Un plato volador violeta posado sobre un naranjo: a 76 años del primer ovni argentino y cómo la prensa satirizó el fenómeno
“Irradiando violácea luz apareció el plato” tituló el periódico El Plata al día siguiente en julio de 1947. Era la primera vez que un grupo de personas aseguraba haber visto un plato volador sobre territorio argentino y que los medios gráficos daban difusión del episodio. El fugaz despertar de una psicosis ciudadana, los chistes de la prensa nacional y cómo el caso Roswell inauguró una oleada de avistamientos
Cuatro heridos en Ensenada producto del choque entre un automóvil y un carro de reparto de legumbres. Se agilizan las gestiones para la creación de un hospital en Mar del Plata. El comunicado del Centro de Almacenes minoristas de Berisso. Otros dos heridos al volcar un camión. Dos víctimas fatales como consecuencia de una colisión de trenes. La tapa del diario El Plata del sábado 12 de julio de 1947 presenta recortes de noticias y conserva el espacio para tres imágenes y un título con letras catástrofe. “Irradiando violácea luz apareció el plato”, resume en mayúscula la noticia del día anterior.
Una de las imágenes es la foto de un naranjo, aunque en verdad es un eucaliptus. El epígrafe lo presenta como el árbol donde fue visto el supuesto plato volador. Habla de una presunción y encierra el objeto avistado entre comillas. Luego pasa de la descripción a la sospecha y el escepticismo burlón: “El raro fenómeno, que concita la atención pública del mundo junto con los grandes acontecimientos internacionales, podría ser simplemente el producto de una psicosis colectiva”. Las otras dos imágenes son caricaturas, ilustraciones de pretensiones cómicas. “¿Qué hacés con ese farol?”, le dice una mujer a un hombre borracho y trepado, justamente, a un farol. “Me estoy haciendo el plato volador”, le responde. La otra tira satiriza el diálogo entre un jefe de la policía y un denunciante: “¿Y usted vio los platos voladores? Sí, señor comisario… -le responde-. Y además vi estrellas, sartenes, planchas y jarrones”. Detrás del hombre, una mujer con rostro iracundo completa el chiste.
“Posóse antes de desaparecer sobre un naranjo de 56 y 25″, define un subtítulo de la tapa. El cuerpo del texto queda preso de la incredulidad social, de la sorna del periodista. La primera oración entrega información fidedigna: una barreada tranquila que se sobresaltó por la aparición de un objeto extraño sobre las copas de un árbol. “El frío de anoche, la escasez del carbón, la falta de papa y otros asuntos de rigurosa actualidad doméstica a poco pospusieron el tratamiento del fenómeno, que no obstante tiene su extraordinaria importancia científica”, dice la nota, antes de concluir con un desvarío periodístico atrapado en signos de exclamación. “Sin embargo la irradiación violácea del famoso plato y su desaparición subrepticia a los quince segundos de haber aparecido, conformaron un espectáculo de magia que en el artilugio de una noche invernal sirvieron por lo menos para abrigar una conjetura, ya que no era tarea fácil abrigar otra posibilidad a cero grados. ¡Estamos viviendo en medio de la música infernal de un siglo que concluirá por decirnos que somos producto de una vulgar fórmula química!”.
La cobertura periodística omite un dato: esa fría noche del viernes 11 de julio de 1947, un grupo de vecinos distinguió sobre las hojas de un naranjo emplazado en las intersecciones de las calles 56 y 25, a dos cuadras del Parque Juan Vucetich, el primer ovni avistado en el país, cuando aún no se habían instaurado las siglas de los objetos voladores no identificados. La competencia por el primer avistamiento argentino de eventuales naves extraterrestres es un debate estéril. Los ufólogos nacionales guardan unanimidad en este episodio platense, nocturno e invernal. No fue un fenómeno antojadizo ni está desprovisto de su tiempo histórico: tres días antes. en la otra punta del globo terráqueo, la portada del diario Roswell Daily Record decía “Las Fuerzas Aéreas capturan un plato volador en un rancho”.
El caso Roswell había empezado el 2 de julio de 1947 cuando un granjero encontró en su campo de Nueva México unos restos extraños. Pasaron 76 años: se acumularon teorías conspirativas, redes de espionaje, versiones oficiales, versiones extraoficiales, experimentos secretos, cuerpos de alienígenas, cuerpos de utilería, verdades reveladas más aburridas, misterios alimentados más divertidos, tensiones desatadas entre la fe y la razón, entre lo fundamentado y lo especulado, entre el mito y la ciencia. De todas las conclusiones solo hay pocas uniformes: Roswell dejó de ser un pueblo desértico e impasible para convertirse en Ovniland, la sede mundial del ovni , la meca de la vida extraterrestre, el punto de partida o la piedra basal de la ufología, la ciencia (no exacta) que se dedica al estudio de los fenómenos extraterrestres.
Cuatro días después de que el caso estallara en la prensa estadounidense, un diario platense se hizo eco de un avistamiento local, sin saber que era el primero a nivel nacional. Lo que antes no era noticia, ahora sí. Nicolás Colombo, investigador local y autor de los libros Misterios de la ciudad de La Plata, reseña rumores previos de sucesos extraterrestres en áreas rurales y aunque desconfíe de la designación del primer ovni visto en los cielos argentinos, le atribuye el mérito a la validación y documentación periodística: “El de La Plata fue el primero, al menos, que se haya registrado en la prensa. No sé si fue el primero que ocurrió. He escuchado que días antes había visto algún caso por ahí en zonas más alejadas y no salió en los medios porque por ese entonces no se le daba mucha importancia y no se lo tomaba seriamente”.
“El de La Plata salió publicado a partir del 12 de julio del ‘47 y lo que decían los medios era básicamente que en la intersección de las calles 25 y 56, a un par de cuadras del parque Vucetich, sobre un naranjo, un pequeño árbol que estaba en la esquina, los vecinos vieron que de pronto apareció un objeto con una luz violácea muy fuerte que no sabían qué era. Y ese objeto estuvo suspendido sobre la copa de naranjo durante quince minutos, desde las ocho y media de la noche hasta las nueve menos cuarto. Fueron varias las personas que lo vieron y que estaban presentes justo en la vereda. De pronto ese objeto empezó a levantarse, a cambiar a un color más blanquecino y así rápidamente desapareció en el cielo sin dejar más rastros”, retrata.
Marcelo Metayer, periodista especializado en temas de ufología, desenvuelve la matriz oculta de esta noticia. Retrocede en el tiempo tres semanas, hasta el 24 de junio de 1947, cuando el piloto y empresario Kenneth Arnold divisó cerca del monte Rainier, en Washington, nueve objetos que surcaban el cielo a gran velocidad. “Lo malinterpretaron. Él dijo que se movían como discos, cuando en realidad eran otra cosa. Fue un avistamiento muy discutido, pero ahí nació la expresión de ‘platos voladores’”. Ese hecho parió una psicosis colectiva. La gente empezó a ver para arriba con curiosidad, a buscar eventos extraterrestres que se distinguieran en el horizonte. En tiempos de posguerra, las noticias de platos voladores provenientes de los cielos estadounidenses y europeos ocupaban las portadas de los diarios locales. Estaban exportando una nueva concepción interplanetaria.
Pasó el 2 de julio, el caso Roswell, el a la postre Día Mundial del Ovni; y pasó el 8 de julio, la publicación de un cuerpo celeste, de un episodio alienígena en los medios gráficos. Pasó que el 11 de julio, vecinos de la ciudad de La Plata vieron un plato volador posado en un naranjo. El primer caso argentino fue durante mucho tiempo el primero también en Sudamérica. La investigación de Metayer lo desmitificó: hubo dos en Brasil, en las ciudades de San Pablo y Río de Janeiro, que se distinguieron en el firmamento un día antes, el 10 de julio de 1947. Todos hijos y desprendimientos de lo acontecido en la granja de la familia Mac Brazel en Roswell, ese pequeño pueblo del desierto de Nueva México.
La noticia se esparció por la ciudad. La voz se difundió con virulencia y clamor. A diferencia de avistamientos previos, inhóspitos e inverosímiles, éste tenía un valor agregado: quienes denunciaban haberlo visto eran varios. En la redacción de El Plata interrumpieron la edición: guardaron el título principal y los cuadros de imágenes para eso que había pasado minutos antes de las nueve de la noche en la intersección de las calles 56 y 25. “Apareció ‘el plato’, dice la noticia -apunta Metayer-. No dice ‘un plato’. Se decía por entonces que era un solo objeto que daba vueltas alrededor de la tierra y que se iba viendo en distintos lugares. En 1947 se hablaba de un mismo plato, no de muchos platos voladores”.
Al periodista le causa simpatía la cacofonía del hecho: fue el plato de la Plata del diario El Plata. Sembró una auténtica conmoción, instaló un tema en la agenda pública. En la sección Deportes del periódico platense, una viñeta alude también a la enigmática aparición. “¿Se verá el plato volador en Boedo?”, pregunta el título. La imagen es una caricatura: un santo vestido de San Lorenzo mira al cielo y se estremece con un plato volador con alas que dice Estudiantes. En la antesala de un partido que enfrentaba al vigente campeón (San Lorenzo) con un aspirante al título (Estudiantes) en un torneo que ganaría River y en el que terminarían cuartos y quintos con los mismos puntos, el texto jugaba con la ambigüedad de una sociedad estremecida: “Habrá que esperar hasta el lunes para saber si el ‘plato volador’ que esta vez fue lanzado desde el Bosque es una cosa real, existente, como lo han sostenido algunos, o si simplemente fue una ‘engaña pichanga’ a la que se han sumado algunos a quienes cegó su ingenuidad”.
El diario local El Día redujo la noticia en su portada a una columna titulada “Platillos voladores en La Plata”. El artículo toma el testimonio de vecinos que hablan de una esfera rojiza que avanza veloz hacia el oeste y termina por desaparecer misteriosamente, y reproduce el diálogo entre el cronista y uno de los presentes.
-¿No sería un globo?
-No. Es muy distinto y nada tiene de común con otras apariciones conocidas.
-¿Un bólido, acaso?
-Tampoco.
“La descripción, no obstante la seguridad de los informantes, no es suficiente para establecer de qué se trata; falta el documento gráfico probatorio, la comprobación convincente que también se echa de menos en otras partes y el cronista se retira decepcionado, al no poder certificar la primicia”, reproduce la columna antes de concluir con el testimonio de una vecina que no vio ningún fenómeno alienígena y está enojada: “Qué discos voladores ni ocho cuartos, dice con acento español poniendo los brazos en jarra. No he visto nada. Estoy esperando a mi marido que aún no ha venido a cenar. Si quieren ver platillos que vuelan de veras, vuelvan dentro de un rato”.
El Día salió el domingo 13 de julio con una producción especial: reconstruyó el momento con personas mirando y señalando al cielo, recreando la épica del momento. “Los vecinos de 56 y 25 están convencidos de que no fueron víctimas de ninguna ilusión óptica. Aseguran que vieron la esfera rojiza, que avanzaba velozmente desde el este para desaparecer rápidamente. ‘Por ahí pasó’, dicen con absoluta convicción señalando un punto en el espacio, al ser entrevistados por los reporteros. Ahora esperan tener la suerte de pescar de nuevo alguna visión en el firmamento, confirmatoria de su aserto”, reza el artículo.
Marcelo Metayer identifica en el tratamiento del caso un matiz relajado, informal. “En Estados Unidos, teniendo tan cerca el final de la segunda guerra mundial, habrán pensado que eran probablemente armas de otra potencia. Acá, en cambio, se tomó de una forma divertida, con mucho humor. La noticia era llamativa y daba para la risa”, advierte. La columna de El Día es elocuente: “Entretanto, fuera de un previsible tortícolis, parece más fácil, en esas investigaciones populares a la intemperie, pescar un resfriado, cuya duración no sería tan fugaz como el paso del fantástico proyectil. De todas maneras, la leyenda de los platillos voladores, extendida a todas las latitudes de la tierra, sigue hallando impulsos en la imaginación de la gente, único taller, al parecer, donde se forjan los curiosos adminículos que se han dado en cruzar el espacio a velocidades fantásticas, sin rumbo ni fin determinados”.
El domingo 13 de julio el fenómeno mereció tapa en un diario de amplia tirada nacional. El título que apareció en Clarín simula estar cargado de orgullo socarrón: “¡También nosotros tenemos un plato volador!”. El recuadro se sujeta a los acontecimientos informativos y concluye con la fascinación de un hecho que agitó la excitación pública: “El hecho ha sido comentado apasionadamente en toda la ciudad”. “Los medios de prensa estuvieron no solamente hablando con los vecinos sino que fueron a entrevistar a la gente del Observatorio Astronómico de la Plata. Había un militar a cargo que dijo que seguramente se trataba de algún experimento científico hecho por un país o que incluso como hacía pocos años había finalizado la Segunda Guerra Mundial decía que podía ser un caso de psicosis colectiva, debido al estrés que tenía la población por tantos años de guerra”, remarca el investigador Colombo.
El caso platense disparó una sucesión de avistamientos. Metayer recuerda que al día siguiente se divisó un objeto redondo en la localidad de 25 de Mayo; comenta que el 18 de julio una bandada de sesenta discos rojos y destellantes fue distinguido por policías en Balcarce y que los diarios decían, con sorna, que pudo haber sido “la alucinación de unos policías con sueño”; agrega que se notificaron apariciones de objetos circulares que se movían en zig-zag en Olavarría el 20 de julio, “discos andariegos” en Punta Alta el 23, un plato de “coloración clara con reflejos eléctricos” en Pehuajó el 24, el mismo día que en Bahía Blanca un trabajador escuchó un zumbido súbito cerca del cementerio y vio emerger trece platos voladores y que una nave extraterrestre detuvo un partido de fútbol en Sierras Bayas; rememora la experiencia de dos pescadores y de dos soldados que advirtieron una fulguración convertirse “en una masa ígnea, compuesta por grandes discos que giran vertiginosamente” el 27 de julio en el cielo de Mar del Plata.
El diario La Nueva Provincia lo calificó como una “moda”. Tenía razón. Los avistamientos se concentraron en julio de 1947 en la provincia de Buenos Aires. Después misteriosamente se diluyeron. Significó la primera gran oleada nacional de ovnis. Metayer también apunta a 1962, a 1968, a 1978 y a 1985 como otros años con picos de avistamientos. Setenta años después de la aparición del primer ovni en el cielo argentino, la Fundación Argentina de Ovnilogía -la agrupación ovnilógica más antigua del país en funcionamiento creada el 28 de diciembre de 1984 en La Plata- instaló una placa como homenaje al suceso con ciertas particularidades: lo hicieron a dos cuadras de la esquina del mérito, sobre la corteza de un árbol dentro del Parque Vucetich, lo presentaron con el primer nombre del establecimiento -Parque San Martín- y tomaron la fecha que los medios porteños había confundido con el hito -el 10 de julio de 1947, en vez del 11-. De cualquier manera, un reconocimiento al sitio donde ocurrió el primer avistamiento argentino de un ovni de la era contemporánea.