La prisión de Alcatraz se sitúa frente a la costa de San Francisco (California) y, en su momento, se la consideró una de las cárceles más peligrosas del mundo. Una isla remota rodeada por aguas infestadas de tiburones era el lugar ideal para recluir al grupo de criminales más peligrosos. Se sabe que al menos 36 reclusos murieron al intentar escapar, ya que no pudieron sortear a los guardias ni al mar embravecido. Sin embargo, en junio de 1962, tres personas lograron fugarse. Los espeluznantes detalles de este plan no se conocieron hasta enero de 2018, cuando el FBI reabrió su investigación tras recibir una carta. Sigue leyendo para descubrir cómo sucedió todo.
La tarea inalcanzable
¿Había algo más intimidante que ser enviado a Alcatraz? Esta prisión de máxima seguridad se construyó en una isla lejana con el objetivo de retener y aislar a los delincuentes más peligrosos y violentos de Estados Unidos.
Por eso, nos parece increíble que tres reclusos pudieran escapar y sobrevivir las aguas heladas de la bahía. Los registros oficiales indican que murieron ahogados, pero una carta obligó a abrir una nueva investigación.
Frank Morris Lee
El cerebro detrás del plan era un hombre llamado Frank Lee Morris, un criminal experimentado, listo, hábil e ingenioso. Su infancia fue turbulenta y tuvo que crecer rápido al quedar huérfano a los 11 años. Una niñez como la suya, sin duda le trajo problemas: era un niño conflictivo que a la edad de 13 años lo condenaron por un delito grave.
Con una mente tan brillante como la suya, no cabía duda de que este joven estaba destinado a grandes cosas, pero el universo quiso que se hiciera famoso por ser el cabecilla de la “gran fuga de Alcatraz”.
No era su primera vez
Frank Lee Morris estuvo en varias cárceles por todos Estados Unidos por pequeños delitos cuando era adolescente. Fue trasladado de un lugar a otro hasta que llegó a la penitenciaría estatal de Luisiana, a menudo apodada el "Alcatraz del Sur".
Mientras cumplía una condena de diez años por atracar un banco, consiguió huir. Quizá lo consideró como una práctica, sobre todo porque logró escapar de la policía por más de un año. Sin embargo, cuando lo capturaron, lo enviaron a la cárcel más segura. Prepárate para una historia extraordinaria.
Los hermanos
En la prisión de Alcatraz, también conocida como "La Roca", conoció a los hermanos Clarence y John Anglin con quienes formaría un grupo. Al que más tarde se les uniría un hombre llamado Allen West.
Los hermanos eran de Georgia, pero se mudaron a Florida para trabajar. Su infancia fue bastante agradable y normal. Incluso, todos los veranos, viajaban con sus padres a recoger cerezas.
El vínculo entre los hermanos
Clarence y John Anglin eran muy unidos mientras crecían. Cuando viajaban hasta Michigan para recoger cerezas, nadaban juntos en los lagos, una experiencia que les será de utilidad en un futuro.
Aun así, ambos tenían un lado oscuro y en 1956 los detuvieron por atracar un banco. Sin embargo, esto no significó su final, sino el comienzo de una asombrosa historia.
Antes de Frank Lee Morris
Los hermanos Anglin vivieron sus propias desventuras antes de llegar a “La Roca”. Intentaron huir de la penitenciaría de Atlanta en múltiples ocasiones, pero no lo consiguieron. Como consecuencia, acabaron por ser trasladados a Alcatraz, donde conocieron a los demás miembros del grupo.
Ya con el equipo completo, comenzaron a pensar el plan perfecto: huir de la cárcel más segura del mundo. Todos tenían una gran experiencia sobre cómo burlar a los guardianes y escaparse de las celdas.
El plan
El plan en sí era bastante sencillo: salir de la cárcel y nadar hasta la orilla. Sin embargo, en la práctica era casi imposible. Como hemos comentado antes, 36 reclusos habían muerto en el intento, ¿por qué iba a ser diferente ahora?
Para lograrlo, tendrían que usar toda su experiencia y conocimientos, además de ser muy leales entre ellos. Eran conscientes de que las posibilidades de éxito estaban en su contra, y otros reclusos incluso los llamaban locos. Si bien era tenue la línea que separaba la locura de la genialidad, ellos estaban dispuestos a intentarlo.
El comienzo
Resulta que los cuatro convictos habían cumplido condena en la penitenciaría de Atlanta antes de llegar a Alcatraz, lo que explicaría por qué no les costó tanto confiar entre ellos. Puede que o bien se consideraron amigos porque todos procedían del “mismo barrio” o bien cabe la posibilidad de que incluso se conocieran antes de su traslado a California.
Los cuatro hombres estaban en celdas contiguas y tenían mucho tiempo para planear la fuga. Para que tuviera éxito, necesitaban toda la capacidad intelectual y los recursos que pudieran reunir.
Recolectar los elementos necesarios
¿Cómo consiguieron los elementos necesarios cuando estaban todo el día encerrados en la celda? Bueno, por suerte para ellos, la cárcel también funcionó como fábrica. Los reclusos podían "ganarse la vida" al trabajar para el ejército estadounidense en la fabricación de ropa, muebles o zapatos.
Estas oportunidades daban acceso a objetos que las personas inteligentes y creativas podrían utilizar para poner en marcha sus planes de fuga. Como ellos estaban en Alcatraz por delitos no violentos, los guardias no les prestaron mucha atención.
Los objetos
Los cuatro empezaron a poner en marcha el plan poco a poco y requirió de mucha habilidad, paciencia e inteligencia para reunir todo sin que nadie se diera cuenta.
Eran conscientes de que sus ausencias se notarían, por lo que trabajaron en la creación de maniquíes de tamaño natural que servirían de señuelo en el momento de la fuga. También necesitaban una forma de salir de la isla, ya que si los guardias los pillaban, los fusilaban en el acto.
El camuflaje
Cada miembro del equipo tenía funciones establecidas para garantizar el éxito del plan. Los hermanos Anglin, por ejemplo, desempeñaron un papel decisivo en la fabricación de las cabezas de los cuatro prisioneros, mientras que Frank Lee Morris se encargó de otras tareas.
Para hacer los maniquís utilizaron cera de jabón, pelo de la barbería del centro penitenciario y papel higiénico. En cambio, Morris dedicó la mayor parte de su tiempo a crear un instrumento para inflar una balsa. Tenían todo lo necesario para lograrlo.
El camino a la libertad
Cada noche, desde las 17.30 hasta las 21.00 horas aproximadamente, picaban la pared de sus respectivas celdas para poder acceder al sistema de ventilación. Cuando nadie los miraba, retiraban la rejilla y cavaban con cucharas o trozos de madera que robaban de los lugares de trabajo.
Esto resultaría ser lo más arduo del plan maestro, ya que les llevaría meses y semanas quitar todos los escombros sin que nadie lo notara.
Llegan las buenas noticias
Por suerte para ellos, ya en los años sesenta Alcatraz se consideraba un edificio viejo y en mal estado. Al bañarse y lavar los platos, el salitre, que pasaba por las tuberías, causaba daño a la estructura, ya que se filtraba en las paredes.
Al darse cuenta de ello, supieron aprovecharlo al observar cuándo y dónde cavar. A medida que pasaba el tiempo, picar los puntos más débiles les resultaba una tarea sencilla y al final la pared cedió. Hoy en día, las cárceles no son así.
El ruido
Quizá te preguntes cómo nadie se dio cuenta. En los años sesenta, los reclusos tenían permitido disfrutar un par de horas de música en sus celdas. Frank Lee Morris tocaba su acordeón todas las noches para disfrazar el ruido generado por la excavación.
Tocaba más y más fuerte a medida que el equipo trabajaba. Debía de ser irritante para los demás presos, pero a ellos no les importaba, ya que del otro lado de la pared había un pasillo con tuberías que subían y bajaban.
El laberinto
El pasillo detrás de las celdas no era vigilado. Una vez que lograron hacer un hueco y se aseguraron de que fuera lo suficientemente ancho como para pasar por él.
Una vez que accedieron a la ventilación, tuvieron que subir los tres pisos para llegar al tejado. Al hacerlo se dieron cuenta de que tendrían que abrir uno de los conductos. Sin embargo, descubrieron que uno de ellos no estaba cerrado, por lo que comenzaron a planificar sus próximos pasos.
El aprieto
En mayo de 1962, los hermanos Anglin, junto con Frank Lee Morris, estaban preparados para atravesar las paredes de sus respectivas celdas. Los agujeros apenas eran lo suficientemente grandes para pasar, pero era todo lo que necesitaban para fugarse.
Tras finalizar esta fase, se pusieron a la tarea de fabricar una balsa y chalecos salvavidas con 50 impermeables. De lo contrario, se ahogarían en el mar.
La señal mágica
En este punto, todos estaban listos, excepto Allen West que todavía no había terminado el hueco de su celda. Tuvo algunas dificultades técnicas que lo retrasaron.
En junio, dos meses más tarde, por fin había terminado. Dio la señal a los demás miembros de la banda, pero entonces ocurrió algo que podría haber desbaratado todo el plan.
Preparados, listos, ¡ya!
Jamás una persona había sobrevivido a una fuga de Alcatraz: ellos serían los primeros o se unirían a una larga lista de presos que nunca vivieron para contar sus historias.
La vida en la isla no era mucho mejor que la muerte, así que estuvieron dispuestos a enfrentarse a los peligros que pudieran surgir en su fuga. Equipados con todo lo necesario y llenos de adrenalina, prepararon sus señuelos y se pusieron en marcha.
El primer obstáculo
Mientras Morris y sus hermanos pasaron por los huecos con bastante facilidad, Allen tuvo algunas dificultades, ya que parece que había calculado mal la abertura. Tras varios meses de espera, los otros tres miembros se impacientaron.
Tomaron la decisión de dejarlo atrás después de haber intentado ayudarlo sin éxito durante horas. Uno solo puede imaginarse cómo se habrá sentido, después de todo el trabajo que había realizado. ¿Su error lo salvó o lo condenó?
Uno menos
Debió de ser difícil para los otros tres reclusos dejarlo atrás porque Allen era como un hermano. Fue la primera de muchas dificultades. Sin él, la balsa iba más ligera, lo que significaba que había más posibilidades de sobrevivir a la travesía acuática.
Tras tomar la decisión de dejarlo atrás, los hermanos y Morris comienzan a subir los nueve metros de tuberías para llegar al tejado por el conducto que sabían que no estaba cerrado con cemento. Pero ¿todavía lo estaba?
En bajada
Los hermanos Anglin y Frank Lee Morris llegaron al tejado con bastante facilidad. La adrenalina debió ser la razón por la que pudieron hacerlo. Y si hubieran caído al vacío en ese momento, todo habría sido en vano.
Con paso firme, iniciaron el descenso por la tubería que estaba fuera del edificio. Llegaron a una zona próxima a las duchas y debieron sortear a los guardias. En la orilla, inflaron la balsa.
La alarma suena fuerte
Esta fue la última vez que se volvió a saber de Frank Lee Morris o de John y Clarence Anglin. Se cree que se adentraron en el mar cerca de las 23:30 horas. Tras encontrar los señuelos, las alarmas sonaron en toda la isla a la mañana siguiente.
Los demás presos no podían creer que tres reclusos acababan de escapar. ¡Era un suceso inaudito! Nadie sabía si habían conseguido llegar a la orilla o si se habían ahogado.
Ir tras ellos
Tras oír lo de la fuga, Allen West se animó a unirse a sus compañeros. Una vez que su agujero fue lo suficientemente grande, trepó por él en un intento de reunirse con sus amigos al otro lado de la orilla. Sin embargo, no tenía una balsa para navegar por el agua.
Tuvo que elegir entre nadar y arriesgarse a morir o dar media vuelta para volver a su celda. Puedes imaginarte estar tan cerca de tener la libertad que siempre has deseado y, al mismo tiempo, tan lejos.
Hora de salir
Allen West decidió volver a su celda. Para él, el riesgo de una muerte segura no merecía la pena. Se habían ido, no tenía a nadie. West lo confesó todo a los guardias y así es como hoy conocemos esta historia.
Según él, llegar a Angel Island era el primer objetivo, seguido del robo de indumentaria y de un vehículo, tras lo cual, se separarían.
El problema
Durante los días siguientes, la policía de San Francisco estuvo en alerta máxima para dar con los tres fugitivos. Sin embargo, toda la información brindada por Allen West parecía intrascendente, ya que no se había registrado ningún robo en la región.
La pregunta era: ¿acaso no lograron llegar con vida a la orilla o se trató de una cortina de humo para despistar a la policía? Para los guardias, todo resultaba confuso.
El océano helado
Nunca se descubrieron cadáveres en el agua cuando se llevó a cabo una búsqueda, lo que sugiere que llegaron a la orilla. Se encontraron algunos objetos personales, pero no había señales de ellos.
Las probabilidades de que hayan sobrevivido eran muy bajas. El cuerpo humano típico solo puede sobrevivir en aguas heladas por unos 20 minutos. Como en la isla solo se habían bañado con agua caliente, no estaban acostumbrados a las bajas temperaturas. Esta fue una de las teorías discutidas.
Caso cerrado
El FBI cerró el caso en 1979, después de 17 años. Supusieron que lo más probable era que los presos se ahogaran en las aguas que rodean la bahía de San Francisco, aunque nunca se descubrió ningún cuerpo y tampoco había indicios de que llegaran a la costa.
Sin embargo, la policía mantiene la vigilancia el día de hoy. Ya en 2009, el alguacil adjunto informó a NPR de que "hay una orden de búsqueda activa y el Servicio de Marshals no es conocido por rendirse". A pesar de que nunca se descubrió nada.
El sistema actual
Alrededor de un mes después de la fuga, un carguero informó haber visto un cadáver a 17 millas náuticas del puente Golden Gate. Comentó que el cuerpo llevaba ropas idénticas a las de los reclusos de Alcatraz. Pero rechazaron el informe. ¿Podría tratarse de un engaño?
Un grupo de investigadores comprobó en 2014 que lo más probable es que las corrientes de medianoche ayudaron a que los reclusos llegasen a salvo a la orilla.
A casa por Navidad
Un documental de History Channel emitido en 2015 reveló una prueba que demuestra la supervivencia de los hermanos Anglin. Su familia recibió una tarjeta navideña con su letra.
También hay una foto tomada en Brasil en el año 1975 en la que aparecen dos hombres, la mayoría de los expertos forenses coincidieron en que se trataba de ellos. Lo más seguro es que consiguieron viajar a ese país y vivir sus vidas lejos de la policía estadounidense.
Última confesión
Otra prueba contundente parece sugerir que los hermanos Anglin sobrevivieron. Su hermano Robert, en su lecho de muerte, confesó que entre 1963 y 1987 había estado en contacto con ellos, pero que al final perdió la comunicación.
Otros miembros de la familia tomaron la decisión de no buscarlos, ya que había una investigación abierta por la Interpol, localizarlos resultaría en su captura.
La carta que lo cambió todo
En enero de 2018 se reveló que el Departamento de Policía de San Francisco recibió una carta de un supuesto John Anglin en el 2013. El FBI decidió reabrir el caso y se han empeñado en localizar y capturar al menos a uno de los tres miembros de la banda.
Se desconoce por qué conocieron existencia de la carta cinco años después, esto generó aún más misterios. No obstante, la información que contenía era impactante incluso para los mayores escépticos de la historia del crimen.
¿Una última confesión?
La carta compartía detalles íntimos sobre la fuga y el paradero de los convictos. Dice así: "Me llamo John Anglin. En junio de 1962 escapé de Alcatraz con mi hermano, Clarence y Frank Morris. Tengo 83 años y estoy enfermo. Tengo cáncer".
“Sí, por suerte, todos logramos sobrevivir esa noche. Frank murió en octubre de 2008. Su tumba está bajo otro nombre en Argentina. Mi hermano falleció en 2011”. Entonces, en 2013, ¿dónde vivía John?
¿Dónde vivía?
El autor de la carta reveló los diferentes lugares donde vivió luego de la fuga. Él escribe: "Esta es la verdad: durante siete años, he vivido en Minot, Dakota del Norte, y un año en Fargo".
La BBC analizó algunas de las partes ilegibles de la carta y concluyeron que ha vivido gran parte de su vida en Seattle, Washington.
Exigencias finales
La carta afirmaba que vivía en el sur de California, a solo unos kilómetros de donde huyó. ¿Podría esto significar que uno de los cerebros detrás de una de las mayores fugas de la historia siempre estuvo cerca.
Declaró que su estado de salud era muy precario y pidió ayuda. Aunque ello significaba volver a la cárcel durante sus últimos años.
Llegar a un acuerdo
El final de la carta simplemente concluía: "Si lo anuncian en televisión y me prometen que no pasaré más de un año en la cárcel, además de recibir atención médica, les escribiré para decirles dónde estoy. Esto no es una broma".
Sin embargo, antes de llegar a un acuerdo, se realizaron pruebas forenses para determinar su autenticidad. ¿Por qué un anciano en sus últimos días buscaría reingresar en prisión? Intentaron obtener toda la información posible.
Necesidad de autentificación
El FBI examinó detenidamente la carta en busca de cualquier rastro de ADN que pudiera quedar en ella. Comprobaron la caligrafía para ver si coincidía con el registro que tenían o si contenía huellas dactilares. En ese momento, la noticia llegó a los titulares.
Una emisora local llamada CBS KPIX publicó esta carta e informó de que todos los resultados de los estudios efectuados no eran concluyentes. Nadie sabía si el FBI había demostrado o no su veracidad.
99 problemas
El Servicio de Marshals de los Estados Unidos declaró que existía la posibilidad de que los hombres hayan sobrevivido tras su fuga, a pesar de que nunca se encontraron pruebas contundentes. No obstante, en su declaración oficial afirman que no creen que la carta sea auténtica.
Es de suponer que la investigación no se cerrará hasta que se descubran pruebas sólidas con respecto a sus paraderos o cuando hayan cumplido 99 años. De este modo, no se gastarán recursos en buscar a personas que lo más seguro ya estén muertas. Hasta la fecha, no existe prueba fehaciente sobre lo que les pasó.
La perspectiva de los guardias
Un hombre con el nombre de Jim Albright dio una entrevista en ABC7 en marzo de 2018. En el momento en que sucedieron estos hechos, él era uno de los guardias en Alcatraz. Medio siglo después, decidió hablar con los medios de comunicación y dijo que creía que se ahogaron y nunca lograron llegar a las costas de San Francisco.
Y añadió: "Depende de si hablas conmigo o con sus madres. Opino que se ahogaron, de verdad". Y luego, sugiere que la carta la escribió un hombre que necesitaba un tratamiento contra el cáncer.
La verdad oculta
A día de hoy, nadie puede decir con certeza si los hombres vivieron o murieron. Nunca existieron pruebas suficientes para poder cerrar el caso. En el caso de que lo hayan logrado, tendrían más de 90 años.
Lo que significa que habrán podido vivir más de la mitad de sus vidas como hombres libres, aunque como fugitivos. ¿Qué opinas de todo esto?