La breve y ejemplificadora historia del increíble éxito de la Mesa del Hambre
- Por Osvaldo Bazán
Hasta las 3 y media la mañana del 5 de septiembre de 2019 se había quedado el aún candidato Alberto Fernández con Jorge Drexler dale que dale a la guitarrita en “la casa de Pancho”, como le decía a la embajada uruguaya en Madrid, demostrando ya su afán por confundir público con privado. En embelesada nota, Clarín contó que la pareja de Fabiola le pedía a un encandilado Drexler consejos para tocar “Milonga Paraguaya”, que a él no le salía, pobre, porque no se daba cuenta de que tenía la cuerda sexta afinada en mí y Drexler en sí.
Eran tiempos de amor profundo de la “prensa hegemónica” con el candidato peronista, tanto que escondieron hasta lo imposible un cariñoso video en donde A.F. empujaba al piso a un señor mayor en un bar. En ese momento las imágenes apenas se vieron mínimamente por la tele. Unos cuántos llamados estratégicos consiguieron que no fuera considerado de interés periodístico.
Fue en aquél viaje a Madrid en el que charlando con Martín Caparrós en un bar, el escritor de los bigotes le regaló al milonguero argentino su libro “El Hambre”.
¡Para qué!
Alberto tuvo una epifanía.
Parece que ahí por primera vez pensó en el hambre, no como un “¡uy, las cuatro de la tarde y me pica el bagre!”, no, más bien tuvo un pensamiento Miss Mundo style: “¿Cómo puede ser que en el planeta, con tanta comida, haya gente que pasa hambre?”.
Como diría el 20 de diciembre del ‘19, ya como presidente en Casa Rosada con su particular gramática: “El hambre hay un momento en que se convierte en un tema estadístico, el hambre es algo que todos padecimos un ratito, pero no nos hemos puesto a pensar lo que significa pasarlo siempre al problema del hambre” (sic).
Es así: nunca había pensado en el asunto.
Por suerte se encontró con Caparrós, si se hubiera encontrado con García Márquez que le regalaba “El coronel no tiene quien le escriba”, se hubiera puesto a pensar en la incomunicación en los altos mandos del ejército, pero no, le regalaron “El hambre” y dijo “¡Eureka!¡El hambre es urgente!¡El hambre es lo peor que hay!¡El hambre es Macri, claro!”.
Y eso tenía que resultarle evidente a todo el mundo.
¡Vamos a combatir el hambre!
¡Pucha!
¿Cómo no se nos ocurrió antes?
¿Qué hay que hacer para combatir el hambre?
Bueno, no sé, pero lo primero es que hay que decirlo. Así que volvió de Madrid sabiendo tocar “La milonga paraguaya” y con el temita éste del hambre en la cabeza.
Y se convirtió en tema de campaña.
Algo en lo que nunca había pensado, incluso después de ganar las PASO, se convirtió en el eje de su política. “No hay tiempo para pensar desde el día en que asumamos, hay que pensar ya en el día cero”, decían en el equipo de A.F. y ponían cara de “miren cómo estamos pensando en el hambre, ahora que lo descubrimos”. Con las mentirosas cifras revoleadas por la Universidad Católica Argentina -que en diciembre ’19 llegó a proclamar que la pobreza era del 40,8% de argentinos, remarcando que el resultado dejado por Mauricio Macri era el peor en la década, pero tuvo que desdecirse cuando el INDEC mostró que era del 32%- el hambre pasó a ser la nueva gran cosa en qué ocuparse. En una voltereta semántica se asoció pobreza a hambre, que si bien están unidos, no son lo mismo.
Y además, ¿quién va a estar a favor del hambre?
Nadie.
A todo el mundo le gusta comer.
El 7 de octubre, en plena campaña electoral, en la Facultad de Agronomía se presentó la idea, anunciando además que la puesta en marcha del Consejo Federal Argentina contra el hambre iba a ser una de las prioridades del próximo gobierno. No había pensado nunca en el asunto, ahora era la prioridad.
Lo primero fue llamar a famosos.
Se sabe, siempre los famosos son los que más saben de todas las cosas.
El primer convocado debía ser el más famoso y se convirtió en una de las patas fundamentales, el ex tiragoma Marcelo Tinelli que se sumó encantado: “Me comprometí a integrar a los argentinos a una mesa, a darle de comer a la gente, a hacer una revolución desde el amor”.
Para Fernández era un activo a favor: “Asumió el compromiso de difundir el problema en su programa que es de los más vistos. Está buenísimo que use su programa para contarle a los argentinos qué es lo que tenemos que hacer”. Los argentinos, esos mamertos que están esperando que en un concurso de baile le digan qué es lo que tenemos que hacer.
En aquel momento, los programas de Tinelli todavía llegaban a los dos dígitos de rating y bailaban famosos,
“Comiendo por un sueño”, no es mal nombre.
Aunque ahora no quieran recordarlo y silben bajito cuando se habla de aquella iniciativa, es sano inmortalizar quiénes allí estuvieron: Agustín Salvia (Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, el del dato “equivocado” de la pobreza), Sonia Alesso (Ctera), Héctor Daer (CGT), Esteban Castro (CTEP), Eduardo López (UTE), Estela de Carlotto (Abuelas de Plaza de Mayo), Adolfo Pérez Esquivel (Premio Nobel de la Paz), Monseñor Carlos Tissera (Cáritas), Daniel Funes de Rioja (UIA – Copal, que acaba de elogiar el carisma de Sergio Massa), José Martins (Bolsa de Cereales), Roberto Baradel (CTA), Isaack Rudnik (Icespsi), Jaime Perczyk (en aquel momento, por la Universidad Nacional de Hurlingham), Victoria Tolosa Paz, esposa de quien le prestaba el bulín de Puerto Madero a Fernández, Edgardo De Petri (hoy a cargo de la Subsecretaría de Ejecución de la Obra Pública que acaba de recibir una ponchada de pesos), Carlos Achettoni y Dardo Chiesa (Federación Agraria y CRA, dos organizaciones ninguneadas por la política agraria del gobierno), Bernardo Affranchino (Aciera), Antonio Aracre (en aquel momento en Syngenta y ahora converso peronista), José Luis Tedesco (Aapresid), Pablo Narvaja (Pastoral Social), Gustavo Idigoras (exportadores de cereales CIARA CEC), Gustavo Vera (ONG La Alameda), el “potencial” en ese momento jefe de Gabinete Santiago Cafiero, Mario Cafiero, Gabriel Yedlin, ministro de Desarrollo de Tucumán, la cocinera Narda Lepes, Vilma Ibarra, la diseñadora María Cher, Vanesa Defranceschi (la nuera de Ernestina Herrera de Noble, que ya se había mostrado en los festejos del 27 de octubre, cuando A.F. ganó las elecciones), Juan Vasco Martínez (Asociación de Supermercados Unidos -ASU), Luis Galli de Newsan, Rosario Altgelt, CEO de Latam (empresa que se fue del país en el ’21, empujada por el gobierno de la mesa) y, claro, Martín Caparrós, que fue el que le regaló el libro.
Es cierto que los mal intencionados de siempre criticaron el Porsche con el que Marcelo Tinelli llegó a las oficinas de la calle Encarnación Ezcurra en Puerto Madero, el barrio más carísimo de Buenos Aires. Tan mala es la gente que rápidamente por la patente del Porsche Cayenne sacaron que tenía sólo en la ciudad 38.000 $ en multas impagas, una de ellas por estacionar en lugar reservado para discapacitados. Es de esperar que el discapacitado no haya tenido hambre, hubiera sido el colmo.
No se puede ser bueno.
También criticaron la sonrisa de María Cher, a quien ex empleados acusaron públicamente en las redes: “Miles de horas extras nunca pagadas, me hacían mentirle al AFIP, mayoría de sus empleados terminaron con juicios laborales, no hacía los aportes! Trato pésimo a los empleados, AHORA quiere un país mejor?”. Por suerte estaba Jorge Rial, quien aunque no había sido invitado, se hacía cargo de las críticas y tuiteó: “Por lo menos intentan ir contra el hambre, no aumentarlo como los ricos que se van”.
Sin preocuparse por las críticas, Tinelli, exultante enfrentó a los periodistas que lo esperaban a la salida de las oficinas del 7ª piso, afirmando: “Espero que esto sirva para terminar con la grieta en la Argentina”.
Spoiler: no, no sirvió.
Así terminaba la primera reunión de la Mesa contra el hambre.
Comenzaron regalando plata del Estado que es la primera idea que se le ocurre a alguien que se encuentra de golpe con dinero y pobres. El plan constaba de tres pasos: lo urgente, tarjeta “inteligente” para todas las madres en “situación de pobreza” con niños menores de 6 años, que se sumaba a la AUH; el segundo paso sería, más tarde, la creación de una canasta básica de alimentos acordadas con los empresarios, o sea, eso que nunca funciona, y el tercer paso, más estructural, o sea para “algún momento indefinido del futuro”, era la puesta en marcha de programas de infraestructura para garantizar agua potable y soluciones habitacionales.
Spoiler: tampoco.
El 22 de diciembre de 2019 A.F. abría las puertas de la Casa Rosada a la segunda reunión de la Mesa del Hambre, acá ya Arroyo era ministro y se sumaba una histórica amiga de administrar fondos para enamorar pobres, la famosa líder del grupo Chiche Duhalde y las Manzaneras, que con el tiempo sumaría a sus galardones el de ser vacunada vip.
Entre las recomendaciones de los asistentes a la primera reunión había una de Narda Lepes que se le quedó pegada a fuego al Presidente: “Todo lo comestible no es alimento”.
Fernández dio un discurso en este segundo encuentro usando otra vez su guirigay personal con definiciones tajantes: “Yo miro mucho a Marcelo, miro mucho a Narda. Nosotros tenemos dos emblemas enormes, emblemas morales en Estela y en Adolfo, pero personas como Narda y Marcelo pueden ayudarnos mucho a poner este tema en la conciencia social, y por eso son tan importantes”.
Según anticipó Natalia Vaccarezza en BaeNegocios el 18 de diciembre citando “fuentes oficiales”: “No habrá presentación oficial ni con Fernández ni con Arroyo. Es poco serio. No vamos a mostrar cómo se le entregue una tarjeta a una persona con hambre. No vamos a hacer un show con los pobres”. Y profundizaba el artículo periodístico: “la aclaración desmiente rumores de que el plan sería presentado en la ciudad entrerriana de Concordia”.
Raro, porque exactamente eso fue lo que pasó al día siguiente de la publicación de la nota. Dos días antes de la segunda reunión ya los funcionarios se habían sacado fotos entregando tarjetas en… Concordia, en un show con los pobres, tal cual se había anticipado que no iba a ocurrir.
Nadie es perfecto.
Imaginen la cara de las embarazadas de Concordia cuando vieron llegar con la tarjeta salvadora a Juan Zabaleta. Porque que aparezca el Ministro de Desarrollo Daniel Arroyo, el Gobernador de Entre Ríos Gustavo Bordet, el intendente de Concordia Enrique Cresto, vaya y pase. Pero, ¿el intendente de Hurlingham? Claro, un día antes Zabaleta había declarado: “El día que no duela que un pibe no morfe tenés que irte a tu casa”.
Se ve que ese día no le dolió y se fue no sólo de Hurlingham y sino también de la provincia de Buenos Aires a poner cara de Papá Noel con dinero de los contribuyentes a Entre Ríos. Con el tiempo Zabaleta consiguió ser ministro de Desarrollo Social, pero salió corriendo otra vez, ahora hacia el bote de salvación que tenía amarrado en la intendencia de Hurlingham, ante el naufragio del gobierno nacional.
A los pocos días, Concepción del Uruguay y otras ciudades entrerrianas recibieron también la visita del hada salvadora, Victoria Tolosa Paz, que revoleó 2406 tarjetas de la alegría. No va a ser cosa que los beneficiarios no unan la tarjeta con la cara de algún demagogo. Que finalmente, también, terminó como Ministra de Desarrollo Social, cargo que no se le niega a ningún fullero/a.
Mientras Malena de Aysa ponía su mejor cara de Malena de Aysa repartiendo tarjetas en Tigre con muchas cámaras alrededor, en Salta, un lugar donde desde 1983 gobernó el peronismo, los nenes wichís morían de hambre.
En efecto, al momento en que Zabaleta le dolían “los pibes que no morfaban” ya habían muerto 18 chiquitos wichís. El principal problema no era la ingesta de alimentos industrializados que tanto preocupaba a Narda Lepes, no eran las aguas saborizadas ni las hamburguesas con mucho cheddar.
No.
Era algo más sencillo.
La falta de agua, una cuestión que el peronismo aún no le resolvió a esa parte del país.
Pero la ministra peronista de salud de Salta, Josefina Medrano, ante la vergüenza de los chiquitos wichís muertos tranquilizó: “No es de ahora que los chicos mueren en esta época del año”, comparando la vida de los nenes con la temporada de espárragos.
En ese momento connotados connacionales integrantes de la publicitada mesa no hicieron declaraciones sobre las muertes; eso sí, Narda Lepes se condolió públicamente en redes de la muerte de su hornito eléctrico y Juan Carr publicaba a diario noticias sobre los afectados del coronavirus en China que no sirvieron de nada porque el gobierno no tomó medidas preventivas.
Los prestigios vienen cada vez más biodegradables.
El 7 de mayo del ’21, sin pena ni gloria y por zoom se hizo la última “reunión” de la mesa del hambre.
Lo que empezó con fuegos artificiales, muchas cámaras, convocatoria multitudinaria y sonrisas a granel terminó en aguas de borrajas, en “a la final chorizo”, en “si te he visto no me acuerdo”. En el medio, denuncias por sobreprecios que también, naufragaron en la nada.
¿De verdad las luminarias solidarias pusieron su esfuerzo, expertise o lo que fuere para la iniciativa?
Ese llanto forzado en público, ¿tuvo correlato en acciones concretas privadas?
Parece más certero afirmar que fueron empujados por sus lustrosos egos a poner la cara y recibir la cucarda de buenas personas, solidarias y coso.
Era todo ganancia, se ponían de lado de los buenos sin costo alguno.
¿Cuánto pensaron que les sumaba a su cv de progresistas sensibles?
Y sí, dan ganas de insultar.
Nunca les importó el tema.
Pero no sería inteligente descartar el éxito que sí tuvo en la lógica peronista del poder, un gran éxito.
El resultado más importante conseguido es haber instalado como definitoria de la experiencia no peronista del ’15 al ’19 la palabra “hambre”.
Para eso sirvió que la UCA mintiera con las estadísticas; que Tinelli llorase en una tardecita de fin de 2019 por TN declarando (SIC) “He visto el hambre, he visto a una familia entera comer cartón”.
Macri = Hambre, fue la consigna que instaló la Mesa.
Y les sirvió, también, para forjar la mendaz idea de que el peronismo sí se interesa por los más humildes, no como los chetos del Newman.
Hoy, que los malos números del 2019 se profundizaron, hay que buscar debajo de la mesa a los petulantes participantes.
Nadie pidió perdón.
Nadie reconoce que fue su vanidad, su acercamiento al rancio poder peronista, su complicidad con el silencio de los cuatreros, su fatua imagen de sí misma, la que los empujó a la foto.
Por eso, ahora que todo terminó, es bueno recordar los nombres y la maniobra.
Esta era la política más importante del gobierno del Frente de Todos, su eje, su razón de ser.
Así terminó.
No podemos volver a caer en lo mismo.
Cantar “somos buenos, nosotros somos buenos”, no te hace bueno. Con estos tipos, te hace partícipe necesario.
Cuatro años después de que Alberto Fernández pensase por primera vez en el hambre, con la mesa consiguieron que creciera vertiginosamente.
¡Felicitaciones, favorecedores, compinches y secuaces! Por suerte, nadie olvidará nada.
*Nota: algunos párrafos de esta nota ya fueron publicados en el libro Seamos Libres pero creí necesario recordarlos justo ahora porque el público se renueva pero la vergüenza, no.