—¿Qué tal buen día?
—Tomatelá.
—75 centavos el mínimo, ¿le parece bien el aumento?
—Me importa un carajo, tomatela te dije.
—¿Ah si? ¿Por qué tomatela?
—Porque si, no te doy bola.
—Y bueno, no dé bola. Yo le pregunto y usted contesta insolentemente.
—¿Por qué te voy a contestar? ¿Quién te conoce?
—Yo simplemente vengo a hacerle una pregunta.
—Preguntale a otro.
—Me parece un maleducado.
—Está bien, y vos sos un boludo.
—¿Así atiende a la gente por ser inspector de una línea de colectivos?
—Yo no soy inspector de una línea de colectivos. Atiendo boludos. ¿No te das cuenta que atiendo boludos?
La frase espontánea de Daniel Frasca lo convirtió en leyenda. Ocurrió hace más de 20 años en Plaza Constitución, en la parada de la línea de colectivos para la cual trabajaba como inspector. Abordado por un periodista ante un nuevo aumento del boleto, Frasca expresó un comentario que quedó inmortalizado en la historia de la televisión argentina.
La escena se vio en vivo en Crónica TV y se replicó hasta el hartazgo de Frasca en cuanto programa sintonizaba. La secuencia, durante una mañana fría en la que inspeccionaba los horarios de las unidades, aún lo persigue.
TN lo contactó en varias oportunidades y su respuesta, esbozada por su hijo de Diego, fue siempre fue la misma: “No quiere saber nada. Hace muchos años le ofrecieron una entrevista a cambio de un viaje. Le pagaban todo, pero no fue. No aceptó”.
A Daniel, la fama urbana lo atravesó sin que lo esperara. Pasó de ser un empleado más a responder llamados, sacarse fotos en la calle y escuchar los mismos gritos con diferentes versiones: “¡Eh, atendedor de boludos, sos un genio!”.
Su figura trascendió generaciones y la señal que popularizó su imagen compartió el video en su canal de YouTube, que acumuló más de un millón de vistas y un sinfín de comentarios, resumidos en el sentir de un usuario: “El atiende boludos es el héroe de mi infancia”.
Un amigo de la familia elaboró merchandising que finalmente no salió a la venta (Foto: Diego Frasca).
Padre de dos hijos junto a Susana, se mudó a Lanús en 1982 y se jubiló allí, luego de vivir durante varios años en Capital Federal. “No quiere dar entrevistas porque no le interesa. Está negado con el tema. Se hizo popular, pero es muy tímido. Y el tema quedó en el pasado. A veces me piden que grabe un saludito o algo y no quiere, le da vergüenza”, contó Diego.
Su hijo también explicó por qué su padre tuvo tal reacción el día que fue consultado por el aumento de los pasajes: “El periodista le había ido a hablar antes para hacer la nota y él le dijo que no quería. Antes de que se prendiera la cámara le volvió a aclarar: ‘Mirá que no quiero darte una entrevista, no me preguntes nada’”.
Diego manifestó que su papá fue sorprendido luego de reiterar en varias oportunidades su negativa. “Le dijo que le preguntara a un chofer o a los dueños de los colectivos, ¿pero él qué le iba a decir? El periodista le prendió la cámara igual y lo increpó. Ahí pasó todo lo que se vio”.
“Por eso su malestar y su enojo. Si era por mi viejo se iba a las manos, porque realmente fue muy insistente. Lo persiguió por todo Plaza Constitución, fue muy molesto”, remarcó Diego.
Por qué dejó de ser colectivero y se hizo inspector
“Mi viejo es bastante especial. No es muy familiero, no le gusta mucho juntarse. Sumado a que ahora no se puede mover porque cuando tenía 40 y pico le detectaron una miocardipatía. Es un problema coronario que lo alejó del colectivo: él manejó toda la vida y vivía al volante. Era colectivero, pero después de la enfermedad no pudo volver a manejar y tuvo que reinventarse”, explicó el hijo de Daniel.
Diego precisó que fue allí cuando comenzó a ser inspector: “Hasta que después dejó la línea, fue remisero y manejó una camioneta en un lugar donde trabajaba yo. Vivió toda la vida al volante, pero ya no maneja más. Estuvo mucho tiempo deprimido, con problemas en su peso y ahora prácticamente no camina. No quiere”.
Los problemas de salud lo llevaron a Daniel a permanecer en su casa, casi sin salir. “Hay gente que me habla de mi papá sin saber que soy el hijo. Cuando les digo no lo pueden creer. Lo tienen como alguien muy famoso y me cuentan que son fanáticos de él”.
Junto a su familia, en un momento pensaron en invertir dinero para confeccionar remeras, gorras y todo tipo de merchandising con la imagen de Daniel y su frase célebre. “Al final nunca hicimos nada ni tampoco autorizamos a nadie. Sabemos que en la calle hay remeras, tazas, medias, pero son fanáticos que lo hicieron. No tenemos nada que ver”, sostuvo Diego.
Hace algunos años, en una entrevista con Revista Colectibondi, la esposa de Daniel declaró: “Nos llaman todas las noches. No sabemos si hacer una denuncia o algo, no nos dejan en paz”.
Susana completó: “No soporta a los periodistas, no volvió a dar notas ni las quiere dar. Sabemos que es famoso, pero no quiere saber nada”.