Policiales 07/02/2023 12:56hs

Aferrados a la Biblia y con contención psicológica: los rugbiers pasaron su primera noche en Melchor Romero

Después de un mes en Dolores y tras la sentencia por el crimen de Fernando Báez Sosa, los condenados regresaron a la alcaldía de La Plata hasta que se defina en qué cárceles cumplirán sus penas.

Los ocho rugbiers fueron condenados por el homicidio doblemente agravado de Fernando Báez Sosa
Los ocho rugbiers fueron condenados por el homicidio doblemente agravado de Fernando Báez Sosa
Los condenados por matar a Fernando Báez Sosa regresaron a la Alcaldía de Melchor Romero tras la sentencia
Los condenados por matar a Fernando Báez Sosa regresaron a la Alcaldía de Melchor Romero tras la sentencia

Luego de permanecer un mes de la cárcel de Dolores, los ocho rugbiers condenados por asesinar a Fernando Báez Sosa regresaron a la Alcaldía de Melchor Romero, el lugar que los recibió cuando dictaron la prisión preventiva en 2020.

Ciro, Luciano y Lucas Pertossi, Máximo Thomsen, Matías Benicelli, Enzo Comelli, Ayrton Viollaz y Blas Cinalli retomaron, en principio, la vida que tenían antes del juicio. Antes de ser trasladados a otros penales, se reencontraron con sus Biblias. Desde hoy, podrán ir a trabajar la huerta y hacer gimnasia en el patio, tal como lo hicieron durante casi tres años.

Por otro lado, volverán a ver a sus familias, a quiénes pudieron cruzar, pero no tocar, durante la lectura del veredicto en los Tribunales de Dolores. Además, según confirmaron fuentes cercanas al caso a TN, contarán con la contención psicológica y cuando ellos lo requieran, podrán recibir al Pastor que los acompañó durante su estadía de la ciudad de La Plata.

Lo que también se sabe es que seguirán juntos en una misma celda hasta que el juez de ejecución penal de la provincia de Buenos Aires que sea designado en la causa decida su futuro. En ese marco, el deseo de los padres de los condenados es que vayan a alguna de las tres unidades de Campana, para poder tenerlos más cerca.

 

Los rugbiers y su acercamiento a la fe cristiana en Melchor Romero

 

Durante el último día del juicio por el crimen del estudiante de Derecho en la puerta del boliche Le Brique, en Villa Gesell, se pudo ver cómo Ayrton Viollaz, uno de los rugbiers condenado a 15 años de prisión, rezaba y se persignaba. Unos días antes, tras el alegato de Hugo Tomei, Luciano Pertossi afirmó: “Le pido a Dios que sea algo bueno para todos”.

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Estos indicios que dieron el menor de los Pertossi y Viollaz demuestran otra vez que más allá de buscar “el perdón de Dios”, intentarán, por medio de la fe, ser alojados en un pabellón cristiano y así “tener tranquilidad” en el ambiente carcelario.

Si bien durante el juicio mostraron su inclinación a la fe cristiana, los vecinos de Zárate sostienen que mientras estaban en libertad “nunca fueron a la Iglesia, ni recurrían periódicamente a misa”. Sin embargo, sí recibieron los sacramentos de la religión católica: bautismo, comunión y confirmación. Incluso, Hugo Tomei mantiene una relación familiar con los Pertossi porque es el padrino de Emilia, la hermana de Ciro y Luciano, que integró la defensa de los rugbiers en el juicio.

 

Cómo era la vida de los rugbiers en la Alcaldía de Melchor Romero antes de la sentencia

 

Los ocho condenados por el crimen de Fernando Báez Sosa estuvieron durante casi tres años alojados en la Alcaldía de Melchor Romero, en la ciudad de La Plata. Allí no solo recibían la visita de sus familias y un pastor evangélico para contenerlos, sino que también sus novias. Las “visitas higiénicas” estaban permitidas una vez por semana, aunque con el paso del tiempo, esto fue desapareciendo.

En cuanto al tiempo de recreación, los jóvenes asistían a un taller de huerta, miraban la televisión y, por consecuencia de la pandemia, también tenían acceso al uso de celulares. Esto último, tal como confirmaron desde el Servicio Penitenciario Bonaerense, era un solo teléfono para todos, algo que en varias ocasiones provocaba una pelea entre ellos.

También, dos horas al día, podían salir de sus celdas al patio de la Alcaldía y, a diferencia del resto de los reclusos, lo hacían ellos solos, con el fin de que así puedan “conservar su integridad física”.

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