Más de un muchacho argentino pagaría por estar en los zapatos de Iván de Pineda al menos por un día. Pintón, canchero pero no sobrador, en sus épocas de modelo trabajó con las mujeres más lindas y deseadas del planeta. Además del envase, De Pineda es un contenido. Cultísimo, se comunica en cuatro idiomas y es un lector voraz que en seis años leyó 300 libros.
Detrás de ese hombre culto y exitoso hubo un chico tímido al que en la escuela primaria le costaba hacer amigos. Iván nació el 11 de julio de 1977 en Madrid. Su papá era un hombre bohemio de la clase alta española y su mamá era argentina. Vivían en España, pero cuando Iván cumplió siete años el matrimonio se separó; con su mamá y sus dos hermanos volvieron a Buenos Aires.
El cambio fue muy fuerte, Iván pasó de consumir Tigreton y Pantera Rosa, los famosos pastelitos españoles, a descubrir los alfajores de dulce de leche. Dejó el elegante barrio de Salamanca, donde residía en Madrid para instalarse en la elegante Recoleta porteña. Siguió jugando a los autitos pero abandonó su sueño de ser torero.
En el colegio sus compañeros por su acento español lo apodaron el Gallego aunque él les explicaba que era madrileño. Esos “chicos” y no “niños” lo miraban extrañados: mientras ellos se anotaban en fútbol, él asistía a talleres literarios y representaba obras clásicas con marionetas. Buscando la interacción con sus compañeros, se le ocurrió no armar un “fulbito” sino la biblioteca de su clase. Le pidió cinco libros a cada uno y se juntaban a pensar palabras nuevas.
Lector desde los cuatro años parecía que los únicos amigos que le importaban eran los que se escondían en los libros. Pasaba horas leyendo las aventuras que le proponían Salgari, Dickens, Dumas, Sabatini, Conan Doyle, Julio Verne y Mark Twain. El conde de Montecristo lo terminó cinco veces. Su personaje favorito de historietas era El Corto Maltés.
A los 12 años pocos podían imaginar que el Gallego se convertiría en uno de los hombres más deseados. Los rasgos exóticos de su cara apenas se notaban, ocultos detrás de los anteojos de alta graduación, esos que por antiestéticos son conocidos como culo de botella, que lo ayudaban con su gran miopía. En esa época donde la niñez se despedía conoció a Luz Barrantes. Ambos eran alumnos del San Miguel, un colegio privado, mixto, religioso (católico) en el barrio de Recoleta. Ella pertenecía a una familia aristocrática, muy ligada al mundo del polo. Su tío, Héctor Barrantes, era un polista muy conocido que en 1975, se había casado con Susan una mujer inglesa que no dudó en dejar su tierra y su familia por amor. Su hija, Sarah, en 1986 se casaría con el príncipe Andrés y Luz se convertiría en primastra de la duquesa de York. Luz e Iván se hicieron amigos. Compartían salidas y se ayudaban en algunas tareas escolares. A Iván le encantaban las materias humanísticas pero no Matemática, Física y Química. Lo aburrían y alguna vez tuvo que rendirlas en diciembre
A los 16 años una tragedia puso patas arriba la vida de Iván. Su papá falleció de una embolia. En esos días de dolor solo los afectos salvan del naufragio. Y seguramente entre los afectos que estuvieron para sostenerlo se encontraba Luz.
Para esa época su tío Alejandro le hizo una broma: mandó una foto suya a una agencia. Al tiempo lo llamaron para una sesión de fotos y respondió que no. Lo volvieron a convocar y luego de un trabajo de apenas diez minutos cobró 200 pesos, un montón para la época. “Era adolescente, jugaba al rugby, salía con mis amigos y no tenía un peso en el bolsillo. De pronto me vi con semejante cantidad de guita y todo a cambio de una foto pedorra que publicó una revista. Lo que me pagaron equivalía a unas… ¡120 cervezas! Terminé invitando a todos mis amigos a una vuelta de birra. Fue una locura”, recordaría Iván.
Los rasgos no hegemónicos de su cara, su figura lánguida y boca llamativa le abrieron un lugar en el mundo del modelaje. Protagonizó campañas internacionales, trabajó con modelos tops, viajó por el mundo y recibió propuestas para trabajar en televisión. Se convirtió en notero del programa Versus que conducía Tomy Dunster y Valeria Mazza
En 1999 con 22 años, Iván ya sea como entrevistador o entrevistado solía andar por los pasillos de los canales. En una de esas ocasiones se cruzó con una joven de 17 años de belleza salvaje y que pertenecía no a la aristocracia del polo sino del espectáculo: Juana Viale, la nieta de Mirtha Legrand. Sonrisa va, mirada viene, se enamoraron. El romance se transformó en noticia. Todas las revistas querían la foto de la pareja, pero ellos huían a los flashes. Mirtha estaba tan contenta con el novio de su nieta que lo invitó a su programa. Iván compartió mesa con Natalia Oreiro, Guillermo Francella y Emilio Disi, pero no con Juana. Pese a la aprobación de Chiquita el noviazgo no prosperó y después de unos meses rompieron.
Iván siguió viajando, modelando y triunfando. “Vi a Naomí Campbell cambiándose desnuda. Después de eso ya nada me puede llamar la atención” confesaba en la revista Hombre en una entrevista en 2003. En el 2007 participó en la campaña Dior Watches cuyo lema era “Siempre me hago tiempo para una aventura”. La protagonista era Sharon Stone. Las fotos se hicieron en el asiento trasero de un coche y la actriz estuvo todo el día arriba de sus piernas. “Estábamos abrazados. Teníamos una aventura. Fue bárbaro. Cuando se estrenó Bajos instintos yo tenía 15 años. La tuve en la cabeza todo el tiempo”.
En esa vida inquieta y trashumante, Iván encontraba en Luz alguien que no solo entendía su trabajo también lo apoyaba. Entre charla y charla descubrió que eran mucho más que amigos y en el año 2000, un año después de romper con Juana, su amiga se convirtió en su novia.
Comenzaron una relación tan libre como atípica, tan única como inclasificable. Durante casi 20 años fueron pareja pero sin convivir, recién en 2018 decidieron mudarse juntos pero no casarse ni por civil, ni por iglesia, ni por rito espiritual, ni con fiesta grande ni con fiesta íntima.
Fue mientras estaba al aire de Pasapalabra, el programa de entretenimientos que conducía por la pantalla de Telefe cuando en un divertido intercambio con Costa se animó a contar por qué no se casaba con papeles. “Nos vamos a casar un día que cumplamos muchos años para celebrar lo que pasó y no lo que está por venir”, indicó sorprendiendo a los presentes.
No era la primera vez que el conductor hablaba en televisión sobre su no boda. Alguna vez había explicado que sumando a los amigos y familiares de la pareja, la lista de invitados alcanzaría a mil personas. “Teníamos que pagar un montón de plata”, bromeó al aire de Pasapalabra, en otra oportunidad.
En una entrevista con Florencia Peña en el ciclo matutino de Telefe, Iván quiso hacer una salvedad sobre aquellas declaraciones. “¿Es verdad que no quiso casarse porque la fiesta le iba a salir mucho dinero?”, preguntó la conductora de Flor de Equipo en la sección verdadero o falso. De inmediato el conductor negó dicha información y aseguró que sus palabras habían sido sacadas de contexto: “Pasa que invitaría a todos los que me invitaron a su casamiento y también tengo muchos amigos”, explicó y dijo lo mismo que había asegurado en Pasapalabra: “Estamos pensando en festejar por los años que pasaron y no por los que se vienen, que nunca sabés”.
Sobre su vínculo tan fuerte como particular alguna vez el conductor explicó: “El compromiso ya está asumido y tomado. Cada una de las decisiones que se toman son importantes para nosotros. Está buenísimo. Yo me tomo las cosas con responsabilidad. Hemos generado un tipo de relación bastante especial, que quizás muchos no entienden, pero bueno... Cuando uno ha basado la relación en la distancia, las cosas no son iguales”.
“No me casé todavía. Hace casi 22 años que estoy en pareja, más del 50 por ciento de mi vida. Después de una vida tan ecléctica, con tantos viajes, es muy importante tener cotidianidad y sobre todo encontrar a una persona que me haya acompañado de una tan buena e increíble manera durante tantos años. Había veces que no nos veíamos durante 40 días, así que la pandemia nos permitió estar juntos todo el tiempo que no pudimos antes”, cerró su reflexión.
Hace dos años, Iván fue distinguido con un premio Konex como conductor de la década. Premio en mano le agradeció a las personas con las que le tocó trabajar. Luego le dedicó unas palabras a su familia: “Quiero agradecer a mi madre, faro y luz incandescente que me ha guiado toda mi vida, a mis hermanos, mi familia, a mis amigos”. Y para el final su agradecimiento fue para Luz: “Quiero compartir esto con la persona que me ha acompañado en este derrotero increíble que es la vida, por más de dos décadas, y que está aquí conmigo” y cerró con una frase tan sincera como romántica: “Si tuviera que describir a esta persona en poca palabras diría ‘Pochi, sos todo’”. Ella solo lo miraba y sonreía con esa sonrisa que detentan los que cada día se despiertan con la gloriosa dicha de amar y que los amen.