Hay ciertas verdades que son irrefutables: por ejemplo, que todos vamos a morir. Aunque la certeza es total, alrededor de esto existen numerosas dudas, miedos, ocultamientos y un tabú difícil de erradicar. La finitud puede resultar tan dolorosa que, en vez de afrontarla, se evade. Pero, ¿cómo sería si tuviésemos la oportunidad de prepararnos previamente para ese final?.
Para lograrlo, dos factores son clave: entender a la muerte como parte de la vida y promover la cultura del acompañamiento. Aprender a duelar no sólo requiere de tiempo o voluntad: se necesitan recursos, herramientas y una red de contención que colabore con este desafiante proceso.
“Aprender a duelar es un asunto pendiente"
“Aprender a duelar es un asunto pendiente de nuestra cultura e implica aprender a procesar los cambios. Y no estamos preparados para eso”, dijo a Clarín la psicóloga Viviana Bilezker, fundadora y directora de El Faro, asociación civil que nació en 2008 en busca de realizar un proceso de transformación respecto a cómo nos conectamos con la muerte y el hecho de morir. Para eso imparten allí la diplomatura en fin de vida.
Según la especialista, “al duelo no se le da la importancia que merece”. A esta experiencia hay que darle tiempo y lugar, algo que ni siquiera contemplan las licencias laborales, por ejemplo. Las mismas, según el grado de parentesco, contemplan entre uno y tres días de ausencia: “Esto no tiene nada que ver con la realidad de lo que una persona necesita cuando está en duelo”, añadió.
Las carencias alrededor de esto son múltiples y afectan tanto a quien está pasando por ello como a quienes pretenden ayudar, básicamente porque nadie nos enseña cómo afrontar la situación: “No tenemos educación en el duelo, debería ser una materia que se estudie en los colegios. El duelo no es una experiencia extraordinaria, es ordinaria”.
Además, destacó, aún con buenas intenciones a la hora de acompañar “se apela a clichés y a frases hechas que poco le sirven a la persona en duelo y que muchas veces la aíslan”.
Prepararse para morir
¿Qué harías si supieras que pronto vas a morir? La pregunta, lejos de ser un eslogan, puede ser el puntapié inicial para aquellos y aquellas que, por alguna circunstancia, saben que ese desenlace inevitable se acerca.
Bilezker contó que en general reciben “pedidos de acompañamiento a partir del diagnóstico de una enfermedad compleja o de personas de edad avanzada que tienen desafíos y algunas dificultades que no saben cómo afrontar”.
Entre estos inconvenientes, detalló, están “los temores asociados a la muerte, los temores asociados a la comunicación con su entorno y plantear decisiones”. “Y también suele pasar que una persona mayor quiera conversar con sus hijos y nietos acerca de cómo quiere que la acompañen en el final, qué quiere que hagan con su cuerpo, si quiere o no quiere velatorio, qué quiere hacer con sus pertenencias”.
Este momento supone para las familias “cambios en las rutinas diarias, cambios en la gestión de los cuidados, desafíos económicos y poner asuntos en orden. En la preparación para la muerte hay mucha agenda”, destacó la psicóloga.
Cómo acompañar ese final
Desde El Faro forman a profesionales para el acompañamiento en el fin de vida. También ofrecen ese servicio a personas y/o grupos familiares que estén pasando por esto. Allí se interrelacionan distintas especialidades: cuidados paliativos, gerontología, bioética, psicología y recursos de comunicación.
Bilezker mencionó que la preparación se va dando en etapas. “Muchas personas necesitan repasar su vida, planificar su futuro inmediato, resolver asuntos pendientes, tomar decisiones”, pero más allá de estas generalidades, advirtió, “el modo en que cada uno se relaciona con su propio fin de vida es único”.
Es en este contexto que la especialista resaltó la necesidad de desarrollar la cultura de acompañamiento, a la que define como “aquella que reconoce la interdependencia entre todas las personas”.
“Todos nos acompañamos y somos acompañados. Lo que queremos propiciar es que la comunidad en general sepa y se prepare para estar ahí donde se la necesita. Todos estamos de un lado y del otro: desde que nacemos hasta que morimos estamos acompañados y acompañando”, afirmó.
La noción de comunidad es fundamental si se tiene en cuenta que la muerte es un destino común del que nadie escapa. Por eso la vocera de la asociación civil aseguró que “para acompañar el duelo no hace falta ser profesional, ya que estar en duelo no es una condición patológica sino humana”.
Ese acompañamiento incluye “escuchar a la persona en duelo, preguntar cómo ayudarla y tener una actitud receptiva y de apertura. A veces ayudar en el duelo es estar en silencio, otras veces es hablar, esperar, prestar atención y adecuarse a lo que la persona necesita”.
Por último, la psicóloga recomendó “darnos tiempo y quitarle a la muerte la carga de tragedia y desgracia, reconocer que existe y que por más que miremos para otro lado seguirá existiendo. Hay que entenderla como parte de la vida. Negar lo que es inevitable es necio y causa más dolor. Una manera de aliviar el sufrimiento es darle lugar”.