La historia de devoción a la Virgen de San Nicolás a 40 años de su aparición. "Me tienen olvidada pero he vuelto"
El 25 de septiembre de 1983, una vecina de San Nicolás de los Arroyos, Gladys Herminia Quiroga de Motta sintió mientras oraba en su casa que el mundo se iluminaba. Tenía ante sus ojos a la Virgen María. En la segunda aparición juntó coraje y le preguntó cuál era su deseo. Cómo fueron las visiones de la Virgen del Rosario, la primera patrona del curato de los Arroyos, que hoy convierte a esta ciudad en uno de los lugares de peregrinaje más importantes de la Argentina
En la historia de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, un acontecimiento cambió el rumbo de la fe y la devoción. El 25 de septiembre de 1983, la vida de una vecina más, la señora Gladys Herminia Quiroga de Motta, dio un giro inesperado mientras llevaba a cabo su rutina de oración en su hogar. En un instante, su mundo se iluminó con la presencia de la Virgen María. Aunque la sorpresa embargó a Gladys, no sintió temor en ningún momento. El fenómeno se repitió tres días después, marcando el inicio de un misterio que Gladys optó por guardar en silencio, temerosa de ser tildada de mentirosa. Sin embargo, la Virgen volvió a aparecer frente a ella dos días después, y en ese momento, Gladys decidió romper su silencio. Tomó coraje y le preguntó a la Virgen cuál era su deseo, y la respuesta fue clara: sin palabras, le mostró un templo de grandiosas dimensiones.
El 12 de octubre, Gladys compartió el suceso con el Padre Carlos Pérez, sobrino de la beata Crescencia Pérez. Al día siguiente, la Virgen le dirigió la palabra por primera vez, y el 15 de noviembre, Gladys recibió un mensaje que resonaría profundamente: “Soy Patrona de esta región. Haced valer Mis derechos”. Este título, aunque olvidado con el tiempo, estaba vinculado a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario, quien había sido declarada como la primera patrona del curato de los Arroyos.
La historia de esta devoción se remonta al año 1884, cuando se inauguró el actual templo parroquial de San Nicolás de Bari en esa localidad del norte bonaerense. Para la ocasión, se donó una hermosa imagen de la Virgen del Rosario, bendecida por el Papa León XIII en Roma. En 1983, el 27 de noviembre, día de la Medalla Milagrosa y primer día de la Novena a San Nicolás, el Padre Pérez, confesor de Gladys y párroco de la catedral nicoleña, hizo un descubrimiento asombroso. La imagen de Nuestra Señora del Rosario, que durante mucho tiempo estuvo en la catedral y ahora yacía en un depósito en el campanario, coincidía sorprendentemente con la descripción que Gladys había proporcionado de la Virgen. En un emocionante momento, la Virgen se manifestó frente a la imagen y le comunicó a Gladys: “Me tienen olvidada, pero he resurgido. Ponedme allí, porque me ves tal cual soy”. La restauración inicial de la imagen fue realizada por la Sra. Alicia Cowan.
La noche del 24 de noviembre, poco antes del reconocimiento oficial de la imagen en el campanario, Gladys guió a un grupo de personas hasta el lugar elegido por la Santísima Madre para la construcción del templo. En ese instante, un intenso rayo de luz descendió sobre el lugar, como hundiéndose en el suelo. Una niña de nueve años también fue testigo de este fenómeno. Tres meses después, el suceso se repitió.
El entonces obispo de San Nicolás, Monseñor Domingo Salvador Castagna, tomó las riendas de la situación y emprendió una investigación canónica sobre estos eventos. La construcción del santuario se puso en marcha, y el 19 de marzo de 1989, la imagen de la Virgen fue trasladada desde la catedral al nuevo templo, a la vez que se bendijo la primera parte de la edificación. El primer Rector del Santuario, el Padre Carlos Pérez, con la asistencia del Padre Pablo Montero y el Padre Hugo Detto, lideró este proyecto monumental.
El templo fue diseñado para albergar entre ocho y nueve mil personas de pie, a través de una planta baja y entrepisos especiales. Para los eventos al aire libre, se construyeron terrazas y explanadas. La cúpula, con 24 metros de diámetro, compuesta por 64 gajos de hormigón armado y revestida con placas de cobre, destacaba como un ícono arquitectónico.
En agosto de 1990, la ciudad recibió la visita ilustre del teólogo mariólogo francés René Laurentin, quien se adentró en el estudio del caso de las apariciones marianas que habían sacudido a esta comunidad. Su profundo análisis dio lugar a la publicación de un libro de 163 páginas titulado “Una llamada de María en Argentina: las apariciones de San Nicolás”, arrojando luz sobre los eventos que habían capturado la atención de miles de creyentes.
Un momento emblemático de estas apariciones tuvo lugar el 25 de mayo de 2009, cuando Monseñor Cardelli, sucesor de Monseñor Castagna en el obispado de San Nicolás, coronó solemnemente la imagen de María del Rosario de San Nicolás. Ante una multitud que se congregó para la celebración litúrgica, Mons. Cardelli, tras exclamar sus palabras de devoción, depositó la corona sobre la cabeza de la imagen. La respuesta de la multitud fue un estruendoso aplauso y vítores, un momento de profunda emoción y fe.
Sin embargo, en un giro infortunado, el 22 de noviembre de 2012, las coronas que adornaban a la imagen fueron robadas y nunca se recuperaron, ni se encontraron rastros de los ladrones o las coronas originales.
El 25 de mayo de 2014, se inauguró el interior del Santuario en su totalidad, un hito en la historia de San Nicolás. Gladys continuó viendo a la Virgen y recibiendo sus mensajes, que compartía con previa autorización del Obispo. La ciudad fue testigo de eventos extraordinarios, como la danza del Sol (la posibilidad de ver al astro de frente y sin encandilarse), figuras de rosarios iluminados en las puertas de las casas y un penetrante aroma a rosas en el campo que rodea al templo.
El 22 de mayo de 2016, Monseñor Héctor Cardelli, en una misa dedicada a los peregrinos, promulgó un decreto que otorgaba veracidad a las apariciones marianas en San Nicolás. En sus palabras, declaró: “En virtud de todo lo afirmado... reconozco el carácter sobrenatural de los felices acontecimientos con los que Dios a través de su hija predilecta, Jesús por medio de su Santísima Madre, el Espíritu Santo por medio de su dilecta esposa, ha querido manifestarse amorosamente en nuestra diócesis”. Este acto significativo confirmó la autenticidad de las apariciones en el ámbito diocesano.
Posteriormente, Monseñor Héctor Cardelli fue sucedido en la diócesis por Mons. Hugo Santiago, quien en marzo de 2017, en un video dirigido a los creyentes, explicó que, después de solicitar una autorización al Vaticano, se dejarían de difundir los mensajes que la Virgen María había expresado a la creyente Gladys Motta. Este cambio marcó un nuevo capítulo en la relación entre las apariciones y la Iglesia.
Qué dice la Iglesia sobre las apariciones
La Iglesia Católica, guardiana de la fe cristiana, sostiene que la revelación oficial y pública concluyó con la partida del último de los apóstoles, abarcando todo lo necesario para la salvación eterna. Sin embargo, abrió las puertas a la posibilidad de revelaciones privadas, como apariciones, visiones y mensajes, tanto divinos como de los santos, incluida la Virgen María. Estos episodios, a lo largo de la historia, han generado respuestas diversas por parte de la Iglesia, desde la indiferencia hasta la enérgica desaprobación, con raras aprobaciones explícitas.
Este último aspecto es crucial para comprender por qué la Iglesia no se apresura en juzgar estos fenómenos, ya que no son elementos esenciales para la fe cristiana, sino que se consideran útiles en diferentes contextos históricos para el pueblo creyente. Así, la ciudad de San Nicolás se convierte en un faro espiritual que atrae a multitudes que han llegado al medio millón de personas. La fe y la devoción se entrelazan con la tradición religiosa y crean un escenario único para aquellos que buscan un vínculo especial con la Virgen María.
El Papa Benedicto XVI, con su sabiduría teológica, delineó un sendero para considerar la veracidad de las apariciones religiosas. Este camino de discernimiento, ofrece una guía para abordar estas experiencias de fe. Esta evaluación se asienta en cuatro pilares fundamentales: la persona del vidente, el contenido de la visión o aparición, la naturaleza o forma de la visión y, finalmente, la finalidad de la visión o aparición.
El primer elemento, la persona del vidente, desempeña un rol crucial en el proceso. Aquí, no solo los sacerdotes, sino también expertos en campos como la medicina, la psicología y la psiquiatría, se unen para examinar la integridad y el discernimiento del vidente. Es un análisis que va más allá de lo espiritual, adentrándose en lo psicológico y emocional.
El contenido de la visión o aparición es otro componente clave. Se busca comprender el mensaje que se transmite y su coherencia con la doctrina cristiana. La congruencia con los dogmas de la fe es esencial, ya que cualquier contradicción podría poner en entredicho la autenticidad de la experiencia.
La restauración inicial de la imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás fue realizada por Alicia Cowan
La naturaleza o forma de la visión también se somete a escrutinio. ¿Cómo se manifiesta la aparición? ¿Qué elementos la acompañan? Estos interrogantes son fundamentales para evaluar la singularidad y autenticidad del evento religioso.
Por último, la finalidad de la visión o aparición se analiza meticulosamente. ¿Cuál es el propósito detrás de esta manifestación divina? ¿Qué efecto busca lograr en los creyentes? Estas respuestas ayudan a contextualizar la aparición en el marco de la fe cristiana.
Es crucial comprender que, en este proceso, la autoridad para conceder veracidad a una aparición no recae en la Santa Sede, como se cree comúnmente, sino en el Obispo del lugar donde ocurre el fenómeno. Es el Obispo quien debe velar por la piedad de los fieles y tomar medidas cuando se trata de juzgar las supuestas apariciones o visiones dentro de su diócesis. Aunque puede solicitar asistencia a la “Congregación para la Doctrina de la Fe” en Roma, esto se hace a modo de sugerencia y no constituye una aprobación directa.
En este contexto, es importante destacar que un católico puede optar por creer o no en una aparición o manifestación privada sin que esto afecte su fe en los dogmas fundamentales de la religión. La devoción a la Virgen María se basa en la “hiperdulía”, es decir, el culto como mediadora ante Dios. Las imágenes y objetos de veneración, lejos de poseer poderes mágicos, funcionan como recordatorios y expresiones de afecto. La adoración de estatuas, contrariamente a lo que se piensa, constituiría idolatría, una creencia no compartida por la mayoría de los católicos, ortodoxos y algunas ramas de la Iglesia Anglicana. En lugar de ello, estos actos representan una demostración de cariño hacia aquellos que ya no están o están lejos.
A pesar de la diversidad de devociones marianas entre los fieles católicos y ortodoxos, el mensaje central de la Virgen María para los devotos cristianos es claro y unificador: “Hagan todo lo que Jesús les diga”. Esta enseñanza se mantiene como un faro de fe y guía espiritual para aquellos que buscan una conexión más profunda con lo divino a través de la devoción mariana en San Nicolás de los Arroyos.