Ubicación, noroeste de Santa Cruz, donde el viento forma una melodía desencadenada con origen en los confines del tiempo. Es la Patagonia poco visitada, la de la meseta, los cañadones y los bañados. La de una cercanía lejana con las postales instaladas en el imaginario. La de la migración de los guanacos y los escondrijos del puma.
Un sitio que habilita conversaciones con culturas antiguas, cuya sombra –al decir de Atahualpa Yupanqui– es "centinela de la noche de América". Aquí, el sol sacude los colores, pero la nocturnidad les otorga una belleza arcana, sutil, desafiante.
De la sinergia entre los glaciares y las nieves eternas del Macizo Zeballos que asoman en el horizonte, el formidable cerro amarillo, el agua en sus variadas manifestaciones, las joyas arqueológicas, la estepa, las rocas, los conos volcánicos y el cielo emerge una sola certeza: en este punto austral de la Argentina, lo único persistente es el cambio.
En torno a la meseta del lago Buenos Aires, el Parque Nacional Patagonia ofrece un ecosistema único, con atractivos históricos y paleontológicos. Hogar, entre tantas especies, del emblemático macá tobiano –endémico de la provincia–, el área alojó, en diferentes períodos, a múltiples culturas prehispánicas que se manifestaron a través de dibujos y petroglifos que perduran hasta hoy.
A sus plantas (jamás) rendido un león
El parque tiene tres accesos: el Portal Cañadón Pinturas, el Portal La Ascensión y el Portal El Sauco. Todos cuentan con circuitos, campings, baños y, en temporada alta, opción de hostería. Las fuertes ráfagas son parte del carácter del lugar y brindan el presentimiento de conocer el principio del fin del mundo. Se trata de un destino ineludible para los amantes de la naturaleza, el senderismo y el avistaje de fauna silvestre.
Facundo Nahuel Epul, sangre mapuche, es un experto en encontrar animales que habitan la estepa. En especial, al siempre escurridizo puma, aquella pieza fundamental del ecosistema, que contribuye a regular al resto de las poblaciones. Conoce sus olores, sus hábitos, sus pisadas. Desde el pueblo Perito Moreno, ofrece excursiones guiadas por el Portal Cañadón Pinturas, equipado con sus binoculares, su cámara y un mate infaltable para capear el frío.
"Desde chico tenía al puma, al 'lion', como le decimos acá, en la cabeza. Me crie en el campo, donde es protagonista de todas las charlas. Después lo empecé a conocer desde otro lado, a aprender. Hay un miedo, un odio hacia el animal por parte del estanciero. Sobre todo, del que reside fuera del país. Mi papá trabajaba para uno y lo acompañé en rondas de caza", cuenta.
Nunca disparó, pero comprende los temores de los productores y los trabajadores. Para él, se trata de buscar alternativas y educar. Comenta que los perros cimarrones son mucho más peligrosos para el ganado bovino que el gran felino; y que un perro ovejero bien entrenado puede salvar a los rebaños, sin necesidad de acudir al plomo.
El Consejo Agrario de Santa Cruz llegó a entregar dinero a cambio del cuero del puma: pagaba por matar. La Dirección General de Fauna de este organismo publicó la resolución para la temporada de caza deportiva del 2023. Esta permite la baja de un zorro colorado y un puma por semana; un zorro gris por quincena; y dos guanacos por día. Las áreas protegidas y especies no especificadas por el artículo, las personas no registradas o con armas sin regulación quedan por fuera de la norma.
Hace no mucho, en el mismo lugar donde ahora se encuentra a salvo, la vieja estancia "Los Toldos" exhibía dos cadáveres de puma en su entrada. No resulta raro que el animal, acostumbrado a más de cien años de persecución, se inquiete ante la presencia humana. Su adaptación lo salvó de la extinción.
El trabajo de Facundo parte del respeto y la distancia prudencial. Acompañó a Clarín en su "búsqueda del tesoro". Durante los dos días previos, había recorrido un total de 18 kilómetros, entre el chacay, calafates y coirones, sin encontrar uno. Pero, al toparse con un guanaco muerto, supo que había una posibilidad de que los predadores se dirigieran hacia allí. Tuvo razón. Primero apareció uno. Media hora más tarde, llegó otro. Jugaron, durmieron. Levantaban la vista ante cada movimiento.
"Esto no pasa todos los días", afirma el joven. A esta altura, logra distinguir a diferentes especímenes. Sabe que una de las hembras de la zona tiene por costumbre cuidar a sus cachorros del viento. En una ocasión, junto a un grupo de turistas, atravesó un largo tramo para encontrar un rincón de estas características. Lo halló. Y, en él, a la familia de "liones".
Tocar el cielo con las manos
El Cañadón del Río Pinturas resulta estéril solo en apariencia. Algunas de sus rocas, formadas por cenizas volcánicas, datan del Jurásico, hace aproximadamente 150 millones de años. Por el paisaje caminan y vuelan especies que suman sus colores a la paleta de la ecorregión.
A través de senderos y un camino vehicular interno, se llega al Parque Provincial Cueva de las Manos, administrado por la localidad de Perito Moreno. El lugar no necesita demasiada introducción. La Unesco lo definió como un "conjunto pictórico único en el mundo", por su antigüedad, continuidad y estado de conservación. Es parte de los más de 1.500 ejemplos de arte rupestre del país.
Aun siendo Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de Santa Cruz y Patrimonio de la Humanidad desde 1999, la cueva se vio envuelta en las disputas por la propiedad de la tierra que disparan distintos conflictos en la zona. Una minera intentó realizar exploraciones para encontrar yacimientos de oro. El rechazo social y los obstáculos legales lo impidieron.
Además, durante años, estaba inscrita dentro del perímetro de "Los Toldos". La Fundación Rewilding decidió comprar el terreno, para luego donarlo a la Provincia de Santa Cruz. En 2018 se concretó la creación del Parque Provincial.
Aunque está emplazada a 88 metros por encima del curso superior del Río Pinturas, es difícil sentir vértigo: más de 800 manos –plasmadas con la técnica de pintura en negativo– atajan al espectador; transmiten, como entendió el investigador de sus recovecos, Carlos Gradin, "la sensación de un clamor, de un vibrante ruego que perdura".
Las primeras imágenes eternizadas en las paredes aparecieron mucho antes que las ciudades mesopotámicas y las pirámides egipcias. Tienen más de nueve mil años de antigüedad y se prolongan por milenios. Las últimas datarían del 1.300 a. C.
De las obras y los restos, se desprende que los grupos étnicos establecidos allí eran recolectores y cazadores. También, que la belleza no tiene fecha de fundación; que la necesidad de expresión no es acallada por condiciones adversas; que la caza –como fuente de nutrientes– no estuvo siempre separada de la veneración de las especies; que, aunque las personas no vivieran más de treinta años, se tomaban su tiempo para inventar "pinceles" con plumas de choique y huesos de guanacos, para moler minerales, generar colores y preparar la pintura con la que retrataron su cotidianidad.
No creían que las estrellas estaban reservadas para el cielo y al campo solo quedaban las espinas: llenaron sus aleros con rudimentarias recreaciones de estrellas.
Quizás los pobladores de la zona fueran antecesores de los tehuelches. Hacia el fin de la excursión, tres pares de alas negras rompen el límite entre la cueva y las nubes. Otra vez, Atahualpa: "Los cóndores conocen el silencio del indio y su grito quebrado duerme allá en los abismos".
Un bioma único en peligro
"Este verano, hizo más de 30° en la estepa. No es normal. Además, hay sequía. Las lagunas de arriba son las que más sufren e impactan sobre la fauna nativa. Sin ir más lejos, la laguna que alojaba más macá tobiano está seca hace dos años. La especie está en lugares donde no pueden nidificar porque, para hacerlo, necesitan de la vinagrilla, que requiere determinada temperatura y nivel de agua para crecer", lamenta Facundo.
Comenta que, cuando era chico, antes del 25 de mayo ya nevaba. Ahora, para esa fecha, es raro ver el suelo blanco. En el 2020 fue la última gran nevada. "Vi flores que no recordaba", asesta. A estos problemas, se suma la desertificación del suelo, por la práctica irresponsable de ganadería, la introducción de plantas exóticas y la disminución de las especies propias del lugar.
Desde Rewilding Argentina, se dedican a recuperar los ecosistemas, estableciendo modelos de desarrollo de la naturaleza que incorporen a las comunidades rurales. Tienen cuatro proyectos en el país: en Iberá, el Impenetrable, Patagonia azul y Patagonia, donde trabajan junto a la Fundación Freyja.
Su rol fue fundamental para la creación del parque y lo es todavía para su desarrollo. Adquirieron y cedieron tierras a la administración local y Parques Nacionales; y, en unión con las autoridades locales, crearon kilómetros de senderos y caminos, instalaron infraestructura y quitaron largos tramos de alambrado (en los que muchos guanacos pierden la vida). Su objetivo es restaurar los biomas, fomentar el turismo y generar espacios de acceso público.
"La gente asocia la Patagonia a los lagos, el mar, la costa, las montañas, los glaciares. Falta la Patagonia de los cañadones, que constituye un paisaje increíble, una formación con rocas y cuevas, más de ochenta sitios arqueológicos, yacimientos paleontológicos, humedales: un verdadero oasis de vida", afirma Sofía Heinonen, bióloga y CEO en Rewilding.
Como una de las artífices del diseño del parque, asegura que su visión parte del disfrute, recorriendo, viviendo el río y los colores. "Es una Patagonia desconocida, pero, cuando la empezás a entender, tiene un valor enorme", cierra.
No exagera. Más allá de la magnificencia de la Cueva de las Manos y Charkamata, en la zona del Cañadón de Río Pinturas, paredón que mira al este –es decir, refugiado del viento– tiene petroglifos. Y en los techos –salvados del sol, y la fricción de los animales– permanecen bosquejos de antaño.
A través de este legado puede recrearse el recorrido de los pueblos originarios, que seguían los movimientos de los guanacos, fuente de abrigo y comida. La migración de este animal conforma, de hecho, uno de los encantos exclusivos del lugar. En verano, suben a la meseta; en invierno, bajan a los cañadones, para cuidarse de la nieve. Fotógrafos de todo el mundo viajan para retratar el espectáculo.
Honrar la vida
A unos kilómetros se encuentra el Cañadón Caracoles y, al pie de un juncal, la estación de campo "El Unco". Allí funciona el centro de operaciones y monitoreo de Rewilding. Este es coordinado por Emanuel Galetto, quien recibe a Clarín y explica las distintas tareas que lleva adelante la fundación con la fauna nativa.
Emanuel relata que, con su equipo, hacen seguimiento de los pumas mediante collares, antenas y cámaras trampa. Para estudiar su comportamiento, conocer por dónde se mueven, educar sobre su importancia ecológica y turística a los pobladores, e, incluso, dialogar con los productores con evidencia.
El puma, predador tope, tiene un rol importante en el ecosistema, regulando la población de guanacos que, a su vez, diseminan semillas y se alimentan de los pastos más frescos, dejando que la vegetación de la meseta y los cañadones se regenere. Además, dejan carcazas de las cuales se alimentan los animales carroñeros, como el cóndor.
Rewilding también se dedica a conservar al coipo, el chinchillón anaranjado y la gallineta austral (una especie característica de los mallines, descubierta en la década del setenta y de la que queda todo por conocer). Y está trabajando para que regrese el huemul, otro de los grandes herbívoros de la zona, actualmente extinto. Se está tramitando la llegada de especímenes desde Chile.
Cosmos y cosmogonías
Gradin, quien impulsó los estudios de la Cueva de las Manos a partir de la década del sesenta, asentó en sus Memorias: "Uno de los recuerdos más hermosos que conservo de Patagonia está unido al silencio de sus noches estrelladas, al inmenso cielo que como una cúpula invisible contiene las luces de millones y millones de años, recoge cada uno de nuestros pensamientos, los envuelve y los deja volar hasta lo que llamamos infinito".
Las estrellas, en la zona, parecen al "alcance de las manos". Foto: Matías Villegas vía Rewilding Argentina
En el Cañadón Pinturas se encuentra el Centro de Interpretación y Planetario "Elsa Rosenvasser Feher", que abrirá al público en noviembre y ofrecerá muestras interactivas sobre astronomía, geología, la crisis actual de biodiversidad y la importancia del cuidado de las especies nativas.
La construcción de este polo científico y didáctico fue la última gran empresa de Elsa -científica y realizadora de museos-, quien donó los recursos. La provincia de Santa Cruz y Rewilding Argentina brindan su apoyo al establecimiento.
En el comienzo del recorrido puede leerse: "Antes siquiera del comienzo del tiempo, solo había densa nada". A la salida, el concepto que resuena en la cabeza del visitante es el "denso todo".
El cielo regala un poncho de estrellas que inspiró a todos los grupos que habitaron la zona. En los aleros de las cuevas –basta levantar la cabeza– se ven pequeños puntos rojos milenarios: como si las manos que se pintaban a sí mismas buscaran acariciar los astros y unirse a su trascendencia. No sabían todavía que el cosmos –convertido por ellos en alegoría– era parte del ser humano en un sentido literal, como fuente primigenia de los átomos y las moléculas que componen su cuerpo y su entorno.
Hay, sin dudas, algo maravilloso en esa antigua intuición holística que cuestiona la separación contemporánea entre sociedad y naturaleza. Poco se conoce de las formas de vida de estos artistas, cazadores de guanacos y estrellas. Renacen, sin embargo, con cada visita. Invitan a mirar en todas las direcciones y a hacer preguntas. Sintetizan la esencia de la Patagonia.