Depresión en la infancia y la adolescencia: los riesgos de no detectarla y tratarla a tiempo

La tristeza permanente no es parte del desarrollo esperable de niños y jóvenes. Desde falta de interés y cambios en el apetito, a conductas autolesivas y pensamientos de muerte, la importancia de que los padres estén alertas a estos síntomas
Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, en ese país, el suicidio es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 10 a 34 años
Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, en ese país, el suicidio es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 10 a 34 años

La presencia de los estados depresivos en la infancia y la adolescencia, son un grave problema de salud pública por su alta prevalencia y por el incremento en la morbilidad y mortalidad. El suicidio se encuentra entre las primeras causas de muerte en adolescentes, con una tendencia creciente a nivel mundial.

La conducta suicida incluye: las tentativas de suicidio, la ideación suicida y la conducta autolesiva. Se calcula que por cada muerte atribuible a esta forma de autoagresión, se producen diez tentativas, con predominio en adolescentes y jóvenes.

 
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes de 15 a 19 años en todo el mundo. También se informa que aproximadamente el 79% de los suicidios en todo el mundo ocurren en países de ingresos bajos y medianos.

Según el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, en ese país, el suicidio es la segunda causa principal de muerte entre los jóvenes de 10 a 34 años. En 2019, se reportaron alrededor de 6,252 suicidios en personas de 10 a 24 años.

De acuerdo a los datos del Ministerio de Salud de Argentina, en el año 2019 se registraron 766 suicidios en personas de 10 a 19 años. En términos de tasas de suicidio por edad, el grupo de 15 a 19 años presenta las tasas más altas en comparación con otros grupos de edad en nuestro país.

Según un informe de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Salud, en el año 2019, la tasa de suicidio en adolescentes de 15 a 19 años fue de aproximadamente 9.3 por cada 100,000 habitantes.

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En la película “El hijo” (The Son, Reino Unido-Francia/2022), dirigida por Florian Zeller, se explora el vínculo de un adolescente, Nicholas, de 16 años, abrumado por la vida y su familia.

Los padres son Peter y Kate quienes están separados hace muchos años. Mientras que el padre rehizo su vida junto a una nueva pareja, Beth, con quien acaba de ser padre por segunda vez, Kate permanece detenida en un duelo patológico. Nicholas abandona la escuela sin que los padres se enteren y al ser confrontado responde lo que contesta todo adolescente abatido por una depresión profunda,no puedo con la vida.

El adolescente comienza a mostrar a través de frases y comportamientos lo resentido que se encuentra por la forma en que sus padres se separaron y lo solo que quedó ante esta circunstancia. A partir de allí hay algunos intentos débiles de ambos padres por ocuparse del joven, pero no logran ver ni escuchar su doloroso clamor de manera genuina.

El suicidio es un fenómeno complejo y multicausal y no siempre se valora su riesgo a tiempo. La tristeza continúa y la vida como dolor constante no son parte del desarrollo esperable de los niños, niñas y adolescentes. Muchas veces se confunde como un estado pasajero de tristeza, con un cuadro depresivo que podría cronificarse. " Ya se la va a pasar” o " Todo pasa” frases que componen un imaginario mágico, utilizadas para calmar la preocupación pero son, por lo menos, ingenuas. No todo pasa.

La tristeza y el desánimo son emociones normales y pueden durar algunos días, semanas o meses en el caso del duelo. En cambio, los estados depresivos se caracterizan por una duración prolongada de al menos dos semanas o más y los síntomas pueden persistir durante meses. La intensidad con la que se manifiestan en la caso de la tristeza no interfiere en la rutina diaria: ir a la escuela, jugar, salir con amigos, hacer deporte. En cambio, cuando los síntomas afectan estas capacidades, estamos ante algo más severo.

Además de la tristeza persistente, en los estados depresivos se suele incluir otros síntomas, como la falta de interés o placer en actividades que antes disfrutaba, cambios en el apetito o el peso, alteraciones en el sueño (insomnio o hipersomnia), agitación o retraso psicomotor, fatiga o pérdida de energía, cambio en el rendimiento escolar, sentimientos de culpa o inutilidad, enojos, desafío, conductas autolesivas, dificultades para concentrarse y pensamientos de muerte o suicidio.

Es importante examinar el modo de implicación del sujeto infantil o adolescente en la manifestación depresiva, de la que puede quejarse o no. Estas manifestaciones pueden ser una posición o un estado singular, pero siempre son un llamado desesperado frente a lo imposible de soportar.

Freud en “Duelo y melancolía”, aborda los afectos o estados depresivos que acompañan el trabajo de duelo. Esta labor tiene por función simbolizar la pérdida de una persona amada o una abstracción, que puede ser la patria o un ideal y lograr que esa energía se separe lentamente del objeto perdido y se redistribuya en nuevos destinos. Cuando el sujeto no logra realizar esta pérdida, efectuar esta separación, sufre efectos depresivos.

En la película mencionada se narra esta posición en la madre, como mujer abandonada y al hijo como olvidado. En este caso el yo fracasa en el trabajo de desligarse del objeto perdido, el padre, y se transforma en melancolía. Freud lo dice magistralmente: ”La sombra del objeto cae sobre el yo”. Es decir, el sujeto identifica al objeto perdido como rechazo o desecho donde se confunde y se pierde. No logra separarse y se funde con él, convirtiéndose en su objeto de goce (término lacaniano que designa un más allá del principio de placer), y esta es su singular manera inconsciente de no perder.

El psicoanálisis aborda los estados depresivos en niños desde una perspectiva psicodinámica, centrándose en la comprensión de los procesos inconscientes y los conflictos emocionales subyacentes. Estos estados pueden surgir como resultado de la represión de emociones o conflictos no resueltos, duelos patológicos, que pueden tener su origen en experiencias tempranas de la infancia o en las relaciones parentales.

Los afectos depresivos en los niños pueden estar relacionados con sentimientos de pérdida, abandono, desilusión, violencias o falta de amor. Estos sentimientos están vinculados a experiencias traumáticas, dificultades en las relaciones familiares, conflictos internos o eventos estresantes en la vida del niño o del adolescente.

Es importante poder hablar de los problemas de salud mental, que siguen siendo tabú para gran parte de la sociedad. La depresión y los estados depresivos, aunque no siempre tienen como corolario la conducta suicida, la autolesión o el suicidio, son problemáticas de las que ocuparse, sin dilaciones. Un estado depresivo es una de las formas en las que el sujeto que transita la infancia y adolescencia logra decir su verdad. No es una forma elegida o consciente, sino la única manera de hablar a través de la tristeza profunda.

Signos de alerta


Algunas de las señales de advertencia que propone la Stanford Medicine Children’s Health y que pueden ser observables para familias y cuidadores a la hora de valorar el riesgo y que pueden ser útiles para pedir ayuda profesional son:

- Cambios en hábitos de alimentación y sueño

- Pérdida de interés en actividades habituales

- Aislamiento de amigos y miembros de la familia

- Comportamientos inadecuados y escapar

- Uso de alcohol y drogas

- Descuido de la apariencia personal

- Preocupación por la muerte y morir

- Incremento de quejas físicas que suele estar asociado con la angustia emocional, como dolores de estómago, dolores de cabeza y fatiga

- Pérdida de interés en la escuela o trabajo escolar

- Sentimientos de querer morir

Mostrar planes de cometer suicidio, que incluyen lo siguiente:

- Expresar verbalmente “Me quiero matar”, “Me voy a suicidar” o “Ya voy a dejar de ser un problema”

- Escribir una o más notas suicidas

Estas conductas no son llamados de atención que pasarán, son llamados desesperados a los que atender de manera urgente. Negar un estado depresivo de un niño, una niña o un adolescente es negligencia.

* Sonia Almada es licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires. Magíster Internacional en Derechos Humanos para la mujer y el niño, violencia de género e intrafamiliar (UNESCO). Se especializó en infancias y juventudes en Latinoamérica (CLACSO). Fundó en 2003 la asociación civil Aralma que impulsa acciones para la erradicación de todo tipo de violencias hacia infancias y juventudes y familias. Es autora de tres libros: La niña deshilachada, Me gusta como soy y La niña del campanario.

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