—Me elegís y yo te elijo, porque sabemos todo lo que nos costó llegar hasta acá y cuánto la remamos juntas. Sé que sos capaz de hacer lo que sea por mí y por Cata. Te amo por quien sos y quiero pasar la vida con vos.
Esas fueron las sentidas palabras que le dijo Ingrid Zarlenga a su pareja, Belén, durante la ceremonia civil donde se unieron en matrimonio. Estuvieron tomadas de la mano en todo momento, y brotaron las lágrimas de felicidad por la emoción de que el gran día al fin había llegado. La alegría de su hija Catalina, de 4 años, las conmovió aún más, y la pequeña fue quien le entregó las alianzas a sus dos mamás. Su historia de amor comenzó en 2013, cuando se conocieron durante una salida con amigos, y a los seis meses apostaron a la convivencia.
Cuando la jueza hizo la pregunta primordial, ambas contestaron: “Sí, acepto”, una reafirmación que resume todo el camino que recorrieron juntas. “Fue muy emotivo, con muchas sensaciones juntas, y cuando habló mi suegra me puse a llorar porque yo no tengo a mis viejos y ella es como una segunda mamá para mí”, expresa Ingrid en diálogo con Infobae. Recuerda que su madre llegó a conocer a su nieta, pero murió antes de que la nena cumpliera dos años, y su padre falleció seis meses después.
“Mi abuela para mí fue todo, soy de las que siente que los abuelos tendrían que ser eternos. La pude disfrutar un montón hasta mis 28 años, y como Cata ya no tiene abuelos por mi parte, soñaba con que pudiera disfrutar de la misma forma”, comenta conmovida. El deseo de casarse surgió en 2015, cuando se comprometieron durante un viaje a Tailandia, un destino que soñaban desde que se dieron cuenta de que compartían la pasión por los viajes. “Siempre estamos proyectando lugares para conocer, y nos encanta a las dos, cuanto más lejos, mejor, pero también es difícil económicamente. Así que lo más lejos que llegamos fue al sudeste asiático”, detalla.
En 2017 empezaron a planificar, y se sentaron a hacer la lista de invitados y evaluar posibilidades para disfrutar de una fiesta con algunos familiares y amigos. “Todo a pulmón, porque una amiga chef nos dijo que nos podía preparar cazuelas, otra amiga que nos iba a maquillar, y así cada amigo iba a aportar algo; pero justo estábamos con la idea de ser mamás y empezamos a averiguar ese año”, manifiesta. Después de llenar muchos formularios, hacerse estudios, y algunas idas y vueltas con la obra social para que aprobaran el tratamiento, llegó la confirmación de que harían una inseminación artificial.
“Siempre quise ser mamá, y en el primer intento quedé embarazada. Cuando me dio positivo no lo podía creer, porque es re difícil. Lo deseábamos tanto, y yo estaba convencidísima; salí ese día del consultorio sintiendo que quedaba embarazada”, revela con la misma emoción que la invadió en ese entonces. “Había estudiado todo el proceso de qué iba a pasar una vez que me hicieran la inseminación, y yo sentía que ya estaba pasando eso antes de hacerme el test”, describe. El 17 de julio de 2018 nació su primogénita, y se embarcaron juntas en la maternidad, haciéndole frente a todos los prejuicios.
“Cuando supimos que estaba embarazada, tuvimos una charla con Belén, donde me me dijo: ‘Si vos querés transmitirle a nuestra hija la seguridad de que no tiene nada de malo tener dos mamás, lo tenés que aceptar vos, porque si vos no te aceptás, ¿qué seguridad le vas a dar a ella?’”, rememora. Y define ese momento como “el click mental” que la llevó a vivir su vida sin importar el qué dirán. “Al que no le guste, problema de él, pero nosotras sabemos toda la lucha que implica, y que para las parejas del mismo sexo no es fácil llegar a donde estamos”, sentencia.
“Años atrás era impensado porque no había ley que nos ampare, entonces vivirlo de esta forma, compartirlo con las personas que uno quiere, y encima tener una hija juntas, hizo que todo sea aún más emotivo”, asegura. Y agrega: “Nosotras siempre le explicamos todo de manera natural, que hay diferentes familias, y que ella tiene dos mamás, así como otros de sus amigos tienen papá y mamá, y otros dos papás”. Al principio cuando estaban les decía “mamá” y “mami”, como una forma de hacerles saber a quién le quería pedir algo, pero con el tiempo empezó a llamarlas “Mami Ingrid” y “Mami Belu”.
“Desde chiquita lo comprendió, nunca fue un tema para ella. En el jardín por suerte también se siente bien, con los compañeritos, los padres, las maestras”, sostiene con gratitud. Hace tres meses retomaron los planes de casamiento, y empezaron con la organización del evento. “Íbamos a hacer todo el mismo día, la fiesta iba a ser unas horas después del civil, pero menos mal que recalculamos porque iba a ser una maratón tremenda”, reconoce.
“Ahora estamos con mucha adrenalina, ni la nena quería dormir la siesta, pero a su vez es cansador todo el proceso de los preparativos, y por suerte decidimos festejar al día siguiente”, cuenta. Cuando obtuvieron el turno para el civil, le contaron a su hija la noticia. “Al principio no sabíamos si tenía conciencia de qué era, porque vos le decís a una nena de 4 años: ‘Nos vamos a casar’, pero capaz no sabía bien qué era lo que íbamos a hacer. Sentimos que sí lo entendió, y todos los días preguntaba cuándo era el casamiento”, asegura con humor.
Enternecida, relata: “Vio el vestido y me decía: ‘Mamá, solamente hacéme upa que lo miro y no lo voy a tocar’”. Ingrid y Belén tienen una cuenta de Instagram llamada @lifewithtwomoms (“la vida con dos madres”), donde visibilizan su vida familiar, y para una ocasión tan especial hicieron un emotivo reel. “Tengo un grupo de mamás con las que charlo, y fuimos compartiendo historias para ver quiénes se casaban. Al final la sorpresa fue que éramos nosotras, y la que lo anunció al final del video fue Cata, diciendo que sus mamás se iban a casar”.
Siente que la cuenta se convirtió en una comunidad virtual donde intercambian experiencias, y tratan de brindarle contención a algunas personas que pasan por momentos que ellas mismas atravesaron años atrás. En este sentido, celebra que no reciben agresiones en sus posteos por parte de sus seguidores, e invita a la reflexión sobre el odio que destilan los haters. “Entiendo que hay gente que quizás lo ve de otra forma, pero el tema pasa siempre por el respeto, porque se puede no estar de acuerdo con algo, o con cierta ideología, pero no hay por qué insultar”, argumenta de forma contundente. Alguna vez leyó comentarios repudiables, y optaron por hacer caso omiso: “Decían cosas como: ‘Las nena el día de mañana van a ser lesbiana, igual que las madres’, ‘Pobrecita esa nena, ¿qué le están metiendo en la cabeza?’; y uno sabe que se expone a esas cuestiones completamente innecesarias en las redes sociales, pero por otro lado hay un montón de gente que nos apoya y se alegra cuando sabe de nuestra familia”.
“Cuando te llegan mensajes de chicas o parejas de mujeres que les está costando contárselo a alguien, que están sufriendo discriminación, y vos les contás que se puede, sentís que estás ayudando a otros”, remarca. Desde que crearon el perfil de Instagram definieron que Ingrid iba a escribir los posteos, y así se armó el grupo de madres y padres que llaman “La Tribu”. “Hay personas que nos dicen: ‘Yo todavía no se lo pude contar a mi mamá, ¿cómo hicieron?’, y empezás a hablar, te sentís identificado y entendés lo que están pasando, porque para mí no fue nada fácil decirle a mis viejos”, detalla.
Fue después de cumplir 30 años que mantuvo una charla con su mamá, y pensó que sería una confirmación más que una revelación, pero para su madre fue totalmente lo contrario, una absoluta sorpresa. Luego se enteró su padre, y tampoco fue de la forma en que esperaba. Con el transcurso de los años esa actitud fue cambiando, y fueron sanando las heridas mutuas. “Belu tuvo más aceptación en su familia desde un principio, y quizás no lo sufrió tanto; en eso somos diferentes, porque ella siempre fue de estar muy segura de lo que quería, y que no le importara lo que dijeran, mientras que a mí siempre me costó el qué dirán, el qué pensarán, y entonces era un peso doble”.
“No solo iba a tener que contarlo, sino el cómo lo van a tomar. No me debería haber importado, pero me costó bastante tiempo”, admite, y por eso empatiza con quienes están pasando por una situación similar a la que ella vivió. Nada más y nada menos que la sensación de desaprobación, incomprensión, y la falta de una red de apoyo que brinde el ejemplo de que sí se puede. Con esa idea en mente, hace poco hicieron otro contenido enfocado en que es posible formar una familia siendo dos mujeres o dos hombres.
“‘No se puede’; ‘No vas a poder’; ‘Familia es hombre y mujer’; ‘No vas a ser feliz’, son frases que les dicen a muchas parejas. Y no es así. A ellos les decimos que cuando los lastimen esas palabras, dentro de lo posible respondan educadamente, y miren para adelante, sin dejar de hacer nunca lo que el corazón manda”, sentencia. Y asegura: “Parece mentira pero hay un montón de gente que todavía no puede contarlo libremente porque tienen mil tabúes. Yo pasé por eso, y me pone contenta que lo pude superar, y el año que viene vamos a cumplir 10 años juntas con Belu”.
Sobre la posibilidad de agrandar más la familia, Ingrid no lo descarta como un anhelo a futuro. Entre risas, expresa: “Si es por mí, otro más tendría, pero falta convencer a mi esposa”. Vuelve a revivir la boda, que fue incluso mejor que como la soñó, por todo el valor simbólico de su historia como familia. Más allá de dejar asentado su amor en el plano legal, el hecho de que Cata estuviera involucrada en cada momento de la ceremonia las llenó de emoción. “Uno de por sí ya está nervioso, y que ella nos diera los anillos y nos entregara la libreta roja fue algo único”, explica.
El viernes llegó el momento de la fiesta, rodeadas de sus seres queridos, y después del baile de las novias, su hija tomó el micrófono y las sorprendió al dedicarles una versión acústica de la canción “Andar conmigo” de Julieta Venegas. Cuando creyeron que no podían sentir más ternura y que las lágrimas se habían terminado, se dejaron llevar por esa caricia al alma y la gran cantidad de felicitaciones que recibieron en las redes sociales. El sábado partieron a su luna de miel en Brasil, acompañadas de Cata, que también disfruta de los viajes en familia, y aprovecharán los días de playa y relax para seguir celebrando y recargar energías.