La pareja argentina que se enamoró en Tailandia y recorre el mundo con su bebé: “Es nuestro motor”
Marianela y Kevin vivieron a pocas cuadras de distancia durante 10 años en La Plata, pero la vida los encontró en una isla paradisíaca. Hoy son padres de la pequeña Alma y viajan con ella. Cuentan su historia de amor, cómo hacen para trabajar en el camino, y la filosofía que eligen
Mar y Kevin vivieron durante una década a tan solo 12 cuadras de distancia en La Plata, provincia de Buenos Aires, pero nunca se cruzaron ni una sola vez. Como si fuese una película, la vida los hizo coincidir en Tailandia hace cuatro años, y ese primer día que se vieron es la fecha de su aniversario, porque no se separaron más. Los dos aman viajar, y ya habían emprendido travesías por separado. La conexión fue instantánea y formaron un equipo que se potenció en cada decisión. Estaban a punto de emprender el proyecto de recorrer el Caribe a bordo de un velero que estaban restaurando cuando supieron que iban a ser papás, y la hoja de ruta cambió por completo. Los primeros tres meses del embarazo los pasaron en Colombia, luego fueron a Bariloche, y el nacimiento fue en Viedma, provincia de Río Negro. Hoy viajan por el mundo con la pequeña Alma, de 1 año y dos meses, que ya conoce México y Egipto.
La pareja charla con Infobae desde Siri Lanka, emocionados por dar a conocer un poco más de su historia. Algunas anécdotas las han compartido en su cuenta de Instagram -@familyconmochila-, donde se definen como “una familia que te lleva de viaje por el mundo de la manera más local posible”. En horas de la madrugada, se conectan para charlar y narrar de manera absolutamente genuina su flechazo de amor. Mar tiene 29 años, Kevin 35, y muchas veces estuvieron cerca del otro sin saberlo. “Soy de Viedma, pero a los 17 yo me fui a estudiar a La Plata, y vivía en las calles 25 y 43, mientras que ella estaba en la 25 y 57, literalmente en la misma calle, pero con algunas cuadras de diferencia, y no tenemos registro de habernos cruzado en ningún momento a lo largo de 10 años”, explica él.
Otra casualidad que los une es que los padres de ambos son profesores de educación física. Kevin hizo la misma carrera, se recibió y ejerció poco tiempo, porque decidió armar las valijas y partir rumbo al continente asiático. “Trabajaba en la Secretaría Electoral del Poder Judicial, junté algunos ahorros y me tomé una licencia sin goce de sueldo para ir a recorrer Tailandia, y a los cuatro meses me di cuenta que no iba a poder seguir sin ingresos, así que empecé a trabajar de mozo y el dueño del bar me regaló mi primer curso de buceo; terminé haciendo el instructorado y arranqué como instructor de buceo en una de las islas”, comenta el joven a quien apodan Kevulo.
La experiencia que sería por un máximo de seis meses se extendió a dos años, y renunció de manera definitiva a su puesto laboral en Buenos Aires. Extrañaba a su familia y les propuso que lo fueran a visitar durante un mes, así pasaban las fiestas juntos. Su madre, la pareja de su mamá y sus dos hermanos menores viajaron para el reencuentro, y al mismo tiempo Mar tomaba un avión desde La India, a donde había ido a estudiar un instructorado de yoga después de vivir algunos años en Perú. Hizo base en Barcelona, dejó todas sus valijas ahí con la idea de volver pronto para complementar su formación en teatro, y realizó una escapada relámpago a Tailandia, sin imaginar que ahí iba a conocer al futuro padre de su hija.
Amor al instante
“Nosotros sentimos que nos conocíamos de antes, de alguna otra vida o en lo que cada uno crea, porque fue más bien como si nos reencontráramos; yo estaba con mis hermanos y la conocimos los tres al mismo tiempo en el centro de buceo donde yo trabajaba”, explica Kevin. Lo describe como una atracción magnética e ineludible, que se convirtió en una necesidad de estar cerca, de saber más del otro, y estar todo el tiempo posible juntos. La fecha quedó sellada en su memoria: 15 de diciembre de 2019, porque diez días después Kevin tenía pensado irse de allí para recorrer otras islas con su familia. No quería dejar de ver a la mujer que lo había deslumbrado, así que sin pensarlo mucho le propuso que los acompañara en la aventura las siguientes tres semanas.
“Fue todo al mismo tiempo, presentación familiar porque Mar pasaba a la mañana, tomaba mate con nosotros, nos daba clases de yoga a todos y nos llevábamos súper bien, pero de ahí a invitarla a que viniera a hacer todo el tour por varios lugares, que significaba pasar las fiestas juntos, cuando recién nos habíamos conocido hacía pocos días, era bastante loco”, admite entre risas. Las palabras fueron: “Venite con nosotros”, y la primera reacción de Mar fue negarse, y decirle que le parecía descabellado, que el viaje que hicieron sus seres queridos desde Argentina era para recuperar tiempo familiar, y sentía que no correspondía que ella se sumara.
Cuando le contó a la pareja de su madre y a su propia mamá que quería sumar una integrante al reencuentro, también los tomó por sorpresa. “Después de dos años de vivir de viaje yo aprendí que hay que sacarse de encima todas las estructuras, confiar un poco más, porque a veces uno conecta en una o dos horas con una persona y termina hablando de cosas muy profundas con alguien que apenas conoce; son distintas las amistades que uno genera cuando viaja, los vínculos pueden durar un día y ser inolvidables, cada uno seguir su camino y reconectar cuatro meses después, así que yo quería aprovechar el momento”, argumenta. Mantuvo esa convicción y le insistió a Mar para que fuese con ellos.
Al día siguiente ella aceptó, con algunas dudas, pero guiada por la intuición de que la amabilidad con la que la trataron desde el primer día y la buena onda que hubo entre todos, se iba a mantener en toda la travesía. No se equivocó, y fue una experiencia grandiosa. Cuando la familia de Kevin partió de regreso a nuestro país, la pareja se quedó en Indonesia, donde pensaban hacer una escala antes de retomar sus proyectos personales. Corría enero de 2020 cuando estaban en la isla paradisíaca y empezaron a resonar los primeros casos de coronavirus en el mundo. “Nos conocíamos hacía dos meses, de repente cierra todo en todo en los países, y no había forma de volver”, cuentan.
Las playas estaban abiertas, pero no entraba ni salía ningún ferry. Como no había casos de covid detectados, se procedió a un operativo burbuja, donde todos los turistas que estuviesen allí, debían permanecer, y nadie más podía ingresar. Los alojó una familia local que tenía un hostel completamente vacío, con 20 camas a disposición, y les brindaron estadía gratuita. “Hubo mucho sentido de comunidad, de ayudarnos entre nosotros, y amamos a esa familia hasta el día de hoy, porque nos dieron una mano enorme, y afortunadamente yo pude hacer algunos trabajos de buceo y Mar de yoga, por lo que fuimos tirando con eso, gastábamos realmente muy poco en comida y fueron seis meses de luna de miel en un lugar increíble”, aseguran con gratitud.
Pasados ocho meses de estar 24 horas juntos, se trasladaron a la isla de Holbox en México, donde tenían conocidos y amigos que los recibieron. A Kevin le comentaron sobre una oportunidad laboral en Estados Unidos de trabajar en el campo, y aunque representaba pasar toda una temporada lejos de su novia, tomaron la decisión en conjunto de que el pago valía la pena para después retomar los viajes con ese dinero como base. “Ella no tenía visa, y yo la tenía de antes, así que fui veces para juntar un poco de plata, mientras Mar seguía con sus clases de yoga, y planificamos un reencuentro en Colombia”, comentan.
Tenían en mente un proyecto que los entusiasmaba mucho: viajar por el Caribe en un velero que iban a reacondicionar junto a varios amigos. Conformaron una sociedad, compraron la embarcación, que tenía roto el mástil y requería de mucho trabajo para que volviera a brillar, y se pusieron manos a la obra. “Éramos cinco amigos, cada uno tenía un rol, y nosotros íbamos a ser la pareja que iba a estar encargada de vivir ahí, pero a los 15 días de nuestra llegada al velero, supimos que Mar estaba embarazada”, revela. Se acuerdan el momento exacto en que se enteraron, en el baño del pequeño navío, cuando vieron las dos rayitas del test que indicaban que iban a ser padres.
Bebé a bordo
La noticia los tomó por sorpresa, los movilizó mucho y los emocionó hasta las lágrimas. “Darnos cuenta de que iba a venir otro ser, que íbamos a ser tres, nos acomodó todas las prioridades y cuando Mar se empezó a sentir mal, con muchas náuseas, supimos que el barco no era una buena idea, porque se le movía el piso, era estar todo el tiempo en movimiento, eso la descomponía más y no podía ni dormir; tampoco teníamos seguro médico, estaban todos los miedos y nervios propios del embarazo, así que decidimos volver a la Argentina con nuestra familia”, relatan. Pasado el primer trimestre hicieron una parada en Bariloche porque allí estaban los otros integrantes de la sociedad que habían formado para comprar la embarcación, y finalmente se quedaron en Viedma para esperar la llegada de Alma.
La elección del nombre también fue espontánea y sincronizada. Estaban en un estacionamiento en Barranquilla, Mar cursaba el segundo mes de gestación, todavía no sabían el sexo, pero algo les decía que sería nena. “Ella me dijo: ‘Tengo un nombre que me da vueltas en la cabeza, pero no te lo quiero decir porque no sé si te va a gustar’, y yo le contesté: ‘¿Alma?’, y se nos puso toda la piel de gallina, porque era exactamente el que ella estaba pensando”, narran. Desde ese momento no hubo que hacer listas ni proponer otras opciones, más adelante confirmaron que sería una niña y la emoción fue inmensa.
Faltaban cuatro semanas para el parto cuando los llamó uno de sus amigos y les dijo que el velero se había vendido. “Fue un alivio tremendo porque habíamos puesto todos nuestros ahorros ahí, ya no teníamos la mejor relación con los integrantes de la sociedad, y que nos devolvieran la inversión que habíamos hecho nos ayudó a ser independientes de nuevo, a recuperarnos un poco”, explican. Con sus familiares cerca, recibieron a su hija en un septiembre inolvidable y contaron con la ayuda y apoyo de los abuelos.
“Desde el minuto uno en que vino Alma, sentimos que vino a decirnos donde teníamos que estar, porque cada paso que dimos fue pensando en la familia que formamos”, expresan. No sabían cuándo iban a retomar la vida viajera, y más de una vez les habían dicho la famosa frase: “Aprovechen ahora que todavía no tienen hijos, porque después no van a poder viajar”. Después de las primeras visitas al pediatra y ver que la bebé crecía sana y fuerte, volvieron a charlar sobre la posibilidad de ir a México.
“Ella es nuestro motor, nos dio todavía más fuerza y estuvimos de acuerdo en que si había una posibilidad de que ella vivencie esto desde el momento cero, que conecte con personas que hablan otro idioma, y que prime el idioma universal de la mirada a los ojos, nos parece espectacular que ella sea amable con la gente que pasa por su vida, sin importar si tienen túnica, otra religión, diferentes colores de piel, ni el país del que sean, y que eso sea lo normal para ella”, celebran. Alma se convirtió en “la saludadora oficial”, porque siempre agita su pequeña mano en señal de saludo, y cuando lo combina con una sonrisa, es la fórmula de la ternura infalible.
“Hay cosas que quizás cuestan más porque hay que cargar más cosas ahora que somos tres, y estamos aprendiendo, pero cuando la vemos disfrutar, estar libre en la playa, hacerse amigos en todas partes, sentimos que algo estamos haciendo bien, y este estilo de vida invita a conocerse a uno mismo, y es una herramienta importante aprender a buscar de adentro hacia afuera, en vez de estar en una búsqueda constante en el exterior, cuando la clave está en el interior”, destacan.
“También le dice ‘thank you’ a la gente cuando le hablan en inglés, lo detecta y les responde eso”, cuentan asombrados. Suelen decirles que su hija tiene “una luz especial”, y conquista en pocos segundos a muchos viajeros que se vuelven parte de su camino. “Tenía cinco meses y medio cuando nos volvimos a la isla de México donde Mar había estado mientras yo estuve en Estados Unidos, ella ya había hecho amigas ahí, había más chances de conseguir trabajo, nos quedamos otros cinco meses y nos volvimos a Argentina para pasar el primer cumpleaños de Almita”, relatan.
El siguiente destino fue Egipto, como una parada antes de volver a Tailandia, donde Kevin tiene posibilidades de retomar su empleo como instructor de buceo. “La vida de isla, de playa, verano todo el año, nos encanta; pasamos por las pirámides de Guiza, y ahí fue un poco más difícil porque Alma tenía un poco de miedo al ver tanta gente, por ser un punto turístico, y todo eso también lo mostramos en las redes, que no es todo color de rosa, hay momentos más complicados que otros, y esas circunstancias también forman parte del aprendizaje”, indican.
Crianza por el mundo
Ambos se muestran agradecidos de haber coincidido y de ser papás juntos, sobre todo porque a la hora de elegir cómo criar a su hija, son muchos más los acuerdos que los desacuerdos: la idea principal es que crezca en un entorno donde la diversidad y la amabilidad sean banderas. “Nosotros sentimos que esta es la mejor manera para nuestra familia, pero tampoco decimos que estén mal otras formas, no hay fórmulas correctas o incorrectas, y por lo menos por ahora pensamos seguir así; y si un día Alma nos dice que quiere otra cosa para su vida, también lo vamos a contemplar”, proyectan. Cuando llegue el momento de ir a la escuela, evaluarán otros métodos de educación, y entre los tres decidirán qué camino tomar.
“Mar podría haberme dicho: ‘Ya está, dejemos de viajar porque ahora tenemos a Alma’, y yo no me hubiera ido por el mundo a seguir con esa filosofía porque sin ellas no tendría sentido, yo quiero estar donde ellas estén, y por eso no dejo de agradecer haber conocido al amor de mi vida para ser papá a su lado de esta manera”, sostiene Kevin. Ella, por su parte, admite: “Siendo madre y con toda la revolución de emociones, me ha pasado por la cabeza en algún momento sentir que estoy loca, que cómo estoy viajando con una bebé, pero después me doy cuenta que son miedos y pensamientos absolutamente naturales, dentro del instinto de protección, y cuando la veo ser feliz, se me pasa todo”.
Las excusas no están en su diccionario, y aconsejan con humildad escucharse más a uno mismo. “Estar en un trabajo que no te hace bien, hipotecando la vida para jubilarse a los 65 años porque dentro de 30 años lo vas a necesitar, nos parece una estructura social inventada y sentimos que no es vida; nosotros empezamos a viajar sin hablar inglés, por lo que el idioma no puede ser una barrera, se aprende sobre la marcha, y es muy difícil quedarse sin dinero y que no exista nadie que te ayude. Somos personas que necesitamos estar conectadas con otros seres humanos constantemente, y es imposible que no esté pasando nada alrededor tuyo, siempre está pasando algo y hay que ser más honestos con lo que soñamos y queremos en esta vida”, argumentan.
Mar se formó también en biodescodificación emocional, y brinda talleres online y sesiones a distancia, una faceta que complementa su profesorado de yoga. El 2 de diciembre partirán rumbo a Tailandia, y en su cuarto aniversario estarán en la misma isla donde se conocieron, pero ahora como una familia, y anticipan que para celebrarlo van a hacer un sorteo en su cuenta de Instagram de una estadía de cinco noches en el Caribe. “Muchos nos dicen que quisieran hacer lo mismo que nosotros, pero que no se animan, y nosotros siempre decimos que la solución no necesariamente es salir a viajar por el mundo, sino animarse a hacer eso que nos gusta, y si alguien está dudando en jugarse a algo que tiene ganas de hacer, que lo haga, porque siendo genuino, y yendo con honestidad tras lo que uno quiere, es como se van abriendo otras puertas”, concluyen, con el mismo entusiasmo con el que comenzó la charla.