Una nueva investigación realizada con datos enviados por el telescopio espacial James Webb, reveló que existen importantes cantidades monóxido de carbono, acetileno, cianuro de hidrógeno y agua, en un disco protoplanetario en la nebulosa NGC6357, a 6000 años luz de la Tierra.
El estudio de los científicos de la NASA se basó en información tomada por la NIRCam (Near-Infrared Camera) del valioso instrumento de observación y, por los elementos encontrados, asumen que habría rastros de vida en esa zona del espacio exterior.
Según el hallazgo y el informe, la nebulosa NGC635, ubicada en la constelación Escorpio, presenta las condiciones necesarias para el desarrollo de la vida tal y como la conocemos.
¿Qué son los discos protoplanetarios?
Los discos protoplanetarios son estructuras circumestelares formados por gas y polvo que orbitan alrededor de una estrella joven. Estos discos, que son un componente clave en el proceso de formación planetaria, se generan a partir del material remanente que rodea a una estrella recién formada.
Cuando una estrella se forma a partir de una nube de gas y polvo en contracción, el exceso de material forma un disco a su alrededor. Este disco protoplanetario está compuesto principalmente por gas (hidrógeno y helio) y partículas de polvo. A lo largo del tiempo, las partículas de polvo en el disco se van agrupando y colisionando, formando cuerpos más grandes llamados planetesimales., que, a su vez, pueden fusionarse para formar planetas.
El descubrimiento del telescopio espacial James Webb
Las nebulosas en general son objetos espaciales fascinantes. Estas nubes gigantescas, creadoras de estrellas calientes, son el origen de los sistemas solares. En este entorno, el James Webb descubrió discos protoplanetarios alrededor de estrellas jóvenes en la NGC 6357, también conocida como Nebulosa de la Langosta, de la constelación de Escorpio.
Esta formación contiene muchas protoestrellas protegidas por discos oscuros de gas y estrellas jóvenes envueltas en “capullos” en expansión o gases en expansión que rodean a estas pequeñas estrellas.
Durante años, los científicos intentaron comprender los detalles más pequeños posibles de los procesos de formación de estrellas. Sin embargo, para comprenderlos completamente, siempre fue necesario analizar ejemplos de estrellas que se forman en diferentes entornos.
El problema es que hay pocos sistemas de este tipo lo suficientemente cerca y, a menudo, están ocultos para nosotros detrás de una densa nube de polvo y gas o en un entorno literalmente inundado de radiación ultravioleta. Teniendo en cuenta las distancias estelares, la nebulosa de la langosta está relativamente cerca. Y allí es donde el James Webb puso sus ojos para seguir enviando información que confirme la existencia de vida extraterrestre.
A lo largo de la nebulosa, los investigadores seleccionaron 15 discos protoplanetarios diferentes ubicados en tres áreas diferentes. Como resultado de los análisis, estimaron la distribución de agua, monóxido de carbono, acetileno y cianuro de hidrógeno a una distancia de 1 unidad astronómica de su estrella. Y resultó que el agua y muchos otros compuestos químicos están presentes incluso en las zonas más internas del disco protoplanetario, es decir, donde pueden formarse planetas rocosos como la Tierra.