Era una madrugada de verano como cualquier otra en Bahía Blanca. Carlos Díaz, empleado en el ferrocarril, había terminado de trabajar como mozo en un casamiento que se había festejado en el Club Napostá.
Poco después de las 3 de aquel 5 de enero de 1975, con la celebración ya finalizada, pasó por la primera cuadra de Sarmiento y compró un ejemplar recién salido a la calle de "La Nueva Provincia" que guardó en su bolso.
Luego se subió a un colectivo de la línea 500 en Chiclana y avenida Colón y emprendió el regreso a su casa, en Ingeniero White. Hasta allí nada anormal, aunque su vida tuvo un giro inexplicable e inesperado cerca de las 3:45, más precisamente a metros de su casa ubicada en Daniel de Solier.
A las 4:17 apareció dormido en el patio de una casa en el barrio de Retiro, frente a la Casa de la Moneda, en Capital Federal. Tenía su bolso colgado, sus elementos de mozo, el ejemplar de "La Nueva Provincia" y el boleto del colectivo que se había tomado unos minutos antes de la compañía La Unión. Todo estaba en el mismo lugar que lo había guardado.
Carlos había sido abducido por seres de otro planeta y su caso, aún hoy, sigue despertando intriga en todo el planeta. De perfil bajo y de ofrecer pocas entrevistas en la Argentina, Carlos respondió a los mensajes de La Nueva a 48 años de aquel hecho.
--"¿Sos de La Nueva Provincia de Bahía Blanca? Llamame y conversamos", dijo sin dudarlo.
El relato de lo que pasó aquella noche resulta escalofriante. Cuando bajó del colectivo se encontró con otros dos compañeros ferroviarios que caminaron a su lado: de la nada apareció una luz que contra su voluntad le despegó los pies del suelo. "Creíamos que era un avión", explicó, aunque no se trataba de un objeto conocido
La luz se llevó a Carlos y dejó a sus dos amigos estupefactos, que solo alcanzaron a correr hasta su vivienda para avisarle a su mujer lo que había pasado. Ella no les creyó y hasta se molestó porque el hijo de ambos, de apenas 6 meses, estaba durmiendo.
"La luz me empezó a elevar y solo podía mover la cabeza: primero veía la esquina de mi casa desde arriba, después parte de la ciudad, luego el mar y de repente me encontraba arrodillado y consciente, en una nave esférica, por la que solo se sentía el ingreso de aire", explicó.
El miedo se incrementó cuando, sin poder moverse, tres seres de color verde aparecieron frente a él como si traspasaran la luz. Incluso comenzó a perder cabello que se les pegaba a esos seres.
"Alcancé a tocar a uno y se sentía como algo esponjoso, espuma, no se si era un traje o sus cuerpos, pero no tenían ojos, ni boca y se desplazaron hasta mí levitando. El miedo fue tan grande que me oriné", explicó.
"No me hablaban ni emitían sonido alguno, sólo había silencio, calor y sentía muchísimo miedo y desconcierto. No sabía nada de OVNIS hasta ese entonces", agregó.
Lo cierto es que a las 4:17 apareció en una casa, en Buenos Aires . El propietario de la vivienda salió al patio y lo encontró dormido, mientras sus dos perros, con fama de "bravos", permanecían al lado de Carlos observándolo.
El hombre lo llevó a la Comisaría 46 y Carlos habló con el guardia y hasta el comisario, que se puso en contacto con fuerzas federales y la Casa de Gobierno. De allí lo derivaron al Hospital Ferroviario, donde lo sometieron a diferentes estudios. Varios investigadores mencionaron que el caso de Carlos había llegado a conocimiento de la presidenta Estela Martínez de Perón, que gobernaba el país en aquel entonces.
Uno de los documentos firmados por los médicos constata que no presentaba traumatismos, aunque sí un desprendimiento irregular de pelo en el cuero cabelludo, en el abdomen y el tórax.
Su mujer llegó a Buenos Aires algunas horas más tarde del incidente y él estuvo 17 días internado, con médicos que lo revisaban todos los días. Le decían que presentaba radioactividad y le hacían estudios que daban normales. Después de esas dos semanas lo dejaron ir y empezó a ser uno de los hombres más buscados por los medios.
El ejemplar del diario forma parte de una de las pruebas más importantes de su relato, ya que por aquel entonces, La Nueva Provincia llegaba a Buenos Aires poco después del mediodía y el diario de formato sábana en su poder, con la fecha 5 de enero, había "recorrido" 700 kilómetros en poco más de una hora y recién impreso. Inexplicable. "El diario me ayudó mucho porque era imposible que llegue a esa hora".
En aquel entonces, su casa en White se convirtió en el centro de atención de periodistas de varios países, que no lo dejaban descansar ni en plena madrugada. En el trabajo y sus vecinos estaban al tanto de la historia y debió cambiar de rubro y de lugar para poder seguir con su vida. Pasó varios años escondido, tratando de evitar la exposición pública.
Tiempo después le dio una entrevista a José Román Cachero para Canal 9 y nunca más se supo de Carlos en los medios locales. Su último paso por Bahía fue en 1990, donde dio una conferencia a beneficio del centro Luis Braille.
"Hoy tengo una vida tranquila y solo participo de conferencias o congresos de Ufología, en la mayoría, fuera de la Argentina. En el exterior están más avanzados con los estudios de estos temas y se los toman en serio, mientras que en nuestro país se escriben cosas que muchas veces no forman parte de los hechos. Además, con el pasó del tiempo, aprendí algo: solo cuento mi experiencia y no me considero un especialista o entendido de estos temas, ni quiero leer libros o aprender", explicó.
--¿Y en todos estos años tuviste algún contacto o experiencias similares?
--Si, pero prefiero no hablar de eso y lo mantengo en secreto, solo me dedico a contar lo sucedido aquella vez cuando me convocan en alguna conferencia y el resto de mi vida la paso tranquilo con amigos y familia.
--Actualmente elegiste vivir en Capilla del Monte, un lugar que siempre estuvo vinculado a la cuestión OVNI...¿eso tiene algo que ver con lo sucedido?
--Si, claro, algo hay.... Tengo un emprendimiento en este lugar y cuando quieras visitarlo sos bienvenido.
--¿Y le encontrás un motivo a lo sucedido?
--Todavía no le encuentro un sentido a lo que pasó, aunque cambió mi vida para siempre. Trato de estar en paz y disfrutar de la vida. Y, como premisa, responder lo que sé y no decir nada de lo que desconozco.