Dos "décadas ganadas" y las pruebas de los negocios oscuros de Cristina Kirchner y Lázaro Báez
El empresario se enriqueció con los Kirchner, terminó condenado y fue la mejor excusa para que la vicepresidenta desistiera de presentarse con la excusa de la "proscripción".
Néstor Kirchner dijo la verdad. Tenía razón. El 25 de mayo del 2003 entró a la Casa Rosada sin dejar sus convicciones en la puerta. A menos de una semana de ese día histórico, el entonces empleado de Banco de Santa Cruz con empresa constructora creada aquel mismo mes, Lázaro Báez, caminó junto a su hijo Leandro, y entró también por primera vez a la Casa de Gobierno. Los esperaba el entonces secretario privado del flamante Presidente, Daniel Álvarez, también asistente de Cristina Kirchner. Llevó a los Báez, fascinados con el primer conocimiento de las pompas del Palacio que es la sede del poder argentino, hasta una habitación donde esperaban al Jefe el resto de sus secretarios.
Todos saludaron a Báez con afecto. Lo conocían de Río Gallegos. Leandro Báez tenía entonces trece años, pero recuerda aun ese día especial, y así lo declaró ante la Justicia, detalles más o menos, algunos de ellos que se agregan a esta escena reconstruidos por Clarín gracias a fuentes que fueron casi parte de la gran familia K.
El Presidente, sin avisarle a su amigo Lázaro, se apareció de golpe en ese ambiente alejado para convocarlo a hablar sin testigos. Antes, les hizo de generoso guía a Báez padre e hijo. Así conocieron la Casa Rosada que, en rigor, ni siquiera él conocía del todo. Se sacaron fotos en salones con detalles dorados, óleos, esculturas. Y entonces sí pasaron al despacho de los Presidentes. Leandro estaba contento y asombrado. Volvieron a tomarse imágenes. Todos juntos. Nunca trascendieron. El sillón de Rivadavia fue el gran testigo de esa visita inaugural de una nueva era entre Kirchner y socio comercial.
Báez contó alguna vez a sus familiares y amigos que en ese mismo lugar "Néstor" le presentó a un funcionario con bigote: Alberto Aníbal Fernández. Fue antes de que ordenara a un asesor que llevara a ese joven deslumbrado de nuevo al lugar donde trabajaban con buen ánimo los secretarios privados de la Presidencia. Néstor y Lázaro hablaron a solas en la oficina más importante de la República Argentina. Empezaban a diseñar nuevos métodos que los harían ganar dinero.
Báez era entonces monotributista y había registrado ocho días antes una empresa cuyo objetivo estaba explícito en su nombre: Austral Construcciones S.A. Pasaron pocos años y ésa compañía era la firma líder de un emporio exitoso en rubros diversos, siempre con un flujo de fondos millonarios garantizados por el financiamiento del Estado que lideró primero su amigo y socio Néstor. Y después su socia y amiga Cristina.
Kirchner había entrado a la Casa Rosada con una convicción que era conocida en Río Gallegos pero no a nivel nacional. Para él, la influencia política era también un camino para aumentar su patrimonio personal.
Veinte años después de la primera vez que Lázaro Báez entró al despacho presidencial que ocuparon los Kirchner, ese lazo sigue siendo noticia. Y aparecen nuevas pruebas sobre esa relación que aun continúa investigándose en varias causas judiciales, sobre todo en una, Hotesur-Los Sauces, que puede volver a la instancia de juicio oral y público si es que la Cámara de Casación no retarda aún más una definición al respecto.
Los vínculos entre la vice y Báez cobraron, una vez más, total actualidad, debido a que el propio Presidente, Alberto Fernández, impulsó de nuevo la polémica cuando volvió a mencionar los negocios entre ambos y afirmó que Cristina pudo haber cometido “descuidos éticos graves” al comerciar con Lázaro, a pesar de que lo afirmó en supuesto tono de defensa ya que agregó que igualmente los contratos entre ambos, o entre el empresario y el Estado K, no serían delitos.
Esa declaración bastó para que la vice y su entorno, sobre todo Máximo Kirchner, entraran en modo furia. El Jefe de Estado fue el único ausente del acto del 25 de mayo en Plaza de Mayo, encabezado por la Vice, que explicitó que no fue invitado a ese evento.
El día anterior, miércoles 24, se supo que el fiscal del caso “La Ruta del Dinero K”, Guillermo Marijuán, había decidido sobreseerla en esa causa, aunque aportó nuevas pruebas que podrían complicar la situación procesal de Cristina Kirchner en otras pesquisas de jueces y fiscales.
Veinte años después, aún se detectan más y más documentación oficial que confirman lo obvio.
No fue solo Néstor Kirchner el que hizo negocios con Báez. También los impulsó Cristina desde la Presidencia.
Mientras tanto, el ex constructor pasa sus días cumpliendo arresto domiciliario después de haber sufrido una larga temporada en prisión. Mejor no reproducir lo que dice de la vicepresidenta en privado. Son maldiciones que sostiene bajo la furia y el enojo ciego que le produce saber que ella nunca lo defendió en público.
Kirchner murió el 27 de octubre del 2010, y Cristina, acorralada por la Justicia tras ser condenada por corrupción debido a los negocios con los que benefició a Báez desde la Presidencia, intenta instalar la idea de que el vínculo con el empresario era una relación que alimentaba su marido y nadie más de su familia.
La realidad le recuerda cada tanto que esos dichos no se condicen con los hechos.
Son cada vez más las evidencias jurídicas que indican lo contrario, y que la ponen a ella, y a su hijo, el diputado Máximo Kirchner, como ejes de sus negocios privados con Báez.
Tanto es así que la propia Vicepresidenta anunció que no sería candidata en las próximas elecciones el 6 de diciembre del 2022, día que se conoció el veredicto en el que fue condenada a seis años de prisión, e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, por haber cometido el delito de malversación de fondos públicos en el marco de la causa “Vialidad”.
Su accionar desde la Presidencia fue, para las autoridades judiciales, crucial y adrede para beneficiar con contratos multimillonarios de obra pública que ganó su socio, Lázaro Báez, solo teniendo en cuenta a la provincia de Santa Cruz.
El Tribunal Oral Federal 2, igual que los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola, solo no se pusieron de acuerdo en cómo se llevó a cabo ese plan de corrupción que describieron como monumental y único en la historia.
Los fiscales disienten de los magistrados y apelaron para que se reconsidere que Cristina cometió un delito más, el de liderar una asociación ilícita que se creó para vaciar las arcas públicas.
Cuando Cristina supo que sería condenada, difundió por las redes un monólogo de furia, en el que gritó descontrolada que “¡no voy a ser candidata! ¡No voy a someter a la fuerza política que me dio el honor de ser dos veces Presidenta y una Vicepresidenta a que la maltraten en período electoral diciendo que tienen a una condenada!”.
A pesar de ese énfasis, pasó medio año y la militancia y parte de la dirigencia K le insistía para que revea esa actitud.
En el acto del 25 de mayo, en una escenario montado en Plaza de Mayo, volvió a repetir aquello que ya había dicho a principios de diciembre pasado.
La condena judicial le cortó la carrera electoral. La relación comercial con Báez enriqueció su patrimonio privado y fue finalmente el “verdugo” en la política tras veinte años de influir desde los cargos más importantes de la Nación.
El caso Cristina-Báez es tan rotundo que hasta un dictamen en el que fiscal Guillermo Marijuán le pidió sobreseimiento a la vice en el caso “La Ruta del Dinero K”, terminó por complicarla en otros procesos que indagan sobre esa sociedad comercial tan “exitosa” durante dos décadas.
Ocurre que Marijuán explicó por qué no podía procesarla por lavado de dinero, pero expuso nuevas pruebas sobre la relación que Cristina Kirchner siguió manteniendo con Lázaro Báez una vez que Nestor Kirchner falleciera.
Esto último ocurrió en octubre del 2010.
Según Marijuán, entre octubre y diciembre del 2012, comprobó que existieron “al menos 372 contactos telefónicos en un período de poco más de dos años (las fechas antes mencionadas) entre teléfonos de Lázaro Báez y Cristina Elisabet Fernández y/o sus secretarios y colaboradores”.
A eso se sumó documentación oficial que demostró que Báez entró dos veces a la Residencia Presidencial Olivos (RPO), una el 2 de octubre del 2010 y la otra el 23 de diciembre del mismo año.
“Simplemente, con sólo imaginarse lo difícil o casi imposible que es para cualquier ciudadano llamar telefónicamente a un Presidente de la Nación, el resultado de esta medida pone en evidencia, con esa inmensa cantidad de contactos, que Lázaro Báez y Cristina Fernández eran algo más que simples conocidos de Santa Cruz y tenían un contacto fluido”, redactó Marijuán, que agregó que esa información podía ser valiosa para otros investigadores de la Justicia que deben aun definir procesos judiciales sobre la trama de negocios conjuntos entre la familia Kirchner y los Báez.
Si a eso se le suman las pruebas que el fiscal Diego Luciani enumeró en su alegato del caso Vialidad respecto a lo que llamó el “Plan Limpien Todo”, es decir, la organización conjunta entre la actual vice y el constructor que habrían decidido cerrar las empresas creadas por el ejecutivo de un holding muy ascendente nacido en Santa Cruz para que no haya pruebas al respecto después de que ella dejara el poder en el 2015, entonces la conclusión es definitoria: entre llamados, visitas a Olivos, chats cruzados para organizar encuentros entre ambos protagonistas de esta historia, éstas acciones se desarrollaron, sin contar años para atrás, entre el final del primer mandato presidencial de Cristina Kirchner y el final del último período en el que la hoy vice ostentó el poder.
Los negocios de alquiler de hoteles propiedad de los Kirchner a precios exorbitantes para el mercado, sumados a rentas de propiedades también de los K en los que Báez o sus empresas fueron los locatarios muy generosos; o las compras de casas o el regalo de departamentos que realizó el empresario beneficiado por el Estado K, siempre gastando cientos y cientos de miles de más a los que podría haber pagado, la trama de negociados entre Báez y los Kirchner, deberían ser analizados en las audiencias orales del caso Hotesur-Los Sauces.
Las pruebas son irrefutables y Kirchner nunca las pudo replicar con argumentos.
Más allá de eso, y gracias a la gestión en la Unidad de Información Financiera (UIF) bajo mandato de Mariano Federici entre el 2015 y el 2019, se suman pruebas que indican que fueron una infinidad de organismos públicos en gestiones K los que no auditaron esos negocios, y otras transferencias de fondos entre las dos familias, además de viajes sospechosos en avión: el BCRA, el Banco Nación, la AFIP, la propia UIF, la Procuración General del Tesoro, la Procuración General de la Nación, y el Ministerio de Planificación Federal o la secretaría de Obras Públicas, entre otros.
En el 2019, frente a los jueces del tribual que la condenó por corrupción, una Cristina Kirchner muy enojada gritó “¡no soy amiga de Lazaro Báez, nunca fui amiga de Lázaro Báez”.
Una prueba más, por si hiciera falta, para saber si la vice dijo o no la verdad, obviando otras cuestiones, como la construcción del Mausoleo en el que descansan los restos de Néstor Kirchner, obra que quedó a cargo del no amigo Lázaro: Melina Báez, una de las hijas del empresario, declaró en la Justicia que conoció a la hoy vice después de la muerte de su esposo.
Leandro, el hijo menor, fue el primero que lo acompañó a visitar la Casa Rosada cuando su amigo llegó al poder total.
Martin Báez, su hijo mayor, figura no solo llamando a secretarios privados de ella, si no también visitando bajo su gestión a funcionarios como José López, el hombre de los bolsos.
Ella inauguró el nuevo estadio de Boca Juniors de Río Gallegos.
Cristina fue la “madrina” del nuevo club.
Encabezó el acto que abrió las instalaciones renovadas con Martin Báez sentado a su izquierda, a quien nombró con cariño.
La vice Kirchner y su socio Báez marcaron los años finales de su administración. Y ahora dejan también sus cicatrices en el final de la carrera electoral de Cristina.
Amigos son los amigos.