BRUSELAS (enviada especial) – Argentina logró un significativo triunfo diplomático en el marco de la cumbre entre la Unión Europea (UE) y los países de América Latina y el Caribe (Celac) cuando, por primera vez en la historia de las relaciones birregionales, la UE reconoció oficialmente en una declaración conjunta, la posición argentina y latinoamericana con respecto a la “cuestión de las Islas Malvinas”. Un texto que subraya la importancia del diálogo y el respeto al derecho internacional en la solución pacífica de controversias y que encendió luces rojas en Londres.
“Esta declaración conjunta supone un nuevo llamamiento de la comunidad internacional al Reino Unido para que se avenga a cumplir con su obligación de reanudar las negociaciones de soberanía con la Argentina”, se congratuló en Bruselas el canciller Santiago Cafiero, que manifestó su convicción de poder —a partir de ahora— “profundizar el diálogo con la UE en relación a esa cuestión”.
Hacía meses que los sherpas argentinos negociaban en el más absoluto secreto la inclusión de esa mención en la declaración final de la cumbre. Hasta último momento, sin embargo, nada fue menos seguro. Aun reconociendo la existencia de la “cuestión Malvinas”, la mayoría de los miembros del bloque nunca se atrevieron a dar ese paso en forma oficial que, en diplomacia, significa un hito fundamental.
Nadie ignora que la salida del Reino Unido de la UE, hace tres años, fue el factor decisivo para que evolucionara la actitud de los países europeos, dentro de los cuales las mayores resistencias siempre se hicieron sentir desde Alemania y la República Checa.
“Con esta declaración, Europa ha dejado de considerar a Malvinas un ‘territorio de ultramar’, para verlo como un espacio en disputa, aun cuando el texto no lo mencione específicamente”, analiza una fuente diplomática argentina.
Y si bien para muchos sea difícil comprender la verdadera dimensión de ese logro, basta con decir que —durante las últimas horas de negociación— el mismo ministro británico de Relaciones Exteriores, James Cleverly, alarmado por la “filtración” sobre la inminencia de esa inclusión, no titubeó en escribir a su par europeo, Josep Borrell, para solicitarle en forma perentoria que no permitiera la incorporación de ese párrafo en la declaración final de la cumbre. El jefe de la diplomacia de Bruselas no habría respondido a la misiva, según fuentes europeas.