El último duelo presidencial fue una instancia crucial para que Sergio Massa y Javier Milei le hablen a los indecisos, aquellos que no los eligieron hasta ahora y que deben definir su voto de cara al balotaje del próximo domingo. Sin embargo, en lugar de exposiciones de calidad con propuestas claras para la ciudadanía, en el debate prevalecieron las provocaciones y las imputaciones personales. Esa dinámica quedó reflejada en las emociones detectadas por la Inteligencia Artificial utilizada por LA NACION para medir el ánimo de los candidatos.
Durante el primer tramo del debate la estrategia de Massa fue clara y efectiva. Buscó desestabilizar a Milei, quien se exaltó en algunos momentos, sin llegar a perder el eje. El candidato de La Libertad Avanza se mostró disgustado en 91 oportunidades y el de Unión por la Patria, en ninguna. Es que el libertario no golpeó con precisión y desaprovechó temas que podían incomodar al ministro de Economía, como la inflación o el reciente escándalo de espionaje.
Milei fue más espontáneo, aspecto que se evidenció en el análisis de los sentimientos expresados durante las dos horas de intercambio: el candidato de LLA sonrió en más oportunidades y hasta se permitió alguna broma. Es cierto que en muchos casos su sonrisa fue irónica ante las preguntas incisivas o acusaciones de su rival, quien logró sorprenderlo con su táctica y confundirlo en 10 momentos.
Pese a las chicanas cruzadas, los dos protagonistas mantuvieron la calma, sobre todo el candidato de Unión por la Patria. Milei se recuperó en el segundo tramo del debate, cometió menos errores y pudo arrinconar a un rival que parecía inmutable. Sin embargo, el robot detectó más enojos por parte de Massa: 9 contra 1. En sintonía con este sentimiento, llamó la atención que el ministro no sonrió en ningún momento. Cero veces, de acuerdo a la Inteligencia Artificial.