554.560 votos en el balotaje y le sacó una diferencia de más de once puntos a Sergio Massa. Hay consenso en que intentará aprovechar ese capital para soportar los embates que vengan. Las calles estarán calientes. Las agrupaciones piqueteras preparan un plan de lucha para el 19 y 20 de diciembre, fechas que coinciden con la rebelión que sufrió Fernando de la Rúa en 2001 y que terminaron por tumbar a su gobierno. Los piqueteros trotskistas podrían rodear el Congreso como protesta contra la flamante administración. No vendrán tiempos fáciles.
Macri apela al recuerdo de las ya célebres catorce toneladas de piedras que cientos de manifestantes arrojaron sobre el Congreso y la Policía el 18 de septiembre de 2017, cuando se buscaba aprobar la Ley de Movilidad Jubilatoria. Es una forma de concientizar acerca de los riesgos que depara enfrentar al peronismo y a la izquierda. Aquel año, Cambiemos había arrasado en las elecciones legislativas, pero eso no alcanzó para enfriar las movilizaciones. Hay quienes fijan en aquel acontecimiento el principio del fin de la era macrista.
Es lo que buscó explicarle Macri a Milei en su primera reunión a solas, después de la segunda vuelta. El ex presidente insistió con la tesis de construir gobernabilidad desde el Congreso. Le sugirió que Ritondo debía ser el presidente de la Cámara de Diputados. Milei recibió la sugerencia con buenos ojos, pero decidió otra cosa. Primero pensó en Florencio Randazzo, pero no tardó en avizorar -como reveló Clarín el domingo pasado- que Cristina ya había dado órdenes de no votar a su ex ministro.
La vicepresidenta, como se ve, no tiene previsto jubilarse. Esperó la performance electoral y volvió a escena. Mientras Sergio Massa elige el bajo perfil y Alberto Fernández planea irse a vivir a España, Cristina se mantiene activa: hace videos por Tik-Tok que se viralizan, castiga a Milei y le marca la cancha, no aparta la mirada del Congreso y, en privado, se mueve para condicionar el armado de Axel Kicillof, el gobernador más votado y su discípulo preferido, mucho más ahora que Máximo Kirchner cayó en desgracia.
La vice dijo que apoyaría a un libertario como titular de la Cámara baja. Ayer se confirmó que será Martín Menem. Cristina obtuvo un módico triunfo. Está por verse hasta dónde podrá sacar rédito Milei. Al diputado riojano le podría pasar lo mismo que a varios de los integrantes del Gabinete: no tiene demasiada experiencia y está obligado a consensuar con dirigentes intransigentes, dispuestos -si es necesario- a moverse al filo de la ley..Milei cuenta con solo 38 diputados, Juntos por el Cambio con 94 y Unión por la Patria con 107.
Milei escuchó la opinión de Macri, lo elogió con desmesura -como también hace en las entrevistas- pero resolvió con su mesa más chica que lo mejor era confiar en la postura de Guillermo Francos, que será su ministro del Interior. El fundador del PRO dijo entre sus íntimos que se siente descolocado por la conducta del líder libertario. No puede creer que esté negociando con el peronismo. “Está en su derecho, pero no lo entiendo”, ha dicho.
A Macri le cayó como una bomba, también, enterarse por los medios de la designación de Patricia Bullrich en Seguridad. Y, antes, de la de Luis Caputo en Economía. "Toto" llegó al mundo Milei de la mano de su sobrino, Santiago Caputo, el gurú de la campaña: él armó la primera reunión, hace poco más de seis meses. Quizá Macri fantaseaba con otra cosa: con ser el poder detrás del poder o una suerte de controller en las sombras. No estaría ocurriendo.
“Si querés asumir como ministra está bien, pero es cosa tuya, no del PRO”, fue lo último que le dijo Macri a Bullrich, cuando el anuncio estaba al caer. Su malhumor se incrementó al enterarse de que Patricia le había había mandado un mensaje por WhatsApp a Viviana Canosa en pleno programa de LN+ para decir que ella no se somete a él. La conductora leyó el texto al aire.
Macri y Bullrich están en el peor momento de la relación. El ex presidente, en cambio, intenta preservar el vínculo con Milei. Después de unos días de impasse, en los que el diálogo parecía congelado, ambos volvieron a hablar largamente el viernes por la noche. Fue una charla amable. Tenían previsto contactarse de nuevo ayer.
No es momento para priorizar las diferencias, piensan. Al cabo, el domingo próximo, a las 12 del mediodía, los dos podrán celebrar lo mismo: que la banda y el bastón presidencial no pasen de un peronista a otro y que Sergio Massa, que hace solo cuarenta y dos días ganaba las elecciones por siete puntos y parecía presidente, tenga que ver la ceremonia de traspaso, como el resto de los mortales, por televisión.