Marcelo Corazza salió este lunes del penal de Ezeiza y regresó a su casa en Tigre. Lo esperaban su familia y, también, las cámaras de televisión. Ante los micrófonos dijo: “Queda claro que soy inocente”. Para la Justicia, a pesar de la liberación, eso no es así; no por el momento.
Corazza fue procesado por el juez Javier Sánchez Sarmiento, acusado de haber corrompido a un menor de sólo 13 años y de exhibirse de manera obscena ante él. Sigue investigado como posible parte de una banda dedicada a la explotación infantil, aunque para esto último el magistrado entendió que aún faltan reunir más elementos para avanzar en su culpabilidad, por eso, se le dictó la falta de mérito.
En el mismo documento, se especifican las espeluznantes aberraciones que supuestamente llevó adelante Angelotti, el que se cree que era líder de la organización y al que apodaban “Sensei”.
Para poder comprender de qué se trata la causa, alcanza con reproducir uno de los primeros párrafos del escrito, donde el juez explica el delito en cuestión: “Se reprocha a Francisco Rolando Angelotti Notarbartolo, Andrés Fernando Charpenet, Raúl Ignacio Mermet y Marcelo Adolfo Corazza haber montado, junto a otras personas aún no individualizadas, una estructura destinada a reclutar menores (y mayores) de edad en situación de vulnerabilidad con el fin de someterlos a la práctica de relaciones sexuales y a la explotación sexual sin su consentimiento, ya fuere por intercambio de dinero o por satisfacción personal o de terceros”.
Cuando el magistrado se refiere a “personas aún no individualizadas” quiere decir que se sospecha que hay más involucrados y se los está buscando. Por eso es que la causa permanece en secreto de sumario. Sánchez Sarmiento declinó la competencia del caso: lo envió al fuero federal, ya que entiende que la trata de personas, un delito propio de ese fuero, es la situación preponderante.
En la resolución también se explica que Francisco Angelotti es quien hace de líder y quien mayor actividad tenía con respecto a los menores de edad. Angelotti conoció a la “Víctima 1″ entre los años 1999 y 2002. El niño, ahora mayor de edad y principal denunciante, quien señaló a Corazza en su declaración, tenía por esa época entre 11 y 13 años.
“Se conocieron por Internet en sitios de chats. El primer encuentro sucedió en las calles Eduardo Acevedo y Bogotá del barrio de Caballito de esta ciudad, un domingo a la tarde. Luego de conversar un rato, en el que entre otras cosas el acusado le refirió: ‘No parecés tan chiquito’. Allí, se dirigieron hacia Parque Centenario donde le dio un beso al niño”, explica el juez.
El primer encuentro sexual se produjo algunos días después y sería sólo el comienzo de un sometimiento de largos meses: “Fue en la parte trasera de la camioneta 4x4 que por ese entonces tenía el inculpado, y se encontraba estacionada en el mismo parque. El niño tuvo sentimientos de temor, incertidumbre y dijo sentirse incapacitado de decir que no. A partir de allí comenzaron a tener encuentros sexuales a menudo durante tres años en un vínculo que definió como de sumisión, tanto en ese vehículo como en albergues transitorios, generalmente durante los fines de semana ya que entre semana el damnificado asistía a la escuela”.
“Víctima 1″ relató ante la PROTEX -la procuraduría de trata y explotación de personas- que la obsesión y perversión de Angelotti fue tal, que se anotó en las mismas clases de teatro que él.
¿Por qué anotarse en el mismo lugar? Su objetivo era doble, según entiende el juez Sánchez Sarmiento. Por un lado, conocer a otros menores y, por el otro, acercarse a la familia del joven para generar un vínculo de confianza. Consiguió ambas cosas.
“Con ello (las clases de teatro) tuvo la excusa perfecta para ir a su casa, ya que debían ensayar para la muestra anual. Conoció a la familia. Se ganó la confianza de los padres (ambos eran del interior del país). Empezó a quedarse a dormir en su casa. Un día convenció al joven de trasladar a los colchones al living para tener mayor intimidad. Quiso mantener relaciones durante la noche, pero apareció la madre del denunciante y los descubrió en una situación extraña”, dice el texto firmado por el juez.
Por otro lado, en esas clases, Angelotti conoció a la “Víctima 2″ del caso. También era menor de edad: 11 años. Hoy, dos décadas después, es un denunciante en la causa. El juez transcribe la declaración del ahora adulto, en donde relata que, supuestamente, Angelotti le pagó para abusar de él dentro de un vehículo en plena Ciudad de Buenos Aires. A partir de ese momento y por los siguientes tres años comenzaron a mantener encuentros sexuales con frecuencia.
En este punto es bueno aclarar que, como suele suceder en estos casos, los pederastas se muestran comprensivos, contenedores, amorosos y simpáticos con el objetivo de abusar de sus víctimas. Sin embargo, del otro lado los sentimientos son muy diferentes. Lo explica la propia “Víctima 2″: “Sentía asco, me sentía sucio y con ganas de vomitar. Angelotti me adulaba. Él tenía esa manipulación de hacerme querer sentir especial”.
En la causa, se especifica que, por esa época, además de conocer menores por Internet o en las clases de teatro, Angelotti los traía desde Misiones, su provincia natal, para explotarlos: “Se quedaban viviendo con él, presumiblemente en General Rodríguez. Uno de ellos sería G., quien sigue en contacto en la actualidad con el acusado”.
El acusado no sólo los abusaba a los dos menores mencionados hasta el momento, sino que los explotaba a cambio de dinero. En una ocasión, Angelotti llevó a la “Víctima 1″ a un garaje en el Conurbano donde había personas de entre 50 y 60 años. El único recuerdo que tuvo es estar arrodillado y todos ellos rodeándolo desnudos.
No es lo más aberrante que se cuenta en el escrito. Hay un dato aún peor. Está expresado en la foja 7 del procesamiento. Un día de verano que “Víctima 2″ no pudo especificar, Angelotti lo pasó a buscar y lo subió a su camioneta. “En el interior había un niño con acento misionero que no tenía más de 9 años”, relató la víctima.
Corazza es imputado por un solo hecho, su rol en la trama es la de un participante “esporádico” en las actividades de la banda.
Sin embargo, para el juez, ese episodio, ocurrido en 2001 entre Plaza Miserere y Costanera Sur, es la demostración del funcionamiento de la banda de pedófilos.
Sánchez Sarmiento explica: “Lo que quiero resaltar es que hubo un acuerdo de voluntades que demuestra que, detrás del suceso, existía una estructura que permitió que, Corazza y Angelotti se pusieran en contacto, que el primero solicite y el segundo ofrezca la participación del menor, que luego coordinaran el lugar de encuentro y la forma de materializarlo. Entiendo ello como demostrativo de la existencia de una estructura, en la cual, por un lado, una persona captaba a los menores y otra, consumía lo ofrecido”.