A Matías Díaz (48) y Abigail Navarro Correas (24), a diferencia de la gran mayoría de las parejas que lleva a cabo la práctica swinger, no les parece necesario tener que ocultar sus rostros. Lejos de preservar el anonimato, deciden exhibirse con un propósito: “No tenemos nada que esconder y queremos que otras parejas nos imiten”.
Se conocieron en 2021 dentro del ambiente, haciendo tríos con otras parejas: Matías estaba soltero y Abigail también. Aquella noche, cuando la pandemia comenzaba a ser pasado, se cruzaron en el medio de la pista de baile y se apartaron para conversar.
“La noche que nos conocimos todo el mundo estaba por todos lados, revoleados de manera orgiástica. Nosotros nos sentamos y nos quedamos charlando de historia argentina. Estábamos destinados”, contó Matías a TN.
Él, padre de dos hijas, asegura que su mayor tranquilidad es que tanto su exmujer como su familia acepte su vida. Tanto es así que junto a Abigal comparten las cenas de a cinco e incluso bromean sobre el mundo swinger.
“Por las redes nos habíamos cruzado, pero no era el momento adecuado. Teníamos muchos amigos en común, hablaban de nosotros, de que nos teníamos que conocer, pero no se daba la oportunidad. Esa fiesta fue el momento indicado”, agregó Abigail a este medio.
Matías es una cara conocida en el mundo swinger. La pareja con la que él tenía sexo al principio era muy respetada, “y yo ligué el respeto de rebote”. A partir de esa comodidad entendió que este es el estilo de vida que quiere y lo hace feliz.
“Para nosotros ser swinger es eso, un estilo de vida que abrazamos y nos hizo muy bien, tanto en lo personal como pareja. Trabajamos en base a eso, nos fortalece como personas y en nuestro vínculo”, precisó Abigail.
La pareja, que actualmente reside en San Isidro, manejaba hasta hace unos meses un reconocido resto-bar en Ituzaingó llamado “Swap”, un boliche de referencia para las parejas que se había inaugurado en febrero de este año y fue clausurado por las autoridades municipales mientras se desarrollaba una fiesta en el lugar.
“Se dijeron muchas cosas, como que era una gran orgía de 90 personas. Eso no pasó. Lo que sucedió es que las puertas de emergencia estaban cerradas, pero no trabadas. Se podían abrir normalmente, nos clausuraron por eso y no nos dieron la posibilidad de reabrirlo nuevamente. Ni siquiera nos escucharon en la municipalidad”, relató Matías.
Actualmente, ambos están buscando la posibilidad de alquilar un nuevo local y reabrir el club que debieron cerrar a la fuerza: “Perdimos mucho dinero, porque además tuvimos que seguir pagando el alquiler hasta saber qué iba a pasar”, explicó él.
Esta situación demoró los planes de casamiento que Matías y Abigail tenían para noviembre de este año. El intercambio de anillos y la fiesta deberá esperar: la prioridad para ambos es tener nuevamente un lugar para que las parejas swinger puedan tomar algo, conocerse y bailar.
El paradigma que buscan cambiar y los códigos en la pareja
“Cuando la gente entienda que no está mal tener deseos por otra persona, que somos seres humanos deseantes y tenemos placer, la mirada sobre la práctica swinger va a cambiar”, expresó Abigail.
La joven continuó: “Hay gente que no lo quiere plantear. Nosotros sí, somos swinger, nos amamos y el deseo hacia otra persona siempre está. Lo que hacemos es compartir ese deseo”.
Matías confesó que, a partir de aceptarlo, reveló que logró encontrar una faceta más auténtica y se volvió más honesto en otros aspectos de su vida: “Siempre me dediqué a las ventas, vengo del mundo comercial, en donde a veces importa más el parecer que el ser. Pude romper con eso, ser feliz con mi mujer y que no me importe nada”, dijo.
“Estuve muchos años solo y lo disfruté, pero me siento swinger de manera completa. Es una construcción de pareja, en donde vas viendo, corriendo límites y haciéndote preguntas, pero siempre de a dos”, indicó Matías.
Esos límites son cruciales para la construcción de los códigos entre ambos. Tal es así que ambos tienen establecidas una serie de reglas que deben cumplirse y de las que no pueden correrse para que la pareja no se debilite y así evitar problemas a futuro.
Abigail era parte de la organización del bar clausurado en Ituzaingó (Foto: Instagram @sw.swap.couple).
“La falta de respeto es inadmisible. Esa es nuestra regla principal y por suerte en el ambiente, salvo algunas excepciones, se respeta bastante”, contó Matías. “El ‘no es no’ es nuestra segunda regla. Una propuesta rechazada es un no rotundo. Que alguien se acerque a bailar y toque a tu pareja es inadmisible”, remarcó el hombre.
Entre ellos, al igual que casi todas las parejas swinger, el código es que, ante un primer acercamiento, solo él puede hablar con otro hombre y ella con otra mujer.
“Son cuestiones tácitas, de sentido común, lo que vos consideres que es una falta de respeto es una falta de respeto. No hay una regla escrita”, enfatizó Matías.
Las reglas sexuales de Matías y Abigail
En el plano sexual, Abigail hizo énfasis en el cuidado de la salud y el uso obligatorio del preservativo: “Aunque estemos en una situación muy caliente, siempre es obligatorio. Es el mayor acto de cuidado hacia la otra persona y hacia vos mismo. Le planteamos a las parejas que eso no se negocia”.
Por otra parte, la joven indicó que el principal código sexual entre ambos “es que si vamos a hacer algo con alguna pareja lo vamos a hacer juntos. Ese es nuestro máximo placer: verlo a él con otra mujer y él verme a mí con otro hombre. Todo en una misma habitación”.
Matías puntualizó que ninguno hace nada que el otro no quiera. Ni tampoco se convence estar con un hombre o una mujer que no sea del agrado del otro. “Si llegamos a ese punto todo se va a transformar en un desastre. Si a mí me gusta la chica, pero a ella no el chico, no lo hacemos. Los cuatro tenemos que estar de acuerdo. Primero nosotros dos y después la otra pareja”, dijo él.
Matías continuó: “Lamentablemente, mucha gente tiene la fantasía de que un club swinger es una fiesta de 90 personas, en donde todos están teniendo sexo contra todos, sin cuidado, con personas corriendo desnuda por el lugar, como si fuese una escena porno. Y nada que ver, sucede todo lo contrario”.
Abigail completó: “Existen esos prejuicios, pero lo más importante en lo que uno tiene que trabajar es construir en el colectivo de la gente que esto no es así. Nosotros vamos al supermercado, llevamos a los chicos al colegio, tenemos una vida normal. Únicamente le ponemos este condimento a la pareja”.