De la misma manera que la mayoría de los hábitos, actividades y procesos del cuerpo se modifican con la edad, los patrones de sueño también sufren cambios. Las personas encuentran que, a medida que se convierten en adultos mayores, les resulta más difícil conciliar el sueño: se despiertan varias veces durante la noche y a primera hora de la mañana. Este hábito tempranero que se adquiere, sorpresivamente no es el resultado de rutinas realizadas durante décadas; factores como el horario de entrada al trabajo o la responsabilidad de llevar a los hijos al colegio no tienen demasiado que ver con esto sino que se trata de un mecanismo biológico que se pone en marcha con la llegada de la vejez.
Las quejas relacionadas con el sueño son comunes en los adultos mayores. De hecho, según demuestra la National Library of Medicine, algunos de los descontentos que más se repiten entre los experimentados son: no alcanzar un descanso profundo y no soñar; despertarse entre 3 o 4 veces cada noche; ser más conscientes de estar despiertos o de que no es posible conciliar el sueño.
“A partir de la mediana edad el tiempo promedio que una persona duerme cada noche disminuye 30 minutos cada 10 años”, dice un escrito de la Sleep Foundation. Respecto de las razones por las cuales esto ocurre, hay una variedad de explicaciones y abordajes.
Descifrando la cuestión: ¿Por qué los adultos mayores se levantan cada vez más temprano?
“Ocurre paulatinamente a partir de los 40-45 años y se intensifica en las personas de mayor edad que atraviesan los 65-70 años”, revela Daniel Cardinali (M.N. 34409) médico, investigador emérito del CONICET y profesor de la UBA. Para el profesional es fundamental saber que el primer factor que incide en este cambio conductual es el del ritmo circadiano. “Este reloj interno es de aproximadamente más de 20 horas en adolescentes, pero a medida que pasan los años la cantidad de horas disminuye, es decir, el reloj se acelera y adelanta la hora de comienzo del ritmo”, señala. Asimismo, cuenta que ya ha sido probado científicamente que a medida que alguien envejece tiene menos neuronas en el núcleo suprasmático (SCN) -centro principal de regulación de los ritmos circadianos- por lo tanto, el aspecto conductual se superpone a la nueva realidad biológica que tiene la persona.
El Dr. Cardinali recomienda asimilar lo descrito con el “ejemplo de las campanadas”. Según relata el especialista, la modificación del ritmo sueño-vigilia es como el funcionamiento de las campanadas; “la campanada es muy intensa en la edad temprana y se atenúa en el adulto mayor, por ende, la persona tiene menos profundidad del sueño y sufre de somnolencia en la vigilia y las siestas se convierten en su nuevo aliado”, dice.
En paralelo con el Dr. Cardinali, la Sleep Foundation de los Estados Unidos revela que estos cambios que se originan en el SCN están fuertemente relacionados con la visión. “El SCN recibe información de los ojos, justamente, la luz es una de las señales más poderosas para mantener los ritmos circadianos y desafortunadamente, las investigaciones demuestran que muchas personas mayores tienen una exposición insuficiente a este fuente natural de luz”, sostiene.
Para entender cómo funciona esta relación entre el SCN, la visión y el cerebro, es necesario saber que cuando una persona atraviesa la adultez su cuerpo secreta menos melatonina -hormona del cuerpo que juega un papel importante en el sueño-. Según detalla la institución norteamericano, esta hormona normalmente se produce en respuesta a la oscuridad y es el elemento que -en dosis correctas- ayuda a promover el sueño al coordinar los ritmos circadianos.
“Aparte de no exponerse demasiado al sol, los cambios en la visión que vienen con la edad pueden tener un impacto en el ritmo circadiano ya que la retina en nuestros ojos tiene células sensibles a la luz -fotorreceptores- que determinan la capacidad del cerebro para recibir las señales de luz y esto modifica los niveles de melatonina”, dice Alejandro Andersson, médico neurólogo y director del Instituto de Neurología de Buenos Aires.
En relación con el tema, varios estudios estiman que entre el 40% y el 70% de los adultos mayores sufren problemas crónicos del sueño e incluso, la mitad de los casos no son diagnosticados. Consecuentemente, cuando no son tratados pueden interferir significativamente en las actividades diarias de los adultos y terminan afectando su calidad de vida.
¿Puede ser evitable?
Pablo López (M.N. 36163) coordinador del tratamiento del insomnio de INECO y director de la carrera de Psicología de la Universidad Favaloro explica que una vez que alguien entra en el periodo de la adultez es inevitable prevenir este cambio en la rutina de descanso. “Es una cuestión biológica y orgánica que pone en marcha el organismo a partir de esa edad, por ende, va a haber una tendencia que va a provocar que el sueño se fragmente y que uno se levante temprano, pero obviamente existen algunos hábitos que colaboran con la mejorar de la calidad de descanso y de vida de la persona”, destaca.
Para el Dr. López, el cuadro empeora si uno se propone una expectativa inalcanzable como sucede en los casos de quienes creen que después de los 60 años deben descansar 8 horas de corrido, “esto es un mito”. “Se desesperan porque sienten que no cumplen con las reglas del descanso cuando en realidad, sucede algo que es normal para su edad; se frustran y eso hace que los síntomas se intensifiquen”, describe. A la vez, agrega que la leyenda que enuncia que lo correcto es dormir ocho horas de un tirón, “es un mito”. Para él, si uno está fastidiado por estos nuevos hábitos puede empezar a hacer cambios simples en su día a día para disminuir levemente el malestar, entre estos destaca: siestas cortas a lo largo del día; evitar somníferos, “no recomiendo su uso porque al tomarlos uno va en contra del funcionamiento natural de su cuerpo”, añade; y evitar tomar demasiado líquido antes de acostarse ya que en la adultez la retención de líquido es menor durante la noche.
Sacar provecho de la biología
Con respecto de las rutinas matutinas de este grupo etario, investigadores canadienses descubrieron que los adultos a quienes les asignaban tareas cognitivas “exigentes” se desempeñaban mejor por la mañana que en otros momentos del día. El estudio publicado en línea en Psychology and Aging pone de manifiesto que esto ocurre porque las funciones cerebrales de las personas mayores varían a lo largo del día y están más activas por la mañana.
“La hora del día realmente importa cuando se evalúa a los adultos mayores. Este grupo de edad está más enfocado y es capaz de evitar la distracción en la mañana que en la tarde”, destacó el doctor John Anderson, autor del estudio e investigador de la Universidad de Toronto.