Dalai Lama: ¿de quién es esa boquita?

Nos resulta una figura habitual: los anteojos y detrás los ojitos siempre a punto de ironía y buen humor, así como la túnica con hombro descubierto que quizás haya formado alguna vez tendencia. - Por Mario Mactas
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Uno lo ha visto muchas veces en imágenes a Tenzin Gyatso- visitó cuatro veces la Argentina con abundante devoción de todos los colores: ciertos intelectuales, modernikis encantados de besar sus pies y empezar un nuevo juego en este mundo, respetables ansiosos por vencer el tedio de algún modo. Ya premio Nobel de la Paz en el 89, fue designado, al ser por la tradición tibetana reencarnado como un bodhisattva, un alto difusor de las enseñanzas de Gautama, Buddha-Buda- príncipe nacido en la India quien dejó el palacio para encontrar duras y tristes realidades, vivió en principio con privaciones y sometimiento del Yo central en su camino para reducirlo, casi se diría hasta la supresión Gautama vivió en algún punto del tiempo entre los siglos V y Vl y siguen millones en el mundo las enseñanzas legadas, cuyo recorrido es arduo y a menudo difícil, aunque en sus adeptos y creyentes se vislumbra alegría y contento. No digo seguidores de la religión, porque el budismo no es una religión sino un modo de vivir y de morir que como Gautama, El Iluminado, puede alcanzar el nirvana, la claridad y lucidez que tiene como señal de inicio la aceptación y admisión de que todo lo encontrado alrededor es pura ilusión. Se podría, en cierta forma, aceptar que se trata de una religión no teísta: Buda no es un dios sino un hombre que una gran cantidad de mujeres y hombres honran y agradecen.

El Dalai Lama, el décimo catorce, el buen Gyatsu, nos resulta una figura habitual: los anteojos y detrás los ojitos siempre a punto de ironía y buen humor, la túnica con hombro descubierto que quizás haya formado alguna vez tendencia y los viajes. Desde que el ejército de China ocupó el Tibet tras una breve y cruenta guerra de resistencia a finales de los cincuenta, huyó hacia la India. Es decir- ya lo sabemos como las gastan los chinos: fue brutal- de manera que abandonó la jefatura política y digamos espiritual de lo que en rigor aún desde la India influye: una monarquía feudal de gran pobreza, con una buena cantidad de yonquis adictos a la heroína que los había convertido en Meca de la circulación de “caballo”- heroína-, fácil y barata. Hay literatura para hacer dulce en aquella etapa, es cuestión de buscar aquí y allá.

Esa monarquía es hereditaria por una vía única: un consejo, hoy instalado en Suiza, después de haber recibido y, suficiente, lo expresado y las señales que juzgan satisfactoria del Dalai Lama, se parte con un grupo de elegidos a buscar el niño que por algunos gestos y por medio de gestos o coincidencias imaginarias, quién sabe, será el nuevo Dalai Lama. Se trata siempre de un niño, que dejará a sus padres- con aceptación de ellos- para recluirse en un edificio con muchos cuartos. No tendrá infancia pero sí poder, con la ayuda de una suerte de regencia hasta la adolescencia.

Así fue elegido y reencarnado el actual- ya con cuarenta años en su puesto y ochenta y siete de edad-, el que ha dejado el estupor repulsivo que se produjo cuando llamó entre varios fieles a un niño. Lo abrazó y acarició una y otra vez y le pidió que le chupara la lengua, como puede verse cuando lo obligó a hacerlo el mensajero de la paz y la armonía .

Ha tenido que aceptar sin revelar, en su momento, tanto en la década del setenta como en la del noventa, que en varios monasterios los novicios -se despiertan al alba, trabajan y trabajan en la tierra y los alimentos necesarios- no solo tenían la noción de aplacar el Yo y ejercer la humildad, sino también violados, castigados y envilecidos. Todos menores.

Después del episodio de la lengua y el niño, el piadoso Dalai Lama se disculpó, aceptación y defensa de que lo sucedido era nauseabundo y se le había caído el antifaz. El rastreo de su vida non sancta ofrece la relación con una secta sexual llamada NXIVM, donde en un anfiteatro dio la conferencia “espiritual” que le reportó un millón de dólares, negados pero enfangado por la confusión y las imprecisiones. Katherine e India, quienes consiguieron salir de allí y la condición de esclavas disfrazadas para integrarse como la fórmula para superarse, obtener el éxito. Siniestra organización – de todas esas letras y por alguna razón, resultaba la palabra—Nexium-, todo urdida por un tal Keith Ranier para dominar mujeres con pretextos como, es posible, la fachada ideal del Dalai Lama. Juzgado en México, Ranier fue condenado a 12O años, a pesar de las conexiones con políticos encumbrados, barones de las financias y celebridades del cine.

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Aunque aún persistirán adoradores del Dalai Lama, el abuso planetario ha perdido en sus condiciones y en sus intenciones no tiene vuelta atrás.

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