El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele

Son hermanos y, por distintas razones del destino, terminaron viviendo en la calle. A pesar de eso, entre ambos se cuidan no solo en la diaria, sino también al momento de conseguir el "mango".
  • Irene y Fabián se dan un abrazo antes de comenzar a laburar en La Costanera Irene y Fabián se dan un abrazo antes de comenzar a laburar en La Costanera
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele
  • El día a día de Fabián e Irene y la historia de una realidad que duele

Es domingo. La gente poco a poco comienza a salir de sus casas para cumplir con el derecho cívico de votar. Y sí, son las elecciones para gobernador en la provincia. Llovizna y el asfalto, el que muchas veces le da de comer a los "invisibles", comienza a mojarse. Hace algo de frío. El termómetro no marca más de 10° en las entrañas del Gran Mendoza.

Al costado del canal Cacique Guaymallén, cerca del Área Fundacional, hay gente durmiendo. Las cobijas, muchas veces donadas por algún buen samaritano, sirven de contención. La noche, si bien no fue cruda como otras invernales, se hizo sentir. No es para menos, la lona, los palos y alguna que otra chapa sirven de contención, pero no aíslan, no cortan el frío.

 La baranda de hierros del 8 son el límite entre civilizaciones: de un lado el tiempo pasa, a veces, a más de 100 kilómetros por hora; del otro, el reloj se detiene, y por más que tenga pilas nuevas, no avanza. Queda clavado en un tiempo sin tiempo. Queda en una eterna espera.

Así transcurre la vida del "Negro" Fabián (Fabio Quiroga), como lo conocen en la zona, desde hace poco más de un año, momento en el que llegó en busca de refugio en un ranchito apostado al costado de la Costanera donde vive, desde hace varios años, su hermana Irene. Son familia, durante todo este tiempo se cuidan. Están espalda con espalda. No tienen a nadie más, salvo amigos ocasionales que les presenta la calle.

 Tras convivir durante un tiempo, Fabián e Irene decidieron que tenían que tener "departamentos separados" para que la convivencia fuese fluida, es por eso que el "Negro" se mudó al otro lado de la calle que perpendicularmente corta la arteria lindante con el Cacique Guaymallén.

"La situación es difícil para todos. Hoy por hoy lo es, sobre todo para lo que estamos en la calle y los que tenemos que poner cara para pedir porque no nos alcanza. La vida es dura. Es una situación bastante complicada", dice Fabián mientras abre la puerta de su humilde, pero no menos acogedora morada.

PUBLICIDAD

"Cuando yo me quedé sin laburo, vine a lo de mi hermana Irene y lo hice con una bordeadora para cortar el pasto. Hace un año que estoy en esta situación. El tiempo a veces pasa rápido. Solo queremos estar un poco mejor, alquilar una piecita o un departamentito para poder llamar a mis hijos y decirles que vengan. Desde que me separé que no los veo a todos juntos", explica.

El impacto visual es rotundo. Este hombre, que se gana la vida limpiando vidrios en un semáforo, armó, con precisión de maestro mayor de obras, una casa con carteles de propaganda política. Al entrar se pueden ver las caras de Omar Parisi y Lucas Ilardo, la fórmula del peronismo local (terminaron terceros en la elección) con la frase "Llega Parisi, llega tu casa". Triste analogía para una persona en situación de calle.

Fabián señala el cartel y dice: "Este país se maneja así, dándole las cosas a los acomodados. Lo he vivido. Me da impotencia. Hay gente que lo necesita. Muchas madres solas, pero esto es para el pariente o el hijo 'de'. Esto viene mal parido de hace rato. Hay muchos emprendimientos inmobiliarios que están vacíos cuando hay gente que la puede pagar y se va a pelear el alma para poder hacerlo". 

Sabe que en Mendoza se vota, pero tampoco se ilusiona con la oferta de candidatos: "He votado muchísimas veces y no hay cambios, siempre son los mismos, pero disfrazados de otra manera. Hoy no tengo ni ganas de ir a votar. Las cosas se tiene que hacer bien. Este país podría estar a la altura de Estados Unidos. Tenemos de todo, no necesitamos nada de nadie", reflexiona mientras enciende un cigarrillo que quedó de la noche anterior.

Y mientras da bocanadas de humo, el hombre de 46 años comienza a rememorar su pasado, del cual no ha transcurrido mucho tiempo. 

"Soy maquinista vial, pero no puedo renovar el carnet porque tengo una multa y no lo puedo hacer por un tema económico. Imaginate que tengo que hacerme un psicofísico, más la renovación y pagar la multa, la cual me hicieron en Luján cuando iba a la playita con varios de mis siete hijos y con quien era mi señora en aquel momento. Me vio la policía y me hicieron la multa. Eso fue en el 2013", recuerda con un temple de acero, aunque al seguir con su relato sus ojos comienzan a mostrar la profundidad de un hombre que siente la necesidad de ser escuchado.

 "Estoy separado hace cinco años y eso me cagó la vida", reconoce el "Negro" Fabián. Y agrega: "Estuvimos 23 años juntos. Nos conocimos a los 19 años y a los 20 tuvimos a nuestra primera hija, que ya tiene 25 años. Tuvimos siete hijos. Después falleció una de mis hermanas y nos hicimos cargo de sus seis hijos. Trabajaba mucho, estuve en la obra del metrotranvía, manejaba una de las máquinas y una camioneta. Me levantaba a las 5 de la mañana y me acostaba a las 23; muchas veces a esa hora nos íbamos a pasear con mi familia. Hacíamos un asadito en el Parque Metropolitano de Maipú. Por ahí eran las 2.30 de la mañana, pero no nos importaba, estaba con mis hijos y mis seis sobrinos, y eso que a las 6 arrancaba de nuevo. Laburaba como un perro, pero los niños tenían el derecho a salir y disfrutar". 

Ahondando un poco más en el relato de su pasado, recuerda: "Siempre laburé: estuve en Catamarca, Corrientes, Salta y Neuquén. La primera vez que me fui estuve más de un mes en el Sur, cobraba 900 pesos por quincena, cuando acá se cobraba 400. Marcos en ese momento tenía 4 meses. Al mes siguiente lo fui a saludar y no me reconoció. Me sentí muy mal porque estaba ganando por un lado, pero perdiendo por el otro. Ellos se criaron con la madre".

"Yo estoy muy dolido con la separación porque no era como yo pensaba. Siento que mi esfuerzo no valió. Pensé que iba a morir al lado de la madre de mis hijos. Mi sueño era morir en sus brazos. Sigo enamorado de ella, pero la vida te da una piña. Ojo, cometí muchos errores, no soy trigo limpio, aunque siempre fui un padre que quiso tener bien a sus hijos", aclara mientras ingresa Irene, su hermana, a la casa donde transcurre la charla.

Irene, en tanto, antes de sentarse va hasta la habitación de su hermano y le trae una campera. "Ponete esto, no te vayas a enfermar", le dice mientras Fabián rezonga como un niño obligado a ponerse un abrigo. Esa imagen, por más chica que sea, marca que están para cuidarse entre ellos, más allá de los años que tiene cada uno transcurrido.


"Laburé toda mi vida y hoy lo sigo haciendo, limpiando vidrios en la esquina. Yo lo tomo como un trabajo", comenta el hombre minutos antes de comenzar la labor diaria junto a su hermana.

Tal vez sea un día productivo para Fabián e Irene, o tal vez no, pero lo hacen confiados. El abrazo y la arenga entre ambos en la previa a salir a la calle demuestra algo... quizás sea esperanza.

Comentar esta nota
Más de Sociedad