Creen que un secreto de los murciélagos es la clave para frenar la próxima pandemia
Investigan el genoma de 1.300 especies del mamífero para saber cómo hospedan todo tipo de virus sin enfermarse. Así crearían drogas para "imitar" ese sistema inmune.
Los únicos mamíferos voladores se dividen en más de 21 familias y 1.300 tipos, cuyos genes son actualmente objeto de estudio con la finalidad de encontrar la llave que responda cuál es el secreto que regula su sistema inmune.
Los murciélagos -que de ellos se trata- no sólo son los animales que la narrativa del Covid ha ubicado como disparadores de los primeros contagios en la ciudad china de Wuhan, sino que a su vez parecen ser la clave que ayudaría a los humanos a combatir una próxima pandemia.
De la investigación, bautizada Bat1K, participan diferentes instituciones científicas del mundo que -según anunciaron ya- llevan descifrado el genoma de 80 especies de murciélagos.
“La respuesta tiene que ver con su capacidad para volar”, explicó Emma Teeling, investigadora de la Universidad de Dublin, una de las directoras del trabajo del que participan unos 180 científicos de diferentes países.
Teeling dio algunos detalles sobre el avance de la investigación en un artículo en The Guardian, y deslizó por qué los murciélagos tendrían una enorme capacidad de albergar virus sin enfermarse.
Según su argumentación, el vuelo es enormemente exigente y requiere el gasto de mucha energía. La idea es que la liberación de esta energía dentro del cuerpo de un mamífero debería conducir a la descomposición de algunas de sus células. Y se esperaría que fragmentos de ADN se desprendieran y flotaran alrededor de su cuerpo.
“Dados los altos requerimientos metabólicos del vuelo y los altos niveles de radicales libres dañinos que se generan, los murciélagos tuvieron que desarrollar un sistema inmune único para reducir rápidamente la inflamación constante que experimentan por ese daño celular”, agregó Teeling.
En los mamíferos no voladores, esas piezas de material genético son identificadas por las células inmunitarias y, a menudo, se tratan como signos de que se está produciendo una invasión de un patógeno que causa una enfermedad.
A partir de esa reacción, el cuerpo lanza un contraataque que puede desencadenar un síndrome inflamatorio. En muchos casos, incluidos los de Covid-19, esta inflamación suele ser la causa principal de reacciones graves que pueden conducir a la muerte.
“Los murciélagos carecen de esa respuesta intensa -explicó Teeling-. En el transcurso de su evolución, que comenzó hace unos 80 millones de años, han modulado sus sistemas inmunológicos para que sus respuestas se hayan amortiguado. La inflamación no ocurre tan a menudo o tan severamente. Como resultado pueden portar todos estos virus sin sufrir reacciones peligrosas”.
Lo que querría decir que los murciélagos, debido a que evolucionaron para poder volar, tuvieron que desarrollar sistemas inmunológicos que tienen muchas menos probabilidades de desencadenar esa inflamación dañina.
Esa sería la clave que los pondría en condiciones de enfrentarse a los virus sin sufrir las intensas reacciones que afectan a otros mamíferos. Como no está claro cómo lo logran, el proyecto Bat1K busca ser el que lo responda.
La iniciativa, en rigor, es anterior a la pandemia de Covid. Su origen fue en 2017, pero en función de los acontecimientos posteriores y de la incertidumbre que genera el futuro sanitario de la humanidad, los datos que pueda aportar parecen volverse ahora más relevantes.
Otra de las directoras del consorcio, la neozelandesa Sonja Vernes, aseguró en una presentación del proyecto que todos los datos recolectados conformarían una plataforma pública al alcance de cualquier interesado, algo que hoy ya es una realidad en el sitio www.bat1K.com. A su vez, newsletters periódicos permiten seguir la evolución del trabajo.
Genoma y longevidad
La investigación involucra a investigadores de la Universidad de St. Andrews, el Instituto Max Planck de Biología Celular Molecular y Genética, en Dresde, y el Instituto Sanger, cerca de Cambridge.
El objetivo es crear genomas de alta calidad para todas las especies de murciélagos. Así podrían descifrar las instrucciones completas del ADN que llevan las 1.288 especies de murciélagos registradas.
“La longevidad de un animal suele ser directamente proporcional a su tamaño. Los murciélagos, sin embargo, son una excepción a esta regla. El murciélago de Brandt (Myotis brandtii) es el murciélago más longevo, con una vida de hasta 40 años. Los mamíferos que tienen un peso similar, como los ratones, normalmente solo viven de 2 a 3 años. ¿Por qué? La capacidad de volar de un murciélago puede haber extendido su vida útil”, explicó Vernes.
Existen investigaciones científicas recientes que dan cuenta de cómo la evolución les ha permitido a los murciélagos optimizar su supervivencia.
Una de ellas, sobre el genoma de seis especies, fue publicada en la revista Natura en 2020. Los autores -que participan del grupo de investigadores de Bat1K- explican que encontraron en los murciélagos analizados “selección y pérdida de genes relacionados con la inmunidad (incluidos los reguladores proinflamatorios NF-κB) y expansiones de genes antivirales APOBEC3, lo que destaca los mecanismos moleculares que pueden contribuir a la inmunidad excepcional de los murciélagos”. Y agrega que “las integraciones genómicas de diversos virus proporcionan un registro genómico de tolerancia histórica a la infección viral en murciélagos”.
En la medida que puedan descubrir con precisión las formas en que los murciélagos resisten a los virus que albergan y se transforman en huéspedes asintomáticos, el objetivo es utilizar esos datos para desarrollar medicamentos que logren imitar ese comportamiento en las personas.
De concretarse, el “hombre murciélago” dejaría de ser sólo una ficción inventada en Estados Unidos, del superhéroe que lucha contra el hampa, para volverse también una creación de la ciencia contra una cantidad de enfermedades potencialmente mortales.
Se trata, en suma, de una carrera contrarreloj en los laboratorios contra los patógenos. Algunos expertos ya pronostican que la próxima pandemia podría ocurrir aproximadamente en una década, y la incógnita es si la ciencia básica y la aplicada llegarán a aportar nuevas armas que permitan aplacar su eventual impacto.