Durante muchos años, cuando en charlas con amigos salía el tema de la edad de iniciación sexual, Franco Verdoia contaba con absoluta naturalidad que su primera vez había sido a los siete años y con un vecino del barrio que tenía más de 20.
Le llevó tiempo entender que esa experiencia, que él había guardado en su memoria casi como un juego exótico, había sido en realidad un abuso. Pero si en esos encuentros él se había sentido especial y hasta había experimentado sensaciones placenteras, ¿se había tratado de un abuso menos grave?
Lo que siguió fue comprender que, a los siete, un chico es incapaz de consentir un vínculo de ese tipo, aunque entonces ese hombre le hubiera hecho creer que él buscaba esas situaciones. “La culpa que sentís es muy grande”, se sincera este hombre, que es guionista y director de cine y teatro, está en pareja y es padre de dos chicas de 12 y 14 años.
Hace unos días, Franco posteó un hilo en Twitter que, al momento de publicar esta nota, había sido visto por 730 mil usuarios de esa red social y sumaba más de 150 comentarios de personas que vivieron situaciones parecidas.
En el contexto de la denuncia por abuso contra el conductor Jey Mammon, Verdoia publicó ese posteo con su experiencia para desmentir esencialmente dos ideas falsas muy instaladas con respecto al abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes.
La primera idea errada es que el abuso implica siempre siempre hacer uso de la violencia. Y la segunda, que si el chico consiente una relación con un adulto, entonces no es abuso. “El niño, niña o adolescete también desea. También es sensible a la estimulación genital. Pero no está preparado para consentirla”, se lee en uno de los tuits.
La reacción de los seguidores lo tomó por sorpresa. A los miles de retuits y cientos de respuestas, se suma una enorme cantidad de mensajes privados, que él califica como “catarata”.
“Me pasó igual, y decirlo es horrible para mí. Uno se siente elegido, pero no es así”, compartió Sol, una de las tantas personas que dieron testimonio en el mismo posteo. Otros le escribían en privado para compartir con él experiencias similares o para decirle que creían haber pasado por lo mismo, pero no lo podían recordar. Incluso, recibió mensajes de mujeres preocupadas porque sus maridos habían sido víctimas de abuso en su infancia, pero no lo podían hablar.
“Evidentemente, sigue siendo un tema tabú. Es algo muy vergonzoso. La única posibilidad de tramitarlo es a través de la palabra. Yo hice un tuit, pero hay 25 años de terapia detrás de ese tuit”, explica Verdoia, quien también se valió del cine para exorcizar aquellos recuerdos. En 2020 filmó “La chancha”, una película que está basada en esas vivencias de chico.
Cuando se trata de un vínculo sexual con chicos o chicas menores de 13 años, la ley no deja lugar a las interpretaciones: aunque ese chico o chica preste consentimiento, es considerado un abuso y, como tal, un delito, porque se considera que no cuenta con la madurez necesaria para consentir ese acto.
Cuando el o la adolescente tiene más de 13 y menos de 16, el vínculo será considerado un delito cuando la otra parte sea mayor de edad o se compruebe que hubo un aprovechamiento en virtud de la asimetría de poder. Algo similar ocurre entre los mayores de 16 pero menores de 18.
A pesar de la claridad de la ley, para poder hablar de estos temas, el cineasta considera que hacen falta abordajes honestos, alejados de los estereotipos. “A veces se cree que en el abuso sexual en la infancia media la violencia explícita y no siempre es así. Es tal la estrategia de los abusadores que uno cree que desea eso. Uno se sentía especial. Me sentía elegido, cuidado por esta persona a quien yo admiraba, que era un referente masculino del barrio. Y para sostener este rol, empecé a entregarme a esas situaciones, que en el fondo sabía que estaban mal, pero sentía que mi misión era complacerlo”, cuenta.
El proceso emocional que debió atravesar para poder llamar a las cosas por su nombre no estuvo exento de síntomas. Franco cuenta que, durante años, tuvo muchos problemas con su cuerpo, con sus vínculos y hasta con su deseo. “Es como un veneno que se activa en la vida adulta”, grafica
El psicoanalista y doctor en psicología Pablo Muñoz reconoce que es frecuente que detrás de síntomas como insatisfacción o falta de deseo sexual, problemas de vinculación con los otros, vergüenza o dolor en el acto sexual, haya episodios de abuso.
“Cuando Freud investigó el tema, hablaba de dos momentos del abuso sexual contra un niño o niña. El primero, el del acto, era olvidado hasta que durante la pubertad y el desarrollo aparece el momento del trauma, en donde se recuerda y se reinterpreta lo anterior”, explica Muñoz, quien reconoce que si bien es cierto que en los últimos años más hombres cuentan que fueron víctimas de abuso, en su consultorio la mayoría de las víctimas que se animan a hablar son mujeres.
A veces, el recuerdo de un abuso que ocurrió en la infancia está como en una nebulosa hasta que otra situación lo evoca. Algo de eso le pasó a Juan Pablo, un actor de 40 años. “Durante mucho tiempo creí que había sido muy precoz en mi debut sexual hasta que, a partir de la visibilización de otros casos, como el de Thelma Fardin, entendí que había sido víctima de abuso”, explica.
Hace unos días, también en el contexto de la denuncia contra Jey Mammon, Juan también contó su experiencia en Twitter. El tuit llegó a 1,8 millones de usuarios producciones y más de 300 testimonios, muchos de ellos en el mismo tono. “Tuve mi primera relación sexual a los 9 años. Con un pibe de 20. Siempre pensé que había tenido una sexualidad precoz hasta que hace 6 años entendí que había sido mega abusado y que me habían roto la infancia”, escribió en la red social.
Las respuestas de los usuarios llegaron enseguida: “Yo a los 15 con alguien de 33. Todavía no me animo a tocar el tema en terapia”; “A los 14 fue mi primera relación con uno de 22. Me creía la más viva del condado. Con los años me di cuenta del abuso. Todavía no me animo a hablarlo, esta es la primera vez que lo expreso”; “A los 6 años fue mi primera relación con uno de 18. Estaba con mis hermanas de 4 y 5. Nos hacía creer que era un juego y así lo creímos hasta que yo cumplí los 11″.
Juan Pablo es el menor de tres hermanos. Cuando tenía 9 años, al volver de la escuela, solía quedar al cuidado de las empleadas domésticas en el country en el que vivían, porque sus padres trabajaban todo el día. Así que solía ir a la casa de un vecino de 20 años, amigo de sus hermanos mayores, a jugar a los videojuegos.
Con el tiempo, esos encuentros se volvieron sexuales. Pero la adrenalina y el placer que experimentaba convivían con el miedo. “Este tipo grababa esos encuentros y me amenazaba. Me decía que si yo decía algo, él iba a mostrar ese material. Aún hoy, si me preguntás si lo denunciaría, te digo que no, porque el principal sentimiento que me genera evocar todo esto es el miedo”, reconoce.
Pero antes de tener esta conciencia, también Juan Pablo necesitó disfrazar este trauma como una experiencia sexual precoz. “De a poco, empecé a cuestionar esta idea. Por ejemplo, cuando cumplí 20, me di cuenta de que, antes de tocar a un chico de 9, me cortaba las manos. Es curioso, pero justo a esa edad empecé a tener unos ataques de pánico de muerte”, recuerda.
De a poco, pudo entender en terapia que todos los niños tienen fantasías sexuales. “No hay nada malo en eso. Pero que un adulto te lleve a hacerlas realidad, rompe estructuras de tu psiquis”, sostiene este hombre, que no sabe si adjudicarle a estos episodios los problemas sexuales y de relacionamiento que tiene hasta el día de hoy.
Muñoz, también profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, reconoce que, para sanar internamente, es fundamental poner en palabras este tipo de episodios. “Al tomar conciencia de situaciones de este tipo, se puede sentir enojo, impotencia, pero también culpa”, puntualiza. Por eso, recomienda, es importante contar con algún tipo de acompañamiento terapéutico.
Dónde pedir ayuda y denunciar
- Línea 137. Llamá a esta línea del Ministerio de Justicia de la Nación si necesitás asesoramiento legal o acompañamiento. Atiende las 24 horas y es para víctimas de violencia familiar, sexual o grooming (acoso y abuso sexual online). También podés enviar un WhatsApp al 11-3133-1000.
- Más opciones de denuncia. Entrá en este link para conocer otras líneas de denuncia, ayuda, asesoramiento y contención para casos de abuso sexual contra un niño, niña o adolescente.
- Más información. Si querés saber más sobre cómo prevenir situaciones de abuso, de qué manera detectar si un niño sufre abuso o qué hacer si sospechás que tu hijo o hija es víctima de abuso, entrá a nuestra guía sobre esta problemática.