Los números de Sergio Massa durante el año de su mandato como ministro de Economía reflejan tanto los problemas que heredó del gobierno anterior como los de su antecesor en el cargo, Martín Guzman -más allá del breve paso de Silvina Batakis, y aquellos que surgieron durante su gestión.
No hay duda que el principal problema en materia económica fue la inflación. Y la cotización del dólar junto al volumen de reservas del Banco Central fueron claves en la disminuida capacidad de fuego para controlarla, en un contexto de fuerte necesidad de divisas para el sostenimiento de la actividad económica y para el pago de obligaciones en dólares, fundamentalmente con el FMI.
Las tensiones en el mercado cambiario fueron una constante durante todo ese año y la renuncia de Guzmán tuvo mucho que ver con la imposibilidad de domar al billete verde, además de la abierta crítica de la vicepresidenta Cristina Kirchner y del kirchnerismo en general sobre la forma de manejar la gestión y al acuerdo con el fondo.
Las expectativas del gobierno al presentar el presupuesto 2022 en diciembre del 2021, pasaban por un techo en la cotización del dólar oficial de $131 para todo el año. Sin embargo, esa cifra ya habría sido alcanzada al momento del cambio de ministro.
Por ese entonces, uno de los principales desafíos del gobierno era lograr que el campo liquide sus exportaciones. La presión, como siempre, estaba puesta sobre el tipo de cambio que disminuyera la incidencia de las retenciones. Se hablaba en julio de 2022 de cerca de US$14.000 millones en silobolsas sin liquidar.
Las internas en el kirchnerismo, una piedra en el zapato para Sergio Massa
Esto incidió directamente en la acumulación de reservas del Banco Central y en su capacidad de fuego para controlar el precio del dólar y evitar corridas cambiarias. La primera, una cuestión central que formó parte del acuerdo que el ministro Guzmán había firmado en marzo de ese año con el FMI, la segunda un elemento desaconsejado por el mismo organismo, pero imprescindible en el contexto de la política económica implementada desde el Poder Ejecutivo.
Así, luego del repunte de los fondos llegados luego del acuerdo con el FMI en el mes de marzo, las reservas del BCRA comenzaron a bajar de manera sostenida y pasaron de US$43.000 millones en marzo a US$38.000 millones a principios de agosto.
Además, la política expansiva del Gobierno hizo que la economía creciera a un ritmo acelerado esa primera mitad del año con tasas que rondaron el 6% mensual y que culminó con un 5,5% anual, producto de la liberación de las restricciones de la pandemia. Esto provocó una acelerada demanda de insumos y productos importados que no fue correspondido con el ingreso de divisas del campo.
La primera parte de la gestión: paleativos exitosos
En este contexto asumió Sergio Massa su rol como Ministro de Economía. El 3 de agosto de 2022 el dólar blue coqueteaba con los $300 pesos, aunque si llegar a atravesar el umbral y por varias semanas se mantuvo en el orden de los $270 - $280 y mantenía una brecha con el oficial de alrededor del 100%, que cotizaba en $140.
Como carnada para convencer a los sojeros que mantenían sus porotos en silobolsas, el 5 de septiembre Massa lanzó la primera versión del Programa de Incremento Exportador (PIE, también llamado dólar soja o dólar agro) con un dólar diferencial a $200. Para esa fecha el blue estaba a $285 y el oficial en $146.
La estrategia logró recaudar, en el total de los tres meses que duró, US$7.580 millones, lo que se sumó a la firma de la segunda revisión del acuerdo con el FMI que aportó más dólares, lo que generó un pico de US$40.123 millones para el 11 de octubre. Para ese momento, el dólar blue se mantenía estable y cotizaba a $277.
No obstante, para mediados de noviembre el dólar blue ya había superado la barrera psicológica de los $300 de la mano del fin del dólar soja I. El resultado fue el anuncio del dólar soja II para el 25 de noviembre que, junto a la tercera revisión del acuerdo con el FMI del 21 de diciembre, permitió un nuevo repunte de las reservas hasta los US$44.838 millones, el pico máximo de la gestión Massa.
Finalizados esos primeros cinco meses de gestión el dólar blue había pasado de $270 a $346 y el oficial de $140 a $184, con una devaluación del 30% aproximadamente en ambos casos, apenas por debajo de la línea de la inflación de esos cinco meses que acumuló un 33%.
La bomba de la sequía
A partir de ese momento, sequía de por medio, la sangría de dólares se intensificó. La causa: el doble efecto de la escasez de ingresos por derrumbe de las importaciones y una demanda de divisas redoblada por el brusco salto del dólar informal del mes de abril que pasó de $300 a $400 en pocos días y disparó los índices de inflación a niveles más altos aún.
Entonces, la tercera revisión del acuerdo con el FMI del 30 de marzo y la implementación del nuevo dólar soja el 8 de abril resultaron insuficientes para detener la sangría de moneda dura de las arcas oficiales. Lo que siguió fue una larga negociación con el FMI y la activación de swap de monedas acordado con gobierno de China que trajo algo de alivio, permitió afrontar pagos de deuda y liberar algún cupo de importaciones.
Aún así, el ministro llegó a agosto de 2023 con un fondeo de algo más US$ 25.000 millones, que tocó el piso de US$ 24.000 millones luego de abonar el tramo del préstamo al FMI con parte del swap chino el pasado 31 de julio.
Recién luego del anunció del nuevo acuerdo con el FMI y la implemetación del nuevo "dólar maíz", con el aporte de algo más de US$ 1300 millones, las cuentas vieron un pequeño repunte.
En este tiempo, de la misma manera, el dólar informal continuó con su senda alcista y pasó de esos $400 de abril a los actuales $550. La divisa oficial, en tanto, no sólo acompañó esta evolución sino que mantuvo la brecha. El último 2 de agosto cotizó a $288 y quedó a una distancia cercana al 90% del blue, como en casi todo el período. La devaluación en el año se acercó al 60% para los todos los casos, con variaciones en los distintas versiones de dólar, en función de las restricciones planteadas por el Estado. La depreciación se mantuvo en la misma línea que la inflación general que ronda en estos siete meses también en un 60%.
Un punto a resaltar en este cómputo, lo que más preocupa al equipo económico, es que las reservas del Banco Central se encuentran en un nivel extremadamente bajo al tocar el menor volumen de los últimos 17 años. Pero, además, tiene un componente aún más preocupante: las reservas netas, es decir, aquellas que no corresponden a encajes bancarios, tienen un rojo que ronda los US$ 10.000 millones.
Recomponer las reservas no sólo son una exigencia del FMI, sino una necesidad del gobierno para mantener las variables macroeconómicas bajo control. Sin poder de fuego, en este contexto de política económica, el dólar seguirá su camino alcista. Habrá que ver si los dólares que ingresen del nuevo acuerdo con el FMI, en pleno periodo electoral, alcanzarán para lograr el objetivo de llenar las arcas del Estado para parar el dólar y con él poner el pie en el freno para la inflación.