“Si un país es un alma en común, una historia compartida y un futuro deseado, el panorama para Argentina es desalentador: no existen ninguna de las tres cosas. No tenemos hoy un alma en común porque no vibramos con el mismo espíritu, tenemos un vidrio que determina el color de todo lo que miramos. No tenemos una historia compartida porque de tanto contar mentira sobre mentira, de tanto creer que es verdad eso de que ‘si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra hay otra historia, la verdadera historia’ terminamos armando cuentos según la necesidad y el gusto. No tenemos un futuro deseado porque gran parte de la población lo que quiere es que desaparezca mágicamente la otra parte.
Ni alma, ni historia ni futuro.
¿Estamos tan cerca ya de no ser un país?
Las palabras han perdido brillo y peso. No significan lo mismo para todos los argentinos las palabras ‘alma’ o ‘historia’ o ‘futuro’. Lo que antes permitía ponernos de acuerdo hoy aparece borroneado, inmerso en una neblina de intereses que no ingenuamente alteran su significado original. Y ahí está uno de los orígenes del problema.
Estamos en un momento de la historia en que los argentinos no hablamos de lo mismo cuando decimos lo mismo. Porque si cuando alguien dice ‘silla’ no todos imaginamos una ‘silla’ -patas de algún material sosteniendo un plano que sirve para sentarse, para ser básicos- terminamos sentados arriba de un hormiguero diciendo ‘¡qué incómoda esta silla!’. Lo que pasa en realidad es que estás sentado en un hormiguero y un hormiguero nunca será una silla.
¿Cómo se vive con este desequilibrio?
¿Es a propósito que nos están confundiendo sillas con hormigueros?
Quizás lo que haga falta en estos momentos sea volver a decirle silla a la silla, hormiguero al hormiguero, solidaridad a la solidaridad y devaluación a la devaluación…Dictadura al gobierno de Maduro en Venezuela. Oportunismo a la mesa del hambre. Política presa a Milagro Sala. Desidia o coima a la falta de controles en los locales nocturnos. Fascismo a las cuadrillas controladoras de precios.
El país sólo podrá ser un país con alma, historia y futuro cuando esas palabras recuperen su sentido original, cuando nadie nos haga sentar en hormigueros haciéndonos creer que son sillas. O cuando nos demos cuenta”.
No, las comillas no son un error.
Las comillas se justifican porque estos párrafos que abren esta columna no fueron escritos para hoy.
Fueron escritos para la nota publicada en El Sol el 9 de enero de 2020.
Mi primera nota para este diario.
Si bien siempre me interesaron los temas políticos y sociales, nunca los había asumido profesionalmente hasta la invitación clara de El Sol, que agradezco.
Pero desde aquella primera nota “La silla y el hormiguero” pasaron 179 escritos más. 179 veces nos juntamos para advertir, humildemente, que una silla no es un hormiguero.
El domingo pasado la confusión llegó a las urnas y el país decidió sentarse en un hormiguero.
Será entonces tiempo de ver el viejo tema del huevo y la gallina.
¿Qué fue primero?
¿La oferta, lo que la política tenía para ofrecer a la sociedad? ¿O la demanda, lo que la sociedad le pedía a la política?
¿Qué falló?
¿Fueron los candidatos que los partidos y las alianzas propusieron los que erraron el estado de la sociedad? ¿O fue la demanda de una sociedad exhausta y desorientada que se tiró, descorazonada, a los brazos de cualquier pelafustán?
Hace años que se viene insistiendo -y desde esta columna se hizo todo lo posible para que se vieran las cosas de otra manera, otro fracaso de este humilde escriba- con que dentro del panorama político argentino “sontodolomismo”.
El sontodolomismismo hizo que ante cinco propuestas presidenciales CLARAMENTE DIFERENCIABLES muchos votantes dijeran “ninguno va a hacer nada, voto al menos peor, pero ninguno vale la pena porque…sontodolomismo”.
Usando nuestra ignorancia y nuestro desinterés, instalaron que Massa-Milei-Bullrich-Schiaretti-Bregman eran lo mismo. Que es como decir “votes a quien votes, nada cambia”, que es como decir “la democracia de mucho no te sirve” porque al final “sontodolomismo”.
Instalar que “sontodoschorros” fue el mejor disfraz para los verdaderos ladrones. Si son todos chorros, nadie es chorro, viva la vida, todos son decentes.
Pasaron cuatro años desde que pensaba que nos querían hacer creer que un hormiguero era una silla, hoy veo que estaba equivocado.
No nos querían hacer creer que un hormiguero era una silla.
Nos querían hacer creer que era lo mismo.
Que no había ninguna diferencia entre elegir hormiguero o silla porque el resultado sería el mismo.
Lo que no había alcanzado a entender en aquel momento y hoy se me presenta como una verdad obvia de toda obviedad, es que la intención era que internalicemos que todo, absolutamente todo es lo mismo.
Por eso los chicos pasan de grado lo mismo sepan o no leer, sepan o no que dos más tres son cinco.
Por eso los jubilados cobran lo mismo hayan aportado o no. Es más, muchos no han aportado y cobran más que los que sí.
Por eso el Chiqui Tapia decidió -sí, estamos en un país en donde algo denominado Chiquitapia decide cosas- eliminar el tercer descenso en la Primera Nacional B. Almagro, San Telmo o Tristán Suárez dan igual. Siga, siga.
Es lo mismo.
Es todo lo mismo.
En una sociedad en la que no hay premios ni castigos, ¿cuál es el incentivo para crecer, para mejorar?
Si todo es lo mismo.
No es gratis destrozar los conceptos de “esfuerzo” y “mérito”.
El gobierno interesado en poner presos a los delincuentes es igual al gobierno interesado en liberar a los delincuentes.
El gobierno que aplaude a Rusia, Venezuela, Cuba e Irán es lo mismo que el que los denuncia.
El gobierno que tiene récord de muertes por narcotráfico es lo mismo que el que intentó frenarlo.
Si para el votante es lo mismo el funcionario que sentado en un sillón de un hotel de Puerto Madero se queda con el 10 % de los dólares que “le consigue” a un empresario por un permiso para importar, que otro que impulsa políticas para que no haya que pedir permiso, no hay ningún incentivo para ser honesto.
Si son todos lo mismo, votar o no votar es lo mismo.
¿Qué sociedad vota al responsable de un 140% de inflación anual?
¿Qué sociedad vota al responsable del espacio político -el Frente Renovador-que tiene a uno de sus punteros encontrado con 48 tarjetas de débito sacando plata del Estado?
¿Qué sociedad reelige a un gobierno que por curro o ineficiencia, produce desabastecimiento de elementos fundamentales para la salud de su población?
¿Qué sociedad vota a la exhibición obscena del yate, la chica de las uñas de Freddy, el champán, las carteras, los anillos, el Mediterráneo?
¿Qué sociedad vota a los responsables de que más de la mitad de los chicos del país pasen hambre?
¿Qué sociedad vota a un gobierno que -en el mejor de los casos- dejó hacer al narcotráfico?
¿Qué sociedad vota a una fuerza política que lleva en sus boletas a una familia que tiró una chica a los chanchos?
Los ejemplos continúan: vacunatorio vip; adoctrinamiento escolar; peaje para cada trámite oficial; inexistencia de obra pública; condicionamientos a la justicia; arbitrariedad partidaria; colonización de empresas del estado; ineficiencia perversa en PAMI o ANSES; falta total de prevención y combate a los incendios; florecimiento del delito y la marginalidad; parálisis en salud, educación, seguridad, relaciones exteriores. Todo eso se vio convalidado con el voto de más de un tercio de la población.
¿Qué es lo que pide esa sociedad?
Porque si esa sociedad convalida eso en las urnas, ¿por qué no habrá más yates, más champán caro, más desabastecimiento, más miseria, más chicas tiradas a los chanchos? Si parece que eso da votos, o al menos, no los quita.
Porque otras ofertas había. Pero agarramos el sobre, dijimos “es todo lo mismo” y nos trajimos hasta acá.
Me pueden decir “bueno, no fue la mayoría del país la que votó eso”. Ok. Fue un 36,8 %.
Más de un tercio del país no tiene problemas con la inflación, la corrupción, la violencia, la ignorancia.
¿Se hace un país con eso?
En los cuatro años del gobierno de Cambiemos, con Patricia Bullrich como ministra de seguridad, el promedio de asesinados por el narcotráfico en Rosario fue de 179 personas por año. En los tres años del gobierno peronista, ese promedio subió a 248 víctimas por año. ¿Qué votaron los rosarinos? Patricia Bullrich 26,8%; Sergio Massa, 34,6 %. Si total es todo lo mismo. ¿El problema es la oferta o la demanda?
Hemos visto cada una de las estaciones de la degradación.
Y las votamos.
Ya no hay cajones de Herminio. Nada escandaliza. El champán derramado no será negociado.
¡Chau, cajón de Herminio!¡Hola, Culo de Clérici!
Es todo lo mismo.
Los caminos se angostan rápidamente.
Convertimos el voto en una ruleta rusa.
No sabemos cuántas balas hay en la recámara de los dos candidatos que elegimos para que estén ahí.
Sólo sabemos que sí, son dos armas cargadas.
Lo paradójico es que uno de los caminos propuestos es previsible: ¿alguien tiene alguna duda de que el futuro con Massa es autocracia con miseria? ¿Ocho años de Sergio, ocho de Malena, ocho de Toto, el niño que se fue al Mundial y volvió llorando? ¿Cuántos años tendrás dentro de 24 años?
Hay dos maneras de ganar votos.
Hacés las cosas bien y la gente te apoya.
Hacés las cosas tan mal, mandás a tu población a la desesperación y la dependencia absoluta de tu bolsa de arroz con gorgojos y le quitás la educación, y tendrás sus votos para siempre. ¿Qué incentivo tiene Massa para sacar al país de la miseria, si en la miseria consigue sus votos?
El otro camino posible es absolutamente imprevisible. No llego a visualizar de qué se trata, tampoco me entusiasma.
Saludo con cariño, claro, a los colegas que pasaron de ofrecer un Alberto moderado en 2019 a un Sergio no es kirchnerismo del 2023. Ojalá me lleven a pasear en sus nuevos yates, porque eso ya es más que cambiar el auto.
Mirando las colas de los coches en las estaciones de servicio, podemos pensar en las madres de cada uno de quienes se nos reían porque decíamos, en 2019, que votar peronismo era sacar pasaje a Venezuela.
Es cierto.
Es todo lo mismo.
Ya no es Venezuela. Vamos por más.
¡Chau, Venezuela!¡Hola, Haití!