“No van contra Cristina, sino por lo que ella representa. Ellos no van a tolerar que la economía siga creciendo, que se siga recuperando el trabajo y que tal vez todos los días podamos ir recuperando el salario” (Gabriel Katopodis, ministro de Obras de la Nación a El Destape, durante el último fin de semana).
“Quiero solicitarles a los jueces responsables del juzgamiento a @CFKArgentina, tengan templanza y prudencia para la decisión que tomarán, ajustándose estrictamente a derecho para garantizar la paz social. El sentido común debe primar para intentar construir un país más justo” (Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, este lunes, en Twitter).
“El pueblo argentino tiene que pasar por arriba a los dirigentes que no entienden qué carajo está pasando. Mañana (por este martes) tiene que estar el pueblo en la calle bancando a Cristina y repudiando a la Corte, a estos jueces y repudiando el lawfare” (Luis D’Elía, en su programa de radio en AM740 Rebelde).
“Hay una arbitrariedad con la que se está juzgando a la vicepresidenta. Notificamos al Ministerio de Trabajo de la Nación y a la secretaría de Empleo de la Ciudad de Buenos Aires de que, en el caso de que haya una condena, vamos a hacer una medida de fuerza. No tengo forma de vulnerar un fallo judicial, pero lo que tengo es la posibilidad de generar una instancia de protesta frente a una situación que nosotros evaluamos como injusta y que atenta contra una democracia que viene con muchos dolores” (Daniel Tano Catalano, Asociación Trabajadores del Estado, ATE, Regional CABA, a Radio Mitre, el sábado).
Los rasgos autoritarios del populismo, y decididamente alejados de la vida en democracia y del respeto a las instituciones como lo conocemos y ordena la Constitución, nunca como ahora se han hecho tan grosera y obscenamente visibles en el pensamiento público de un variado arco de dirigentes cristinistas que están avizorando una condena por hechos de corrupción contra su líder, la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner.
Cristina, desde ya como principal acusada en la causa Vialidad, que ha investigado la Justicia por años hasta este martes, en la que se espera un fallo de primera instancia, viene sosteniendo desde el 2019 que la condena está escrita, que ha sido injustamente perseguida y que todo ha sido un armado de los grupos de poder combinados entre el mediático, el judicial y el conformado por la oposición. Ha dicho ser una víctima y ha comparado su situación con la que enfrentó Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia y con la de Rafael Correa –el ex presidente de Ecuador, alojado en Bélgica y con pedido de captura en caso de que pise suelo ecuatoriano por haber cometido actos de corrupción cuando estuvo al frente del Ejecutivo de su país– condenado en última instancia a ocho años por corrupción en una causa por sobornos.
Aunque no sea una más de los mortales, hasta el más férreo crítico y opositor de Cristina podría llegar a comprender que cualquiera en su lugar, en el banquillo de los acusados y a punto de escuchar un fallo condenatorio o absolutorio, diría lo que –con la lógica de su situación– está diciendo a su favor: gritar a los cuatro vientos su inocencia y hasta, incluso, apuntarles a extrañas conspiraciones en su contra. Llama la atención el resto del generalato, no porque la defienda, sino más bien por lo que asegura y dice cuando sale en su defensa. Quizás lo más estrambótico esté del lado de Katopodis, el que ha tomado una figura que Cristina la ha venido utilizando asiduamente con el deseo de que se haga carne en la fuerza fanatizada que la sigue, sin escuchar argumentaciones que difieran de lo que manda la religión sectaria que conduce la jefa.
Se afirma que los Kirchner, cuando llegaron al poder, no sólo lo hicieron con la vista puesta en esa hoja de ruta que habían trazado con tanto éxito en Santa Cruz, a la que gobiernan desde el arranque de los 90. Fue un objetivo velado que cubrieron y protegieron con celo para evitar advertir de antemano a sus opositores.
Pero, cuando Ernesto Laclau publicó La razón populista, en el 2005, o, coincidentemente con eso, el pensamiento del filósofo argentino pareció hacerse carne en el matrimonio santacruceño. Ese ellos y nosotros, entendido el ellos por el poder y el nosotros como el pueblo, se extendería a fuego en ese glosario de muchas naderías que suele conformar el evangelio K; con un altísimo significado simbólico y doctrinario para los millones que se sumaron a la grey en los comienzos y para los que puedan mantenerse hoy. Ellos, el poder económico, las élites dominantes; el nosotros entendido como el “plebs”, la plebe, el pueblo sojuzgado.
Cuando Katopodis dice que una eventual condena contra la lideresa va contra lo que ella representa, hay que indagar en lo que supuestamente el kirchnerismo es. ¿Y qué es? Si sumamos los gobiernos de los que el kirchnerismo ha formado parte directa o indirectamente desde la recuperación de la democracia a la fecha, hay que señalar que de los 39 años transcurridos desde 1983, en 27 ha gobernado solo o combinadamente. Y que en 12 de los 27 lo hizo con sus emblemas superiores: con un Néstor elevado hoy al lugar de la mitología o el de las leyendas y una Cristina Fernández que, por haber profundizado esa lucha entre ellos (los poderosos, los representantes de los medios hegemónicos, los dueños de Argentina, según Majul) y nosotros (el pueblo sufriente y marginado de las decisiones), hoy es víctima de tales consecuencias. ¡Qué duda cabe!
Según la provocadora arenga K de salir a contrarrestar un fallo posiblemente en contra de su jefa, parando parte del Estado o generando conmoción social, la vicepresidenta acusada de liderar una asociación ilícita y de defraudar al Estado por unos 1.000 millones de dólares, Cristina sufre porque representa a los que menos tienen. Un disparate. Pero, yendo más allá: ¿cuál fue el resultado de esas políticas destinadas a darle al pueblo lo que los poderosos le han sacado, buscando darle cumplimiento a ese mandato de Evita que reza “donde hay una necesidad hay un derecho”? Desde mediados de los 70, la pobreza no ha dejado de crecer y la inflación se convirtió en un drama estructural. Casi la mitad del país está en la pobreza y no menos de esa parte depende de una u otra forma de las migajas o limosnas que provienen del Estado.
Si Cristina es condenada este martes, ¿de verdad será porque el poder de la derecha, como le agrega el kirchnerismo, buscó una revancha y la encontró? ¿Esa es la única respuesta que Cristina les da a sus seguidores si la Justicia la encuentra culpable por actos de corrupción? Dineros de la corrupción que debieron tener como destino a los que menos tienen, la plebs, la plebe, el pueblo representado por el populismo K.