San Martín, Remedios y los escondidos amores que matan

Infidelidades, ausencias e hijos bastardos. Historias de alcobas que los involucrados pretendieron dejar en el cajón de la prudencia, pero no pudieron nunca escaparse de la certera voz de aquel atento vecindario que insoslayablemente los convirtiera en rumor.
  • San Martín, Remedios y los escondidos amores que matan
  •  ROSA CAMPUSANO CORNEJO.  ROSA CAMPUSANO CORNEJO.

De carne y hueso. Mujeres y hombres constituidos en fuego y pasión que se convierten en leyendas. Historias de alcobas que los involucrados pretendieron dejar en el cajón de la prudencia, pero no pudieron nunca escaparse de la certera voz de aquel atento vecindario que insoslayablemente los convirtiera en rumor.

Posteriormente la literatura, aprovechando esos secretos a voces, los transformó en novelas. Mientras tanto, “La Historia” llegará muy tarde, y con el estúpido argumento de “no ensombrecer esa gloria”, escondiendo bajo la alfombra carnales apasionamientos por medio del ingenuo (pretendido) razonamiento de que solamente fueron “deslumbramientos idílicos”, “amores platónicos” o “simpatías de ocasión”. Como si decir que se amaron fogosamente destiñera en algo la vida gloriosa de aquellos próceres que se jugaron el pellejo, hicieron huellas en la patria y forjaron la nación. Aún en el despecho y desencanto; aún en el dolor; aún en la traición.

 
Aquellos pecados de juventud europea

Sarmiento será uno de los primeros que nos traerá un perfil juvenil de aquel soldado bajo bandera española. Las andanzas nocturnas de José de San Martín en la pausa de la guerra europea, nada más y nada menos, que con su camarada de armas y buen amigo: Alejandro Aguado, a la postre convertido en uno de los hombres más ricos del mundo. Así fue como Sarmiento describió con colorida prosa y fantasía la relación de ambos en sus tiempos de jóvenes cuando marchaban por tabernas y piringundines: “(…) aquella juventud bulliciosa, ardiente y emprendedora, tan dispuesta a una serenata como a un asalto, tan lista para escalar un balcón como una fortaleza, compartían habitación y rancho dos oficiales en la flor de la edad. Era uno el capitán Aguado, llamaban al otro el mayor San Martín” (Sarmiento en “Biografía del General San Martín” – 1857).

Andanzas de juventud. Serán los tiempos en Cádiz donde José de San Martín vivió una relación con “Pepa”, la Gaditana, "una manola de vida alegre", según Benjamín Vicuña Mackenna en su obra “Vida de San Martín” de 1863. Otras fuentes también hablaban de una tal Lola. Vaya uno a saber. Probablemente una historieta más en el costado más humano de su cotidiana vida histórica.

 
La historia oficial

 “Esa mujer me ha mirado para toda la vida”, nos cuentan desde la historia que habría exclamado San Martín a Mariano Necochea, al observar por primera vez a la jovencita Remedios. Habían pasado solo unos días desde que San Martín regresó a la patria. Ya lo hemos contado; las tertulias y reuniones en los amplios salones de las casonas porteñas eran habituales. Será en una de esas fiestas, precisamente en la lujosa casa de los Escalada donde Carlos de Alvear le presentará a Remedios al recién llegado José de San Martín. Ella quedó deslumbrada. No dejaron de seguirse con la mirada en toda la noche. La joven como buena anfitriona, y cumpliendo los protocolos familiares, no desatendió a ningún invitado con dulces y licores. Todo empezó cuando ella se detuvo ante él ofreciéndole una copa de vino. Eran tiempos donde el minué, la contradanza, el paspié cubrían de bailes las aristocráticas mansiones de Buenos Aires. Era momento también del vals, esa moderna y escandalosa música recién llegada de Europa que hacía que las parejas bailarán entrelazados. Juntos. Pegados. San Martín tenía experiencia en dicho baile. Ella; entregada al compás de la danza, se dejará llevar. Se había formado una pareja.


 
Como la vida misma

“Pero el amor es más fuerte”; como en aquella película “Tango feroz”. Frase vigente desde los tiempos de ñaupa. Como cuando Tomasa Francisca de la Quintana y Aóiz de Escalada y Sarriá le dijera literalmente a su hija Remedios que ese “soldadote plebeyo” no le gustaba para nada. Y que no podía entender cómo ese morocho nacido en Yapeyú, sin una gota de abolengo, con una aberrante tonada andaluza pudo haberla conquistado.  “Por favor, Remedios. No lo vas a comparar a San Martín con Gervasio”, podría haber sido el reproche de la madre a su hija.

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Lo cierto fue, aunque parezca una novela, que Remedios estaba comprometida con Gervasio cuando apareció San Martín. El deseado novio querido por Tomasa era Gervasio Antonio Josef María Dorna, hijo de un millonario comerciante y hacendado español.

Gervasio había tenido una valiente participación defendiendo a Buenos Aires en las invasiones inglesas descubriendo en las milicias su verdadera vocación. El muchacho no quería saber nada con los comercios y los campos de su padre. Había encontrado en las armas su verdadera pasión y en paralelo descubrió su otro amor: Remedios.

Pero ante la aparición de San Martín y la fascinación de Remedios, el pobre Gervasio quedó desconsolado. Se sentía humillado. Entonces, partirá acompañado solamente por el negro esclavo Florentino hasta Potosí a sumarse al ejército de Belgrano. Recorrió despechado los 1.600 kilómetros que separan el puerto de Buenos Aires de Jujuy donde encontró al creador de la bandera que llevaba adelante la segunda expedición a Alto Perú. Gervasio estaba abatido y con una enorme pena. Belgrano conocido de su familia lo nombró su ayudante de campo. Le debió haber contado también sus propios desamores, y como para consolarlo, seguro tiró la típica frase: “a todos nos pasa”. Gervasio no lo podía entender; “se quería morir”; y pareciera que lo buscó. Había viajado meses para terminar sucumbiendo en la batalla de Vilcapugio (1 de octubre de 1813).

 

Tras los muros, sordos ruidos

Será porque “amores que matan nunca mueren”, y que muchas veces es necesario derribar los muros para encontrar lo que siempre estuvo ahí. Y otra vez como al principio: nada ensombrece nombres cuando adelante existe una historia gloriosa.

La vida de San Martín y Remedios pasó por distintos momentos sentimentales. José tenía 34 años cuando conoció a Remedios que tenía 14. Se casaron a los pocos meses de tratarse tras solamente una docena de encuentros. El matrimonio duró 11 años, aunque convivieron solo 5 años hasta que ella murió de tuberculosis a los 25 años. Él se fue a Europa ya viudo, llevándose consigo a su gran amor: su hija Merceditas. Antes y después de ese momento las crónicas históricas también abrieron un frente de debate: “lo que se puede contar” versus lo que pasó. En el medio: la verdad histórica y las historias de novelas.

Los rumores de infidelidades de ambas partes (Remedios y San Martín) llenaron las calles de Mendoza. Infidencias probablemente malintencionadas vincularon a una Remedios despechada con un subalterno de San Martín ante las muchas noches de ausencia del General. Y Florencia Canale en “Pasión y traición. Los amores secretos de Remedios Escalada de San Martín” (Planeta. 2019) atestigua que ésta tuvo un romance con Bernardo de Monteagudo. Florencia Canale es descendiente de los Escalada y presenta la situación como una certeza que siempre se comentó en su familia.

Lo que siempre se admitió fue que en ese largo tiempo de campañas San Martín tuvo varios amoríos. Una relación relevante en Mendoza fue con María Josefa Morales de los Ríos. Mexicana. Viuda.  “Me había interesado, en particular, la enigmática referencia de San Martín a María Josefa Morales de los Ríos, viuda de Pascual Ruiz Huidobro. Esa mujer (ignorada por la bibliografía sanmartiniana) tuvo gran importancia, personal y política para San Martín en el período 1814-1824”. Son palabras de Rodolfo Terragno en su libro: “Josefa. Biografía de María Josefa de los Ríos. La amiga secreta de San Martín” (Sudamericana. 2015). El libro ahondará el costado personal. “Vuelvo a encargar a usted me cuide mucho a mi Señora Doña María Josefa Morales de los Ríos. Suminístresele de la chacra lo que quiera, en los mismos términos que a mi mujer”. Continuará un párrafo del capítulo 8 del libro de Terragno, trascribiendo una carta del General al administrador de su chacra en Los Barriales.

Otro affaire de San Martín, cuentan las crónicas, fue Jesusa, la morena que trabajaba en la casa de calle Corrientes en Mendoza, que fuera hija no reconocida de un tío de Remedios y que acompañó a San Martín durante todo su derrotero hasta Lima.  

Será en Lima donde San Martín también conoció a Rosa Campusano Cornejo. Fue entre las relaciones de San Martín, la más nombrada por la historiografía. Rosa tenía sangre africana. Era la hija bastarda de un aristócrata español con una mulata y fue la amante de un poderoso político y comerciante español. “La Protectora”, le decían. Cumplió a su vez, por su vinculación con la alta alcurnia y el poder político realista de Perú, una función de espía extrayendo información enemiga calificada. Mientras que Fermina González Lobatón, también figura para la historiografía peruana como otra amante de San Martín.  

La historia también nos cuenta que en Guayaquil libró varias entrevistas. La trascendente con Bolívar. Pero hubo otros encuentros en la trastienda que no pasarán inadvertidos en la vida privada de San Martín y fue cuando se relacionó con la andaluza Carmen Mirón y Alayón, idilio que hasta habría terminado con un hijo a quien San Martín llegó a conocer en Europa: Joaquín Miguel de San Martín y Mirón, “el hermano de Mercedes”. Pero esa será otra historia.

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