1992 fue el año que cambió sus vidas para siempre. Coronel Suárez, ciudad de la Provincia de Buenos Aires, fue el lugar donde ocurriría algo tan simple pero significativo a la vez. En el centro de esa localidad él la vio por primera vez. No fue un encuentro tradicional.
Paseaba por la zona cuando una imagen en la vidriera de un local de fotografía lo cautivó por completo y lo obligó a detener su marcha. Allí estaba ella. Retratada en primer plano -en esas típicas fotografías que entonces se acostumbraban tomar-, la cámara la había capturado en su expresión más perfecta.
Pasó un año hasta que el destino le permitió dar con ella. No la había buscado activamente. Pero de vez en cuando, en su cabeza de adolescente, aparecía de forma fugaz la imagen de la chica de rulos simpáticos y hoyuelos en las mejillas que un año antes se había robado su corazón. Y cuando finalmente la vio su corazón se aceleró. Era ella en carne y hueso que se sumaba a las clases de defensa personal en las que él oficiaba como ayudante del sensei.
“Me encantó a primera vista”
“Un amigo me había invitado a tomar clases de defensa personal. El instructor ayudante del sensei era Walter. Cuando lo vi con sus cabellos largos rubios, de 15 años, inmediatamente me enamoré. Yo no sabía que Walter me había visto anteriormente. Él me reconoció enseguida pero yo nunca antes lo había visto, sin embargo me encantó a primera vista”, recuerda Noelia.
Con el tiempo y convencida de que lo que sentía era real, Noelia intentó acercarse al joven Walter. Pero él siempre se mantenía distante, era extremadamente tímido. “Cuando el sensei le pedía que me contara los abdominales, él me los contaba apurado. Yo creía que me quería sacar de encima pero, tiempo después, supe que lo hacía de esa forma para que yo no hiciera tanto esfuerzo. ¡Un amor!”.
Finalmente, encontró la manera de llegar a él. Fue para una entrevista que ella le hizo para la escuela a la que asistía: era sobre las artes marciales. “Elegí ese tema para poder hablarle más de cerca”.
Se pusieron de novios ese mismo año. “Hacíamos las cosas típicas de adolescentes: andábamos en moto, escuchábamos música en su casa, salíamos al centro con nuestros amigos. Mis padres me ponían límite de horarios y Walter me los hacía cumplir a rajatabla. Yo era medio colgada y, obviamente, no quería volver a casa”.
“Seguía siendo bueno y atento”
Dos años después, de mutuo acuerdo, decidieron poner fin a la relación. Ambos querían vivir nuevas experiencias. Sentían que el vínculo había llegado a un límite en el que era necesario hacer algo diferente. Sus vidas se distanciaron. Noelia estudió, tuvo a su primer hijo de muy joven y terminó luego el secundario. Pasaron los meses, los años y un sinfín de circunstancias personales que la alejaron cada vez más de aquel Coronel Suárez donde había dado sus primeros pasos en el amor.
Se casó, tuvo dos hijos más y se separó. En 2015, y con la necesidad de reordenar su vida, un impulso la llevó a vivir un tiempo a lo de sus padres. Instalada en el barrio de su adolescencia, supo que Walter todavía estaba en el lugar y que vivía con su perro Felipe a media cuadra de la casa de sus padres.
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Una tarde de otoño, Walter invitó a Noelia a tomar mate a su casa. Acordaron un horario para encontrarse y sin ninguna intención de ambas partes. Después de tantos años volvieron a encontrarse. La conversación se dio sin presiones ni silencios incómodos. “Siempre lo había visto hermoso, desde la adolescencia. Seguía siendo tan bueno y atento”.
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“A veces las segundas oportunidades sí valen la pena”
El tiempo los acercó cada vez más. “Pero fue distinto volver a estar con él. Éramos más grandes, más maduros. La vida nos había golpeado a ambos con experiencias de pareja frustradas y ya no queríamos eso. Hablamos mucho al respecto y decidimos que queríamos darnos una nueva oportunidad”.
Actualmente Noelia y Walter están juntos. Él es tatuador y juntos llevan adelante dos locales de tatuajes, uno en Coronel Suárez y otro en Sierra de la Ventana (este último cerró en pandemia). “Somos compañeros. Nos ponemos de acuerdo. Y, si no podemos, lo charlamos hasta que lo hacemos. Intentamos no cometer los mismos errores que con nuestras exparejas. Nos cuidamos uno al otro. A veces las segundas oportunidades sí valen la pena...”.