Hasta llegar a su punto de encuentro Yanina “Yani” Díaz Rearte (32) y Leandro “Lean” Pirraglia (31) no vivían demasiado lejos uno del otro -estaban a ocho kilómetros de distancia-, pero llevaban vidas muy diferentes. Él tenía una existencia ordenada, metódica, estructurada. Ella, por el contrario, era noctámbula, desordenada, podía comer a las doce de la noche o despertarse a cualquier hora. Sin embargo, había algo que tenían en común: no creían que existiera en este universo alguien con quien compartir sus días y sus noches.
Yani es de Isidro Casanova
Yani es de Isidro Casanova en la provincia de Buenos Aires y la mayor de tres hermanos. Su mamá fue siempre ama de casa y su papá era empleado en una empresa. Tuvo una infancia tranquila de la que recuerda con alegría las vacaciones con sus primos en el balneario Santa Teresita. Fue cuando sus padres se separaron y ella tenía 16 años que su día a día cambió radicalmente. Tuvo que comenzar a trabajar para colaborar con la manutención de su casa. “Era un poco el sostén de la familia. Y así fue hasta que empecé a vivir con Lean”, confiesa.
Pero los sueños de otra vida estaban agazapados dentro de ella. Soñaba con conocer el mundo, con despertarse en Nueva York o recorrer Europa. Fue con la proa apuntando a esas metas que consiguió meterse en el negocio del turismo. El trabajo le fue abriendo las puertas del planeta. Sus fantasías viajeras se hacían realidad, pero con el amor no soñaba. Eso de los novios, las miradas perdidas, el corazón al galope y la mente extraviada en fantasías amorosas simplemente no figuraba en su catálogo vital. El divorcio y la infidelidad de su padre a su madre habían logrado que ella no creyera ni en el amor ni en la pareja ni en nada que implicara esos sentimientos desbordantes y descontrolados.
Cuando cumplió 28 años Yani empezó terapia. Quería descubrir por qué rechazaba tanto la idea de enamorarse: “Tenía parejas ocasionales y negaba el tema del amor de manera absoluta. Comencé con terapia para ver por qué yo era tan tajante con los hombres”. Eso quería averiguar.
Lean de Villa Luzuriaga
Leandro “Lean” Pirraglia nació en Villa Luzuriaga, otro rincón de la provincia de Buenos Aires en una familia tana hasta la médula. Familieros y muy unidos, los orígenes italianos lo marcaron a fuego. Su mamá trabajaba en la empresa eléctrica del momento Segba a la que renunció para hacerse cargo de sus hijos y su papá fue contratista de Edenor. Tenía una hermana cinco años mayor que al terminar el secundario comenzó a estudiar psicología. Lean en cambio escogió estudiar una tecnicatura en programación. Promediando la carrera consiguió un trabajo en YPF. Las oficinas estaban en Puerto Madero. Eso terminó interfiriendo en sus estudios: “No llegaba con los tiempos y vivía lejos”, explica. Decidió dejar y suplió esos estudios con cursos y más cursos. Al mismo tiempo hizo un profesorado de tenis y “estuve dando clases en un parque de mi barrio para chicos y adultos”, cuenta Lean, “Luego pasé por otras empresas como Prosegur, Volkswagen y, ahora, soy analista funcional en YPF GAS”. Está encargado de mantener las aplicaciones, la web y de sostener los desarrollos tecnológicos.
Su hermana hoy está casada, tiene dos hijos, y sus padres ya se jubilaron. A pesar de haber vivido dentro de una familia funcional y donde el amor se había concretado sin mayores inconvenientes, Lean pensaba que nunca iba a encontrar a alguien para él: “Hasta conocer a Yani nunca había tenido una relación seria ni había presentado una novia en mi casa. Sentía que no existía la persona ideal para mí. Quería una persona parecida, que le gustara estudiar y que fuera familiera”.
Encuentro en el mundo virtual
Descreídos del amor, y aunque lo nieguen, ambos lo buscaban. No en vano estaban registrados en un sitio de citas como Tinder.
Yani justifica: “Yo no entraba a la aplicación para buscar un novio. Era más de lo casual, no buscaba pareja. Tenía Happn, Tinder y otras aplicaciones de citas. ¿Por qué me fijé en él? Me llamaron la atención sus fotos de viajes y le puse like, un corazoncito. Primero arrancamos con una charla, nos preguntamos cosas y, tiempo después, nos pasamos los números de teléfono y seguimos chateando por WhatsApp. De vez en cuando, nos mandábamos alguna foto. Eso era todo. No buscaba nada serio, se fue dando. En ese momento yo era más confiada, ahora no lo sería tanto. Creo que la sociedad está más jodida ahora…, pero tampoco era que me iba a la casa de cualquiera. Lean, en cambio, era mucho más miedoso que yo. De hecho, ¡hablamos un año entero sin vernos!”.
Lean dixit: “La app te va diciendo qué es lo que vos querés y yo sí había puesto buscar una relación seria. Desconfiaba de la app, de la gente y de las fotos. Por eso tardé tanto en conocer en persona a Yani. ¡Un año esperé para verla! Me sorprendía lo de la aplicación porque por ahí matcheabas con alguien y ¡ya te invitaban al departamento! No sabía con qué me iba encontrar. Prefería esperar”.
Yani sigue relatando: “No pensábamos mucho, no se daba. Yo, además, por ahí estaba enfocada en otra cosa o en otra persona. Nos conocíamos de la red y nos mandábamos fotos, pero cada uno estaba en la suya”.
Después de 365 días y dos plantones
Yani cuando chateaba con Lean cada tanto ya estaba instalada en su profesión de agente de viajes: “estoy en turismo desde los 19 años y ahora trabajo en un mayorista importante de Argentina”.
Lean, ya transcurridos once meses desde el primer intercambio de mensajes por Tinder, se hartó de la virtualidad: “Empecé a pensar, ¿qué sentido tenía hablar con una persona a la que no iba a conocer nunca? La empecé a apurar para vernos, pero quería que se diera algo casual. Si no se daba el encuentro estaba decidido a borrarla de mis contactos. Pensando en eso fue que la invité a una gran fiesta de disfraces que había en San Isidro”.
Era noviembre de 2018. Yani aceptó y decidió que se iba a disfrazar de “payaso maldito”. Lean, le dijo que se vestiría de policía. Yani estaba muy ilusionada con conocerlo y ansiosa: “quería estar linda y sexy para gustarle”. Lean esperaba “pegar onda”.
“Les pedí a unos amigos que me hicieran la pata y me acompañaran a la fiesta… ¿Sabés que pasó? Yo fui, pero él no fue”. Lean se defiende: “¡No es que yo no fui! La fiesta era al aire libre y como iba a llover la cambiaron de fecha y la pasaron para el fin de semana siguiente. Justo era el cumpleaños de 15 años de mi prima y no podía faltar. Como ya te conté, soy muy familiero. Además, le avisé a Yani que no iba a poder ir”.
Cuenta Yanina que la segunda vez que Leandro la dejó plantada estaba furiosa
Yani admite que fue así y cuenta que entonces “arreglamos otra cita para vernos en diciembre y… ¡también me dejó plantada y me re calenté!”.
Esta vez el encuentro pactado era en un bar de Ramos Mejía, pero una hora antes Lean le avisó que no podría asistir. Había un imponderable: había nacido un sobrino. Yani furiosa pensó: “¡Ah no! Este me hace lo mismo de nuevo. Ya está. Se acabó”.
Lean fue al hospital y le mandó una foto con el bebé. Temía su reacción y quería demostrarle que era cierto. “Le avisé muy sobre la hora y pensé que la onda se iba a cortar y que no íbamos a hablar más. Plantarla dos veces era demasiado. ¡Si me lo hubiesen hecho a mí no la hubiese visto más!”, reconoce.
Yani primero pensó que era mentira, una excusa, pero cuando Lean le mandó la foto empezó a dudar: “Hablé con una amiga. Ella me dijo que le diera otra oportunidad, que no fuera tan dura. Me hizo recapacitar y aflojé. Quedamos para una tercera cita”.
Finalmente se conocieron. Fue el 21 de diciembre de 2018 en un bar de Ramos Mejía. Fueron a comer y a tomar algo. Cuando llegaron ya había cerrado la cocina así que solo tomaron unos tragos. Hablaron sin parar de viajes, anécdotas, de sus vidas. La charla fluyó con facilidad.
“Fue una cita positiva, pero no era que yo decía este tipo es el amor de mi vida ¡¡noooooo!! ¡Jamás pensé que iba a ser mi pareja! Pero te admito que hubo una conexión especial”, relata Yani. Lean por su parte recuerda: “Fue una cita extraña. A mí me gustaba era linda, simpática, charlatana y viajada… y también un poco familiera. Me gustó”.
Nace una relación seria
Se empezaron a ver una vez por semana. Lo cuenta Lean: “Hacíamos programas diferentes porque a mí me encantan las experiencias nuevas. Una de las primeras veces la invité a pasar el día al Tigre para hacer paddle surf”. Yani se ríe y recuerda que se sintió una ridícula: “Yo no soy para nada deportista… ¡No me salía nada y recién nos estábamos conociendo! Me paré y me caí al toque. Me dio mucha vergüenza”. Lean reconoce que pensó “que había metido la pata otra vez y que no me iba a querer ver más por el programa que había inventado”.
A pesar de los contratiempos y de los chapuzones involuntarios, la pasaron muy bien.
“No estaba acostumbrada a las citas de día. La siguiente vez me invitó a jugar al bowling y así siempre proponía algo distinto. Yo era un poco histérica y con otros tipos no fluía la cosa, pero con él fue diferente. Eso me gustó mucho”. Lean asiente y agrega: “No había silencios, todo resultaba natural y sin tensiones. Me gustan los programas originales. La invité, por ejemplo, a un teatro de ciegos”.
Yani sonríe y confirma lo obvio: “Me empezó a gustar hacer cosas juntos. ¿Sabés? El amor no se busca… por lo menos a mí se me dio sin buscarlo”.
En enero del 2019 hicieron una escapada turística a Federación, Entre Ríos. Yani estaba nerviosa porque sentía que no lo conocía lo suficiente para pasar unos días juntos. “Para mí las termas eran algo de viejos, pero dije bueno, vamos a probar ese destino tranquilo. Para mi sorpresa lo pasé muy bien y lo mejor de todo es que conectamos”.
Sumarse a un viaje en familia
Lean con 27 años todavía vivía con sus padres y estaba programando un viaje a Europa con ellos para el mes de agosto. Le pidió ayuda a Yani quien, como agente de viajes, era la experta. Con esa excusa, un día a finales de febrero, la llevó a su casa. Dijo que era una amiga que les estaba armando el gran viaje familiar.
Yani, muy nerviosa, terminó yendo con unos libros y unos circuitos turísticos armados especialmente para ellos. Tenía programado un buen itinerario. Los padres quedaron muy contentos, pero cuando Yani se fue acribillaron a Lean a preguntas… ¿Quién era esa chica?
“Mis papás sospechaban así que terminé confesando la relación con Yani”, relata riendo Lean.
El 21 de marzo de 2019 se pusieron de novios. Habían pasado exactamente tres meses desde que se habían visto las caras por primera vez.
El viaje era a España, Francia e Italia para tres, pero terminaron yendo cuatro. Lo explica Lean: “Para la misma época en que viajábamos nosotros, Yani se había ganado un viaje de agencias de turismo a Sudáfrica. En esos meses previos le dije que viniera de Sudáfrica para Europa y se encontraba con nosotros en Italia”. Yani estuvo de acuerdo: “Fue complicado armar esa parte del itinerario, pero lo logré y me encontré con Lean y sus papás en Milán. Paramos en departamentos por AirBnB y lo pasamos super bien”, cuenta, “Mis suegros unos capos porque nos daban libertad. Nada entrometidos. Hacíamos muchas cosas solos porque nosotros caminábamos más y por ahí ellos preferían hacer otra cosa. Fue un viaje hermoso, genial, y lo volvería a hacer”.
Milán, Venecia, Roma, la costa amalfitana, el sur de Italia, Madrid… Volvieron felices. Lean aporta que se sintieron “como de luna de miel”.
Un techo propio
Al tiempo Lean empezó a hablar de convivencia. Él venía formateado por sus padres con que alquilar es “tirar el dinero a la basura. Comprar algo era imposible. Empecé a considerar que la única posibilidad de tener algo propio era construir arriba de la casa de mis padres. Ellos me habían inculcado eso y me di cuenta de que tenían razón y que iba a ser mucho más económico no derrochar plata alquilando”.
Yani relata que el día que Lean le mencionó su idea estaban en una plaza: “Me dijo que quería hacer una casa para nosotros arriba de la de sus padres. ¡Yo tenía miedo de llevarnos mal! Pero también sentía que los dos estábamos grandes y que debíamos avanzar”.
Otra vez Yani tuvo que desafiar sus propios miedos para poder seguir adelante.
Lean, quien había sido sorteado con un crédito Procrear, empezó la construcción: “Tapé el patio y empecé a edificar arriba”.
En febrero de 2022 ya estaban viviendo juntos en su casa propia.
Hoy Yani está a pocas materias de recibirse en tecnicatura de Turismo en un terciario estatal en Ramos Mejía: “Empecé a estudiar cuando ya trabajaba de esto porque está bueno formarse a pesar de tener mucha experiencia. De día trabajo para un mayorista de viajes y hago todo home office”. Lean también teletrabaja por lo que la convivencia es a tiempo completo.
Los TOCS y aprender a negociar
El 14 de febrero de 2021, el día de los enamorados, Yani y Lean se comprometieron en el Centro Cívico de Bariloche. Las alianzas las llevó él y fue una linda sorpresa.
Lean confiesa que le gustaría casarse. Yani se resiste un poco y se ríe: “No soy la típica Susanita, pero capaz que sí…para la próxima etapa puede ser. No me niego”.
¿Lo más difícil de la convivencia? Acá va el diálogo
Yani: -La convivencia es buena aunque Lean es muy estructurado. A veces, hay que ceder porque yo soy más desbolada y él super organizado.
Lean: - ¡Yo vengo con muchos TOCS de familia! A las nueve de la noche se tiene que comer, a las doce de la noche hay que estar durmiendo. Hay que levantarse y hacer la cama enseguida. ¡Yani es nada que ver! Ella comía a cualquier hora, a veces a la medianoche…
Yani: - Soy más nocturna y me cuesta levantarme. Trabajo hasta tarde y no puedo dormirme a las doce, por eso duermo más.
Lean:- Al principio era más complicado porque ella quería mantener sus costumbres y yo imponer las mías y ahí se generaban tensiones. De a poco, ella se fue adaptando a mí.
Yani: - Cedí y me acostumbré. También note que es bueno comer más temprano. Pero lo de dormir a las doce de la noche noooo. No te voy a mentir, él se duerme antes. Eso es algo que no voy a negociar.
Ahí el que aflojó fue Lean. Me hace gracia porque somos como dos toritos queriendo chocar cabezas, pero hablamos y cedemos. Además, los dos también trabajamos mucho juntos y no siempre podés estar de acuerdo en todo. Es un aprendizaje diario, un desafío”.
El futuro de los sueños
Lean cuenta que llegó un momento en que sintieron que tenían mucho para compartir de sus viajes: “Nos encanta viajar y veíamos que teníamos un montón de información para comunicar y consejos para dar. Se nos ocurrió crear una cuenta de Instagram a la que llamamos Apasionados xviajar para poder compartir con los demás esos contenidos. Era diciembre del 2020, plena pandemia. No se podía viajar por el mundo, pero podíamos hacer turismo rural por la provincia de Buenos Aires en nuestro tiempo libre. Lo hicimos y funcionó. Hoy tenemos 219 mil seguidores en Instagram y en TikTok más de 32 mil. Comunicamos tips para viajar dentro Argentina y, además, fuimos ampliando nuestro contenido y nos metimos con la comida, lo foodie y con las experiencias. Todo comenzó como un hobby, pero después nos empezaron a llegar propuestas y se fue convirtiendo en algo más grande y que nosotros disfrutamos mucho. Pero te aclaro que de todas formas nosotros seguimos con nuestros respectivos trabajos”. Yani agrega: “Esto es algo que va en paralelo y que nunca nos hubiéramos imaginado hacer”.
El tema hijos es un capítulo tabú todavía. No lo tienen decidido. Lean afirma: “Yo tengo ganas. Hay que hablarlo mucho”. Yani no está tan convencida: “Muchas ganas no tengo todavía. Es un tema delicado, sé que tengo que verlo en terapia. No sé de dónde vienen mis no ganas o mis miedos. Tengo miedo del parto, a no poder controlar una situación. Además, la mayoría de mis amigas están en pareja y no tienen hijos… solo mascotas. Claro que veo a la hermana de Lean que es re madraza y… pero no sé, no sé por qué a mí eso no me pasa o si será por el miedo”.
El proyecto que sí está conversado es viajar en 2024 a algún destino exótico internacional.
Eso es todo por ahora.
Lean va venciendo las resistencias de Yani quien hoy dice creer en el amor: “Yo le tenía miedo al amor, a que me defrauden. Veía a mis amigas que se iban con sus novios de viaje y me parecía algo imposible para mí. ¡Hoy te digo que el amor vale la pena!”. Lean completa el pensamiento de Yani con su propia experiencia: “No creía que iba a poder encontrar a una persona que se adaptara a mí y que nos gustara lo mismo. Ahora con Yani sé que sí, que esa persona existe y que podemos crear una familia y pensar el futuro de a dos”.
A pesar de los miedos los dos empujan hoy del carro de la pareja que los lleva de una etapa a otra. No es poco lo que han conseguido en estos cinco años de rodar juntos: una relación tangible, que se proyecta por encima de los TOCS, de las diferencias, de los esquemas propios y de los viajes.
La próxima estación de este amor que edificaron no está en ningún cronograma. Porque convengamos que la improvisación es, también, parte de cualquier historia de amor real.