Llegó el día tan esperado: se habilitó la nueva terminal de partidas del Aeropuerto de Ezeiza, que incluye el famoso “Zeppelin”. El edificio tiene casi 70 puestos de self check-in, despacho automático de valijas y hasta tomógrafos 3D para monitorear el equipaje de bodega sin que nadie lo toque. El presidente Alberto Fernández lo inauguró este mediodía, pero la operación comenzará el lunes por la noche, con un vuelo a Cancún.
Desde ese momento, desaparecen los nombres A, B y C. La nueva terminal concentrará las partidas de todas las líneas aéreas de Ezeiza, la A -a su izquierda- quedará para arribos internacionales, y la C -a su derecha-, para arribos nacionales. El área de arribos de la A se une a este edificio por un ancho pasillo. La conexión con la C estará lista en tres meses. También hay acceso subterráneo directo al estacionamiento multinivel.
El famoso “Zeppelin” está adentro de la terminal, en su planta superior, y aloja el área de control de seguridad y migratorio. Como esos dirigibles, el edificio en sí mismo es imponente: frente de 250 metros de ancho, 45 metros de altura, 50.000 metros cuadrados, 380 toneladas de vidrio y una estructura metálica de 2.550 toneladas, lo mismo que pesan 400 elefantes juntos. La inversión total fue de U$S 230 millones.
En planta baja hay cinco islas de check-in con 150 mostradores, 68 puntos de self check-in y 24 puestos para despachar el equipaje de bodega uno mismo (self baggage drop-off) con 150 balanzas y 150 inyectoras para etiquetas. Cuatro de esos puestos están en la vereda de ingreso a la terminal.
En esta planta baja también hay gastronomía de cadena, con Starbucks, Le Pain Quotidien y la franquicia estadounidense Outback, restaurante “grill” de inspiración australiana que ya tiene locales aquí y en Aeroparque. “Los precios en estos restaurantes serán iguales a los de afuera de Ezeiza”, promete Sebastián Villar Guarino, gerente general del aeropuerto.
Como en cualquier otra terminal, también hay kiosco, farmacia, tienda de productos regionales y bebederos, incluso algunos con espacio para recargar la botella. ¿Y la clave del Wifi? No hay que pedirla: hay servicio libre e ilimitado, sin registro previo.
El Zeppelin
En el extremo izquierdo de la terminal, cuatro escaleras mecánicas permiten subir o bajar del Zeppelin, completamente alfombrado en color verde. Se ingresa a él después de pasar por alguno de los 15 lectores automáticos del sistema Fotopoc, que trabajan con identificación biométrica para habilitar -o no- el acceso.
La nueva terminal de partidas del Aeropuerto de Ezeiza cuenta con un moderno sistema de despacho de valijas. Foto: Andrés D'Elia
Una vez allí, se pasa al área de Control de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), con cinco scanners de equipaje de mano, cuatro de los cuales tienen doble canaleta: en caso de que detecten algún líquido no admitido -como una botella de agua- desvían la valija automáticamente en los rodillos de salida a un segundo canal lateral, lo que permite que el resto de las maletas sigan saliendo del equipo sin demoras.
A continuación está el área de Migraciones, con 32 cabinas comunes y cuatro de “Fast Pass”, un sistema pago para quienes quieran acelerar el proceso. Superado ese proceso, se llega al free shop, delante del cual está el acceso a la sala de preembarque, en la puerta 12.
El equipaje que va en bodega, en tanto, es transportado en cintas que suman 2.250 metros, coronadas por cuatro tomógrafos 3D que inspeccionan hasta 1.024 valijas por hora cada uno. Esto acelera el proceso de despacho, ya que se monitorea a distancia, en salas contiguas. Al tener tecnología 3D, se puede visualizar el equipaje desde el punto de vista que se desee sin tocarlo.
“La inversión más grande está en el sistema Baggage Handling Systems (BHS), que permite clasificar el equipaje de todos los pasajeros. Despachás afuera y automáticamente te lo deposita en el carrusel que corresponde a tu vuelo. Así eliminás la posibilidad de algún tipo de apertura de valija porque, desde que la dejás hasta que llegó al carrusel, no la toca nadie”, explica Villar Guarino.
Esta inauguración llega con tres años y media de demora. Y la pandemia no fue la única culpable. La construcción había arrancado en septiembre de 2017. El Gobierno nacional, en ese momento bajo el mando de Mauricio Macri, planeaba habilitarla antes de que terminara 2019.
Pero las obras se suspendieron en septiembre de ese año tras un derrumbe fatal: una persona murió y trece resultaron heridas después de que se viniera abajo un andamio de la obra. La víctima era el capataz Humberto José Bulacio (50), vecino de Florencio Varela y desde 2013 empleado de TANE SRL, empresa responsable de los andamios. Pandemia mediante, los trabajos se retomaron recién en julio del año pasado y siguieron, sin interrupciones, hasta hoy.