En una tarde cualquiera de 2013, Daire Thornton se acomodó en un famoso bar de Dublín sin imaginar que su vida cambiaría para siempre. Pidió una cerveza y observó a la muchedumbre conversar alegre en un cuadro típico irlandés, hasta que su mirada se posó en ella, una joven mujer que irradiaba algo distinto y por la que sintió una atracción fuerte. Sin poder apartar sus ojos de aquella presencia, la encontró exótica, bella e imaginó que seguramente sería española.
Luego de un par de cervezas, Daire juntó suficiente coraje, caminó hasta el grupo, se presentó y, sin demasiado rodeo, le pidió su número de teléfono: “Me lo negó”, recuerda hoy el irlandés entre risas.
Se llamaba Tamara –Tami para sus amigos- y, aunque su respuesta le resultó algo desalentadora, siguió conversando con el grupo con la esperanza de despertar cierto interés. Para su sorpresa, le contaron que eran argentinas y que todas vivían allí por diversas razones. Tami había llegado con una visa working holiday y con la expectativa de viajar y conocer el país, pero, al encontrar un trabajo como abogada en una empresa farmacéutica decidió quedarse un tiempo más, aunque sin intenciones de echar raíces.
“¿Argentina? Fascinante”, pensó Daire, quien trató de hacer gala de sus encantos y su buen manejo del castellano, ya que casualmente había estudiado español en la Universidad de Dublín. Entre risas y cervezas, finalmente logró recibir el número de una de sus amigas: “quien, tras un poco de persistencia de mi parte y con el permiso de Tamara, me dio su teléfono unos días después”, revela. “Llevamos nueve años de relación, nos casamos, y convivimos con nuestro primer hijo de tres años y el mío, de trece”.
El primer impacto de Buenos Aires: “Magnífica”
La primera vez que Daire caminó por Buenos Aires no pudo dar crédito a lo que veía. “Magnífica, como si fuera de las ciudades más elegantes de Europa, con aires a París o Madrid”, le contó a su familia y amigos.
En las calles porteñas, el irlandés quedó fascinado con los tantos edificios de una opulencia increíble, la maravilla del teatro Colón y el atractivo de tantas calles que había visto en numerosas películas argentinas de Ricardo Darín, introducidas por su mujer y que lo tenían encantado: “Darín es un actor que debería ser más conocido en el mundo”, observa.
Durante aquella estadía, Daire no pudo evitar distraerse al manejar por la avenida del Libertador, atraído por las esculturas y estatuas lujosas en los espacios verdes: “pero no pasó mucho tiempo hasta notar los grandes contrastes entre la riqueza y la pobreza del país y eso es lo que más me impactó probablemente. Por un lado, hay bulevares de enorme riqueza y, por el otro, villas que no me atrevería a visitar”, confiesa.
“Imagino que los inmigrantes irlandeses que llegaron antes compartieron el mismo sentir”
Daire, amaba a una mujer argentina, y también se había enamorado de su país. A partir de entonces, y para felicidad de Tamara, el irlandés se propuso volver todas las veces que fuera posible, extender las estadías y vivir las calles bonaerenses hasta amalgamarse, como si fuese uno más.
En su afán por captar los hábitos y costumbres, se asombró por demás al comprobar la cantidad de carne consumida por los argentinos, así como las raciones generosas en todas las comidas: “Un día fui a la carnicería con la lista de mi maravillosa suegra, quien me pidió dos bolsas llenas de carne suficiente para diez personas, cuando en el asado fuimos solo cuatro”, rememora. “Los asados argentinos son muy muy ricos y divertidos, sin dudas nunca vas a tener hambre después”.
“Lo que encuentro muy interesante, y a veces desafiante, es cómo hablan los argentinos, sus acentos, el uso de palabras lunfardas y la historia detrás. Me encanta descubrir nuevas expresiones como pibes, lucas, mangos, fiaca, quilombo, bárbaro, sin mencionar las otras más feas que mi esposa no quiere enseñarme. Intento adivinar los orígenes de palabras como `vos´ y el uso del adverbio `re´ para añadir más drama a casi cada frase. Estudié español y literatura española en la universidad y sigo estudiando el idioma en el Instituto Cervantes en Dublín y a veces es un gran desafío cambiar a un dialecto argentino”, manifiesta pensativo.
Pero de todas las maravillas argentinas, la que cautivó de maneras profundas a Daire fue revelar el vínculo que el país tiene con Irlanda, algo que lo llevó a recuerdos pasados de su infancia: “Mis vecinos granjeros me contaban historias sobre sus antepasados, que se habían ido a la Argentina tras una vida mejor. En mi mundo infantil aquella tierra quedaba lejísimo”, cuenta con una gran sonrisa. “Treinta años después, y como un aficionado a las antigüedades que siempre está en busca de un tesoro en San Telmo, cuando deambulo por el sinfín de calles vibrantes de Buenos Aires y sus afueras, me alegra descubrir curiosas conexiones con mi país”.
“Me da gracia cómo los porteños pronuncian el barrio de Coghlan y Ranelagh, que estoy seguro que han sido llamados en honor a algún irlandés. Hasta ahora el tesoro más querido que descubrí fue la aldea de San Antonio de Areco. Me sorprendí al llegar a ese pueblecito gaucho lleno de nombres irlandeses en las tiendas y en las placas de la iglesia en la playa mayor, incluyendo una de la expresidente de Irlanda, Mary Robinson, quien ha visitado Argentina para celebrar su historia irlandesa. Imagino que cuando los originales irlandeses llegaron a esta tierra tan llana, vasta y abundante, compartieron el mismo sentimiento de temor y admiración que sentí yo... probablemente un poco más”.
“Argentina me recuerda a la Irlanda de los 80”
Cuando tiene tiempo, a Daire le da mucho placer espiar desde la ventana de su café favorito en la avenida Cabildo a la gente que puebla la gran ciudad. Disfruta al observar sus estilos idiosincrásicos y ser testigo del ritmo eléctrico de la urbe, al tiempo que trata de descifrar los misterios del país, como la situación económica, divisiones políticas, cuál es la media luna de grasa y cuál es la de manteca.
También goza de los parques de Buenos Aires y su panorama alegre, colmado de gente haciendo ejercicios o disfrutando con amigos o en familia de unos mates: “Es rarísimo que algunos compartan la bombilla, aunque al mismo tiempo me parece lindo”.
Hasta el día de hoy, también le resulta algo extraño cuando le solicitan el número de pasaporte o alguna identificación al abonar con tarjeta de crédito: “Pero entiendo que tiene que ver con la seguridad y el nivel de criminalidad”.
“Es notable cómo con un buen trabajo podés vivir muy bien en Argentina, pero el país me recuerda a la Irlanda de los años ochenta, cuando un gran porcentaje de nuestra población emigró a varias esquinas del mundo para conseguir trabajo. Nuestra economía estaba demasiado enfocada hacia adentro y había incapacidad o tal vez falta de interés en atraer inversión extranjera, algo que cuando finalmente se hizo, cambió nuestra realidad”.
“Me parece que, a pesar de tener una economía restrictiva y un sistema bancario cuestionable, los argentinos en general logran vivir bien”, agrega Daire. “En mi experiencia son muy sociales, acogedores, trabajan fuerte y tienen abundante sabor por la vida. Los productos locales son de buena calidad y los sistemas de transporte y salud son baratos y funcionan bien, aunque no entiendo cómo lo hacen con precios tan bajos”.
“Me gustaría jubilarme en Argentina”
Desde que su hijo, Liam, llegó a la vida, la curiosidad de Daire por la Argentina ha crecido exponencialmente. El pequeño ya es ciudadano argentino y esto lo motiva a seguir en su proceso de descubrir y establecer vínculos desde la perspectiva de una familia irlandesa – argentina.
“Aunque soy irlandés, originalmente de Mullingar, acá celebramos toda su cultura y comida, vemos películas argentinas, tomamos mate, comemos empanadas, alfajores, facturas, todo lo que tenga dulce de leche y lo que podamos encontrar en la creciente comunidad de argentinos en Irlanda, ¡incluso hay un café argentino dirigido por una familia encantadora de Córdoba, donde se sirve choripán y otros platos típicos!”, revela el hombre de 42 años.
“Me gustaría jubilarme en Argentina o quizás compartir mi tiempo entre Argentina e Irlanda porque el país tiene un clima muy bueno y hay muchas cosas para hacer en Buenos Aires, entre su verde, los clubes sociales, los museos o caminar por las calles de San Telmo el fin de semana. Y Argentina tiene la población más grande de ascendencia irlandesa fuera de los países de habla inglesa del mundo, entonces supongo que no extrañaría mucho mi país”, dice convencido.
“La vista del parque de Palmerston en Dublín es hermosa desde el escritorio del primer piso de mi casa”, escribió Daire, en tiempos de pandemia. “Durante esta parte del año, las últimas hojas naranjas brillantes del medio invierno dominan la vista que ocasionalmente se ve marcada por una visita de las ardillas locales que habitan el parque. No parece importarles que desde el amanecer hasta el crepúsculo el lugar tenga mucho más ajetreo y bullicio que lo normal, debido a la pandemia y el deseo de los lugareños de escapar de los confines de sus casas. A veces me recuerda con mucho cariño al igualmente hermoso parque de Saavedra donde viven mi suegra y cuñado. Lo imagino lleno de gente disfrutando las largas tardes de verano de Buenos Aires....”.
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