Aníbal Fernández, el energúmeno verbal
Con inflación arriba del 100 por ciento anual y 54 por ciento de pobreza infantil, no hay mesa del hambre ni vuelan piedras. Tampoco hubo ni un paro general. ¿Por qué? Porque todo está preparado para el 11 de diciembre. Si gana otro espacio político se vendrá “la resistencia”.
Hubo un tiempo muy lejano en que Aníbal Fernández era una estrella del firmamento kirchnerista y se le rendía pleitesía y reconocimiento. En mayo de 2011, por ejemplo, reversionó a Jauretche cuando publicó “Zonceras Argentinas y otras yerbas” y lo presentó en la Feria del Libro, en la Rural. Para tener dimensión de lo que representaba Aníbal en aquel momento: el prólogo era de Cristina y ese día lo fueron a aplaudir Estela de Carlotto, Hugo Moyano, Amado Boudou, Héctor Timerman, Julio Alak, Julio de Vido, Alicia Kirchner, Alberto Sileoni, Juan Manuel Abal Medina, Jorge Coscia, Alejandro Dolina -que hizo de presentador-, los relatores y comentaristas del “Fútbol Para Todos” Marcelo Araujo, Julio Ricardo y Alejandro Apo… y siguen las firmas. Eran tiempos en los que Aníbal podía vestir remera negra con estampado de los Redondos de Ricota y siempre tenía la frase más ingeniosa.
Pero hay otro Aníbal, el que pasa de lo ingenioso a lo horroroso: ayer auguró represión, muerte y sangre en las calles si gana la oposición. Es tristemente normal que el peronismo proyecte cine catástrofe cuando está por perder el poder. “Viene la derecha a ajustar” suele ser el mantra. Pero nunca había ido tan lejos como el ministro de seguridad. Con sus declaraciones Aníbal Fernández insinúa que están dispuestos a impulsar una resistencia feroz a cualquier reforma que intente implementar la oposición si le toca asumir el poder en diciembre. Aquellas 14 toneladas de piedra de la reforma de la fórmula jubilatoria de Macri serían -bajo esta amenaza velada- solo una muestra gratis de lo que “el pueblo” es capaz de hacer si vienen a “quitarle derechos”.
El peronismo y la superioridad moral
Luego de años de machacar, el peronismo logró permear una idea en buena parte de la población: el de la superioridad moral del partido fundado por el General, que sería el único partido político interesado en “el bien del pueblo”. En esta lógica, la oposición es caracterizada como extranjerizante, egoísta y elitista. “Somos buenos, nosotros somos buenos”, cantaba la fuerza de choque de Milagro Sala. La verdadera “patria” es peronista o no es.
En 2018, Agustín Rossi dijo en una entrevista: “Para mí, este gobierno, el gobierno de Macri, es un accidente de la democracia”. Vamos de vuelta: si no es peronista, es que se produjo una anomalía. Una falla que deberá ser corregida. Este pensamiento autoritario se vislumbra también en algunos organismos del Estado: cuando la vicepresidenta fue condenada por Vialidad, desde el ministerio de Salud colgaron una enorme bandera que rezaba “Todos con Cristina, trabajadores de la salud”. No es el único ejemplo. En esta lógica, los organismos del Estado tienen dueño: están escriturados por el peronismo. El resto son intrusos circunstanciales. El reconocido sociólogo Juan Carlos Torre contó en una entrevista que incluso Antonio Cafiero, reconocido como uno de los peronistas más democráticos y dialoguistas, llegó a tener expresiones parecidas a la de Agustín Rossi cuando ganó Alfonsín en el 83.
Vale la pena recordar la frase de Aníbal otra vez: “si gana la oposición las calles se regarán de muertos y sangre”. Aunque sea antipático, vale la pena entonces recordarle al ministro de Seguridad quién manejó la regadera de muertos: desde el 73 al 76, hubo entre 1500 y 1600 muertos y desaparecidos por la guerra entre las organizaciones armadas, referenciadas en Perón (aunque con tensiones) y la Triple A, dependiente López Rega, es decir, de Isabel y del propio Perón. La vuelta de Perón “regó” Ezeiza con 13 cadáveres y cientos de heridos. Y si vamos a la historia moderna, ¿qué tiene para decir el ministro de los muertos de la última pandemia en manos de las fuerzas de seguridad provinciales? Son solo algunos ejemplos de los muchos donde hubo “regadera” del PJ. Por supuesto que la historia argentina tiene incontables episodios de personas muertas con diferentes gobiernos, pero Aníbal no debería haber evocado un tema del que su partido no fue ajeno.
Un funcionario tan importante del gabinete augura escenarios catastróficos: ¿qué es acaso el 45 por ciento de pobreza en la provincia de Buenos Aires? ¿Y el 54 de pobreza infantil a nivel nacional? Con esas cifras, con la inflación por arriba del 100 por ciento, sin embargo no hay mesa del hambre ni vuelan piedras contra la nueva fórmula jubilatoria que perjudica a los jubilados. No hubo ni un paro general. En la Plaza de Mayo o Congreso no vuelan piedras, solo palomas comprensivas de la guerra de Ucrania y la herencia macrista. ¿Por qué? Porque todo está preparado para el 11 de diciembre. Si gana otro espacio político se vendrá “la resistencia”. Dicho de otro modo: la resistencia que puede mutar en regadera.
Vamos a cerrar esta columna con el título: “energúmeno verbal”.
¿Quién le dijo así a Anibal Fernández? Sorpresa: fue Alberto Fernández en 2011, en una entrevista con Ernesto Tenembaum: “Aníbal se ha convertido en un energúmeno verbal, yo renuncié a mi cargo porque tenía diferencias con Néstor y Cristina. La diferencia es que nunca fui un obediente”. En aquel año, Aníbal había acusado a Alberto de “cagón” por haber hablado supuestamente de más sobre el matrimonio Kirchner luego de su alejamiento del gobierno en 2008. Ironías de la vida, tantos años después el “energúmeno verbal” se convirtió en uno de los principales defensores de Alberto.
Los roles cambian, pero la descripción, ayer, quedó perfecta.