En febrero de 2014, científicos argentinos liderados por Gabriel Rabinovich descubrieron, in vitro, el rol que cumplía la proteína Galectina-1 en el cáncer: una suerte de salvavidas con que los tumores se mantenían a flote. La bloquearon. Los tumores de los ratones, en efecto, perdieron fuerza. Justo siete años después, Rabinovich y su equipo reconfirmaron sus hipótesis, ahora con tejido humano.
Es una noticia científicamente apasionante y clínicamente
esperanzadora. La novedad, liderada por Rabinovich y el investigador Diego Croci, implicó el análisis de muestras de sangre y de tumores (en este caso, melanoma) de más de 180 pacientes del Reino Unido.
El horizonte, o sea, lo que sigue, fue descripto por el propio Rabinovich, en diálogo con Clarín: “Empezar a pensar en pacientes".
Porque, dijo: "Esta fue la etapa intermedia, lo que llamamos 'medicina traslacional'. Dimos este paso intermedio con tejido humano, que nos permitió confirmar lo básico descubierto en el laboratorio en 2014. Ahora nos toca verlo en pacientes”.
A falta de una, en las últimas semanas, Rabinovich protagonizó dos publicaciones científicas ligadas al tema “galectinas”. El bioquímico es investigador Superior del Conicet y encabeza el Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME).
El primero de esos papers, sobre el que se centran estas líneas, es el que confirmó los hallazgos comentados arriba, pero, como se verá, con un plus adicional.
Tres logros contra el cáncer
La confirmación del rol que cumple Galectina-1 en tejido humano dio lugar a tres novedades relacionadas entre sí.
La primera, como se dijo, entender el rol productivo que juega esa proteína en el crecimiento tumoral, lo más parecido a una estrategia de supervivencia del propio cáncer, que le permite seguir a flote, justo cuando los médicos están intentando atacarlo.
La segunda novedad, ligada a la primera, fue que los científicos dedujeron un modo lógico de frenar el aumento de células malignas, justamente atacando a Gal-1, a través de lo que se conoce como tratamientos “anti-Gal-1”.
Para ello, Rabinovich, en codirección con Diego Croci (que había sido el primer autor del artículo de 2014), desarrollaron un anticuerpo monoclonal (o sea, un fármaco o medicamento, no químico sino biológico) que en los ratones hizo “flaquear” el cáncer.
Ese anticuerpo monoclonal, ahora desarrollado con material biológico humano, es el que les tocará testear en un estudio futuro con pacientes.
Como los anteriores, el tercer logro es enorme: a través de las muestras de 189 pacientes ingleses con melanoma (algunos de los cuales habían fallecido al momento de ser analizadas sus muestras en Argentina), Rabinovich y su equipo comprendieron que los cambios en la producción de la proteína Gal-1 se traducían en la propia condición tumoral.
Dicho de modo simple, más Gal-1, tumores más “saludables”. Menos Gal-1, mejor pronóstico para los pacientes.
En síntesis, Galectina-1 constituye aquello más difícil de encontrar para los científicos: un biomarcardor eficaz.
Es decir: Galectina-1, según sus cambios y niveles, "habla" del estado del tumor y, en definitiva, del paciente, en el marco de su lucha contra el cáncer.
El aire que respiran los tumores
Por su magnitud, el hallazgo de 2014 cobró notoriedad internacional y fue tapa de la prestigiosa revista Cell. Ahora (en enero), los avances de esta investigación fueron publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS). Los primeros autores del paper son los científicos Nadia Bannoud, Juan Carlos Stupirski y Alejandro Cagnoni.
Para entender más en detalle el trabajo es imprescindible comprender una cuestión ligada a los vasos sanguíneos humanos.
Se sabe que la formación de nuevos vasos a partir de otros preexistentes, un proceso llamado angiogénesis, es fundamental durante el crecimiento.
De hecho, en quienes aumentan su masa muscular por actividad física suele volverse visible una mayor cantidad de venas, condición que -para hacer más clara la explicación- minimiza el riesgo cardiovascular, justamente porque más canales sanguíneos pueden ser una salvadora vía de escape ante posibles obstrucciones.
Los cánceres aprovechan el mismo mecanismo de crecimiento: la angiogénesis.
La generación de nuevos vasos sanguíneos les permite abastecerse de nutrientes y oxígeno.
El rol de Galectina-1 en el cáncer
Por lo explicado arriba, es usual intentar combatir un cáncer con terapias anti-angiogénicas, de modo de evitar el crecimiento y debilitar el tumor. Una de las más usadas bloquea una proteína llamada VEGF.
Acá entran Galectina-1 y Rabinovich.
El problema es que, “aun cuando la terapia anti-angiogénica logre frenar la angiogénesis, Gal-1 se mete y logra mimetizarse con la proteína bloqueada, en este caso, VEGF”, explicó el científico.
Gal-1 hace de "salvavidas" o vía de escape del tumor, que crece sin problemas y hasta, en los peores casos, logra hacer metástasis.
Cuando Rabinovich y compañía entendieron esto en 2014, una de las primeras metas fue desarrollar propuestas terapéuticas anti-galectina-1.
Lo que seguía, remarcó el experto fue “probar todo esto en humanos, algo que no fue para nada fácil”.
Melanoma y Galectina-1
“Cuando terminamos el primer paper, todos nos preguntaban cuándo lo íbamos a demostrar con pacientes. Siempre usábamos ratones. Estábamos obsesionados con avanzar, pero cada vez que hablábamos con un oncólogo, los pacientes que tenía eran muy heterogéneos", dijo.
Es decir, "pacientes que quizás habían sido tratados con terapias anti-angiogénicas, pero también con otros medicamentos oncológicos que sesgaban la posibilidad de probar nuestra hipótesis”, explicó .
Pero finalmente ocurrió: “Encontramos un estudio hecho en 48 centros de Gran Bretaña, de pacientes con melanoma. Una rama del ensayo habían usado solo anti-angiogénicos. La otra era el grupo 'control', es decir, pacientes tratados con placebo. Era nuestra oportunidad”.
Desde Inglaterra llegaron las muestras de plasma y de tejido tumoral en forma anónima, de modo que el equipo argentino pudiera realizar un estudio “doble ciego” de cero, es decir, sin saber quién había recibido tratamiento y quién no.
“Lo más difícil fue esa primera etapa: medir Galectina-1. Pero hicimos el trabajo y mandamos la información a Inglaterra. Ellos nos dijeron que la información correlacionaba con los datos que tenían de los pacientes”, expresó, alegre.
Así, “los que tenían peor sobrevivida, también tenían más Galectina. La proteína se constituyó como biomarcador: un buen blanco para tratar pacientes”, explicó Rabinovich.
Al principio de estas líneas se habló de dos papers. El segundo está directamente ligado a todo lo dicho. Fue realizado junto a Karina Mariño, también investigadora del Conicet y directora del Laboratorio de Glicómica Funcional y Molecular del IBYME.
Salió en la revista Nature Reviews Drug Discovery y es una revisión del estado de diferentes desarrollos farmacológicos contra tumores y fibrosis, justamente a través del bloqueo de distintas galectinas, protagonistas del estudio de cáncer hoy.