Este país no es normal: Cristina Kirchner no tiene casa ni auto
Las declaraciones juradas de los funcionarios son una simulación formal de realidades muy diferentes. Por Héctor Gambini
La Argentina está dura. Cristina Fernández de Kirchner acaba de declarar bajo juramento un patrimonio total de poco más de 200.000 dólares al blue. El equivalente a un tres ambientes en Caballito con balcón, vista al Parque Rivadavia y cerca del subte A, pero sin cochera.
Es todo lo que tiene Cristina pero sólo en dinero, sin propiedades ni vehículos.
Cristina no tiene casa.
Cristina no tiene auto.
Es un capital magro para una abogada exitosa, vicepresidenta de la Nación, dos veces Presidenta, diputada y senadora nacional por dos provincias diferentes y condenada a seis años de prisión por corrupción con la obra pública de Santa Cruz a cuyo socio destinatario, Lázaro Báez, la justicia le ha comprobado más de 1.400 bienes entre terrenos, casas, departamentos, cocheras, hoteles, empresas, estancias, locales comerciales, estaciones de servicio, galpones, edificios, aviones, autos, camionetas y maquinaria vial.
Todo eso, distribuido en 7 provincias.
Demasiado para uno. Nada para otra.
Cuando fundó Austral Construcciones -unos días antes de que Néstor Kirchner asumiera su presidencia-, Báez tenía una única casa modesta en Río Gallegos.
También le había ido mejor que a su jefa al secretario privado de Cristina, Fabián Gutiérrez, luego ferozmente asesinado en El Calafate.
Gutiérrez había empezado como secretario de Néstor y luego fue inseparable de Cristina.
En la causa de los cuadernos declaró como arrepentido y vinculó a Cristina a un esquema de recaudación ilegal.
Gutiérrez había comenzado con un auto viejo y cuando lo asesinaron era dueño de 36 inmuebles, 35 autos (un Audi, dos Land Rover, ocho BMW, tres Porsche y una Hummer, entre otros) más tres embarcaciones.
Todo comprado entre 2008 y 2018.
Cristina ha donado todo a sus hijos, aunque sólo su departamento de Juncal y Uruguay tiene un valor de mercado de al menos el triple de lo que ella declaró como patrimonio personal.
Tampoco está a su nombre.
Declarando bienes por menos de un tercio del departamento en el que vive, si le reclamasen una deuda de ABL o de expensas abultada, Cristina podría declararse insolvente.
Igual, a no preocuparse. Aunque no tiene casa, podría alquilar sin problemas aún cuando los precios se disparen por la falta de oferta ante el tembladeral de lo imprevisto que es la política económica argentina.
Tiene un plazo fijo de 55 millones de pesos que le rinden algo más de cuatro millones por mes, más otros ocho millones de la doble pensión que le reconoció la ANSeS.
Un alquiler de 10.000 dólares puede pagar, aunque habría que ver las expensas.
¿La luz y el gas le llegarán con subsidios?
Máximo, en cambio, recibió las inyecciones financieras de su madre y declaró diez veces más que ella, siempre expresado en pesos, aunque esto es relativo porque Máximo sí ahorra en dólares billetes.
Tampoco la pavada: una cosa es la tribuna antimperialista y otra el bolsillo propio.
Cuestiones -estrategias- de familia: Cristina no tiene ni una propiedad y Máximo, 27.
En 24 de esos inmuebles comparte la mitad con su hermana Florencia. En otro tiene sólo el 25 por ciento. Pero le rinden muy bien las dos propiedades a su nombre que le pertenecen en un cien por ciento.
Una es un terreno en El Calafate valuado en poco menos de 34 millones de pesos. Al blue, unos 60.000 dólares.
Pero el terreno tiene 35.000 metros cuadrados (tres manzanas y media de extensión). Un dólar con setenta el metro cuadrado en un paraíso turístico.
No es su culpa sino de la valuación fiscal. Pero eso, multiplicado por 27 propiedades, ofrece un mapa engañoso de su verdadera fortuna, que se supone que es lo que la Oficina Anticorrupción debe controlar.
Así, las declaraciones juradas anuales son sólo una simulación formal de realidades muy diferentes.
La casa de Máximo de 332 metros cuadrados en Rio Gallegos fue valuada en poco más de 7 millones de pesos. 12.500 dólares. Otra ganga.
Aunque la declaración jurada fue presentada hace cuatro días, el dólar oficial está tomado a 177 pesos, que es lo que costaba en diciembre.
Eso cambia bastante la percepción sobre sus ahorros en dólares.
Máximo tiene dos cajas de ahorro en esa moneda. Una con un saldo de 516.072 dólares y la otra con 2.332.000.
Esos casi 3 millones de dólares cash son, en la realidad actual del blue, casi 1.600 millones de pesos.
En los papeles de la Oficina Anticorrupción, “sólo” 500 millones.
Entre esos billetes no hay ninguno de los 5 millones de dólares en efectivo que un juez encontró en una caja de seguridad de Florencia Kirchner, en 2017.
Ese monto sigue secuestrado por la justicia y está atado a la causa Hotesur, que ahora está revisando la Cámara de Casación.
Si allí da una mano la jueza Figueroa -que este mes cumple 75 años y a quien el kirchnerismo insiste con mantener en su cargo- y a Cristina la absuelven, el dinero secuestrado podrá volver a las arcas de la familia.
Un fallo que puede traer 5 millones de dólares es un fallo que hay que cuidar con jueces amigos.
No todas las sentencias son por el honor.
Cristina declaró 1,8 millones en “bienes del hogar”, y Máximo 10 veces más, pero con 18 casas y departamentos (el resto de sus propiedades son terrenos y locales).
Conclusión: aunque no tiene casa propia, Cristina gasta más en decoración de interiores.
Mientras se conocían las declaraciones juradas de los Kirchner, Unión por la Patria presentaba su nuevo spot de campaña, con la idea de tratar de convertir una debilidad en fortaleza.
Respondiendo a Patricia Bullrich, que dice “no estamos viviendo en un país normal”, el aviso le da la razón.
Y trabaja sobre la idea de que no somos normales por la cantidad de figuras que le dimos al mundo. Gardel, el Papa, Maradona y, por supuesto..., Messi.
Messi llega así no sólo al consagratorio final de su carrera que las redes nos acercan minuto a minuto desde Miami, sino al spot de Massa Presidente, que termina con el propio ministro de Economía y Cristina Kirchner sentados en las butacas de piloto y copiloto -ella sonríe con más ganas que él- de una cabina de avión que tampoco es normal.
Como en tantas cuestiones de la política argentina, apenas se trata de un simulador.