Las confesiones de Malena que sacuden al massismo y el dólar que estremece a Cristina Kirchner

Cómo se vive la campaña del ministro, las críticas de su estratega catalán y el silencio de la vicepresidenta. La decisión trascendente que evalúa Macri.
Sergio Massa junto a Malena Galmarini en la Cámara de Diputados.
Sergio Massa junto a Malena Galmarini en la Cámara de Diputados.

El boca a boca nunca falla. Puede pasar con un libro que parecía condenado a la góndola de saldos, con una película que se pretendía de culto o con un bar recóndito que de pronto se pone de moda. Y puede darse, también, en el particular mercado financiero argentino. Un conocido broker de la city acaba de confirmar la regla. Hace un año abría online no más de 200 cuentas por mes a nombre de ahorristas que querían comprar dólar MEP. En julio de este año el número creció a 2.000 por jornada y en lo que va de los primeros días de agosto acaba de atravesar la barrera de las 3.000 cuentas diarias. Sus clientes son personas de recursos medios, o incluso bajos, muchas de ellas monotributistas, que hace un tiempo, tal vez, ni siquiera sabían de qué se trataba el llamado dólar bolsa y que ahora irrumpen en el mercado con una maniobra ágil, legal, que no prevé límites en la cantidad de compra y que se encuentra a solo un click de distancia.

El broker viene registrando que muchas veces las operaciones son muy pequeñas, pero permiten descubrir hasta qué punto el dólar marginal incide en la vida cotidiana, no tanto por el volumen que mueve, sino por el impacto simbólico y el posterior traslado a los precios. En algunos casos, las compras son de apenas 100 dólares. Las hacen ciudadanos que por lo general no tienen capacidad de ahorro, pero que compran lo que pueden, que acreditan esos dólares en su cuenta bancaria y que, a las 24 horas, los pueden ir a retirar al banco y venderlos en el mercado blue. O especular con una suba.

El dólar MEP cerró el viernes a 515 pesos para los que querían comprar y a 565 pesos para los que querían venderlos en el mercado informal. Quiere decir que, en una operación mínima de 100 dólares, los compradores lograban convertir los 51.500 pesos iniciales en 56.500, saltando, simplemente, de una ventanilla a la otra. La operación está prohibida por la reglamentación del Banco Central, aunque son pocos los que reparan en ese detalle. Tampoco son legales las cuevas y las hay por toda la ciudad con arbolitos que gritan “cambio, cambio” a plena luz del día.

El operativo se ha ido sofisticando. Como las restricciones para la compra de dólares son cada vez mayores y este tipo de operaciones permiten acreditarse en cuenta una sola vez al mes, se detectó que varios integrantes de una familia se turnan y hacen un pasamanos de dólares a pesos. Luego, vuelven a convertir esos pesos en dólares y repiten el mecanismo. Hay casos de familias que lo hacen hasta cinco veces en un mes. Se lo toman como un trabajo adicional.

La fiebre por el dólar y la preocupación porque en los próximos meses vuelva a registrarse una ola alcista en la inflación que deje chiquito el 6% registrado en junio provocaron un nuevo pico de tensión. El cimbronazo sacudió al Gobierno y al equipo de Sergio Massa. A solo ocho días de las primarias, la moneda extranjera cerró a $ 574. Cuando asumió Alberto Fernández estaba en $ 69, cuando se fue Martín Guzmán tocaba los $ 239 y en la tarde que asumió Massa se estacionó en $ 291. Massa podría llegar al próximo domingo con un dólar que cueste el doble del que heredó.

La disparada coincide con el tramo final de la campaña, cuando los ciudadanos comienzan a poner la cabeza, por fin y sin demasiado entusiasmo, en el proceso electoral. Era un fantasma que Cristina y sus discípulos tenían y que acecha cada mañana cuando abren los mercados: que la crisis cambiaria se mantenga y hasta se espiralice antes de asistir a las urnas. Por eso, entre otras cosas, había resistencia a la postulación del ministro. Se verá en siete días si Massa podrá contradecir su propia visión, de que eran incompatibles las funciones de ministro de Economía y candidato.

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Por lo pronto, Cristina se corrió de la escena electoral con un silencio atronador, pese al pedido de una participación activa que le formuló hasta su propio hijo, Máximo. La última vez que se mostró con Massa en un acto fue el 9 de julio. Luego hubo otra foto, el 17 de julio, y no se vieron más en público. Las promesas de caminar el Conurbano con él quedaron en la nada. “Si nos va mal, ya sabemos quién será el culpable”, dicen mitad en broma y mitad en serio quienes trabajan con la vicepresidenta.

El silencio da lugar a muchas especulaciones. ¿Hasta qué nivel apoya a Massa? ¿Será que teme un resultado adverso? ¿Estará en el cierre de campaña?¿Será la oradora estelar, como lo hizo en 2019 con Alberto Fernández? ¿Por qué Juan Grabois se dio el gusto de declarar que Cristina lo votará a él y ningún cristinista dijo nada?

Hasta Axel Kicillof pareció tomar distancia. En una entrevista en TN con Luciana Geuna y María Eugenia Duffard le preguntaron a quién votaría en la interna. El gobernador balbuceó y respondió: “Es complicado porque ambos me pidieron a mí y yo expresé mi voluntad de llevar sus boletas. En este lugar en el que estoy no tiene sentido que lo diga. Me parece que Massa va a ser el próximo presidente, pero lo veo a Juan trabajando muy bien y ambos dicen que van a apoyar la unidad”.

Cristina elude en público a Massa, pero habla con él de modo cotidiano. La semana que pasó no hubo un día sin que ambos intercambiaran pareceres sobre la alteración del mercado. Cristina suele decir que Néstor Kirchner tenía razón cuando se obsesionaba con la cotización que mostraban las pizarras del dólar. El ex presidente asociaba siempre la suba de la moneda norteamericana a la intranquilidad de los ciudadanos. Cristina teme por estas horas que el blue trepe a un nuevo escalón psicológico, el de los 600 pesos. El contado con liquidación, que es el que usan las empresas para operar, cerró el viernes a $ 585.

Massa sacó varios conejos de la galera para cumplir con los compromisos de deuda. El último fue un crédito de Qatar, que en privado celebró con dardos hacia los economistas de la oposición. La olla se raspa a más no poder. Pero hay algo que no se detiene: la pérdida de reservas y el estrangulamiento de las importaciones.

El 14 de agosto será un día clave. Massa, como contó Clarín, prepara un plan de contingencia para el día después de las elecciones. Podría resultar muy largo el período que va de las primarias a las generales del 22 de octubre. A las penurias por la escasez de reservas se suman controversias por la campaña. Errores no forzados.

“La que nos faltaba: habló Malena”. El mensaje, así de cortito, significativo y mordaz entró en el celular de uno de los dirigentes más importantes del Frente Renovador. El dirigente, también funcionario, estaba en una recorrida por el Conurbano. Cuando le avisaron, la titular de Aysa todavía estaba en los estudios de Radio 10. Dicen que hasta el asesor catalán, Antoni Gutiérrez- Rubí, que suele expresarse en tono bajo, pausado y excesivamente cuidadoso, esta vez también criticó a la esposa del candidato. “Una cosa es que no podamos parar el dólar, otra que no podamos controlar a Malena”, dijeron en el equipo de campaña que él comanda.

Galmarini había hecho dos confesiones. La primera: que desde Aysa se destinaron “un poco más de recursos” a Tigre que a otros municipios para que haya agua y cloacas porque en ese localidad está su corazón. Le faltó decir: su corazón y su candidatura a intendenta. La segunda confesión, para quienes monitorean el humor de los kirchneristas puros, podría ser peor: dijo que votar a Grabois es como “tirar el voto”. Malena subió al ring al rival de Massa, que corre muy de atrás en las encuestas. Lo contrario a lo que aconsejan estrategas como Gutiérrez-Rubí, que proclaman discutir con el que está ganando una elección. Nunca con el que está abajo.

La precandidata a intendenta de Tigre dijo que su gestión de AySA va a dejar el 100% de aguas y cloacas en su propio municipio.

“Nos ayuda que en la oposición son un desastre. Si no, estaríamos perdidos”, confía un integrante del staff massista que no se anima a pronosticar un resultado. El dirigente pasó varios días seguidos de campaña con Massa en el interior. Y dice: “Realidad mata campaña, pero Sergio no te afloja nunca. Es un animal. Habrá que contar los votos y ver cómo seguimos hasta las generales”.

 

En Juntos por el Cambio se mantienen las fricciones, pero al menos lograron acordar un mismo búnker para esperar el resultado pensando en el día después de las PASO. Horacio Rodríguez Larreta consiguió una buena postal: todos los que alguna vez fueron o coquetearon con una candidatura presidencial apuestan por él, desde Gerardo Morales, su vice, hasta Miguel Pichetto, José Luis Espert, Elisa Carrió y Facundo Manes. La última fue su amiga, María Eugenia Vidal.

 

Patricia Bullrich recibió el apoyo de Ernesto Sanz y se quedó con el guiño de Mauricio Macri. No es menor. El ex presidente es el que concentra al votante duro del PRO. Pero Macri no sabe si hará explícito ese respaldo. Recibe presiones contrapuestas. Una de ellas parte de empresarios que hablan con él y aborrecen al kirchnerismo: “Vos tenés que pensar en el 14, no en la interna”, le dicen. “¿Qué vas a hacer?”, le preguntó alguien que quiere que salga a apoyar a Bullrich. Macri no le dijo ni sí ni no. Pidió el fin de semana para pensarlo mejor. Y consultarlo con la almohada.

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