El domingo se cumple un nuevo aniversario, el 23º, de una de las páginas policiales más tristes de la historia de la ciudad. María Victoria Chiaradía y Horacio Iglesia Braun, una joven pareja que se disponía a disfrutar de un fin de semana como cualquier otro y de manera intempestiva eran víctimas del peor de los desenlaces.
Roberto es el papá de Vicky y visitó esta mañana los estudios de LA BRÚJULA 24. Con su vida en pausa desde aquel episodio, mantiene su entereza para seguir adelante: “Era mi única hija, tenía 19 años, vivía en nuestra casa y llevaba una vida normal. Cursaba su último año del Profesorado de Inglés en el Juan XXIII, con un futuro promisorio”.
“Ese sábado había coordinado para ir al cine del Shopping de Walmart con su novio en el auto del padre de él. Serían las diez de la noche, cenó en casa como siempre, nos saludó como siempre con un ‘hasta luego’ y nunca más la vimos”, expresó, en otro segmento de la entrevista radial.
Como parte de la crónica de lo acontecido, rememoró: “Nos fuimos a dormir y a las 5 de la mañana sonó el teléfono, atendió mi suegra y del otro lado de la línea estaba Vicky. Nos dijo que el vehículo había tenido un desperfecto en una cubierta y que estaban esperando que llegue el auxilio”.
“En realidad la estaban forzando a hablar desde Tornquist. Minutos después de las 7, como no venía, nos comunicamos con la familia Iglesia y radicamos la denuncia. Ellos también sabían del tema porque mi hija también los había llamado”, explicó Chiaradía, en su charla con el periodista Germán Sasso.
La pesadilla estaba recién comenzando: “Fuimos a la comisaría Segunda y comenzó la búsqueda porque los chicos no aparecían. Aparentemente los levantaron en el mismo estacionamiento del Walmart, nunca supe si llegaron a ingresar a la sala para ver la película”.
“Las primeras novedades llegaron pasada una semana de la desaparición. Apareció el auto abandonado en la rotonda de San Eloy, cerca de Coronel Suárez. En ese momento pensamos lo peor, no había forma de frenar esa idea y un campesino de la zona se comunicó con la Policía y dijo que había visto los dos cuerpos en un monte”, sostuvo, con total entereza.
Y sumó: “Nos llamó la doctora Lorenzo para comunicarnos esta novedad. Con mi esposa fuimos al lugar, es algo irreproducible, esa sensación de ver lo que vimos. Nosotros no queríamos observar eso. A partir de ahí comenzó una lucha sin cuartel hasta los juicios y condenas a todos los responsables”.
“No había indicios de que esto tuviera que ver con los chicos, había una pequeña incertidumbre respecto de la actividad del padre de Horacio y una presunta venganza, que fue desestimada por el fiscal D´Empaire. El móvil principal era el robo del auto, una banda delictiva que se dedicaba a eso”, analizó, en otro segmento de su testimonio radial.
Abonando esa teoría, enfatizó: “Uno de los que levantó a los chicos era una persona que vivía en el Gran Buenos Aires, otro en 9 de Julio y otro en Coronel Suárez. La organización tenía connivencia con factores de poder. La Fiscalía nos adelantó que iban a ir primero por los que robaron el auto.”
“Los detuvieron, en la casa de uno de ellos en La Matanza encontraron la bufanda de mi hijo. Ese hombre de apellido Corona vendía autopartes y el taller chapista de Goyeneche era destinado exclusivamente al ponchado de vehículos”, agregó.
La presunción de Roberto
Respecto de los instantes previos a que los chicos reciban los disparos letales, contó: “Hay una hipótesis que es la que más abono y es que cuando llevan a los chicos a Tornquist, iba otro auto con delincuentes y cerca de la localidad de Dufaur, paran en la banquina y los iban a dejar a ellos allí, llevándose solo el vehículo”.
“Del auto que estaba atrás, baja una persona. Horacio lo identifica y le dice: ‘¡Hola! Menos mal que viniste, te mandó mi viejo’. Eso está en el expediente. Esa persona de civil era un policía muy conocido de la familia. Ese fue el giro que los puso nuevamente en el Corsa y los llevaron al monte donde pasó lo que todos sabemos”, aseguró.
Inmediatamente aclaró que “nunca se supo quién era ese policía. La Fiscalía me dijo que iban a ir también por el autor material. Ahí cayó el “Lagarto” Rabainera, que nunca habló y fue condenado a perpetua, muriendo con arresto domiciliario. Luego le pedí a D´Empaire que fuera por los policías encubridores, que eran muchos”.
“Sabía que en toda la región había uniformados que habían encubierto, incluso en la Caminera de Tornquist. Acá en Bahía Blanca había una mafia que se dedicaba a enfriar autos y tenía relación con la fuerza”, se lamentó el papá de María Victoria.
Además, no dudó en considerar que “si Horacio no hubiese reconocido a este policía, mi hija estaría en mi casa. Los habrían dejado en la ruta. Tuve que ir a la morgue a reconocerla, eso fue muy impresionante. Fueron siglos, pero ese momento no habrá durado más de cinco minutos. Mi esposa no fue”.
El dolor no cesa
Al tratar de imaginar a su hija en la actualidad, Roberto Chiaradía contó: “Ella tenía un futuro impresionante porque quería hacer la carrera de Diplomacia. Tengo un primo hermano que es diplomático, estuvo en varias embajadas y me dijo una vez que cuando necesitara que cuando mi hija terminara el curso la iba a ayudar. Estaba a pocos meses de iniciar ese camino”.
“Seguimos respirando, pero no viviendo, no tenemos proyectos. Sentimos los días pasar. Una Navidad es como un día normal, donde en mi casa somos mi esposa, mi suegra y yo. Hace 23 años que vamos todos los días al cementerio. No faltamos nunca. Mi esposa me está esperando para ir antes del mediodía”, expresó.
Paralelamente aseguró: “Al principio era desgarrador ir, estábamos hasta tres horas. Son 15 minutos, regamos las plantas y flores y enfrente de la casita, como le decimos nosotros, donde están ellos había un montón de escombros. Le pedí al intendente de ese momento (Linares) hacer una placita en memoria de los chicos. El Concejo Deliberante nos otorgó esa esquina”.
“Si Mirta o yo no podemos ir un día, va el otro. Era nuestra única hija y la manera de sanar nuestras mentes es estar un ratito junto a ellos. No rezamos, solo barremos el lugar. Y si vas a mi casa te vas a encontrar fotografías de ella colgadas de las paredes”, infirió.
Con la voz entrecortada, describió: “Hoy mi hija tendría 43 años, quizás estaría trabajando en Japón o en Bahía haciendo una vida normal como hace cualquier hijo con sus padres. La sueño, me conformo con eso, puedo contarte que aprendí a leer música antes de leer en la escuela”.
“Soy profesor de guitarra y ella quería que yo le enseñe. Tocábamos juntos en casa, pero mi instrumento que me vendió Panelli la tengo en un rincón de mi dormitorio. Cuando la agarro me vuelve a la memoria lo que hacía con Vicky. Quería que le enseñara temas de Luis Miguel. La anécdota no viene al caso, pero describe el feeling que teníamos”.
“Mi esposa tenía un vínculo especial con nuestra hija. La pediatra que la había atendido de chica nos manda mensajes a diario. La gente nos para por la calle y nos recuerda el caso. Los escucho y les digo gracias. Nunca nadie se atrevió a hablar mal de los chicos”, señaló Chiaradía, ante el respetuoso silencio en el estudio de la emisora.
Con una notable entereza, advirtió: “Hubieron muchas cosas que uno no quisiera decir, pero todo pasa porque debe pasar y seguimos la vida como podemos, sin pensar a futuro. Tengo una carrera universitaria y una profesión que me permitió tener mi trabajo actual. Mirta es docente jubilada y hubiese querido tener a Vicky al lado”.
“Tengo recuerdos de periodistas: José Román Cachero me hablaba por teléfono para hablar conmigo y no tocábamos temas de la causa. Charlábamos de fútbol y eso significaba mucho para mi. Lo mismo hacía Ricardo Erbetta y se lo agradezco. Siempre fui un agradecido de los medios”, destacó.
Todos los días son un calvario: “Con mi esposa nos contenemos mutuamente para seguir adelante. Estas fechas son muy duras y los primeros años recuerdo que se llenaba el cementerio cada 27 de agosto. Actualmente acuden amigos y parientes”.
“El jefe de la Policía me dijo que no podían involucrarse con los desarmaderos”
Al epílogo, volvió sobre el episodio que les cambió la vida para siempre: “Fue una causa emblemática, con marchas multitudinarias. Todo lo que ocurrió es para escribir un libro. Duele pensar en si los chicos habrán sufrido antes de morir es algo que solíamos hablar mucho”.
“Hay un momento en el transcurso de la investigación que fue cuando encontraron efectos de los chicos, la doctora Lorenzo nos llamó. Fuimos de madrugada. Nos sentamos en el piso y ella no sabía cómo sacar las cosas de una caja para que las veamos”, recordó Roberto Chiaradía.
Por último, reiteró: “Era una organización delictiva. En un momento fui a hablar con el jefe de la Policía en La Plata. Me hizo pasar a un despacho, con una mesa grande. Le sugerí que tenían que meterse más en el tema de los desarmaderos y me dijo que ellos no podían involucrarse en esos lugares. Eso me quedó grabado para siempre”.